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Por Guiomar Rovira
Número
47
El
levantamiento armado del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) el primero
de enero de 1994 en el sudeste de México,
encontró resonancia más allá
de las fronteras del país y generó
una red de solidaridad transnacional que significó
algo más que el apoyo material o político
a una lucha mexicana. El zapatismo de los indígenas
de Chiapas funcionó como un referente
simbólico para una nueva generación
de movimientos sociales difíciles de caracterizar,
sostenidos en redes, geográficamente dispersos,
difusos, multitemáticos, intermitentes
y no organizados formalmente. Son las redes del
altermundismo que emergerán en Seattle
en 1999, adquirirán visibilidad en las
manifestaciones contra las instituciones económicas
internacionales, en los foros sociales mundiales
y en las protestas globales contra la guerra.
El estudio de
las redes del zapatismo transnacional nos permite
una aproximación a nuevas formas de acción
política sostenidas en estrategias de
comunicación transnacionales y a la vez
nos obliga a pensar en el papel condensador del
indígena como metáfora de la exclusión
en tiempos de globalización y símbolo
de la resistencia.
La
multidimensionalidad del zapatismo
El zapatismo aparece desde 1994 interpelando
varios niveles de localidad: por un lado, a nivel
local enfrenta con las armas a los caciques,
a los ganaderos, a los coyotes, pone sobre la
mesa el problema de la tierra, la miseria y la
violencia estructural sufrida por tzotziles,
tojolabales, choles, tzeltales y mames de Chiapas
durante de siglos. Pero no se limita a eso, el
EZLN desafía al estado mexicano: declara
la guerra al gobierno y exige “democracia,
libertad y justicia”. Atenta contra el
imaginario colectivo del país y al racismo
subyacente en la construcción del estado
nación. Tampoco se detiene en ese ámbito
y desde el primer día del levantamiento
armado, que coincide con la entrada en vigor
del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos,
Canadá y México, los zapatistas
enmarcan su lucha en un nivel global contra el
neoliberalismo, al que tachan de “sentencia
de muerte para los pueblos indígenas”.
Alrededor de
estas causas esgrimidas con el levantamiento
armado del primero de enero de 1994, surgen diversos
actores colectivos que darán forma a lo
que ha sido el zapatismo a lo largo de estos
años. Por un lado, sale a la luz el principal
protagonista: el EZLN, una organización
político militar con amplia base popular
en Chiapas, fruto del encuentro entre un núcleo
de guerrilleros urbanos y las misérrimas
comunidades indígenas de Chiapas, altamente
politizadas por sus distintas experiencias organizativas
y por la labor de una pastoral liberadora.
Por otro lado,
a partir del alzamiento armado, sectores heterogéneos
de la sociedad mexicana y también de otros
países del mundo se movilizan para evitar
una solución militar contra los indígenas
alzados. Se trata de individuos, organizaciones
y movimientos solidarios que marchan, debaten
y actúan en sintonía con los indígenas
rebeldes de 1994 en adelante y que vamos a denominar
zapatismo civil ampliado1
. Dentro de éste convergen actores mexicanos
y de otros países. Hablaremos entonces
de zapatismo civil ampliado mexicano y
de zapatismo transnacional2
para diferenciarlos analíticamente.
El zapatismo
civil ampliado mexicano en su gran diversidad
como movimiento social disperso, tuvo que tomar
postura, enfrentar problemas y librar batallas
políticas concretas en el país,
no siempre con la mejor fortuna. Fueron quienes
marcharon en las calles de las ciudades de México
en enero de 1994 por un alto al fuego, quienes
respondieron a las iniciativas del EZLN como
la Convención Nacional Democrática,
o el Movimiento de Liberación Nacional
para derrotar al PRI, quienes organizaron y promovieron
las consultas ciudadanas, la acogida y la logística
de las marchas y caravanas de los indígenas
rebeldes; quienes recabaron fondos y organizaron
debates; quienes participaron en los Diálogos
por la Paz entre el gobierno y el EZLN del lado
rebelde en San Andrés Sacam´chen
de los Pobres entre 1995 y 1996; quienes pensaron
y escribieron sobre racismo, sobre indigenismo,
sobre autonomía; quienes como estudiantes
se fueron a las caravanas de ayuda, a las marchas,
a los conciertos, quienes recogieron la iniciativa
de formar el Frente Zapatista de Liberación
Nacional y quienes dieron vida al Congreso Nacional
Indígena a partir de la primera mesa del
diálogo por la paz.
Como actor diferenciado
del anterior aparece el zapatismo transnacional3
, pues no opera en el mismo terreno; puede acompañar
los procesos, pero está exento de las
contradicciones que minan el zapatismo civil
mexicano más obligado a tomar postura
en la coyuntura y ceñirse a la realidad
compleja nacional. El zapatismo transnacional
se teje como una red donde conviven una gran
variedad de interpretaciones simbólicas,
de acuerdo a los procesos locales y las luchas
de los lugares donde tiene sus nodos. Los distintos
colectivos, grupos y movimientos que se solidarizan
con los zapatistas, se llevan una idea muy suya
de Chiapas a su propio terreno, desencadenando
concatenaciones de sentidos con amplia libertad
interpretativa. La lejanía geográfica
abre posibilidades para la apropiación
del discurso zapatista a realidades y tradiciones
activistas diferentes. Se produce entonces un
estallamiento del símbolo originario,
la rebelión del EZLN, en múltiples
significados, de acuerdo a las necesidades políticas
de los actores involucrados. El EZLN por su parte
cuidará no buscar una definición
estricta de su posicionamiento político
que excluiría automáticamente a
muchos de los implicados en la red transnacional,
en la que encuentra un arma imprevista a su favor.
El zapatismo
transnacional puede existir como tal en esa convergencia
laxa de lo múltiple precisamente porque
es una red. Las redes son relaciones entre actores
sociales que se distinguen de otras formas de
confluencia de individuos como serían
las coaliciones, los movimientos o lo que ha
venido a llamarse sociedad civil, puesto que
son formas de organización que se caracterizan
por patrones de comunicación e intercambio
voluntarios, recíprocos y horizontales
(Keck y Sikkink, 1998). En el caso del zapatismo
transnacional, lo que une a los actores es el
intercambio y la circulación de información
para la acción solidaria. Es en este sentido
que el Internet, al igual que otras herramientas
para la comunicación, como el fax, el
teléfono o el correo, juegan un papel
relevante como infraestructura del propio movimiento.
En el zapatismo, al igual que en el altermundismo,
el Internet jugará un papel clave como
medio que facilita la aparición de este
tipo de relaciones reticulares a lo largo del
planeta y se dirá que Internet es más
que un medio4.
La red del zapatismo
transnacional asume como principal motivo de
existencia vigilar que no se aplique una solución
bélica a la rebelión de Chiapas.
Se constituye a partir del flujo espontáneo
de comunicados, noticias, discursos y denuncias
sobre las condiciones de vida de los indígenas
en Chiapas. Correspondería a lo que Keck
y Sikkink (1998) llaman una “red transnacional
de defensa”5.
Actúa como una parte agregada y nueva
en el conflicto, lo reinterpreta, lo “enmarca”
para hacerlo accesible a diversos contextos sociales,
lo legitima ante la opinión pública
local y se moviliza para presionar al gobierno
mexicano. Logra una capacidad transnacional de
acción que será usada como un recurso
a favor de los rebeldes chiapanecos. Así
el EZLN obtiene una influencia a la que no podría
aspirar por su propia cuenta en el ámbito
nacional.
La zapatista
es una de las primeras redes transnacionales
de solidaridad que usa Internet como instrumento
para el activismo radical, y que promueve y se
diluye en el rizoma de las redes globales
del altermundismo, donde convergen en el
rechazo al capitalismo mundializado muchas redes
transnacionales multitemáticas que van
desde la defensa de la soberanía alimentaria,
las luchas contra la discriminación racial,
los anarquistas, ecologistas, campesinos, indígenas,
organizaciones no gubernamentales de todo tipo,
derechos humanos, mujeres, etc.
Una
red activista para el zapatismo
Las resonancias y repercusiones del ¡Ya
basta! de los indígenas de Chiapas escaparon
en mucho a lo que ellos mismos habían
previsto. Uno de los efectos “colaterales”
de la guerra fue que los periodistas y los activistas
que obtenían los comunicados del EZLN,
a veces simplemente porque tenían acceso
a la prensa mexicana –principalmente los
periódicos Tiempo, El Financiero,
La Jornada y el semanario Proceso-,
los mandaban por fax, o hacían la labor
de tipógrafos y los transcribían
completos en Internet, los forwardeaban a sus
conocidos o a sus compañeros de lucha.
En 1994 la World Wide Web cumplía un año
de existencia, y el uso de Internet se extendía
exponencialmente entre determinados sectores
de la población mundial, principalmente
en las universidades y entre los periodistas.
La primera página electrónica sobre
Chiapas, la que lleva por cuyo título
hasta hoy: “Ya basta”, con dominio
ezln.org, la crearon por su cuenta y riesgo dos
estudiantes de Estados Unidos, los hermanos Paulson.
De repente, surgieron también quienes
espontáneamente y de forma anónima
traducían los comunicados y las notas
a multitud de lenguas y los difundían
mediante forwards y listas de emails.
Es importante
recalcar el hecho de que la red zapatista surgió
de la iniciativa espontánea de activistas
y reporteros. No fue, como a veces se ha señalado,
organizada por un subcomandante Marcos conectado
en algún lugar de la espesura de la selva,
donde no llega el teléfono ni hay cobertura
para los teléfonos móviles, tampoco
hay electricidad. No fue hasta 1999 que el EZLN
creó una Web “oficial”, con
motivo de la Consulta por los Derechos y la Dignidad
Indígena. Pero ni siquiera en este caso
logró competir con la riqueza de contenido,
anuncios e informaciones de las del zapatismo
transnacional.
Una causa local,
sin preverlo, provocó la gestación
de una red extensa, sin cabeza ni órgano
rector, espontánea y auto organizada,
donde el EZLN funcionó como nodo de especial
influencia. La voluntad extendida de defender
el ¡Ya basta! de los indígenas de
Chiapas permitió ensayar un marco común
para la movilización concertada de una
miríada de movimientos y grupos.
La red genera
varios niveles de activismo: desde el que se
mantiene esporádicamente informado, el
que se informa continuamente y difunde la información
entre sus allegados, el que opina a veces pero
no se moviliza en las calles, hasta los que conforman
el grupo activista de tiempo completo generador
de información. La resonancia necesaria
unos y otros no obliga a un acuerdo total, pero
sí un entendimiento para la acción.
En ese sentido, los programas no pueden fijarse
como tales, sino como plataformas abiertas a
la participación en todo nivel de involucramiento,
no necesariamente constante. Ahí reside
su fuerza, pero también su posible debilidad
organizativa.
En la red del
zapatismo transnacional habría distintos
niveles en la generación y difusión
de la información: en el centro, están
las comunidades indígenas y los discursos
del EZLN. A su alrededor, en un segundo nivel,
están quienes elaboran la información
en Chiapas para su difusión, que son:
los medios de comunicación, entre los
que destacan periódicos y revistas mexicanas
(La Jornada, Proceso, Tiempo
y El Financiero6
), pero también medios extranjeros
con corresponsales en Chiapas; las organizaciones
no gubernamentales mexicanas y extranjeras instaladas
en Chiapas; los activistas y los miembros de
colectivos de solidaridad que acuden a las comunidades
zapatistas y elaboran denuncias e informes.
Los mensajes
procesados en este nivel pasan a ser distribuidos
por los actores especializados en distribuir
todos estos relatos y que no necesariamente se
encuentran localizadas en Chiapas: páginas
Web nacionales y extranjeras (donde destaca la
página ezln.org, fzln.org, enlacecivil.org
y todas las páginas de los comités
de solidaridad y que implican traducción
a distintos idiomas); las listas de correo electrónico,
como Chiapas957organizada
por el grupo Acción Zapatista de Austin,
Texas, y que contaba en el año 2000 con
750 suscriptores, o la del Frente Zapatista:
fzln-l; el e-mail y forwardeo de mensajes a amigos,
conocidos y otros.
Los mensajes
difundidos por estas vías llegan a múltiples
receptores dispersos geográficamente que
distribuyen la información en su ámbito
local, en sus propias publicaciones, radios,
revistas o eventos, y que forman parte de los
grupos que están pendientes de lo que
ocurre en Chiapas para movilizarse. Estos actores
mantienen lazos de interacción con otros
y cuentan con varias fuentes de información,
desde los activistas en Chiapas, hasta las distintas
suscripciones a listas electrónicas o
la navegación por las páginas Web
sobre el tema. A su vez, estos nodos locales
de colectivos de solidaridad o grupos vigilantes
envían la información cuando así
lo consideran necesario a receptores transitorios
que no dedican atención constante al tema,
sólo en determinadas coyunturas, pero
están decididos a apoyar si son requeridos.
Un ejemplo serían los intelectuales y
los políticos a los que los comités
de solidaridad recurren para presionar al gobierno
mexicano; así como todos los demás
grupos y movimientos sociales del lugar que están
dispuestos a movilizarse cuando la situación
es de alarma en Chiapas.
Con información
accesible, los grupos de la red zapatista se
pueden activar cuando surge la necesidad, pero
también pueden trabajar de forma autónoma
en sus propios espacios en tiempos que no son
críticos. Los grupos de solidaridad y
la multitud de organizaciones pro zapatistas
tienden a ser grupos pequeños y locales
que están constantemente listos para la
movilización –sólo esperan
la oportunidad. Eso, señalarán
Rondfelt y Arquilla (1998), representará
una ventaja ofensiva y también defensiva,
ya que un número muy grande de grupos
pequeños son un objetivo muy difícil
de apuntar.
Digamos entonces
que esta intrincada red puede dedicarse a múltiples
tareas. El nodo de especial influencia puede
trasladarse a otro lugar: a una protesta contra
la Organización Mundial del Comercio,
o a una marcha contra la guerra, o a una campaña
con una temática concreta. Es así
como la red transnacional zapatista es sólo
un momento de las redes altermundistas globales
y de las luchas locales. Los zapatistas transnacionales
están en las marchas multitudinarias por
una Europa social o en las calles contra la OMC,
el FMI, el BM, los tratados de libre comercio,
las reuniones del Grupo de los Ocho, pero también
están en sus localidades contra los pantanos
o carreteras que atentan al equilibrio ecológico,
en las marchas por la legalización de
los inmigrantes, en las protestas sociales.
Formas
de actuar del zapatismo transnacional
El zapatismo transnacional ha apelado a gran
diversidad de acciones para defender la causa
de los indígenas de Chiapas. Podemos clasificarlas
en 4 grandes rubros:
1. Manifestaciones
y encuentros en muchas ciudades del mundo para
dar a conocer la situación de Chiapas,
influir en la opinión pública
local y presionar en las delegaciones diplomáticas
mexicanas.
2. Campañas de presión hacia las
elites locales que a su vez presionaran al gobierno
de México: en los Parlamentos, con los
políticos, con los intelectuales más
reconocidos.
3. La afluencia de extranjeros a las comunidades
indígenas, ya sea como portadores de
solidaridad material y proyectos productivos
o como simples acompañantes de las comunidades
zapatistas. Ellos sirvieron de multiplicadores
de la causa y tejieron relaciones interpersonales.
4. La desobediencia civil electrónica
en Internet, promovida por Critical Art Ensamble.
Estas formas
de acción del zapatismo transnacional
están intextricablemente imbricadas: las
manifestaciones se concertan y coordinan a través
de la red, las campañas de presión
a las élites políticas locales
se acompañan con movilizaciones y difusión
de información a la opinión pública
del país, estas mismas campañas
llevan a que más gente se quiera ir a
Chiapas, los observadores en Chiapas son quienes
generan discursos y alimentan la red con nuevos
puntos de vista y testimonios, incluso son quienes
luego acuden a las instancias políticas
con denuncias de violaciones a derechos humanos,
son quienes responderán a las iniciativas
de los que promueven los ciberactivistas.
Esta presencia
corporal y virtual de activistas transnacionales
en Chiapas aumentó evidentemente la visibilidad
adquirida por los zapatistas y alejó,
junto con las manifestaciones de la sociedad
mexicana, la posibilidad de una solución
violenta por parte del gobierno. Poner fin al
conflicto con una masacre de indígenas
provocaría una reacción no sólo
en México sino también a nivel
internacional de consecuencias graves para sus
relaciones comerciales y políticas.
Las movilizaciones
descentralizadas y encuentros
El zapatismo transnacional no sólo existe
en la virtualidad de Internet sino también
en las manifestaciones callejeras en muchas ciudades
del mundo, en las concentraciones frente a las
delegaciones diplomáticas mexicanas y
en la opinión pública de los países.
Estas movilizaciones
pueden ser decididas y gestadas en la misma interacción
entre los colectivos de solidaridad y movimientos
sociales especializados en el tema, o pueden
organizarse a partir del llamado concreto del
EZLN.
Así
tenemos, por un lado, la gran reacción
de toda la red tras la matanza de Acteal en 1997:
miles de manifestantes salieron a las calles,
hicieron happenings, decoraron las embajadas
y consulados. Estas movilizaciones fueron decididas
y compartidas en la red por los actores transnacionales.
También ellos han organizado encuentros
regionales de comités de solidaridad y
todo tipo de eventos de discusión para
decidir acciones a llevar a cabo, como la Comisión
Civil Internacional de Observación de
los Derechos Humanos que llevó a una delegación
de casi 200 personas de varias nacionalidades
a elaborar un informe de denuncia sobre la violencia
en Chiapas en 1998 y 1999.
Pero por otro
lado, tenemos la respuesta de la red a las iniciativas
zapatistas, como los Encuentros Continentales
e Intercontinentales por la Humanidad y contra
el Neoliberalismo (conocidos como los “encuentros
intergalácticos”) que se llevaron
a cabo en 1996 en Chiapas, en 1997 en España,
en 1998 en Brasil y que han sido uno de los gérmenes
del movimiento altermundista o del Foro Social
Mundial. Otro ejemplo es la convocatoria del
EZLN en 1999 de organizar una Jornada de los
Excluidos del Mundo como parte de la Consulta
por los Derechos y Cultura Indígenas.
También
entrarían en este rubro las giras, eventos
y presentaciones de ponentes mexicanos expertos
en el tema, las conferencias o los pases de videos
documentales organizadas por los grupos de solidaridad
para explicar la situación chiapaneca.
Han hecho estas giras, por citar tan solo algunos
ejemplos, Ofelia Medina, Elisa Benavides, Amado
Avendaño, incluso el obispo Samuel Ruiz
García, entre otros muchos.
Las campañas
de presión hacia las elites políticas
locales
Otra de las actividades del zapatismo transnacional
ha sido apelar a las elites locales y a las instituciones
de los diversos países para que a su vez
presionaran al gobierno de México contra
la represión en Chiapas. La publicación
de manifiestos con firmas de cientos de personas
de todo el mundo, algunos personajes reconocidos
y premios Nobel, ha sido una constante desde
1994 hasta la fecha.
Después
de la masacre de Acteal, en diciembre de 1997,
los activistas arrancaron declaraciones y pronunciamientos
de personajes como Bill Clinton, Lionel Jospin,
Kofi Annan, Danielle Mitterrand. Las campañas
en los Parlamentos locales no se hicieron esperar,
el parlamento de Catalunya se pronunció
contra la violación a los derechos humanos
en México, lo mismo hizo la Junta de Aragón
y el Parlamento Vasco, así como el alcalde
de Venecia y el alcalde de Dublín.
Por otro lado,
la Comisión Civil Internacional por los
Derechos Humanos, tras regresar de México,
se plantó en el Parlamento Europeo para
presentar los resultados de su informe y exigir
un pronunciamiento hacia México como cláusula
para la firma del tratado de libre comercio con
la Unión Europea. Los activistas italianos
lograron que su Parlamento emitiera una resolución
según la cual no iban a ratificar el tratado
de libre comercio si en México no se reemprendía
el diálogo con el EZLN.
En Estados Unidos,
varios parlamentarios recibieron cientos de cartas
y faxes exigiéndoles movilizarse contra
la guerra en Chiapas. Un ejemplo de ello son
las resoluciones del senador Patrick Leahy y
la diputada Nancy Pelosi aprobadads en el Congreso
de Estados Unidos (en el Senado y en la Cámara
de Representantes) en noviembre de 1999. Los
esfuerzos de convencimiento y el trabajo de presión
los hicieron las organizaciones Global Exchange
y Mexico Solidarity Network, actores de gran
peso del zapatismo transnacional. Estas resoluciones
piden al Secretario de Estado asegurarse de que
la asistencia militar y la exportación
a México sea usada en la lucha contra
el narcotráfico y no por las fuerzas de
seguridad mexicanas implicadas en la violación
a los derechos humanos. También condenan
la violación de la ley en el caso de las
expulsiones sumarias de norteamericanos en México.
Otro diputado, Luis Gutierrez de Estados Unidos,
ha ido a Chiapas en diversas ocasiones, tras
haber recibido, según sus propias declaraciones,
más de 3 mil cartas sobre el tema instándole
a hacerlo.
La comisionada
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos,
Mary Robinson, también ha acudido a Chiapas
en noviembre de 1999, presionada por las denuncias
de las organizaciones que integran el zapatismo
transnacional.
La afluencia
de observadores a las comunidades indígenas
A partir de 1994, los colectivos y comités
que se organizan principalmente en Europa y Estados
Unidos empiezan a promover viajes al lugar de
los hechos. Son los primeros contactos con las
comunidades indígenas para muchos activistas,
reporteros, personalidades reconocidas o anónimos
jóvenes de todos los lugares del mundo.
El territorio “liberado” que controlaba
el EZLN desde enero de 1994 hasta la incursión
militar de febrero de 1995 abarcaba toda la selva
Lacandona, desde Margaritas hasta Altamirano,
Ocosingo y Palenque. Se volvió una especie
de Itaca, destino dorado de aquellos que pudieran
pagarse el viaje de entre los movimientos alternativos.
Los zapatistas
se abrieron y acogían a los “internacionales”8.
Fue el gobierno mexicano el encargado de limitar
el derecho a entrar a ese territorio sin reconocer
ningún estado de excepción pero
exigiendo visas especiales para los municipios
rebeldes. Al flujo global de internacionalistas
se opuso el derecho territorial y la soberanía
del estado nación a través de las
autoridades locales del Instituto Nacional de
Migración que expulsaron a cientos de
extranjeros mediante recursos legales ad
hoc9.
Los zapatistas, conscientes de que su guerra
dependía de su visibilidad en México
y en el mundo, fomentaron la presencia de visitantes
de todas partes.
No hay datos
exactos sobre la cantidad de extranjeros que
han acudido desde 1994 hasta la fecha a las comunidades
rebeldes de Chiapas, pero el flujo ha sido constante.
Unos han llevado solidaridad a las comunidades,
como es el caso de las caravanas de Pastores
por la Paz, de Estados Unidos, o han creado proyectos
como la construcción de escuelas de La
Garriga Societat Civil de Cataluña en
la Zona Norte, o la instalación de una
electroturbina en La Realidad, por parte de Ya
Basta! de Italia, o la hermandad de los dublineses
con la comunidad 10 de Abril.
La afluencia
de internacionalistas aumentó a partir
de la ofensiva militar de febrero de 1995, cuando
el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé
de las Casas hizo un llamado a instalar “campamentos
civiles por la paz” en las comunidades
más afectadas por el conflicto y por la
presencia militar. El EZLN secundó esta
iniciativa y a través de una ONG, Enlace
Civil, A.C., invitó a los “observadores
internacionales” a acompañar a las
comunidades. No fue una empresa fácil,
perseguidos por los agentes de Migración,
llamados por Zedillo “extranjeros perniciosos”
o “turistas revolucionarios”. Sin
embargo, acudieron a cientos, a lo largo de los
años podemos decir que a miles.
La peregrinación
a Chiapas ha marcado toda una generación
de activistas principalmente europeos y norteamericanos,
pero también latinoamericanos y gente
de otros continentes. Los zapatistas entendieron
que los internacionales eran parte de su propia
lucha más allá de las fronteras.
Les hablaban en otras lenguas y les mostraban
otras costumbres, no exentas de algunos roces,
como cuando una legión de hippies se metieron
encuerados al río de La Realidad y la
comunidad decidió correrlos en ese instante,
por irrespetuosos.
Muchos de los
jóvenes internacionalistas han pasado
meses o años de sus vidas en las comunidades
de Chiapas, sin luz y sin agua corriente, a régimen
de frijol y tortilla. El regreso a la “civilización”
les ha producido un extrañamiento sobre
su propia sociedad. Su experiencia y su testimonio
han servido de multiplicadores de la causa. Las
relaciones establecidas con familias indígenas
y pueblos tejieron una auténtica comunidad
global dispuesta a brincar ante cualquier atropello.
La desobediencia
civil electrónica
A finales de los 80, en los Estados Unidos, aparece
en escena la Desobediencia Civil Electrónica,
término acuñado por el grupo de
teatro y arte Critical Art Ensamble.
La estrategia de la desobediencia civil electrónica
se inspira en la desobediencia civil tradicional
adaptada a los tiempos actuales. El espacio donde
se puede enfrentar al poder ya no son solamente
las calles ni los palacios, sino los flujos y
las redes10.
A partir de
1994 aparece con fuerza el hacktivismo (el activismo
unido al espíritu de los hackers, cuya
vocación es romper los códigos
para el libre acceso a la información)
del Electronic Disturbance Theather, especializado
en trasladar las protestas de la calle a Internet.
Este grupo de Estados Unidos decidió encaminar
sus acciones al apoyo a Chiapas junto a los New
York Zapatistas. Por ejemplo, para protestar
por la masacre de indígenas en Acteal11
y el Bosque, el Electronic Disturbance Theather
logró movilizar la red el 8 de septiembre
de 1998, y provocar de forma simultánea
el caos absoluto en los servidores del Pentágono,
las páginas de Presidencia de la República
en México y la Bolsa de Frankfurt. Su
acción mereció la portada en el
New York Times. Lo que hizo Electronic Disturbance
Theater fue inventar un código (un software:
FloodNet, creado en 1998 por el artista californiano
Brett Stalbaun) con el que se puede llamar muchas
veces a la puerta de los grandes servidores hasta
que estos se saturan y caen. Participar en esta
acción –de carácter público,
a partir de un mensaje que enviaban y difundían
las listas de los movimientos sociales-, fue
tan simple como picar dos veces con el ratón
sobre la dirección señalada por
el grupo hacktivista.
Meses más
tarde, el Electronic Disturbance Theater participó
en el día de acción global contra
el Capitalismo del 18 de junio de 1999, convocado
por el movimiento altermundista, con un plantón
virtual de nuevo con carácter zapatista:
contra la embajada mexicana en el Reino Unido.
El sistema FloodNet URL recibió un total
de 18.615 llamadas de computadoras de 46 países
diferentes. Este grupo de ciberactivismo imprescindible
para entender las nuevas formas de lucha en los
sistemas comunicativos, con vocación pacifista,
invoca las siguientes palabras de la comandante
Ramona del EZLN: “La red intergaláctica
es más poderosa que cualquier arma”.
Por otro lado,
en Estados Unidos, los universitarios, pioneros
en el uso de la red internáutica encontraron
en el levantamiento del EZLN la ocasión
para darle mayor impulso al proyecto que vislumbraban
y querían alcanzar: la vinculación
a través de Internet de los movimientos
de base de todo el mundo contra el neoliberalismo.
El “Zapatismo en el ciberespacio”
es parte de la reflexión que se dio en
Austin, dentro de la comunidad de la Universidad
de Texas12,
Estados Unidos, sobre todo alrededor del investigador
Harry Cleaver. La reflexión de este colectivo
que podemos clasificar en la lucha por la comunicación
alternativa es que la rápida expansión
de las redes de computadoras representa una respuesta
a los monopolios crecientes de las industrias
culturales y los medios masivos.
La convergencia
alrededor del zapatismo
El desbordamiento de sentido y los imaginarios
que el zapatismo despierta en grupos lejanos
y movimientos sociales de otros lugares del mundo
puede deberse a su carácter “más
revelatorio que programático” (Harvey,
2000: 209), funciona como inspiración
y no como esquema o programa de lucha.
Para Manuel
Vázquez Montalbán, un factor de
éxito es el momento histórico en
que aparece el EZLN, caracterizado por la desmovilización
social y el fin de la guerra fría:
Lo que antes
era un determinismo ahora es un nuevo fatalismo.
Se difunde la idea de que nada se puede hacer,
que no vale la pena buscar culpables en el pasado
ni plantearse que el futuro puede ser diferente;
obligan a la gente a vivir el presente inmediato.
La izquierda no tiene estrategias de cambio
y esa es su crisis... En este contexto, mensajes
como los que vienen del zapatismo son tremendamente
seductores porque implican salir del fatalismo
y tratar de ver de manera diferente el desorden
al que ha llevado el capitalismo (Vázquez
Montalbán, 2001).
Quizás
hay que tomar en cuenta el hecho de que el alzamiento
zapatista de Chiapas revive distintas “subculturas
activistas de larga duración” (McAdam,
1994) y construye a partir de ellas su propia
singularidad. Esta yuxtaposición de herencias
políticas facilita múltiples alineamientos
y resonancias: Por un lado, el zapatismo interpela
a las luchas de Liberación Nacional, es
decir, los MLN, los procesos de independencia
colonial y también las guerrillas de izquierda
de tradición marxista, inspiradas en el
modelo de la revolución cubana. El zapatismo
atrae así la simpatía tanto de
aquellos que apoyaron a las guerrillas centroamericanas
como de partidos marxista-leninistas, organizaciones
insurreccionalistas, movimientos que propugnan
la lucha armada (aunque en muchos casos la presencia
de otros marcos en el zapatismo alejará
a los más ortodoxos de esta tradición,
acusando al zapatismo de impuro e incoherente).
Pero el zapatismo
encuentra clara resonancia con movimientos bastante
distintos de éstos últimos, que
no buscan hacerse con el poder político
sino que propugnan la autogestión y la
subvesión simbólica y cultural:
desde anarquistas, “bloques negros”,
autónomos, consejistas, hasta movimientos
contraculturales como los punks, los rockeros,
los situacionistas, algunos grupos de estudiantes,
los okupas (squaters), etc.
Además,
uno de los marcos más importantes del
levantamiento indígena es apelar a las
luchas por el reconocimiento cultural, inscribirse
en la tradición de las luchas por los
derechos civiles y contra la exclusión:
negros, indios, mujeres y feminismo, lucha por
la liberación sexual, los inmigrantes,
etcétera.
Por supuesto,
el zapatismo recupera el marco fundamental de
las luchas campesinas e indígenas de la
historia de México, a las que invoca en
todo su discurso desde los forjadores de la independencia,
pasando por Zapata y Villa, hasta las guerrillas
de Genaro Vázquez, Lucio Cabañas,
las luchas de los campesinos pobres del país,
el rechazo a la Reforma del Artículo 27
Constitucional13.
Sin olvidar las rebeliones indígenas constantes
en la historia de los últimos siglos en
Chiapas. Así, despierta simpatía
en esos sectores del México más
humilde que no tiene problema en identificarse
con los zapatistas que son, como ellos, indígenas
y/o pobres. Lo mismo ocurrirá a nivel
transnacional con pueblos indígenas como
los mapuches o los guaraníes, por citar
algunos, o con la organización de las
First Nations de Norte América y los campesinos
del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil.
Estas referencias
cruzadas a distintas herencias muestran que el
zapatismo es a la vez continuidad y ruptura,
una nueva síntesis a la vez generadora
de nuevos marcos de protesta, que se adapta a
los tiempos con dos reivindicaciones claves y
extendidas: la democracia y los derechos humanos.
Pocos movimientos
sociales apelan después de los ochenta
y el fin de la guerra fría a la instauración
del socialismo si quieren llegar a un público
más amplio y resonar con el conjunto de
creencias colectivas. El EZLN, pese a sus orígenes
marxistas-leninistas, no ha manifestado abierta
ni públicamente su vocación socialista.
En cambio, ha erigido su reivindicación
principal en el plano de la democracia en México,
cuestionando a su vez la validez de las prácticas
y las consecuencias de las democracias liberales,
algo en lo que coinciden los movimientos sociales
de la actualidad.
Lo mismo sucede
con las luchas por los derechos y el reconocimiento
cultural, en boga a partir de lo que ha venido
a denominarse nuevos movimientos sociales. Allain
Touraine señala que “la referencia
a los derechos de los individuos, a los derechos
de las minorías tanto como de la mayoría,
es lo que confiere a estos nuevos movimientos
sociales una importancia tan grande ya que aportan
la contestación al orden dominante y más
todavía, la liberación de las víctimas
que alcanzan a transformarse en actores de los
cambios sociales” (1999: 71). El zapatismo
se situó en este canal dando prioridad
a la lucha por el reconocimiento de los derechos
y la cultura indígena, eje de su accionar
a partir de los primeros acuerdos de paz, el
16 de febrero de 1996, en San Andrés.
Habría
que añadir otro importante elemento a
estos campos de resonancia que logra el zapatismo.
Y es el papel del subcomandante Marcos como interlocutor
de la intelectualidad crítica mundial.
Marcos es reconocido como un igual entre los
intelectuales de izquierda. Tanto en México
como en el exterior, ven en el líder zapatista
algo así como un colega que ha logrado
una gesta heroica y romántica o un extravío
disparatado, pero a fin de cuentas, un colega
que maneja el mismo lenguaje, que puede hablar
de los mismos temas, que responde a sus entrevistas.
Marcos, como vocero y personaje mediático,
ha sido calificado como “traductor”
del mundo indígena. En esta traducción,
la lista de los interlocutores es amplia, va
desde el mundo académico hasta las amas
de casa o los jóvenes urbanos. Su discurso
hace uso de mitos y retórica, de ironía
y cuento, y no solo de argumentación.
En este sentido, ha conmovido a sectores de niveles
educativos distintos. Sus textos sobre el neoliberalismo
lo han llevado a las páginas de Le Monde
Diplomatique, mientras que sus cuentos sobre
la selva han sido plasmados en publicaciones
para niños o sus cursilerías románticas
han atraído a jóvenes admiradoras.
Para algunos, Marcos es un Robin Hood del siglo
XX, para otros un Che Guevara revivido, o el
Votán Zapata de los mayas, para algunos,
un impostor, un farsante manipulador de indígenas.
Pero todos han tenido que opinar sobre él,
sobre todo en México, como se muestra
en el trabajo de Volpi (2004). Con Marcos como
vocero, la interpelación a la opinión
pública de la hazaña de los indios
rebeldes de Chiapas ha adquirido una amplitud
sin precedentes, que no sería tampoco
explicable a ningún nivel sin la presencia
de los medios de comunicación, en lo que
muchas veces se ha calificado de “guerrilla
mediática” o “guerra de papel”
(Trejo Delarbre, 1994).
Desde el primer
día de la insurrección, la presencia
de reporteros nacionales y extranjeros en Chiapas
actuó a favor de los indígenas.
La sociedad mexicana y mundial descubría
esa parte oculta que irrumpía de forma
radical: los indígenas exigiendo dignidad.
Entonces, quienes se llevaban “la nota”
no eran los periodistas afines al gobierno mexicano14,
sino los reporteros que se lanzaban a la selva
y a los Altos en busca de zapatistas, los mismos
que formaron hordas incontroladas y que no respetaron
los controles militares de uno ni de otro bando.
En Chiapas se les denominaba el “tercer
ejército”.
Hay que señalar
que los reporteros transmitieron al mundo su
propio descubrimiento de los indígenas
en relatos que tuvieron mucho de testimonial,
llenos de experiencias singulares, de detalles
de interés humano, de crónica,
de imágenes. Es así que el EZLN
logra una difusión masiva humanizada y
conmovedora de sus objetivos y sus razones. A
través de los medios, los movimientos
sociales así como los intelectuales de
otros lugares del mundo se sentirán interpelados
y se abocarán a opinar y a actuar sobre
Chiapas.
Es así
que el zapatismo como lucha singular logra un
efecto universalizante, demuestra que se puede
resistir en un contexto internacional adverso
y se convierte en un referente a defender para
muchas luchas de izquierda dispersas en el mundo.
Lo indígena se vuelve un símbolo
de la resistencia contra la exclusión
globalizada, la misma que muchos movimientos
sociales hace tiempo que combaten. “Todos
somos indios”, será el lema impreso
en las camisetas de los Monos Blancos italianos15.
El zapatismo se vacía del vínculo
con significados muy particulares o locales y
asume el papel de espacio de convergencia que
permite encontrar un nexo de identificación
entre una cantidad de luchas dispersas y diversas.
Actúa como un “significante vacío”
(Laclau, 1996). Sirve como inspiración
libertaria para los anarquistas de Cataluña
que ven en ellos un actuar antiautoritario, y
a la vez de punto de reflexión sobre cómo
relacionarse con las bases para un partido como
Refundación Comunista de Italia, servirán
como lugar de acción cristiana de base,
caritativa y solidaria para los Pastores por
la Paz de Estados Unidos, o de argumento poético
para los últimos beatniks. En Brasil,
el zapatismo se encadena con las luchas del Movimiento
de los Sin Tierra y con el Partido del Trabajo
en su ejercicio del presupuesto participativo
en Porto Alegre. Los argentinos hablan del zapatismo
como rebelión de los desposeídos,
los ecologistas contra el trasvase del Ebro en
España apelan a la defensa comunitaria
de los indios de Chiapas; las páginas
Web de las redes feministas ven en las mujeres
con pasamontañas las razones íntimas
de una rebelión de género. Los
jóvenes rockeros consideran al zapatismo
como un movimiento post-punk, joven, generacional,
la imagen de Marcos aparece en camisetas, se
abren cafeterías con nombre de Zapata
en varios lugares de Alemania donde se consume
café de las comunidades tzotziles para
promover el “comercio justo” y aplacamiento
de conciencias. En Japón los editores
independientes apelan al valor literario de los
comunicados de Marcos y los traducen... Y miles
de personas de todo el mundo acuden a Chiapas,
como en peregrinación, en busca del santo
Grial que para cada quien tiene una forma diferente
pero que hermana en la búsqueda de la
resistencia global.
Lo más
significativo de todo es que una vez hermanadas
las luchas en redes pueden actuar de forma intermitente
en muchas y diversas esferas de lo local y lo
global, cambiando las formas de hacer activismo,
como con las manifestaciones simultáneas
y descentralizadas con amplia libertad de actuación
local o la desobediencia civil electrónica.
Cualquiera puede sumarse o borrarse. Las redes
tienen capacidad para responder en muchos ámbitos
y de forma rápida. Pero son imprevisibles.
A partir de Chiapas se gestó una de las
redes pioneras en el activismo transnacional.
Su existencia sigue el curso de toda red, como
el tendido eléctrico de la resistencia
del que habla Scott (2000), que puede prenderse
en cualquier momento. Sumidas en el rizoma de
los flujos, las redes se vuelven incontenibles
e imprevisibles. Si eso es una esperanza para
las luchas emancipatorias o si es un impedimento
para un proyecto antagonista que logre oponerse
al sistema global, el tiempo lo dirá.
Notas:
*Ponencia
presentada en el Foro sobre Pueblos Indios de
América Latina, Caixaforum, Barcelona,
26 de abril de 2005
1 Le Bot (1997)
habla de “zapatismo civil” para diferenciarlo
del “zapatismo armado”, mientras
Leyva (2000) lo denomina “neozapatismo
civil”. Sin embargo, el zapatismo civil
está en las mismas comunidades que pertenecen
al EZLN –sus bases de apoyo-, por lo que
voy a recurrir al adjetivo ampliado para
señalar la especificidad del movimiento
solidario alrededor del EZLN más allá
del terreno de la contienda: Chiapas.
2 Obviamos
aquí el calificativo “civil”
porque no existe en principio zapatismo “armado”
fuera de México (al menos, que se conozca).
3 No usamos
el calificativo “internacional” porque
éste se ajusta más a la participación
de actores identificados con sus estados nacionales
(como hacía por ejemplo la Internacional
Comunista con sus partidos organizados nacionalmente:
Partido Comunista Italiano, Partido Comunista
Mexicano, Español, etc.), sino “transnacional”
puesto que lo conforman actores ubicados en distintos
niveles de localidad que interactúan cruzando
las fronteras nacionales.
4 Naomi Klein
(2000) señala respecto a las redes antiglobalización:
“...la tecnología de la comunicación
que facilita este tipo de campañas está
conformando y definiendo al movimiento en su
propia imagen y estructura. Gracias a la red,
las movilizaciones se pueden organizar sin ninguna
burocracia y mínima jerarquía,
se tienen que basar en el consenso, sus manifiestos
se tienen que elaborar con una plataforma común
de base, con una cultura de constante y a veces
compulsivo flujo de información... Lo
que emergió en las calles de Seattle y
posteriormente en Washington (contra el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial) fue
un modelo activista que refleja los caminos e
interrelaciones descentralizadas de Internet.
Internet vuelto a la vida”.
5 “Una
red transnacional de defensa está formada
por actores que trabajan internacionalmente en
torno a un tema y están vinculados por
valores compartidos, por un discurso común
y un denso intercambio de información
y servicios” (Keck y Sikkink, 1998)
6 Estos medios
fueron durante 1994 los que recibían los
comunicados del EZLN y los reproducían.
A principios de 1995, La Jornada crea
su página electrónica y adquiere
un papel mucho más relevante en el zapatismo
transnacional, ya que es el único medio
que hasta la fecha publica íntegros los
mensajes zapatistas.
7 Su archivo
se puede consultar en:
<http://www.eco.utexas.edu/hmcleave/chiapas95.html>
8 “Aquí
hay un sociedad civil internacional”, decían
los zapatistas en el radio para informar de la
presencia de un cooperante recién llegado
a su comunidad (información propia, La
Realidad, abril 1996)
9 El informe
de Global Exchange Extranjeros de conciencia
señala: “En los primeros meses
de 1998, la participación de extranjeros
en la observación de los derechos humanos
en la región más conflictiva de
México llegó a ser un tema muy
controversial en el país. Numerosas expulsiones
de alto perfil se llevaron a cabo en zonas de
pro-zapatistas, generando una amplia cobertura
en los medios nacionales e internacionales, y
provocando un debate sobre el significado de
la soberanía en México.
Durante los últimos cinco años,
la participación extranjera en el monitoreo
de los derechos humanos ha generado una gran
controversia, y en algunas ocasiones, expulsiones
de observadores de derechos humanos, trabajadores
humanitarios, y religiosos. La agresión
del gobierno en contra de los extranjeros de
conciencia aumentó dramáticamente
después de la masacre de Acteal, en la
que fueron asesinados 45 indígenas a manos
de grupos paramilitares en diciembre de 1997.
Tan solo en 1998, el gobierno expulsó
a 144 extranjeros que se encontraban en zonas
indígenas de Chiapas. Muchos más
fueron presionados a salir de México “voluntariamente”
por oficiales del Instituto Nacional de Migración.
Otros han sido desanimados para entrar a México
a causa del clima de hostilidad creado por la
campaña de los medios de comunicación
en contra de los extranjeros, y por la creación
de las nuevas reglas migratorias, consideradas
las más restringidas en el hemisferio.”
(1998: 5)
10 La desobediencia
civil electrónica debe ser: “una
actividad no violenta por su naturaleza misma,
puesto que las fuerzas de oposición nunca
se enfrentan físicamente unas a otras.
Como en la desobediencia civil, las tácticas
básicas son la infiltración y el
bloqueo. Salidas, entradas, conductos y otros
espacios clave deben ser ocupados por la fuerza
contestataria para así presionar a las
instituciones implicadas en acciones criminales
o no-éticas.
Bloquear los conductos de información
es lo análogo a bloquear espacios físicos,
sin embargo el bloqueo electrónico puede
causar problemas financieros que seguramente
no provoque un ataque físico, además
puede ser usado más allá del nivel
local. La desobediencia civil electrónica
es una desobediencia civil reforzada” (Critical
Art Ensamble, 1994).
11 El 22
de diciembre de 1997, 45 indígenas fueron
masacrados por paramilitares en la comunidad
tzotzil de Acteal, en los Altos de Chiapas.
12 <http://www.utexas.edu/ftp/student/nave>
13 En 1992,
Carlos Salinas de Gortari, como presidente de
México, modificó el artículo
constitucional que garantizaba hasta entonces
la propiedad ejidal y comunial de la tierra para
los pueblos indígenas. La tierra convertida
en mercancía para unos pocos ha sido una
de las razones esgrimidas por los zapatistas
para levantarse en armas.
14 Manuel
Camacho Solís, quien fue Comisionado para
la Paz en Chiapas en 1994, señala en entrevista
con Olmos (2005): “En Chiapas se dio un
fenómeno en donde todos (los periodistas)
tenían el mismo tema y la misma oportunidad,
entonces se dio una competencia profesional enorme
porque nadie podía escribir cosas que
vieran pagadas por el gobierno porque , entre
otras cosas, se quemaban ante sus pares que los
estaban viendo todos los días y que los
iban a señalar. Todos los periodistas
hacían su esfuerzo para sacar la mejor
nota, con la mayor objetividad. Fue una especie
de semillero de profesionalismo porque hasta
los más importantes medios como Televisa
se tenían que someter a ciertas reglas,
al igual que un periódico pequeño,
no tenía las ventajas que tiene en una
condición normal”.
15 Hay que
señalar que en México, la expresión
“todos somos Marcos” tuvo mucha mayor
extensión, no así en el extranjero.
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