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Por Marta Rizo
Número
47
Resumen
En este texto se exponen brevemente algunas ideas
en torno a la intersubjetividad. Se parte de
los aportes de la fenomenología en su
vertiente sociológica, cuyos máximos
representantes son Schütz, Berger y Luckman.
Posteriormente, se vincula la teoría de
la intersubjetividad con el fenómeno de
la comunicación humana (interacción).
Y por último se relacionan la intersubjetividad
y la comunicación con la ciudad y lo urbano.
Fenomenología
e Intersubjetividad: primeras aproximaciones
conceptuales
Una
de las claves de la realidad social se encuentra
en el problema filosófico de la intersubjetividad.
Para entender el concepto de “intersubjetividad”
hay que tener primero clara la noción
de “subjetividad”, comprendida como
la conciencia que se tiene de todas las cosas
desde el punto de vista propio, que se comparte
colectivamente en la vida cotidiana. La intersubjetividad
sería, por tanto, el proceso en el que
compartimos nuestros conocimientos con otros
en el mundo de la vida.
La sociología
fenomenológica está basada en la
filosofía de Edmund Husserl (1954) y en
el método de comprensión (verstehen)
de Max Weber (1978). El debate general gira en
torno a cómo se puede lograr el conocimiento,
y su aparición debe sustentarse en la
comprensión de la fenomenología
como instancia de aproximación metodológica
a lo cotidiano. Desde un punto de vista epistemológico,
la fenomenología implica una ruptura con
la formas de pensamiento de la sociología
tradicional, ya que enfatiza la necesidad de
comprender, más que de explicar, la realidad,
sugiriendo que es en el durante, en
el aquí y en el ahora, donde es posible
identificar elementos de significación
que describen y construyen lo real. En este sentido,
el objetivo general de la fenomenología
es describir al hombre en el mundo, no analizarlo
o explicarlo. Y para ello, la fenomenología
se pregunta por las formas y procesos que constituyen
objetivamente –e instituyen intersubjetivamente-
a las estructuras de la realidad, como una construcción
y reconstrucción permanente de la vida
social.
El énfasis,
por tanto, no se encuentra ni en el sistema social
ni en las relaciones funcionales que se dan en
la vida en sociedad, sino en la interpretación
de los significados del mundo (lebenswelt)
y las acciones e interacciones de los sujetos
sociales. Del mundo conocido y de las experiencias
intersubjetivas compartidas por los sujetos,
se obtienen las señales, las indicaciones
para interpretar la diversidad de símbolos.
Por ello, se dice que el método fenomenológico
no parte de una teoría fundada, sino de
la observación y descripción del
mundo empírico, misma que le provee de
elementos para su interpretación y teorización.
La sociología
fenomenológica se desarrolla a partir
de premisas un tanto alejadas de las propuestas
filosóficas de Edmund Husserl. Alfred
Schütz es el máximo representante
de la vertiente sociológica de la fenomenología,
y su interrogante básica es la siguiente:
¿dónde y cómo se forman
los significados de la acción social?
Esta pregunta deja entrever que el precedente
inmediato de la fenomenología con orientación
social lo encontramos en la Escuela de Chicago,
concretamente en su interés por conocer
y explicar los marcos de referencia de los actores
sociales. Se trata de una ciencia de la sociedad
inspirada en la tradición filosófica
de la fenomenología, cuyo problema básico
es la cuestión de la sociabilidad como
forma superior de intersubjetividad. Esta preocupación
básica parte de varias ideas importantes:
el estudio de la vida social no puede excluir
al sujeto; éste está implicado
en la construcción de la realidad objetiva
que estudia la ciencia social; el elemento central
es, entonces, el fenómeno-sujeto.
De la primera
fenomenología a la sociología fenomenológica
de Schütz, Berger y Luckmann
La fenomenología
del mundo social está más cercana
a la sociología que a la filosofía
husserliana que inauguró el pensamiento
fenomenológico. De alguna manera, Alfred
Schütz retoma las ideas básicas de
la propuesta de Husserl y las aplica al análisis
de la realidad social.
El enfoque de
Schütz parte de la necesidad de analizar
las relaciones intersubjetivas a partir de las
redes de interacción social. En La fenomenología
del mundo social, Schütz (1972) toma como
punto de partida para su análisis de la
estructura significativa del mundo tanto a la
fenomenología de Husserl como a la metodología
de Weber (sociología comprensiva). Pese
a poder determinar tan claramente los antecedentes
presentes en su obra, cabe destacar varios elementos
que constituyen las principales aportaciones
de Alfred Schütz al pensamiento sobre lo
social:
a. La incorporación
del mundo cotidiano a la investigación
sociológica, a partir de la reivindicación
como objeto de estudio de la sociología
el ámbito de la sociabilidad, es decir,
el conjunto de las relaciones interpersonales
y de las actitudes de la gente que son pragmáticamente
reproducidas o modificadas en la vida cotidiana.
b. La definición propia de las características
del mundo de la vida: sus significados son construcciones
sociales; es intersubjetivo; está conformado
por personas que viven en él con una
actitud “natural”1;
es un ámbito familiar en el que los sujetos
se mueven con un “acervo de conocimiento
a mano”.
Alfred Schütz
coincide con Max Weber en el reconocimiento de
la importancia de la comprensión del sentido
de la acción humana para la explicación
de los procesos sociales. Para ambos, la sociedad
es un conjunto de personas que actúan
en el mundo y cuyas acciones tienen sentido;
y es relevante tratar de comprender este sentido
para poder explicar los resultados del accionar
de los sujetos. Sin embargo, mientras que para
Weber la comprensión es el método
específico que la sociología utiliza
para rastrear los motivos de los actores y así
poder asignar sentido a sus acciones, Schütz
le otorga a la comprensión un papel mucho
más importante: considera que el mundo
en el cual vivimos es un mundo de significados,
un mundo cuyo sentido y significación
es construido por nosotros mismos y los seres
humanos que nos precedieron. Por tanto, para
Schütz, la comprensión de dichos
significados es nuestra manera de vivir en el
mundo; la comprensión es ontológica,
no sólo metodológica.
En ambos casos,
y posteriormente lo veremos también en
Berger y Luckmann (1993), la propuesta de la
sociología fenomenológica implica
una apuesta por el estudio y explicación
del verstehen, es decir, de la experiencia
de sentido común del mundo intersubjetivo
de la vida cotidiana. La propuesta de Schütz,
en este sentido, destaca por su comprensión
de las diferencias entre el “mundo de la
vida” de Husserl y la vida cotidiana. A
continuación exponemos algunas consideraciones
que ayudarán a entender estas diferencias:
- El mundo
de la vida cotidiana es el “ámbito
de la realidad en el cual el hombre participa
continuamente en formas que son, al mismo tiempo,
inevitables y pautadas. El mundo de la vida
cotidiana es la región de la realidad
en que el hombre puede intervenir y que puede
modificar mientras opera en ella mediante su
organismo animado (…) sólo dentro
de este ámbito podemos ser comprendidos
por nuestros semejantes, y sólo en él
podemos actuar junto con ellos” (Schütz,
1977: 25).
- La actitud natural está determinada
cotidianamente por motivos pragmáticos.
El conocimiento de la vida cotidiana es un conocimiento
no sistemático, poco ordenado.
- La intersubjetividad es la que delinea el
campo de la cotidianidad, por un lado, y es
el fundamento que posibilita la existencia del
mundo de vida, por el otro. Schütz abandona
la perspectiva trascendental de Husserl y se
centra en la esfera mundana.
- El problema de la vida cotidiana se expresa
en las relaciones de los actores sociales entre
sí y en cómo comprenden y constituyen
la realidad social.
- El mundo de la vida es el extenso horizonte
de sentido que abarca a todas las regiones o
provincias finitas de sentido. La vida cotidiana
es una región particular de sentido.
Todo lo anterior
se puede sintetizar afirmando que el mundo de
la vida es el horizonte último de sentido,
nunca agotable ni trascendible, mientras que
la vida cotidiana es sólo una provincia
del mundo de la vida, mundanamente intersubjetiva.
La relación fenomenológica entre
ambos mundos se da, según Schütz,
a partir de las relaciones sociales cotidianas,
de la conciencia social cotidiana, del entramado
social de sentido cotidiano y, por último,
de la comunicación cotidiana. Por tanto,
la teoría social fenomenológica
de Schütz es una “ciencia de los fenómenos
de la intersubjetividad mundana, por lo que un
análisis de las estructuras del mundo
de la vida puede interpretarse como una sociología
general de la vida cotidiana” (Grathoff,
1989: 107)2.
Por su parte,
Berger y Luckmann (1993) afirman que la vida
cotidiana implica un mundo ordenado mediante
significados compartidos por la comunidad. Su
propuesta fenomenológica tiene como objetivo
principal la reconstrucción de las construcciones
sociales de la realidad. Se basan, igual que
Schütz, en la teoría de la comprensión
o verstehen desarrollada previamente
por Max Weber. Los autores, por tanto, incorporan
la subjetividad como dato pertinente para el
análisis de la vida cotidiana. La subjetividad
se comprende como un fenómeno que pone
de manifiesto el universo de significaciones
construido colectivamente a partir de la interacción.
La propuesta combina teoría y análisis
empírico: “El análisis constitucional
fenomenológico y la reconstrucción
empírica de las construcciones humanas
de la realidad se complementan mutuamente”
(Berger y Luckmann, 1993: 21).
La propuesta
de los autores de La construcción
social de la realidad (1993) tiene como
eje básico el concepto de intersubjetividad.
Berger y Luckmann la comprenden como el encuentro,
por parte del sujeto, de otra conciencia que
va constituyendo el mundo en su propia perspectiva.
La intersubjetividad no se reduce al encuentro
cara a cara, sino que se amplía a todas
las dimensiones de la vida social. Tanto Berger
y Luckmann (1993) como Schütz (1977) abandonan
la concepción de la intersubjetividad
como flujo de conciencia interior, y la comprenden
como un vivir humano en una comunidad social
e histórica. Sus propuestas socio-fenomenológicas
implican el tránsito de lo individual
a lo social, de lo natural a lo histórico
y de lo originario a lo cotidiano.
La
Comunicación desde el enfoque sociofenomenológico
Para
la sociología fenomenológica, el
individuo es un actor social que reproduce su
contexto social a partir de sus interacciones
cotidianas. La reflexión se centra en
las relaciones intersubjetivas, bajo el ángulo
de la interacción, y se otorga un rol
relevante a los elementos de negociación
y de comunicación en la construcción
social de los contextos de sentido.
Abordar la Interacción
desde la sociología fenomenológica
implica hablar de la relación entre el
yo y el otro. Esta relación
dialéctica no se inscribe en la reflexión
de corte más antropológico de construcción
de las identidades y las alteridades, sino que
más bien se toma como punto de partida
para la construcción social de la realidad.
Como afirma Schütz, “al vivir en el
mundo, vivimos con otros y para otros, y orientamos
nuestras vidas hacia ellos. Al vivenciarlos como
otros, como contemporáneos y congéneres,
como predecesores y sucesores, al unirnos con
ellos en la actividad y el trabajo común,
influyendo sobre ellos y recibiendo a nuestra
vez su influencia, al hacer todas estas cosas,
comprendemos la conducta de los otros y suponemos
que ellos comprenden la nuestra” (Schütz,
1979: 39).
La interacción en el mundo se da, por
tanto, en el plano de la intersubjetividad, lo
cual implica, para la fenomenología, la
cualidad de las personas de ver y oír
fenomenológicamente. Estas acciones constituyen
las dos formas de relación por excelencia
con el mundo. Y el habla, como principal canal
de comunicación, es consecuencia de ellas.
Es a partir del ver y el oír que se forma
el sentido, desarrollado a través de los
diálogos y las interacciones. Ello se
explica por el hecho que la interpretación
de lo social, en términos colectivos,
tiene como telón de fondo a las influencias
que las acciones de las personas tienen en los
demás. Dicho de otra forma, “nuestra
capacidad de interpretar y la mera presencia
dentro de un contexto social nos pone ante los
demás en la doble posición de actores
y observadores” (Vizer, 2003: 188). Eduardo
Vizer habla de la situación “de
espejo” para poner de manifiesto la relación
que existe entre los sujetos que se encuentran
e interactúan.
Por todo ello,
se puede decir que la interacción –y
la comunicación como su materia prima-
instituye la realidad social, le da forma, le
otorga sentidos compartidos a nivel de los objetos
(dimensión referencial); a nivel de las
relaciones entre los hablantes (dimensión
interreferencial); y a nivel de la construcción
del propio sujeto en tanto individuo social (dimensión
autorreferencial) (Vizer, 1982)3.
Estos tres niveles se ponen de manifiesto en
cualquier situación comunicativa: se habla
de algo, se establecen relaciones entre quienes
están hablando, y la personalidad de éstos
tiene fuertes implicaciones en la relación
de interacción dada.
Además
de la intersubjetivdad, como concepto central
de la reflexión fenomenológica
en torno a la interacción, es también
importante la percepción, comprendida
como “un proceso de interacción
entre el individuo y la sociedad a la que pertenece”
(Hernández, 2000: 92). Interactuar y percibir
son dos actividades que van estrechamente ligadas.
Sin ellas, el sujeto social no existe. Así
lo consideran Berger y Luckmann en la siguiente
afirmación: “no puedo existir en
la vida cotidiana sin interactuar y comunicarme
continuamente con otros. Sé que otros
también aceptan las objetivaciones por
las cuales este mundo ser ordena, que también
ellos organizan este mundo en torno de aquí
y ahora, de su estar en él, y se proponen
actuar en él. También sé
que los otros tienen de ese mundo común
una perspectiva que no es idéntica a la
mía. Mi aquí es su allí
(…) A pesar de eso, sé que vivo
en un mundo que nos es común. Y, lo que
es de suma importancia, sé que hay una
correspondencia entre mis significados y sus
significados en este mundo” (Berger y Luckmann,
1993: 40-41). La creación del consenso
en torno a los significados de la realidad social
es, pues, resultado de las interacciones de las
que participan los sujetos en la vida cotidiana.
Así pues,
el mundo de la cotidianidad es sólo posible
si existe un universo simbólico de sentidos
compartidos, construidos socialmente, y que permiten
la interacción entre subjetividades diferentes.
Ramón Xirau sintetiza esta idea: “Cuando
percibo a ‘otro’ lo percibo como
un ser encarnado, como un ser que vive en su
cuerpo, es decir, como un ser semejante al mío,
que actúa de manera semejante a como actúo
y que piensa de manera semejante a la manera
en que pienso” (Xirau, 2002: 436-437).
El mismo autor afirma que “el mundo de
los hombres está así hecho de seres
en comunicación que se perciben unos a
otros como semejantes porque comparan al otro
con ellos mismos” (Xirau, 2002: 437).
En conclusión,
para la sociología fenomenológica
la subjetividad está inevitablemente presente
en cualquier acto de comunicación, pues
éste parte de las perspectivas divergentes
de los participantes en el acto. Sin interacción
no existen los sujetos sociales, dado que la
construcción de sentidos compartidos sobre
la realidad social requiere, inevitablemente,
de la interacción.
Otros
conceptos relacionados con la intersubjetividad
El Alterego
Para Schutz
el “alterego” le es dado al ser como
una demostración práctica de un
ser idéntico con quien comparte un mundo
intersubjetivo conocido como “mundo del
Yo” en el cual conviven tanto sus antecesores,
contemporáneos y predecesores. Esto significa
que el “otro” es como “yo”,
capaz de actuar y de pensar; que su capacidad
de pensamiento es igual a la mía en su
totalidad; que análogamente a mi vida,
la de él muestra la misma forma estructural-temporal
con todas las experiencias que ello conlleva.
Significa, conjuntamente, que el “otro”,
como “yo”, puede proyectarse sobre
sus actos y pensamientos, dirigidos hacia sus
objetos, o bien volverse hacia su si-mismo de
modo pretérito, pero puede contemplar
mi flujo de conciencia en un presente vívido;
que por lo tanto, tiene la legítima experiencia
de envejecer conmigo y viceversa.
La acción
El escenario
básico de la acción social es el
mundo de la vida. Es en él donde las personas
emprenden acciones basadas en proyectos y caracterizadas
por intenciones determinadas. La “acción”
es entendida como la conducta intencionada proyectada
por el agente; en cambio el “acto”
es definido como la acción cumplida.
Por tanto, el
mundo de la vida cotidiana es el escenario y
también el objeto de nuestras acciones
e interacciones. Este mundo no es el mundo privado
del individuo aislado, sino un mundo intersubjetivo,
común a todos nosotros, en el cual tenemos
intereses eminentemente prácticos.
Schutz se interesa
no en los sucesos del hombre como unidad psicofisiológica,
sino que se interesa en la actitud del hombre
frente a esos sucesos, lo que el define como
el sentido subjetivo que el hombre otorga a ciertas
experiencias de su propia vida espontánea.
Para Schutz
el sentido no es una cualidad inherente a ciertas
experiencias que surgen dentro de nuestro flujo
de conciencia, sino el resultado de una interpretación
de una experiencia pasada contemplada desde el
presente con una actitud reflexiva. Por tanto,
las experiencias no tienen validez en su momento
actual sino que hasta que son reconocidas desde
un más allá y pueden ser cuestionadas
en lo que respecta a su constitución,
son subjetivamente provistas de sentido. El autor
bautiza a las experiencias subjetivamente provistas
de sentido como “comportamientos”,
referidos a todo tipo de experiencias espontáneas
subjetivamente provistas de sentido, sean las
de la vida interior o las que se insertan en
el mundo externo.
Todas las acciones
sociales conllevan comunicación, y toda
comunicación se basa necesariamente en
actos ejecutivos para comunicarse con otros;
por lo tanto, los sujetos deben llevar a cabo
actos manifiestos en el mundo externo que se
supongan interpretados por los otros como signos
de lo que quieren transmitir.
El conocimiento
del sentido común
El mundo
de la vida es intersubjetivo. Y lo es porque
en él viven sujetos entre sujetos, vinculados
entre ellos, con valores comunes y procesos de
interpretación conjunta. También
es un mundo cultural, en el sentido que se constituye
como un universo de significación para
los sujetos, es decir, en una textura de sentido
que los sujetos deben interpretar para orientarse
y conducirse en él. Esta textura de sentido
se origina en acciones humanas, y ha sido instituida
por ellas.
Por tanto, el
mundo de la vida no es un mundo privado, sino
intersubjetivo, y por ende, el conocimiento de
él no es privado, sino intersubjetivo
y socializado desde el principio. De ahí
que se considere que el conocimiento del sentido
común sea intersubjetivo, y no particular.
Solo una parte del conocimiento, se origina dentro
de la experiencia personal. En su mayor parte
es de origen social, ha sido transmitido por
otros sujetos, que enseñan a sus semejantes
a definir el ambiente, a significar el entorno.
El medio tipificador –o significador- por
excelencia que permite transmitir el conocimiento
de origen social es el lenguaje cotidiano.
La interacción
social
Toda forma
de interacción social se funda en las
construcciones referentes a la comprensión
del otro. Hasta la interacción más
simple de la vida diaria presupone una serie
de construcciones de sentido común, en
este caso construcciones de la conducta prevista
del Otro. Por lo tanto, los significados no se
hallan en los objetos, sino en las relaciones
–interacciones- de los actores entre ellos
y con los objetos.
Preguntas
para explorar la ciudad desde la comunicación
y la intersubjetividad
El
abordaje de la ciudad y lo urbano desde la perspectiva
de la sociología fenomenológica
puede generar conocimientos acerca de los sistemas
simbólicos compartidos por ciertos actores
urbanos, de las formas de nombrarse a si mismos
y a los otros, del papel de las interacciones
cotidianas en la creación de sentidos
de pertenencia a un mundo determinado, entre
otros temas.
Algunas de las
preguntas que pueden guiar la reflexión
en torno a la ciudad desde este enfoque son las
siguientes:
- ¿Qué
papel juega la comunicación en la construcción
de la afectividad entre sujetos en los espacios
urbanos?
- ¿Qué papel juega la interacción
cotidiana en la creación de sentidos
de pertenencia en la ciudad?
- ¿Qué papel juega la comunicación
en la construcción y mantenimiento de
identidades sociales urbanas?
o ¿Cómo
usan la comunicación los grupos sociales,
a fin de mantenerse como tales?
o ¿Qué papel juega la comunicación
en la percepción social del sí
mismo y del otro?
- ¿Qué
papel juega la comunicación en la construcción
y mantenimiento de “mundos de la vida”
en la ciudad?
o ¿Qué papel juega la comunicación
en la construcción y mantenimiento de
sistemas simbólicos compartidos?
Abordajes metodológicos
Todo lo
descrito en los apartados anteriores deja entrever
que el centro de atención básico
de la propuesta socio-fenomenológica es
la construcción cotidiana y colectiva
del mundo. Para ello, además de la intersubjetividad
se parte del concepto de la reflexividad. Ambos
son el eje básico de la propuesta metodológica
de la Etnometodología (Garfinkel, 1967).
Esta propuesta comprende a la intersubjetividad-reflexividad
como la capacidad de comprender de los sujetos.
Dentro de la
Etnometodología, el término “etno”
se refiere a la disponibilidad que un sujeto
tiene de conocimientos de sentido común
sobre su sociedad. Por ello, la Etnometodología
se define como el estudio de los modos en que
se organiza el conocimiento que los individuos
tienen de los cursos de acción normales,
de sus asuntos habituales, de los escenarios
acostumbrados. Dicho de otra forma, es el estudio
de los conocimientos de sentido común
(dados por descontado) que los sujetos usan en
las prácticas cotidianas. La Etnometodología
se centra en estudiar los métodos o estrategias
empleadas por las personas para construir, dar
sentido y significado a sus prácticas
sociales cotidianas. En este sentido, “reserva
para las actividades más comunes de la
vida cotidiana la atención normalmente
concedida a los sucesos extraordinarios”
(Garfinkel, 1967); trata los hechos sociales
como realizaciones; en aquello que normalmente
se ve como cosas, datos o hechos, el etnometodólogo
ve, y trata de ver, los procesos mediante los
cuales se crean y sostienen de manera constante
las características de escenarios socialmente
organizados (Pollner, 1974); estudia las prácticas,
los métodos con los que planteamos la
normalidad, continuidad y estabilidad de la realidad
social en la vida cotidiana.
En definitiva,
la Etnometodología estudia los modos de
dotar de sentido a la realidad por parte de los
sujetos. No se pregunta si existe el mundo, sino
“¿cómo puedo saber que existe
un mundo social compartido con y por los demás?”
(Skidmore, 1975). “La moraleja que nos
ofrece la etnometodología es la de volver
a la tierra y alcanzar una más completa
comprensión del ‘mundo dado por
descontado’, evitando así la tendencia
a erigir vastos edificios sociológicos”
(Gidlow, 1972: 396).
En términos
metodológicos, el paquete técnico
de la etnografía es primordial para los
estudios etnometodológicos, ya que se
da prioridad al enfoque “emic”, es
decir, al estudio desde dentro, dando la voz
a los sujetos investigados y construyendo conocimiento
conjuntamente con ellos.
A modo
de cierre
Este texto
se presenta como un conjunto de reflexiones en
torno a las posibilidades que ofrece la fenomenología,
en su vertiente fenomenológica, para el
abordaje de la relación entre ciudad y
comunicación. Se parte del concepto de
intersubjetividad como eje central de una propuesta
todavía en construcción.
Notas:
1
La “actitud natural” consiste en
tomar las cosas de manera arcaica, irreflexiva
y práctica, tal como aparecen. En este
sentido, y retomando a Husserl, esta actitud
se contrapone con la actitud fenomenológica
del científico, fundamentada en la reducción
eidética. Dicho de otra forma, la actitud
natural es una actitud desinteresada, implica
la abstención de la participación
intencional en el modo de la practicidad. Por
su parte, la actitud fenomenológica tiene
una intención de reflexividad, implica
poner entre paréntesis al mundo y a nosotros
mismos como sujetos.
2 Citado en
Estrada (2000: 112).
3 Citado en
Vizer (2003: 191).
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Ramón [1964] (2002) Introducción
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Dra.
Marta Rizo García
Academia de Comunicación y Cultura, Universidad
Autónoma de la Ciudad de México,
México. |