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Por Lourdes Roca
Número
49
La
televisión debe darnos información
que nos ayude a ser mejores.
ARTÍCULO 17, Convención sobre los
Derechos de la Niñez
Con apenas poco
más de cincuenta años de vida,
el medio televisivo se ha ganado uno de los espacios
más importantes entre la humanidad, acaparando
buena parte de su temporalidad cotidiana: el
promedio de horas de exposición a la televisión
se ha venido incrementando con los años,
y hoy tenemos que en México va de 4 a
7 horas diarias. Ya hay generaciones cuyas historias
de vida están estrechamente ligadas a
la televisión, y no son pocas las personas
que aseguran no poder concebir su vida sin ella1.
La gran mayoría
de la población en nuestro país
ve la televisión comercial, que de hecho
es casi la única opción debido
a los problemas de cobertura del canal 11, único
canal cultural de alcance nacional; de hecho,
incluso en la ciudad de México ésta
es también la televisión protagónica
(de los ocho canales abiertos cuya transmisión
se puede captar, seis son comerciales). Estos
canales comerciales pertenecen a dos grandes
corporaciones, Televisa y Televisión Azteca,
y la primera posee los dos más vistos:
el 2 y el 5. La mitad de la programación
de estas emisoras la constituyen los anuncios
publicitarios, cuya transmisión hace mover
cantidades multimillonarias anuales.
La invención
del medio televisivo significó muchas
posibilidades hasta entonces inconcebibles: en
primer lugar, la de acceder a todo tipo de manifestación
artística y deportiva de manera gratuita;
pero también poder ver y escuchar todo
tipo de acontecimientos distantes, incluso en
tiempo real, gracias a la transmisión
en vivo; poder ver fenómenos microscópicos
o macroscópicos, que sólo con la
mediación de las cámaras fue posible
apreciar; poder mantener informada a la mayor
parte de la población, sin que ésta
deba desplazarse a los lugares de los hechos;
poder entretener a través de películas
y seriales sin requerir de un pago previo por
transmisión; etc. Fueron sobre todo estas
capacidades de amplia difusión de eventos,
instantaneidad y gran cobertura las que hicieron
del medio televisivo uno de los inventos más
revolucionarios del siglo XX.
Sin embargo, más allá de todas
estas posibilidades de la televisión como
medio, la programación televisiva que
impera en nuestro país ha revertido en
gran medida todo su potencial, como trataremos
de mostrar seguidamente.
La convivencia
con la televisión
Como resultado de un proceso histórico
donde confluyen diversas condiciones sociales,
económicas, culturales e industriales,
de las que ya forma parte inextricable el medio
televisivo, partimos de analizar la televisión
EN (que no “y”) lo social. Porque
la televisión ya no es sólo la
programación, objeto principal de estudio
aquí, sino que es la programación,
de la mano de numerosos medios impresos, firmas
y campañas publicitarias, empresas y servicios
diversos que pertenecen a las grandes televisoras,
etc., con sectores sociales de amplio poder detrás
de su propiedad, producción y difusión,
que la impulsan día con día2.
En este tenor,
nuestro estudio se centra en la ciudad de México
y surge de la observación de serios problemas
de salud entre su población infantil,
lo que nos lleva a reflexionar sobre el tercer
gran factor en la formación de los infantes,
que junto con la familia y la escuela constituyen
sus primeros referentes: la programación
televisiva. Consideramos que las condiciones
socioeconómicas en las que se desenvuelve
la mayoría de familias y escuelas en la
ciudad esconden importantes motivos del deterioro
en la salud infantil, pero sostenemos que este
tercer factor, la exposición a la televisión,
es también uno de los que condiciona en
gran medida su salud física y psíquica,
sobre todo en el caso de algunos de los problemas
que más recientemente se han visto incrementados
en este sector de la población: sobrepeso
y obesidad, hipertensión arterial, depresión,
y diversas problemáticas de salud bucal.
Desde luego
la situación no es tan sencilla como alguna
vez se planteó con la teoría de
la aguja hipodérmica, que veía
a la televisión cual jeringa letal presta
a terminar con el ser humano pensante. El asunto
es bastante más complejo y, reconociendo
desde un inicio a la familia y la escuela como
factores prioritarios que condicionan las relaciones
que establece el niño con su entorno (mucho
más estudiadas y discutidas), buscamos
destacar el papel que desempeña también
en ello la programación televisiva, precisamente
porque sobre ella apenas se estudia, se reflexiona
y se concluye.
Los niños
se han visto expuestos3
cada vez a más temprana edad y por más
largos periodos de tiempo a la programación
televisiva; y lo que quizá es más
importante, cada vez de manera más solitaria.
¿Cómo se transforman las relaciones
sociales que establecemos cotidianamente, a partir
del contacto temprano y continuo con las representaciones
televisivas? Ésta es una de las preguntas
básicas de este estudio.
Estas transformaciones
no se presentan de manera inmediata, sino que
sólo podemos observar cómo se dan
con el paso del tiempo. Cuando la televisión
fue llegando paulatinamente a los hogares, las
familias y cada uno de sus miembros dedicaban
su tiempo libre a diversas actividades. Las niñas
y los niños realizaban muchas más
actividades que tenían que ver sobre todo
con el juego, el ejercicio y la convivencia.
Hace cincuenta años se empezó por
destinar a la tan esperada caja televisiva tiempos
colectivos y tiempos compartidos de manera exclusiva;
ella era el motivo de reunión y el centro
de atención. Poco a poco fue sustituyendo
tiempos a su vez colectivos y compartidos que
usualmente se destinaban a otras actividades,
como el juego, la lectura o la conversación,
hasta llegar a ser el centro de atención
incluso a la hora de la comida o de la cena,
en que ya casi desapareció la comunicación
entre los miembros de las familias, en aras de
estar con la tele.
La televisión
no ha sido el único factor de estos cambios
en las dinámicas familiares cotidianas,
pero sí uno de los más importantes,
tanto en los ámbitos urbanos como en los
rurales. La proliferación de los aparatos
llamados televisores, cuyo costo fue disminuyendo
con el tiempo, así como otros desarrollos
tecnológicos (videocasetera y control
remoto, sobre todo), han sido factores que en
escasas dos décadas han transformado de
manera considerable el hábito de ver televisión,
hoy cada vez más individual; al grado
que la presencia de la televisión en la
recámara ha aumentado mucho en los últimos
años. Incluso los niños tienen
a menudo su propia televisión en la habitación,
o en su defecto se instalan a verla en la de
los adultos, aunque también de manera
solitaria. Lo que es un hecho es que la práctica
de ver televisión de manera colectiva
y con selección previa de la programación
hace mucho tiempo que quedó atrás;
lo que vemos hoy es un hábito indiscriminado
de ver televisión sin importar mayormente
sus contenidos, cada vez de manera más
aislada e incluso zappeando entre canales
sin que a veces se vea realmente un programa
completo. No en vano Carlos Monsiváis
la llamó alguna vez “la última
Plaza Mayor de las Familias” (Monsiváis,
2000, p. 219), destacando esta capacidad que
tenía de congregar a la familia completa
entorno a ella.
Ahora bien,
vemos también cómo el consumo y
las nuevas tecnologías juegan un papel
cada vez más importante entre las actividades
recreativas, casi como sinónimos de ‘estar
al día’, sobre todo en las áreas
urbanas: jugar en los establecimientos de “maquinitas”,
poseer equipos de videojuego para sostener competencias
con los amigos, etc. Si antes se salía
a jugar o a pasear a la calle, a la cancha, al
parque y, en general, al aire libre, hoy, la
actividad a la que niñas y niños
dedican más tiempo en nuestro país
es la de ver televisión; de hecho, los
tiempos dedicados a la programación televisiva
rebasan incluso los que el niño permanece
en la escuela y se incrementa todavía
más en el caso de los pequeños
que todavía no están en edad escolar.
Podemos imaginar las graves implicaciones de
esta creciente sedentarización en las
prácticas recreativas. Pero, así
como nos preocupa tanto lo que niñas y
niños aprenden o dejan de aprender en
la escuela y en familia, ¿por qué
rara vez nos preguntamos qué aprenden
o dejan de aprender con su exposición
a la televisión?
En las grandes
ciudades, salir a pasear o divertirse es cada
vez más sinónimo de consumir. El
domingo urbano, diría Jesús Martín-Barbero,
aquel día que alguna vez fue el de la
más fuerte socialización, hoy es
el mejor ejemplo de la máxima privatización
(Martín Barbero, 1989, p. 119). La televisión
devino así como la gran alternativa para
muchas personas y familias; con la cada vez mayor
mercantilización del tiempo libre, la
sociedad va rompiendo la continuidad entre lo
privado y lo público, hasta llegar a la
privatización de la propia familia. Más
allá del atractivo o la calidad que pueda
suponer, como medio que ofrece información
y diversión de forma gratuita y sin salir
de casa, ha terminado por convertirse en la única
opción accesible para la gran mayoría.
Además
de la mayor sedentarización, pareciera
que no existe otro problema porque dediquemos
más tiempo a ver televisión, pero
se trata de poner la atención también
en qué vemos a través de ella;
es decir, con qué tipo de representaciones,
historias, personajes, mensajes, ritmos, escenarios
y acciones convivimos cotidianamente a través
de su programación, un universo muy poco
estudiado desde la investigación social,
y aún menos para el caso de México.
Cuando nos preguntamos
¿por qué vemos la televisión?,
es común encontrarnos con respuestas como
que entretiene y nos mantiene informados; no
somos en general muy conscientes de que, bien
o mal, es un medio que a través de su
programación también enseña.
Por eso cuando profundizamos en estas motivaciones
pidiendo más concretamente opiniones sobre
los contenidos televisivos, inmediatamente surge
que malinforman, desinforman y entretienen con
contenidos de lo más banales y no adecuados
sobre todo para la infancia. ¿Por qué
seguimos entonces dedicándole tanto tiempo
a su programación? ¿Por qué
permitimos y hasta promovemos que nuestros hijos
y alumnos le destinen tanto tiempo en detrimento
de otras actividades que son de primera importancia
para su crecimiento y formación?
Infancia
y televisión
Llegados a este punto, y precisamente por el
matiz recién expuesto en la terminología,
es necesario precisar que el término “televisión”
es usado cotidianamente de manera ambivalente,
ya sea para referirnos al aparato receptor (televisor),
como también al hablar del medio, bien
como sinónimo de la programación
o bien como todo un sistema de producción.
En este estudio, nos interesa de forma particular
la atención sobre la programación
televisiva, en concreto la que transmiten diariamente
los canales comerciales, cuyos contenidos son
los más seguidos por la población.
Lo primero que
queremos destacar es que, a medio siglo de su
invención como medio, es tal el protagonismo
de su programación en la vida cotidiana,
que ha creado un universo o entorno audiovisual,
es decir, referencias, modelos, parámetros,
sueños, contrastes, aspiraciones, etc.,
y que, como todo entorno, juega un papel fundamental
en las formas de pensar y actuar de las personas.
El reto estriba en preguntarnos de manera crítica
si este entorno es el que queremos y es el mejor
para el desarrollo de la infancia, o si podemos
cambiarlo para mejorarlo. Consideramos necesario
y urgente repensar de manera permanente cómo
transformar estas herramientas técnicas
que son los medios, para adaptarlas a nuestras
necesidades sociales y personales; y más,
en cómo construir un entorno audiovisual
para la infancia que realmente responda a las
necesidades y exigencias de nuestra sociedad.
Tomando el conjunto
social en sentido amplio, vemos que este entorno
audiovisual se caracteriza por una especie de
flujo continuo en tiempo y espacio, que define
el contexto de nuestras vidas. Desde luego ha
sido importante hablar de sus contenidos y sus
efectos, pero resulta apremiante que analicemos
qué representan para los individuos y
grupos; “cómo actúan lo medios
en tanto que contextos de acción, ambiente
o entorno” (Pérez Tornero, 2003,
p.15-16)4.
¿Qué mundo conoce el infante a
través de la televisión? ¿Qué
tiene en común y qué no con el
mundo en que vive? Numerosos estudios dan cuenta
de cómo la televisión comercial,
cuidadosa observadora de los principales estereotipos
y prejuicios que persisten en nuestra sociedad,
los reproduce día con día para
mantener su codiciado rating, haciendo uso de
contenidos violentos, sexistas, racistas, clasistas
y consumistas, entre otros; y lamentablemente
ni la programación infantil por excelencia,
las caricaturas, está exenta de ellos,
sino que por el contrario es una de las más
afectadas por este tipo de contenidos.
Los riesgos
que el medio televisivo no debía significar,
son por tanto implícitos a la programación
televisiva comercial. “La distancia entre
entorno audiovisual y mundo educativo es prueba,
causa y consecuencia a la vez, de un divorcio
cultural, una especie de abismo social que puede
llegar a convertirse en una esquizofrenia colectiva,
puesto que afecta de modo patológico al
mismo cuerpo social. Y que en relación
con los niños y los jóvenes no
deja de plantear serios riesgos de asocialidad
y falta de integración.” (Pérez
Tornero, 2003, p. 60).
Y más
nos preocupan todavía los preescolares,
que son quienes más tiempo están
expuestos a esta programación y los que
tienen menos otras opciones así como herramientas
para contrarrestar toda implicación nociva
que puedan tener sus contenidos, tanto de la
barra infantil como de la de adultos y todo público,
porque este sector de la población está
expuesto de facto a todo tipo de programación.
¿Qué sabemos entonces sobre la
exposición a la televisión de niñas
y niños en edad preescolar en nuestro
país? ¿Sobre las relaciones que
establecen con el aparato televisivo y en qué
manera interviene en su concepción del
mundo? ¿Qué aspectos de las representaciones
que conforman la programación televisiva
retoman para la conformación de su persona
y la cognición y entendimiento de su entorno?
Desde la psicología
se han hecho estudios que aquí no podemos
soslayar, sin embargo no han redundado en cambios
significativos que permitan mejorar esta situación;
es importante que nos planteemos qué debemos
cambiar en los usos que damos a este medio y
su programación para una mejor educación
y salud de los más pequeños5;
porque es difícil hablar de efectos directos
de los contenidos de riesgo6
sobre comportamientos personales, pero sí
podemos hablar de un efecto acumulativo que acabe
degradando el contexto social y cultural, que
produzca una total confusión y desconcierto
con respecto a los principios de calidad de vida
y convivencia más fundamentales. Estamos
convencidos de que los numerosos problemas en
que está inmersa nuestra sociedad, entre
los que destacamos la pobreza y desigualdad de
oportunidades, la falta de salud y los graves
índices de violencia, son resultado de
diversos factores, pero también sostenemos
que entre ellos ha jugado un papel fundamental
la programación televisiva que predomina
en nuestro país, que es la comercial,
a la vez la de mayor cobertura y la más
vista.
Lejos de aprovechar
el potencial de este medio, que podría
estimular destrezas y capacidades infantiles,
incentivar el aprendizaje, facultar para ampliar
conocimientos y horizontes, ayudar en las incertidumbres,
conducir hacia una convivencia respetuosa y pacífica,
y contribuir a una mejor comprensión del
mundo, el discurso de esta televisión
que ve más del noventa por ciento de la
población día con día, mantiene
una muy escasa relación con nuestro contexto
social y cultural inmediato, buscando sumergirnos
en un imaginario global que carece cada vez más
de connotaciones de cercanía. Lo que tenemos
es una programación resultante de criterios
comerciales, que ha reducido casi a su mínima
expresión a la programación infantil,
limitándola a caricaturas de programas
cada vez con mayor violencia en sus contenidos,
y seriales y telenovelas que alimentan cotidianamente
numerosos discursos saturados de estereotipos
y prejuicios racistas, sexistas y clasistas7.
La
programación televisiva de cada día
La escuela preescolar donde hemos venido trabajando
es una escuela que tiene reconocimiento por parte
de otros centros educativos y de los padres que
buscan otra opción. El trabajo desarrollado
por todo el equipo de esta escuela ha generado
en sectores de la comunidad y educativos la visión
de que esta institución es una opción
educativa donde se ven cumplidas expectativas
de los padres de familia con respecto a un espacio
adecuado y una atención y respeto a la
integridad física y emocional de los niños.
Sin embargo, tiene también sus evidentes
limitantes en este desempeño; aunque se
han impulsado diversas tareas para atender diferentes
necesidades de los niños, algunos problemas
siguen prevaleciendo en los niños de reingreso,
por lo que a veces todos los esfuerzos y logros
parecen no ser suficientes para que se cumplan
los cambios esperados. Todo indica que los contenidos
televisivos y las formas de exponerse a ellos
tienen mucho que ver en la persistencia de estas
problemáticas.
La superación
de esta situación se puede dar en distintos
niveles. En el caso de las educadoras, ellas
se han propuesto constituirse en una opción
educativa que contribuya a mejorar la calidad
de vida de los niños de la comunidad,
a la vez que se conforman como referentes de
prácticas educativas de mayor compromiso.
Por nuestra parte, en el Laboratorio Audiovisual
de Investigación Social nos hemos propuesto
generar una investigación relacionada
con los contenidos de programas televisivos y
crear productos en diversos soportes que difundan
los resultados. La discusión y crítica
de nuestras propuestas (educativas y de investigación
social) deberá tener como resultado otra
televisión en la que el lucro y el mantenimiento
de poderes que atentan contra la mayoría
de la población no sean la norma. Veamos
en primera instancia lo que tenemos que decir
sobre la programación televisiva.
La programación
que analizamos fue transmitida durante el primer
semestre de 2004 por los canales 2, 5 y 11. Son
un total de 14 programas, tanto de la barra infantil
(10) como de la de adultos (4), ya que partimos
del hecho de que las niñas y los niños
ven también esta barra televisiva, según
podemos ver en las encuestas y las fichas de
registro. Nos centramos más en la programación
de los canales comerciales (12 programas analizados),
por ser la que se reporta como más vista
en la comunidad, pero también por serlo
a nivel nacional.
Los programas
de la barra infantil analizados fueron: Beyblade,
Ranma, Digimon, Dragon Ball Z, Amy, Malcolm,
El chavo del ocho y Dora (canales comerciales),
y El diván de Valentina y Mona
la Vampira (canal cultural). Los de la barra
para adultos fueron: La oreja, Mujer de madera,
La jaula y Soñarás. Veremos
lo que nos permitieron analizar ambos tipos de
programación.
La programación analizada se caracteriza
por su estrecha relación con la gran cantidad
de publicidad que encontramos intercalada en
ella cada escasos minutos. Tanto en la programación
infantil como en la programación para
adultos, la presencia de la publicidad llega
a ser apabullante, sobre todo en las transmisiones
del horario más atractivo para las empresas
que se anuncian, que va de las 8 a las 12 de
la noche, en que el tiempo de transmisión
de anuncios puede llegar rebasar incluso el 50%
de la duración total de un programa.
En cuanto a
los anuncios comerciales, se analizaron básicamente
los transmitidos durante las mismas barras programáticas
analizadas, porque consideramos que el anuncio
forma parte del discurso televisivo al interior
de cada programa en que es insertado, destacando
sobre todo el público al que se dirige
el programa y, por tanto, los anuncios que se
incluyen a lo largo de su transmisión.
Los comerciales
analizados fueron alrededor de 50: Cajita feliz
McDonalds, Panqué Tía Rosa, Slim,
Barbie, Novartis, Negrito Bimbo, XBox, Corn Pops,
Novartis, Coca Cola Light, Freshlook, Takis,
Special K, Slim, Deemint, Mi-Catsup, Kentucky,
Barbie Happy Family, Corn Pops, Propel, Danonino,
Fresqui-Bon, Special K, Diverticaras Nestlé,
Huele Locos Marinela, Mirinda-Spiderman, Sonrics
frutas, Barbie, Action men, XBox, Negrito Bimbo,
Kentucky, Maruchan, Deemint, Propel, Fresqui-Bon,
Propel, Action Men, Chester Cheetos, Marcas originales,
Special K, Barbie cabello, Sonrics frutas, Corn
Pops, Mirinda-Spiderman, Action Men, Manzanita,
Fundación Televisa, Gobierno Federal y
sus dependencias.
En primer lugar,
sobre los comerciales apuntamos que constituyen
el tipo de mensaje ideal para reproducir de manera
permanente varias características de nuestra
condición social: la discriminación
en sus diferentes facetas (Cajita feliz McDonalds,
Panqué Tía Rosa, Slim, Barbie,
Novartis, Kentucky, Takis, Freshlook, Marcas
originales), la promoción del consumo
exacerbado (Fresqui-Bon, Propel, Sonrics Frutas,
Mi-Catsup, Action Men, Chester Cheetos, Mirinda,
Diverticaras Nestlé), la violencia en
todos sus aspectos (Action Men, XBox, Sonrics
frutas, Corn Pops, Mirinda-Spiderman, Manzanita)
y el ideal de bienestar, esencialmente material
(Kentucky, Takis, Freshlook, Marcas originales,
Freshlook, Special K, Slim, Barbie cabello),
tan acariciado por la cultura occidental. Destaca
también que cada vez sean más los
que van dirigidos al consumidor infantil, lo
que nos preocupa de manera particular.
Los tópicos
que escenifican o promueven la mayoría
de comerciales, ya sea de manera explícita,
implícita o simbólica, para fomentar
un mayor consumismo por parte del televidente,
son: la libertad, el goce o el juego (lo divertido
y lo lúdico); lo moderno, lo nuevo y lo
rápido; el cuerpo como objeto y la imagen
personal como objeto de culto; el sexo, la violencia
y el suspense. Su concepción, diseño
y producción se sustenta básicamente
en la premisa básica, a la vez que falacia,
de que somos libres de escoger. Y ahí
es donde radica gran parte de su éxito
y eficacia.
El resultado
se hace todavía más efectivo si
lo cruzamos con el análisis de los contenidos
de la programación que, tanto si se trata
de caricaturas como de telenovelas o series de
ficción, enfatizan de manera prioritaria
los mismos factores enumerados atrás.
Hemos puesto una atención particular en
los modelos de familia y relaciones de género
representados a través de las tramas y
personajes de la programación, encontrando
patrones empleados una y otra vez, entre los
que destacan la clásica representación
de los roles de género estereotipados8
y, casi como modelo exclusivo, de la familia
llamada “nuclear conyugal”, donde
sólo caben padre, madre e hijos (de preferencia
en este orden).
El mensaje en
conjunto destaca por la promoción de un
“deber ser” claramente conservador,
que en los últimos años se ha hecho
todavía más presente. Expuestos
a esta ideología televisada desde los
primeros años de vida, los niños
convierten a la programación en una de
sus primeras vías de socialización
temprana, en la gran mayoría de casos
sin que los padres los acompañen en el
proceso. En la programación explícitamente
dirigida a ellos, salvo escasas excepciones que
presenta la televisión cultural, encontramos
representaciones de modelos de convivencia basados
en la violencia física, psicológica,
y la humillación al otro, o que promueven
modelos estereotipados de los roles de género
desde la manera de representar a los propios
personajes infantiles. Estos contenidos de riesgo
llegan a pasar desapercibidos, sobre todo para
los propios niños, por los mismos recursos
del medio, que matizan los contenidos expresados
en diálogos e imágenes con tratamientos
cómicos, ediciones y ritmos vertiginosos,
personajes fantásticos, etc.
En varias instancias
recaen las posibilidades y responsabilidades
en esta materia. Por un lado, después
de numerosos intentos infructuosos, ni la Ley
de radio y televisión pone hasta la fecha
estos asuntos en la mesa de discusión
(cuestión ampliamente revisada en otras
latitudes desde el punto de vista de la legislación).
Por otro, dado que ya son varias las generaciones
que han crecido con la televisión, tampoco
la escuela ni la familia promueven otra manera
de ver televisión; en general es todo
lo contrario, porque los ejemplos de padres y
maestros promueven a menudo muchas de las situaciones
que aquí estamos cuestionando: pasarse
el domingo echados viendo televisión,
usar la televisión en clase sin ningún
tipo de objetivo más que el de entretener
un rato a los alumnos, verla sin discutir nunca
nada a partir de ella, reproducir actitudes violentas
o degradantes que muchas veces forman parte de
los contenidos de la programación, etc.
En el mejor de los casos, se llega a limitar
la visualización de canales, regular horarios
o seleccionar barras y temáticas para
los niños, pero esas son las excepciones,
por lo que el problema se vuelve digno de atención
inmediata para incidir en una transformación
radical de las relaciones que establecemos con
este medio, y aquí la investigación
en esta línea debe sacudir, en el mejor
sentido de la palabra, para que esta situación
cambie.
En todo caso,
lo poco que contempla la Ley en cuanto a la regulación
de contenidos tampoco se cumple: los productores
saturan con contenidos de riesgo los programas
que posteriormente conformarán las programaciones,
que a su vez no estimulan positivamente el desarrollo
integral del televidente infantil y que por el
contrario lo socializan con modelos de conducta
y convivencia agresivos en su esencia. Situaciones
y muestras permanentes de violencia, competencia,
individualismo, sometimiento del otro y venganza
permean el discurso de principio a fin. La homogeneidad
y redundancia prevalecen tanto en temas representados
como en valores promovidos, en busca de la preservación
del mundo consumista y homogeneizante en que
nos desenvolvemos.
Un cuidadoso
análisis de las tramas de los programas,
particularmente las caricaturas, permite ver
cómo la redundancia y simplicidad se imponen,
con escasos motivos narrativos y extensas duraciones
para el desarrollo de una sola acción,
casi siempre violenta, con el único objetivo
de mantener al niño viendo, sin importar
en absoluto lo que esté viendo9.
Además de estar plagados de contenidos
sexistas, tanto el discurso, de carácter
fragmentario, como los diálogos, a menudo
incoherentes y repetitivos, un elemento esencial
aquí es la publicidad: mediante ella se
uniforma y se hila toda la programación;
es el elemento mediante el cual se hace más
homogénea.
La publicidad
se dirige hoy también directamente a los
niños, más allá de los juguetes:
se anuncian golosinas, comida chatarra, frituras,
yogures, salsas, nintendos, etc., a menudo usando
como gancho para la venta el obsequio de regalitos
desechables relativos a la propia programación
en que se inserta el anuncio; el objetivo, más
allá de que el niño consuma el
producto anunciado, es que el niño siga
viendo el programa y todo lo que a partir de
él se oferta, en un círculo consumista
sin fin.
Los comerciales
que predominan en los canales comerciales durante
la barra infantil promocionan golosinas, juguetes,
programación televisiva y servicios telefónicos
para adultos. Los de golosinas, comida chatarra
y frituras contienen en su mayoría elementos
que estimulan el consumo infantil al máximo,
ya que utilizan estos ganchos como regalar estampas,
juguetes coleccionables, etc. Algunos de estos
comerciales utilizan trucos visuales para asociar
al producto propiedades extraordinarias que son
falsas; se asegura que el que consuma el producto
será divertido, extrovertido, intenso,
etc., como por ejemplo en los anuncios de productos
Marinela, Bimbo o de objetos promocionales de
las telenovelas de temporada.
Otros comerciales
anuncian alimentos como los cereales o el yogurt,
pero en el marco de exagerados discursos que
prometen hacer crecer mucho, ser fuerte, alto
o inteligente con su consumo, como ocurre con
los anuncios de Danonino, Nido, Chocomilk o diversas
marcas de leche; por lo que, una vez más,
los problemas no están sólo en
los contenidos anunciados o el qué se
anuncia (alimentos con altos contenidos de azúcar,
por ejemplo), sino también en las formas
de anunciar. Ahora bien, para el caso de los
anuncios de juguetes, aquí encontramos
elementos que incluso atentan explícitamente
contra la formación de los niños,
pues se presentan escenas violentas o que representan
discriminación de género. Las muñecas
anunciadas para las niñas, por ejemplo,
presentan canciones y animaciones donde aquéllas
sólo están preocupadas por agradar
físicamente al hombre, arreglarse para
él y exhibirse para llamar su atención
(sirvan de ejemplo My escene de Barbie o Cajita
feliz de McDonalds).
Son también
constantes los cortes anunciando la programación
de los diversos canales de Televisa dirigida
a adultos, donde prevalecen las escenas de violencia
y de mujeres-objeto a fin de captar lo más
posible la atención, como es el caso de
los anuncios de Toma libre o de Rubí.
De igual manera se reiteran los comerciales que
presentan servicios telefónicos supuestamente
exclusivos para adultos, cuyo uso va destinado
al intercambio de chismes, dietas, piropos, consejos
sentimentales, sorteos, etc.
Por lo que respecta
a esta programación dirigida en teoría
a los adultos, que en la práctica también
ven las niñas y los niños, imperan
los contenidos sexistas y discriminatorios, se
estereotipan las clases sociales, se promueve
la intromisión en las vidas privadas,
predomina la visión de una familia tradicionalista
y patriarcal, y se exalta el mundo del espectáculo
promoviendo la acumulación de bienes y
la fama como valores primordiales. En este tipo
de programación las constantes son los
argumentos con acciones y actitudes sexistas
y discriminatorias hacia el género femenino:
se manejan estereotipos de mujer seductora, bonita
y complaciente con el hombre; “buena”
en tanto responde a ciertos valores conservadores
y moralistas, y “mala” cuando no
actúa en base a ellos y pretende tener
otras opciones de vida.
Entre los otros
estereotipos que reproduce de manera constante,
además del de mujer, encontramos el de
familia, representada exclusivamente por la de
carácter nuclear conyugal; es decir, reconociendo
únicamente como familia a un grupo integrado
por padre, madre e hijos, lo que no implicaría
mayor problema si se reconocieran también
los demás tipos de familia, a los que
cada vez se desconoce más o incluso se
cuestiona y hasta castiga con tonos moralinos,
poniéndolos como ejemplos de familias
llamadas “disfuncionales”. También
se repiten los estereotipos de clase, presentando
a los personajes pobres como morenos, dedicados
a la servidumbre, susceptibles de sufrir de manera
cotidiana, gordos, y los únicos que hablan
con formas gramaticales incorrectas, mientras
los ricos siempre son rubios, blancos, delgados,
profesionistas o filántropos. Incluso,
cuando se llegan a dar los conflictos, a través
del discurso televisivo se representa un mundo
en donde las diferencias se hacen irrelevantes
y se refuerza la idea de que los estratos sociales
son naturales.
Finalmente,
destacamos también que la programación
televisiva pretende autolegitimarse presentándose
a sí misma como el espacio donde cabe
cualquiera, en una pretensión de ser abierta
y democrática, cuando emite constantes
mensajes que discriminan a las minorías,
como por ejemplo a los homosexuales, y en general
a todo lo diverso. Esto es todavía más
evidente en los comerciales, que en esta barra
destacan de nuevo por estereotipar a la mujer,
presentando reiteradamente la idea de que la
mujer sólo está para limpiar, cocinar,
estar bonita y delgada, pintarse el cabello,
maquillarse y ser joven.
Una
cuestión de salud
Ahora bien, regresando a nuestro punto de partida,
lo que más preocupa para fines de esta
investigación es cómo las relaciones
que establecemos con la programación televisiva
comercial y a partir de ella inciden en la salud
infantil, que en las últimas décadas
se ha visto ampliamente mermada, entre otros
motivos, por el incremento en los tiempos de
exposición a ella. No es gratuito que
en la prensa nacional de los últimos dos
años la palabra televisión aparezca
en artículos y noticias, cada vez más
asociada a cuestiones acerca del sobrepeso y
la obesidad (con proporciones epidémicas
ya en varias latitudes) y sobre sus más
temidas consecuencias, las enfermedades cardiovasculares,
la hipertensión y la diabetes, padecida
ya por casi 200 millones de personas en el mundo
y según la OMS cuarta causa de muerte
en los países desarrollados10.
Paradójicamente,
la cantidad de población mundial con sobrepeso
ya alcanzó a la de desnutridos: más
de mil millones de personas, es decir, más
de la sexta parte de la población. Entre
los menores de 5 años ha alcanzado en
nuestro país un preocupante 15%. La obesidad
se revela hoy como medida del llamado progreso
y aparece como la epidemia más grave del
incipiente siglo XXI11.
Ante esta situación, los contenidos de
la televisión comercial, en lugar de promover
campañas informativas y preventivas acerca
de este grave problema, mejor favorecen campañas
como las de “a que no puedes comer sólo
una”, eslogan que resume en pocas palabras
el problema de fondo: en términos generales,
ingerimos mucha más energía de
la que requiere nuestra actividad física12.
El sobrepeso
y la obesidad no son un problema de imagen13,
sino de enfermedad; una enfermedad multifactorial
e incluso contagiosa, pues muchos padres habitúan
a sus hijos a comer sin una dieta balanceada
y a rechazar el ejercicio. Si se logra reducir
10 % del peso se mejoran sustancialmente los
niveles de glucosa, de presión arterial
y de colesterol. Sin embargo, como resultado
de uno de nuestros hábitos más
comunes, vemos el efecto del sedentarismo reflejado
en un incremento de un 23% del peso corporal
por cada dos horas adicionales frente al televisor,
y en un 14% el riesgo de desarrollar diabetes
mellitus. La OMS ha calificado de devastador
el aumento de la diabetes, que junto con la hipertensión
se han convertido en los flagelos del mexicano14.
También la osteoporosis va en creciente
aumento y ya no sólo entre la población
femenina15.
Respecto a enfermedades
que afectan de manera particular a la población
infantil, es importante apuntar que hasta afecciones
como el cáncer la están mermando.
En el país, la edad promedio en que se
presentan los diversos tipos de cáncer
en menores es a los 4.3 años. En el caso
de la leucemia puede ser de dos años y
medio, y en el de los tumores cerebrales de nueve
a 12 meses; cada año se presentan entre
tres y cinco nuevos casos de tumores cerebrales
en niños por cada 100 mil menores, que
en una institución ya ocupan el segundo
lugar entre las neoplasias más frecuentes
en infantes, luego de las leucemias16.
Un factor determinante
en nuestra salud es la alimentación, y
muchos aspectos de estas enfermedades que van
en aumento están estrechamente ligados
con nuevos hábitos de consumo alimenticio,
muy a menudo perjudiciales, que se acompañan
con grados cada vez mayores de sedentarismo.
La población infantil recibe de manera
directa y día con día el impacto
de esta alarmante situación17.
Como resultado de numerosos estudios realizados
en los últimos diez años, tenemos
que la exposición a los medios masivos
promueve hábitos relacionados con el sobrepeso
y la obesidad, que dejaron de ser cuestión
de estética para convertirse en un tema
de salud pública, sobre todo por su estrecha
relación con el desarrollo de enfermedades
crónico-degenerativas, entre ellas la
diabetes, la hipertensión arterial y los
males cardiovasculares, principales causas de
mortalidad a escala mundial18.
Resulta paradójico
que habiendo 50 millones de mexicanos que padecen
desnutrición, estemos planteando también
los problemas de altos índices de sobrepeso
y obesidad, pero éstos son resultado precisamente
de una malnutrición y de dietas con altos
contenidos en grasas, harinas y azúcares
refinados19,
tan presentes en la llamada comida rápida
o fast food, cuya presencia y consumo
han proliferado de manera espectacular en nuestro
país en las últimas décadas,
en detrimento del consumo de vegetales, frutas
y granos que antes se tenía en la dieta
básica20.
Para la proliferación de estas otras formas
de comer, desde luego ha jugado un papel fundamental
la publicidad, sobre todo la televisada y anunciada
en espectaculares.
Las repercusiones
que tiene esta lamentable situación en
la salud de los niños son dignas de particular
atención, ya que también en ellos
han aumentado críticamente los índices
de sobrepeso y obesidad, relacionados con trastornos
en perfil de lípidos, incremento en colesterol
sérico, hipertensión arterial,
enfermedades respiratorias, trastornos músculo
esqueléticos y diabetes melitus. La amenaza
es clara si tomamos en cuenta que los niños
que son obesos entre el primer y segundo año
de vida tienen 8 por ciento de riesgo de continuar
con esta condición física en edades
posteriores. Más aún, si la obesidad
está presente durante la adolescencia,
la posibilidad de que se mantenga en la edad
adulta es de 73 por ciento.
Pero veamos
en concreto qué sucede con la comunidad
del preescolar estudiado, donde las fichas de
registro nos han permitido acercarnos a la situación
y apuntar algunas cuestiones. Esta es una comunidad
de dos centenares de niñas y niños
entre tres y cinco años, con progenitores
muy jóvenes, ubicada en ciudad Nezahualcóyotl,
Estado de México. Los datos sobre la salud
de estos niños a los que hemos tenido
acceso muestran que los tutores, que no siempre
son los padres sino también algún
otro familiar, no cumplen o no saben cumplir
con sus responsabilidades más elementales
en el cuidado de estos niños para su sano
crecimiento21.
Si a veces a duras penas se les atiende en actividades
como proporcionarles el alimento y asearlos,
ya no digamos en qué medida se dejan de
lado las acciones que los pueden estimular emocionalmente.
Con respecto
a la alimentación es evidente que diversas
prácticas están redundando en la
mala salud de sus hijos. Aunque se afirma alimentar
a los hijos con toda la gama de alimentos básicos
para cubrir sus necesidades, en las entrevistas
individuales sale a relucir que hay un alto consumo
de alimentos industrializados, sobre todo los
conocidos como alimentos chatarra, e incluso
se reporta como atender bien a los niños
el proporcionarles dulces y golosinas en general22.
En cuanto a
los hábitos de limpieza se constata23,
por ejemplo, que tanto adultos como niños
no se lavan los dientes cotidianamente y cuando
lo hacen no lo realizan con una técnica
adecuada. Persiste una arraigada idea de que
la salud y la higiene en general no son importantes
en la vida, por lo tanto no se dedican tiempo
y esfuerzos para estas prácticas; pareciera
que la ausencia de enfermedades es cosa de suerte
y que no está relacionada con nuestras
formas de vida.
Ante esta situación,
y de manera lamentable, la percepción
de las docentes es que los adultos que conviven
con los preescolares tienen una concepción
de la escuela como una institución que
debe proporcionar a los niños “contenidos
académicos” y no involucrarse con
la vida privada de la familia. Por eso se presenta
una gran resistencia al intentar canalizar a
los niños con problemas de salud, necesidades
educativas especiales y/o discapacidad, además
de negarse a participar dentro de las actividades
de la escuela, como un medio para relacionarse
con sus hijos, así como adquirir nuevas
experiencias para orientar el desarrollo de sus
hijos.
Con todo, se
ha logrado desarrollar una serie de actividades
que permitan revertir algunos de estos procesos,
pero la sensación de las docentes es que
no han tenido el impacto esperado. Una explicación
de esta situación es que existe otra institución
que resulta más atractiva para los padres
y que promueve prácticas y valores que
socavan el proyecto educativo; nos referimos
por supuesto a la televisión, un medio
que no crea estas situaciones pero funciona como
reproductor de las relaciones sociales en las
que la desigualdad y el consumismo son vendidos
con visiones de felicidad y satisfacción.
El medio promueve estereotipos de convivencia,
diversión y alimentación que son
adoptados y reproducidos durante horas y horas
de exposición por parte de todos los miembros
de la familia. Tomar como referencia esos estilos
de vida garantiza el anhelado sentimiento de
pertenencia, así sea a costa de la salud
propia y de la de los niños.
Destaca por
ejemplo que, aunque la familia asume actualmente
distintas formas en cuanto a su número
de integrantes y composición, aquí
se detectan en diversas declaraciones las evidencias
de que se pretende tener una familia “normal”24
y de que se oculta la violencia al interior de
los núcleos familiares. Desde luego cada
problema que detectamos está relacionado
con esta situación, de tal manera que
los problemas de salud dental son coincidentes
con los niños que tienen problemas con
su peso y talla y los niños con problemas
en el aprendizaje se corresponden con ambientes
intrafamiliares violentos25.
De ahí
que para nuestra investigación haya resultado
de gran interés encontrar hasta qué
grado esta imagen de familia “normal”,
compuesta por papá, mamá y niños,
y desde luego idealizada, permea muchos aspectos
de lo que adoptan como “su realidad”.
Nuestro trabajo se orientó entonces a
rastrear referencias de las que se nutre esa
“imagen de familia ideal” en la actividad
reportada por los entrevistados, a la que tanto
niños, como madres y padres, se dedican
más en casa y que constituye un elemento
fundamental en su tiempo de esparcimiento: ver
la televisión o, mejor dicho para los
tiempos actuales, vivir con la televisión26.
Entre
familias te veas
La familia ha sido por tanto otro eje temático
importante a trabajar, lo que nos llevó
a detectar un momento particularmente complejo
para su concepción. Ante la diversidad
de familias que reflejan la pluralidad de nuestra
sociedad, una fuerte postura conservadora se
ha venido insertando cada vez con mayor presencia
a través de instituciones públicas
y medios de comunicación, reflejando la
política actual que busca gobernar a una
sociedad integrada por este tipo de familias
tradicionales de tipo nuclear a las que venimos
llamando “normal” o “ideal”
- que en México va disminuyendo paulatinamente
-, en franco desconocimiento y hasta rechazo
y negación de cualquier otro tipo de composición
familiar, derivado de una postura esencialmente
homofóbica, defensora del matrimonio y
la familia como instituciones base de la sociedad
y contraria al control de la natalidad27.
Mientras tanto,
lo que tenemos en nuestra realidad de estudio,
que desde luego refleja esta diversidad espejo
de la pluralidad de nuestra sociedad, es una
convivencia familiar muy limitada y fragmentada,
con la televisión casi como única
alternativa de esparcimiento, ya que se concibe
el salir a pasear y divertirse como sinónimo
de consumir, es decir, algo fuera del alcance.
No son pocos los estereotipos, arquetipos, mitos
y tabús que pesan sobre la familia. Diversos
dogmas y convencionalismos la determinan día
con día, y estos prejuicios se encarga
de reproducirlos de manera cotidiana la televisión
comercial, a través de los contenidos
de su programación.
El resultado
es una desconexión cada vez más
grande y evidente entre la realidad que vive
el niño y la que percibe en la pantalla,
y una pugna diaria en el seno de las familias
entre el deber ser y lo que realmente somos.
Abusando del término “valores”,
tanto la Guía de padres como
las campañas publicitarias de los últimos
tiempos velan o hasta niegan muchos aspectos
de la situación social actual28.
El resultado es una moralina constante que permea
todos estos discursos sobre la idealización
de un tipo de familia y su promoción constante,
donde los medios, particularmente el televisivo,
han jugado y siguen jugando un papel clave.
Ahora bien,
retomando los estereotipos relacionados con la
familia, que se volvieron de particular importancia
para este estudio, profundizamos a través
del análisis de otro grupo de programas
transmitidos en 2005, que consideramos exponían
como tema central el de la familia, con el fin
de analizar con más detalle el tipo de
representaciones de la misma que promueve la
programación televisiva comercial. Los
programas analizados en esta ocasión fueron
tres: diversos capítulos de la serie
Guía de padres; el programa unitario
La familia es la estrella, transmitido
el Día de la Familia Mexicana; y diversos
episodios de la telenovela Bajo el mismo
techo.
En primer lugar
y a partir del análisis de Guía
de padres, en un capítulo transmitido
un domingo cualquiera podemos encontrar las siguientes
constantes: nunca hay explicación para
los problemas y conflictos, sino que la “fuerza
de la familia” consiste en aceptar y perdonar;
la propuesta educativa es tradicionalista y plagada
de estereotipos; se impone constantemente el
“deber ser”; las relaciones que se
muestran son en su gran mayoría autoritarias;
hay numerosos estereotipos en quiénes
y cómo se presentan; se inducen las preguntas;
se promueve que “ser sensible” es
vivir llorando y que “todos tenemos derecho
a ser aceptados”.
De otro capítulo
de Guía de padres, particularmente
interesante por haberse transmitido el Día
de la Familia Mexicana, destacamos lo siguiente:
los anuncios funcionan como parte del propio
texto del programa29;
las imágenes se encargan de representar
a una madre dedicada exclusivamente a la atención
de la casa y la familia, con numerosas escenas
haciendo el quehacer y atendiendo a las hijas;
los roles de género que se muestran equivalen
a mujer-madre-familia-hogar y hombre-padre proveedor;
se insiste sobremanera en los valores y los sentimientos,
recalcando que el amor, la unión y la
comprensión deben ser el motor de todo
y que si te va bien o mal es ley de vida; se
promueven el orden y la disciplina para una vida
“armoniosa y productiva”; y se presentan
las relaciones intergeneracionales para destacar
la deuda permanente que heredan las/os hijas/os
para con las/os madres/padres.
Un último
capítulo de Guía de padres,
también de particular interés por
haber sido transmitido el Día del Niño,
nos permite ver cómo es concebido el menor
al interior de la familia: los niños deben
crecer “entre algodones, juegos y caramelos”;
los roles de género, desde cortas edades
son de nuevo mujer-madre-quehacer y hombre-colaborador;
y los niños se representan como “futuro”
y “esperanza”. El contraste de este
discurso con la cruda realidad de la mayoría
de la infancia en el país no puede ser
más mayúsculo30.
Como corolario
de toda la ideología conservadora que
trasmite este programa, producido por la Fundación
Vamos México de Marta Sahagún de
Fox, el Día de la Familia Mexicana (creado
precisamente por Vicente Fox para ser celebrado
el 6 de marzo) se transmitió La familia
es la estrella, programa unitario que, a
través del diálogo entre dos conductores
va introduciendo a diversas familias de personajes
famosos de la televisión, entrevistándolos
en familia. El resultado es un gran comercial
de la familia tradicional, aquella cuya única
razón de ser es la procreación.
Destacan en sus contenidos los roles de género
tradicionales (el hombre es el que está
y debe estar al tanto de las necesidades); Dios
como causa y fin de todo (“cuando lleguen
tus hijos, piensa que está llegando Dios”,
afirma una de las actrices cuya familia es homenajeada
por el programa); los escenarios de la opulencia,
por tratarse de familias de altos recursos; y
la insistencia en que la familia debe estar unida
a pesar de todo, con afirmaciones como “pase
lo que pase, la familia sigue siendo familia”
y “sigamos en pro de la familia”,
pronunciadas por la exesposa de un famoso cantante.
Por su parte,
la telenovela Bajo el mismo techo, estuvo
haciendo coro a toda esta programación
alrededor de tan sonada fecha, insistiendo también
en los roles de género tradicionales donde
el hombre es el proveedor único y donde
hay que salvar el matrimonio a toda costa porque
“me casé contigo para toda la vida”,
resultando una especie de Guía de padres
telenovelada para adultos.
Con este segundo
análisis, concluimos la importancia que
tiene la lectura intertextual, donde el texto
publicitario funciona como encuadre del discurso
televisivo, brindando copresencia, contextualidad
y gran redundancia; que el discurso televisivo
funciona como acontecimiento de poder; la necesidad
de contrastar lo que se habla en el discurso
(conflictos) contra lo que éste dice (retórica
de la libertad, de la felicidad y del bienestar);
o lo que es lo mismo, se dice más de lo
que sólo se dice, porque el decir no se
limita al habla. Aquí es el espectáculo
la forma discursiva, por lo que las relaciones
sociales están mediatizadas por las imágenes,
las tensiones y los conflictos se neutralizan
y desaparecen con la tela de fondo de la publicidad:
todo es hecho consumible y la imagen garantiza
la realidad.
Si no perdemos
de vista que, como ya hemos dicho, la programación
televisiva es el tercer factor de formación
de los infantes, además de la familia
y la escuela, y que estos últimos han
sido motivo de numerosos y profundos estudios
sobre la socialización temprana, debemos
insistir en la necesidad y urgencia de este tipo
de estudios que nos permitan comprender mejor
qué papel juega la programación
televisiva en las relaciones sociales que establecemos
en el día a día. Es grave, por
ejemplo, que la imagen de familia “normal”
e idealizada que impera en el discurso televisivo
esté permeando muchos aspectos de lo que
los niños adoptan como “su realidad”.
La programación
televisiva funciona entonces, en pocas palabras,
como reproductora de las relaciones sociales
en las que la desigualdad y el consumismo se
ofrecen con visiones de felicidad y satisfacción,
y como reproductora también de los principales
estereotipos y prejuicios que persisten en nuestra
sociedad, haciendo uso sobre todo de contenidos
violentos, sexistas, racistas y clasistas.
De manera un
tanto desconcertante, en el ámbito académico
de la investigación social nos hemos encontrado
con serias reticencias a diseñar alternativas
para transformar esta situación31.
Las vías más interesantes y efectivas
las hemos encontrado en la propia escuela Gabriela
Mistral, donde las docentes responsables han
logrado con sus iniciativas cambios significativos
en pro de una mejor calidad de vida de los niños.
Confiamos seguir colaborando con ellas para hacer
reales otras opciones de vida que se han visto
desplazadas en el transcurso de los últimos
veinte años por los usos que damos a la
programación televisiva comercial.
Notas:
*
Este artículo es resultado de una investigación
en curso en el Laboratorio Audiovisual de Investigación
Social del Instituto Mora, que ha sido apoyada
por el CONACyT. Los integrantes del grupo de
investigación han sido hasta la fecha:
Fernando Aguayo, Guadalupe López, Carlos
Hernández, Paris García, Daniel
Inclán, Felipe Morales, Alejandra Padilla,
Ana Nahmad y Alejandra López. Agradezco
particularmente los comentarios de Martha Piña
y Adriana Hernández para la redacción
final de este texto.
1 En el último
censo del INEGI (octubre 2005), se detectó
que de un conjunto de 700 habitantes sólo
uno no tenía televisión. El hecho
de que una persona no tuviera televisión
fue recibido con gran extrañeza por parte
del censor, que no podía concebir que
alguien no tuviese un televisor en su casa, ante
la rutina de haber palomeado positivamente 699
encuestas previas. Desde luego éste no
es el primer extrañamiento que esta persona
sin televisor recibe, ante una situación
que llega a ser vista como una especie de padecimiento
que hay que curar.
2 Lo que sí
detrás de todas sus acepciones encontramos
lo que Monsiváis caracteriza como el fundamento
de una dictadura del gusto, que desde los años
sesenta viene creando una nueva identidad social
sustentada en los valores del consumo, y cuya
esencia es el traslado de la identidad colectiva
a los espacios de lo rentable, porque: 1- cualquier
intento de hacer pensar aburre (y ella nos ayuda
a tener “el cerebro en pantuflas”);
2- la Familia no acepta que la dividan con programas
que atentan a su unidad básica (de ahí
la televisión como última Plaza
Mayor de las Familias, integrada por ‘niños
de ocho a ochenta años’); 3- la
pantalla chica acepta sólo un nivel educativo
(nada de complejidades); 4- debe protegerse la
moral tradicional; 5- y la tecnología
es señal de que no se vive en el pasado
(2000, p. 218-220).
3 Usamos “estar
expuestos”, que no necesariamente “viendo”,
porque concretamente entre la población
preescolar se presenta esta situación
de exposición al aparato (se ubica al
niño frente a él con el fin de
mantenerlo distraído, lo que a menudo
se logra, por la combinación del movimiento
de las imágenes, los colores y los sonidos).
4 De acuerdo
con este autor, más que los efectos directos
en la conducta de los niños, reconocemos
los riesgos que implica la continua exposición
a sus contenidos en la medida en que los propios
publicistas aplican métodos e inversiones
millonarias, convencidos de la influencia que
la repetida exposición a sus anuncios
tiene en la decisión de compra (2003,
p. 26).
5 El uso indiscriminado
que hacemos de ella en términos generales,
ha llevado incluso a que sea vista como objeto
transicional o fetiche, especie de muleta afectiva
(Pérez Tornero, 2003, p. 41).
6 Entendemos
por contenidos de riesgo “aquellos que
entrañan un peligro potencial que puede
o no tener consecuencias directas para ciertos
individuos, pero que, a la larga y considerados
estadísticamente, sí engendran
daños notorios para la sociedad”
(Pérez Tornero, 2003, p. 24).
7 Diversos
estudios, entre ellos el nuestro, dan cuenta
de que la violencia está presente en la
gran mayoría (83%) de los programas más
vistos de la televisión mexicana. El hecho
de que las caricaturas sean el género
con mayor número de secuencias violentas,
tanto visuales como narradas, que frecuentemente
hacen uso del humor asociado a la violencia,
es una fuente de preocupación debido a
que este género se orienta hacia el sector
infantil de la audiencia y sabemos que el uso
del humor contribuye al aprendizaje social de
la violencia, disfrazándola en formas
más o menos veladas.
8 Sirva como
ejemplo una breve descripción valorativa
del caso de Amy, la niña de la mochila
azul, analizada dentro de la barra infantil:
El principal papel del hombre según los
personajes representados es proveer y proteger
a la familia. El de la mujer es sacrificarse
y cuidar siempre de los demás (si ya es
casada) o conseguir a como dé lugar a
un hombre (si es joven o soltera), como el único
motivo que puede dar sentido a su vida. Incluso
entre los niños hay peticiones de mano,
lo que remite constantemente al anhelo por recobrar
la familia “ideal” donde la pareja
se quiera y se respete y los niños atiendan
a los mayores. La inclusión de un orfanato
en la trama permite la referencia constante a
los problemas derivados de no tener una familia
de este tipo, representando cómo los niños
van y vienen entre hogares, adopciones y familiares
consanguíneos. Pero además, gran
parte del suspenso y de la atracción que
propone la trama para el televidente, son precisamente
las incógnitas sobre las relaciones de
parentesco entre unos y otros. Las escenas donde
actúan niños, además de
las deplorables actuaciones ya características
de este género televisivo, siempre las
protagoniza la aventura y las peleas, sobre todo
entre niños y niñas, donde también
es común la agresión de género,
tanto física como verbal (“a mí
ninguna niñita me va a decir lo que tengo
que hacer”). La calle se presenta como
el lugar del peligro por excelencia (sobre todo
para quienes representan a las clases altas),
y el malo es un trabajador, por lo que hay la
constante correlación entre pobreza y
maldad. En conjunto se representa una visión
de mundo muy simplista, que reduce lo cotidiano
a la interacción de individuos completamente
descontextualizados (no identificados con un
tiempo, un espacio ni un contexto social claramente
definido), representada básicamente por
buenos y malos que constantemente enfrentan dificultades
que deben superar individualmente. Los mismos
conflictos son resultado de formas de ser individuales
y nunca se presentan con referencia a un contexto
social que permita entender los motivos.
9 Esto es muy
obvio en cualquier capítulo de Dragon
Ball Z o Digimon.
10 Veinte
millones de mexicanos son hoy hipertensos y 30%
de la población adulta tiene altos niveles
de colesterol en la sangre, lo que ha derivado
en un aumento de las enfermedades cardiovasculares.
Detrás de esta problemática están
la mala alimentación, el sobrepeso, el
sedentarismo y el excesivo consumo de cigarros.
Lamentablemente también es cada vez más
estrecha la relación entre los contenidos
de los medios, la promoción de cuerpos
ideales y estos problemas de salud. La obesidad
es cada día un mayor problema de salud
pública en México; el exceso de
peso está vinculado con múltiples
padecimientos y enfermedades graves. Uno de cada
5 mexicanos tiene diabetes y el 20% la desarrolla
después de la 4ª o 5ª década,
es decir, después de muchos años
de presentar sobrepeso. De hecho, hay hasta un
10 % de adiposidad exagerada en edades pediátricas,
lo que conocemos como obesidad mórbida.
Un seguimiento de la prensa mexicana entre 2003
y 2004, sobre todo de La Jornada, nos ha permitido
hacer este balance. Curiosamente, al continuarlo
en 2005 vía internet, a partir del buscador
Google y su sistema de alertas por temática
indexada, de la solicitud de búsqueda
sobre “infancia+televisión+niños+familia”
(nótese que no se usó la palabra
“salud”) surgieron de inicio numerosos
artículos relativos a varios problemas
de salud en la infancia, en cuyos textos se usaban
estas cuatro palabras.
11 Sobre
el llamado Síndrome del Nuevo Mundo puede
verse López Munguía (2004).
12 La situación
más grave de lo que se ha dado en llamar
“diabesidad” ocurre en países
como Estados Unidos, donde únicamente
12 % de las personas tiene el peso ideal, debido,
sobre todo, a los malos hábitos alimentarios
y el consumo excesivo de grasa. No es gratuito
que nuestros problemas más graves en cuestión
de sobrepeso y obesidad, que afectan a la tercera
parte de la población, se presenten en
el norte del país, donde la epidemia de
obesidad y diabetes ya es alarmante.
13 Aunque
lamentablemente la gran mayoría de la
población así lo concibe, sobre
todo por el gran poder de convicción de
los medios y la publicidad. Por algo somos el
segundo país, después de Estados
Unidos, en índices de liposucciones e
implantes, lo que también ha derivado
en otros problemas de salud resultantes del escaso
conocimiento y las malas condiciones en que se
practican este tipo de intervenciones.
14 La diabetes
constituye la tercera causa de muerte en nuestro
país. De acuerdo con el Atlas Mundial
de Diabetes, en México existen 4.5 millones
de enfermos/as de diabetes, es decir, 7.4 % de
las y los mexicanos. Cerca de 50 mil murieron
por diabetes en 2002, según datos de la
Secretaría de Salud (Ssa). Cada hora,
siete personas fallecen por esta afección.
El 65 % de quienes viven con la enfermedad son
mujeres. Cerca del 23 % de los que la padecen
desconocen que la tienen, lo cual quiere decir
que existe más de un millón de
habitantes no diagnosticados/as. La diabetes
mellitus es responsable del 50 % de las amputaciones
no traumáticas y es la principal causa
de ceguera en adultos/as de entre 20 y 74 años,
de acuerdo con datos del IMSS y de la Federación
Mexicana de Diabetes A.C. (FMD).
15 Eso sí,
mientras el tabaquismo causa 80 % de cánceres
en México, la industria tabacalera invierte
84 millones de dólares al año en
publicidad, es decir, 5 mil veces más
que la OMS en campañas anti-tabaco. De
hecho, la falta de aire al realizar actividades
rutinarias, como subir una escalera o anudarse
los zapatos, no resulta preocupante para algunos
adultos; incluso, lo ven como “algo natural
de la edad”. Sin embargo, este síntoma
bien podría revelar un padecimiento que
afecta a 600 millones de personas en el mundo
y que en el 2020 se ubicará como la tercera
causa de muerte a escala global: la Enfermedad
Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC).
16
Debido a la falta
de conocimiento, inclusive de pediatras y médicos
generales para diagnosticarlos, la mitad de los
casos que se reciben se encuentran en etapas
muy avanzadas. La razón es que no se sabe
identificar la presencia de tumores en el cerebro
y, por ende, se prescriben tratamientos que no
sirven para aliviar la enfermedad, como terapias
síquicas o sicológicas en respuesta
al cambio de comportamiento que sufren los menores
a causa de la lesión neoplásica
existente en el sistema nervioso central, e incluso
se piden realizar estudios "inservibles",
como exámenes de orina o biometrías
hemáticas.
17 Las cifras
sobre la mala alimentación en niños
son preocupantes: tan solo en el Distrito Federal
el 3.7 % de la población infantil presenta
cuadros de desnutrición grave, mientras
que a nivel nacional cada año aumenta
el número de niños con diabetes,
llegando casi a los 2 millones. La mortalidad
infantil es también una preocupación
constante, ya que según el Consejo Nacional
de Población, cada año mueren más
de 55 mil niños menores de cinco años.
18 De cada
diez adultos, sólo cuatro están
en peso y talla, mientras tres padecen sobrepeso
y los otros tres están obesos.
19Cabe destacar
aquí el gran consumo de refrescos. México
es el mayor consumidor de Coca-Cola en el mundo;
lugar que mantiene desde hace siete años.
El consumo per cápita anual de 82 litros
de leche suena ridículo frente a los 150
litros de refresco. Con más de un millón
de puestos de venta en el país, la Coca
Cola es la empresa de mayor venta refresquera
en México, donde más se consumen
sus marcas. Las consecuencias del consumo de
este tipo de bebidas ácidas que imperan
en poblaciones con dietas industrializadas, tienen
sobre todo graves implicaciones para la salud
bucodental. Más allá del nivel
de escolaridad, el consumo por persona al año
alcanza los 627 refrescos de 355 ml., por lo
que no debe extrañarnos el reciente incremento
en problemas de fluorosis dental.
20 El documental
Super Size Me, de Morgan Spurlock, expone a partir
de su propia experiencia personal como conejillo
de indias, el papel que la comida rápida
tiene en la salud de la población, con
graves revelaciones sobre sus relaciones con
las enfermedades que vienen proliferando en los
últimos tiempos.
21 Pese a
lo fuerte que pueda sonar esta afirmación,
los ejemplos son cuantiosos: una madre que decide
dejar de atender las necesidades especiales de
su hija con problemas de audición, porque
significan un mayor trabajo para ella misma;
o madres, padres y tutores que, ante la insistencia
de la maestras en que la comida de las niñas
y niños sea preparada en casa, insisten
en hacerlos llegar con un jugo comercial, disfrazado
además dentro de un toper o una cantimplora
para que las maestras no se percaten. Desde luego
que aquí pueden entrar en juego factores
económicos, pero a menudo las situaciones
se dan más allá de ellos.
22 Ahora
bien, los problemas de los niños no se
pueden achacar solamente al descuido de sus tutores,
ya que tienen relación directa con las
contradicciones que existen en nuestra sociedad.
Estos problemas de desnutrición y poca
atención de los padres hacia sus hijos,
entre otros, deben ser definidos en el contexto
más amplio de relaciones sociales en las
que se enmarca la comunidad, para contar con
explicaciones más complejas y así
poder precisar mejor las acciones a tomar en
distintos niveles. Problemas de salud en preescolares,
como por ejemplo la anemia, no están asociados
sólo a la extrema pobreza en que viven
los afectados; sin descartar por supuesto las
desigualdades en el acceso a los bienes materiales,
existen otras situaciones que impiden a los padres
ciertas acciones constantes para garantizar la
salud de sus hijos, así como su adecuado
desarrollo.
23 De acuerdo
a las experiencias y observaciones de Martha
Piña, directora de la escuela.
24 Entendida
como el grupo conformado por padre, madre e hijos/as,
donde las relaciones autoritarias de carácter
patriarcal son vistas con naturalidad.
25 Según
podemos ver de acuerdo a lo reportado en las
fichas de registro analizadas, es común,
por ejemplo, que madres y padres apliquen castigos
a sus hijos, que se culpen unos a otros de los
problemas que tienen con ellos, que otros familiares
decidan sobre cuestiones relativas a su cuidado,
que no se planifique y haya desacuerdos entre
la pareja sobre cómo educarlos y cómo
proceder en cada caso, que la madre asuma con
mayor responsabilidad la atención del
niño, y que se reclame que el padre sólo
está para consentirlo.
26 Durante
la investigación realizamos un estudio
comparativo sobre las imágenes de familia
ampliamente difundidas en revistas que en su
momento pretendieron dar a conocer la familia
mexicana y las que pudimos registrar de las familias
de estos niños, que a su vez sirvieron
para el proyecto escolar desarrollado en clase
sobre “¿Cómo es mi familia?”.
Este estudio nos reveló una preocupación
generalizada por mostrar una familia “normal”
o nuclear donde no la hay, y abrió una
veta de investigación importante hacia
la representación de la familia entre
el ser y el deber ser.
27 Su principal
abanderada ha sido la Fundación Vamos
México, creada por Marta Sahagún
de Fox, cuyo proyecto educativo “Guía
de padres” viene a reforzar toda esta tendencia,
con el apoyo y aval de una institución
como el Sistema Nacional de Desarrollo Integral
para la Familia (DIF) y haciendo un estratégico
uso e incorporación de la televisión,
con difusión masiva por todo el país,
promoviendo los postulados de un Congreso Mundial
de Familias que tuvo lugar en México en
marzo del 2004, donde resumidamente se estableció:
que la familia es una institución de derecho
natural y constituye la célula básica
y fundamental de ésta; que está
constituida por "el conjunto de personas
que se encuentran vinculadas por una relación
de parentesco, el cual puede ser por consanguinidad,
afinidad o legal, según deriven de la
filiación, el matrimonio o la adopción";
que el matrimonio, basado en la Naturaleza Humana,
constituye la célula básica de
la familia, es el único medio moral o
ético de formar una familia y se integra
con la unión de un varón y una
mujer, cuya finalidad es constituir una comunidad
de vida, con objeto de procurarse la ayuda mutua
y buscar la preservación de la humanidad;
que por ser contrario a la naturaleza humana,
no podrá reconocerse como matrimonio la
unión de personas del mismo sexo; que
la vida y el respeto a la dignidad humano son
los primeros y fundamentales derechos del hombre,
por lo mismo éstos deben ser respetados
desde el momento mismo de la fertilización
del óvulo o concepción; y, por
tanto, pronunciarse como una más de las
trescientas instituciones representantes de más
de cincuenta países que pidieron manifestarse
en contra de la homosexualidad, por ser ésta
contraria a la naturaleza y dignidad humana,
y en defensa de las instituciones básicas
de la sociedad, familia y matrimonio.
28 Una polémica
reciente que también revela esta inmadurez
de las autoridades de nuestro país es
la que se originó entorno a la píldora
del día siguiente o de emergencia.
29 Como podemos
ver en el que una joven con su bebé recién
nacido en brazos, recibe en el hospital la visita
de un señor mayor que viene a disculparse
con ella por no haber estado presente en su vida
y atenderla. Representa que es su padre y viene
a pedirle perdón; como reacción,
la joven se limita a mostrarle el brazalete del
bebé para que vea que se llama como él
y que, por tanto, lo ha perdonado. Una voz en
off concluye aprovechando el doble sentido del
verbo “valer”: “el perdón
es un valor único: ¿tienes el perdón
o te vale?”.
30 Las carencias
y enfermedades son cada vez más y afectan
a una mayor cantidad de niños, mientras
el discurso gubernamental pretende que todo está
mejor y los niños deben seguir creciendo
entre algodones.
31 Con tan
marcada insistencia en el gran potencial del
medio, que eclipsa toda revisión crítica
de lo que la programación dominante está
significando socialmente, como pudimos ver en
una mesa redonda sobre infancia y televisión
en 2004.
Referencias:
López
Munguía, A. (2004), “¿Por
qué comes lo que comes?”, en ¿Cómo
ves?, No. 64, Año 6, marzo 2004,
México: DGDC-UNAM
Martín-Barbero, J. (1989), Procesos
de comunicación y matrices de cultura,
México: FELAFACS-Gustavo Gili
Monsiváis, C. (2000), “Lo entretenido
y lo aburrido. La televisión y las tablas
de la ley”, Monsiváis, C., Aires
de familia, p. 211-245, Barcelona: Anagrama
Pérez Tornero, J. M. (2003), “Libro
Blanco: la educación en el entorno audiovisual”,
Quaderns del CAC, Número extraordinario,
noviembre 2003, <http://www.audiovisualcat.net>,
Barcelona: Consell de l’Audiovisual de
Catalunya
Dra.
Lourdes Roca
Investigadora del Instituto
Mora. Coordinadora del Laboratorio Audiovisual
de Investigación Social, proyecto Instituto
Mora/CONACYT, México. |