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Desasosiego en Red
 

Por Ramón Alonso
Número 49

Introducción
A partir de la premisa de que “la verdad es la base del medio”, tal y como expone la descripción de contenido del curso Amarillo en Prensa impartido por el profesor Dr. José Manuel de Pablos Coello, el presente trabajo de investigación y reflexión se propone establecer una clase de amarillismo que recurrentemente aparece en los medios de comunicación, especialmente en la prensa: el recelo a las nuevas tecnologías de la información. Inducir temor o miedo a través de titulares y artículos que mutilan la verdad forma parte del juego de captación de la atención del lector, pero no del periodismo.

Según José Manuel de Pablos en “Amarillo en prensa”1, una de las posibles causas de la alteración de la verdad y la información contrastada es la búsqueda de un trabajo informativo más llamativo, lo que nos sitúa ante un sensacionalismo que busca despertar las más bajas pasiones e impresiones. El miedo a la tecnología se convierte así en un filón precioso, una veta amarilla que buscan recurrentemente los avispados moldeadores de sensaciones fuertes, por lo general alejadas de la realidad.

Este pequeño trabajo de reflexión se apoya en la lectura y análisis de diversas noticias publicadas en El País, periódico español de referencia. La elección de este diario no es casual: el modelo de periódico ha evolucionado desde posiciones de avanzadilla y progreso social a uno más popular, tal y como expone el profesor de Pablos en la introducción de “El periodismo herido” [Foca, ediciones y distribuciones generales, 2001, pág. 11]. Según se cita en este detallado trabajo de investigación, El País de sus primeros tiempos contradecía esta sentencia de Klaus Krippendorf: «Los medios de comunicación social tienden a preservar y fortalecer los estereotipos sociales, los prejuicios y la ideología, en lugar de modificarla». Es en la inducción de prejuicios donde se enmarca este humilde intento de aproximación a la investigación periodística.

Las causas de la tecnofobia pueden ser diversas y estudiarse desde distintos puntos de vista. En general, parece existir un abismo entre los literatos y los científicos. Las personas que se autodenominan “humanistas” desarrollan especialmente esta fobia. El intelectual de letras considera la tecnofobia una obligación inherente a su estatus. El periodismo, en su vertiente más “literaria”, no escaparía a este prejuicio.

Otro punto de vista sería el de las personas que ven en la tecnología una ruptura con la naturaleza. Aparece la caricatura del progreso para reforzar una supuesta desnaturalización del ser humano.

En ambos casos, y en otros que pudiéramos argumentar, parece claro que se evalúa la tecnología como riesgo o peligro, en vez de cómo oportunidad. De igual manera que actualmente sucede con Internet, en su momento la imprenta representó el mal. A pesar de que hoy en día el libro, los diarios y las revistas son un objeto de culto de nuestra sociedad, hace 550 años no sucedía lo mismo. Cuando Gutenberg elaboró las primeras copias de la Biblia, se alzaron voces cultas de la sociedad de entonces alegando que la imprenta iba a llevar a la humanidad a la perdición. Decían que la gente no estaba preparada para leer lo que cayera en sus manos sin el filtro de quienes custodiaban el saber, que por entonces era la Iglesia Católica.

Hoy en día, los medios de comunicación han contribuido en gran parte al desarrollo de esa cultura del miedo. Internet y las nuevas tecnologías no han escapado a los apocalípticos presagios que la acusaban de ser la raíz de todas las calamidades de la especie humana, desde la pornografía infantil hasta el fin de la música.

Parece lógico pensar que con estos mensajes, aquellos que jamás hayan utilizado la Red decidan seguir tal y como están. ¿Quién querría navegar por aguas turbulentas donde predominan la pederastia, el robo, los “hackers”, el canibalismo y toda clase de aberraciones sexuales las 24 horas del día? Es cierto que encontramos estos aspectos en la Red, de igual forma que en la calle encontramos ladrones, violadores, cornisas que se desprenden inesperadamente y toda clase de peligros. De la misma manera que resulta desmesurado refugiarse de los peligros de la realidad a través de una vida contemplativa, parece absurdo dejar de utilizar Internet porque en ella exista escoria.

Lo criticable, desde el punto de vista de la información veraz, es cuando se toma la parte por el todo. Se comete así una suerte de mutilación de la verdad, maléfica práctica profesional de llegar a conocer la verdad o una cantidad X de ella, mutilando la comunicación que hagamos de ella, dando al lector una cantidad menor de los datos de que disponemos [“Amarillo en prensa” de J.M. de Pablos, Colección Idea Universidad, 1997, cap. La verdad mutilada, pág. 19].

A continuación se exponen las reflexiones derivadas de la recopilación de 12 noticias del diario El País entre agosto de 1998 y abril de 2005.

Insociabilidad
En “Apología de la Anorexia”2 se expone que “cuando una joven se hace amiga por Internet de Ana o Mía no es que sea muy sociable”. A continuación se explica que los nombres citados corresponden a la personalización de las enfermedades anorexia y bulimia en dos chicas internautas también. Es decir, hacer amigos por Internet indica poca sociabilidad. Tal vez quien esto escribe desconozca que en Internet existen multitud de sitios web que favorecen el acercamiento de personas, con excusas como la amistad, el amor, los intereses o aficiones comunes, los movimientos sociales, etcétera. Y que este acercamiento es un paso preliminar, que termina en la relación fuera del mundo virtual. Es verdad que no sucede así en el 100% de los casos. El error, tal y como se indicó en la introducción, consiste en la generalización de que hacer amigos por Internet indica insociabilidad. Probablemente, las personas poco sociables han encontrado en Internet, un castillo en el que aislarse y no exponerse al “riesgo” de la vida exterior. Parece poco probable que si Internet no existiera, estas personas fueran más dadas a las relaciones personales.

Otro aspecto que subyace en la noticia es el de que la Red es peligrosa ya que propaga teorías falsas. La propagación de teorías falsas, leyendas urbanas o simplemente mentiras es una triste y larga historia de la que no se salvan la prensa, la radio o la televisión. Se culpa al canal de comunicación, cuando obviamente se trata del uso que se haga de él. Inferir que los libros son peligrosos porque propagan teorías racistas (como el Mein Kampf de Adolfo Hitler), la radio es peligrosa porque promueve el odio étnico (como la radio hutu RTLM al incitar al exterminio de tutsis en Ruanda en 1995) o los periódicos son peligrosos porque inician guerras (como la campaña del periódico The New York Journal en favor de la guerra hispano-norteamericana de Cuba de 1998) es tomar una parte por el todo. La Red puede propagar teorías falsas de igual manera que puede propagar la verdad. Quienes son peligrosos son quienes hacen un uso torticero de ella.

Violencia
Una de las facetas negativas que sacuden cíclicamente el uso de las nuevas tecnologías son los videojuegos. Como es sabido el gran atractivo de este tipo de esparcimiento es su posibilidad de establecer una red de jugadores a través de Internet. De esta forma podemos jugar una partida de ajedrez con nuestro mejor amigo aunque se encuentre a 3.000 Km. de distancia. Claro que en el mundo de los videojuegos no todo son sesudos juegos de mesa o simpáticos juegos educativos para nuestros niños. Y es en este punto cuando se plantea la cuestión de la violencia3.

En el cine, igual que en los mundos virtuales de los videojuegos, ocurre lo mismo: existen contenidos para todos los gustos y edades. Cine de denuncia social, películas de entretenimiento, dibujos animados para los más pequeños y cine violento. En este último grupo se enmarcan películas como Dos Mujeres de Vittorio de Sica, Taxi Driver de Martin Scorsese o Tesis de Alejandro Amenábar. Películas nada recomendables para los menores de edad y al mismo tiempo sublimes obras artísticas que hacen un uso dramático de la violencia. De la misma manera que no ponemos al alcance de los menores las películas violentas, tampoco lo hacemos con los videojuegos, salvo que los progenitores lo permitan.

Llegados a este punto de la cuestión quienes argumentan la no pertinencia de los videojuegos violentos (circunscrito a los adultos) aducen la relación entre la violencia de los videojuegos y los daños directos sobre las personas que los utilizan. Lo cierto es que las investigaciones llevadas a cabo sobre el tema no arrojan resultados contundentes, tal y como recoge el propio informe citado en la noticia que se ha referenciado.

El debate y las investigaciones sobre la violencia y los videojuegos siguen abiertos. Mientras tanto, seguiremos leyendo noticias con ánimos inculpatorios que carecen de pruebas científicas irrefutables. Una práctica poco recomendable si lo que queremos es acercarnos a la verdad del asunto.

Suicidios
Jamás leeremos este titular: “Seis personas se quitan la vida en Japón tras pactar el suicidio a través del teléfono”. Ante una noticia así resulta intrascendente que la decisión la hayan tomado comiendo sushi o a la salida de un combate de sumo. La noticia radica en que hayan acordado acabar con su vida, qué les ha llevado a ello, dónde tenían previsto cometer el acto, etcétera. El medio empleado para concertar el fin de sus vidas es, o debería ser, superfluo. Ahora bien, la cosa cambia si aparece la palabra Internet. “Seis personas se quitan la vida en Japón tras pactar el suicidio a través de Internet”4. Aquí lo tenemos por enésima vez: la Red como causa de todos nuestros males.

Lo curioso resulta comprobar que en la información que lleva el título “El síndrome del suicidio por Internet”5, titular que pone en la picota a la Red, se diga que “Los expertos japoneses no achacan a Internet el incremento del número de suicidios colectivos, sino a los problemas que sufre Japón en exclusiva, como la enorme alienación de su sociedad”. Visto el uso circunstancial de Internet en la planificación del suicidio colectivo, tal vez hubiera sido más oportuno un titular del tipo “El síndrome del suicidio en Japón”.

La Red es una herramienta y por sí misma no es negativa o positiva. Destacar aspectos circunstanciales en determinados problemas cercena la realidad. No hay más que analizar con detenimiento las cifras que rodean a los suicidios pactados en Internet para verificar esta práctica sensacionalista. En una noticia aparecida en el diario madrileño ABC6, los datos estadísticos son francamente reveladores. Cada año unas 34.000 personas se quitan la vida en este país asiático. De ellas, en el año 2005, 91 pactaron acabar con su existencia tras conocerse a través de Internet. El porcentaje de suicidas que utilizan la Red es de un 0,27%, dato éste que no aparece recogido en la información y que dejaría al descubierto que la Red no es un factor determinante para estas personas desesperadas. Si un 99,73% de los suicidas no implicaron a la Red en su autodestrucción, recogerlo en la información impresa solo demuestra un ánimo de hacerla más vistosa y llamativa. O lo que es lo mismo, hacer uso de prácticas sensacionalistas alejadas de la profesión informativa.

Pederastía
“La pornografía infantil inunda la red”7. Este titular amarillo chillón no tiene desperdicio para un estudio de análisis de incitación al miedo. Es decir, uno enciende el ordenador, se conecta a la Red, y lo único que encuentra son páginas y páginas de esta execrable, repulsiva y detestable actividad delictiva. Nada más alejado de la realidad.

Una vez más conviene señalar que estas cosas pueden encontrarse en Internet, pero ello no significa que sean mayoría las páginas con este tipo de contenidos y mucho menos que su audiencia sea significativa. El mundo se está volviendo loco e Internet se ha convertido en el saco de todos los golpes. Es verdad que en la Red hay muchos contenidos cuestionables, pero no son más que un reflejo de lo que pasa en el mundo real. La misma noticia señala que “Los expertos calculan que un 23% del total de la población ha sufrido un abuso o una agresión sexual en su infancia”. Dando por buenas estas cifras tan inquietantes, ¿cómo no se iba a ver la Red salpicada de esta inmundicia?

Algunas noticias8 reflejan el hecho de que Internet favorece la propagación de este tipo de comportamientos. Una vez más se demoniza al medio. Curiosa contradicción ante el hecho de que se identifica y detiene a los delincuentes gracias al uso que hacen de la Red. Probablemente si no existiera Internet realizarían sus indignas perversiones de igual manera, solo que al no publicarlas resultaría más difícil su persecución y captura.

Terror
Es un hecho constatable que se ha utilizado la Red para el reclutamiento y difusión de opiniones y actos terroristas, pero Internet es más que eso. Estamos ante un espacio social en el que cada ser humano puede alzar su voz. La Red permite que se expresen libremente los disidentes políticos que viven en una situación de represión. Y también permite que se convierta en un escaparate para que se cometan todo tipo de barbaridades. Es como si culpáramos a las autopistas o las carreteras de las desgracias que provocan los conductores suicidas. Una vez más el medio es el culpable, y no sus usuarios. “Terror en la Red”9 muestra una vez más esta visión distorsionada del medio, aderezado de un titular sensacionalista.

Internet ha propiciado la posibilidad de hacer contactos, tanto si son positivos como si son reprobables. El teléfono también aumentó el número de contactos entre las personas, pero nadie lo subió al estrado de los acusados. Si nos retrotraemos aún más, también el primigenio servicio postal del antiguo Egipto aumentó las posibilidades de hacer contactos. Si los cronistas de la época hubieran usado las técnicas sensacionalistas de la prensa actual, los rollos de papiro serían tan demoníacos como Seth, el dios del mal en la antigua cultura del rio Nilo.

Censura
“La vieja censura está en Internet”10 , titula El País en una de sus contraportadas. La vieja censura estará donde siempre ha estado, en regímenes dictatoriales en los que la libertad de expresión brilla por su ausencia. Parece claro que en estos países se aplicará la censura sobre Internet, la prensa, los libros, y cualquier otro medio que, haciendo uso de la libertad de conciencia, pueda suponer una amenaza para los detentadores del poder. Pero ante este titular, quien jamás haya accedido a la Red pensará que todas y cada una de las acciones que realiza son observadas con lupa y rápidamente censuradas por un oscuro administrador del orden público. Esto sucede en muchos países, pero una vez más se ha tomado la parte por el todo.

Claro que puede que nuestros movimientos en la Red sean vigilados por alguien más cercano que el Gran Hermano del poder político11. En la noticia referenciada, el receloso marido indagó las conversaciones que su esposa realizaba a través del Messenger, un conocido programa informático de charlas textuales en tiempo real. El delito parece claro ya que espiar conversaciones privadas vulnera el derecho a la intimidad. Siguiendo con la jerga legal hay que hacer constar que el uso de Internet es totalmente circunstancial. Haber titulado “Seis meses de cárcel para un hombre que espió los mensajes de su esposa” restaría al encabezamiento ese punto de sensación cibernética posmoderna que introduce el término Internet. Y ya sabemos que la búsqueda de sensaciones en la información solo puede ser catalogada como amarillismo.

Inseguridad
Es lo que se desprende cuando leemos el titular “Protección de Datos, contra el uso de la tarjeta de crédito en Internet”12 . Cuando avanzamos en el contenido de la información, comprobamos que lo que ha dicho este organismo público, en boca de su director, es que “No se me ocurriría dar los datos de mi tarjeta de crédito, a no ser que fuera de forma cifrada”. Un matiz importante: Protección de Datos alerta sobre un uso inadecuado en la Red (en páginas web sin el correspondiente algoritmo de cifrado de datos), no sobre la no pertinencia de su uso. El fraude en el uso de tarjetas de crédito en Internet es, salvo excepciones muy puntuales, igual que el que ocurre fuera de la Red. Las compras por Internet crecen mes a mes: artículos de uso cotidiano, entradas de cine, tentadoras ofertas en los billetes de avión, electrodomésticos, etcétera. Los sistemas de seguridad son cada vez más fiables. En los establecimientos comerciales de la vida real, nuestra tarjeta de crédito puede caer en manos de un desaprensivo amigo de lo ajeno. Entonces, ¿por qué se induce el miedo a su uso en Internet, cuando nuestra tarjeta de crédito podría correr peligro en la gasolinera, en la tienda de ropa o en el restaurante?

Aislamiento y depresión
En esta ocasión la noticia13 recoge un estudio de la revista de la Asociación Estadounidense de Psicólogos. Los resultados no dejan lugar a dudas: una hora de consulta en Internet por semana aumenta el potencial de depresión en un 1% de media. Es decir, que si utilizamos la Red durante nueve escasos minutos al día, la probabilidad de que caigamos en el pozo de la depresión se eleva en un escandaloso 1%.

Cifras aparte y al margen de que según muchos científicos el estudio contenía errores metodológicos que hacían imposible extraer conclusiones de él, investigaciones realizadas con posterioridad han demostrado que la gente utiliza Internet para mantener el contacto con sus seres queridos más que como sustituto de estas relaciones14 y que en algunos casos el uso de Internet puede servir incluso para disminuir la depresión y la soledad más que para aumentarla15.

Lamentablemente es frecuente encontrar noticias y comentarios alarmantes sobre los posibles efectos nocivos del uso de Internet sobre la salud psíquica de las personas. En España, los ciberlocutorios se han convertido en el cálido lugar donde los inmigrantes acercan sentimientos y esperanzas a sus familias. Leyendo algunos titulares parecería que se trata de lugares tristes habitados por zombis pegados a una pantalla de ordenador.

Xenofobia
También el irracional odio al extranjero constituye uno de los elementos de la criminalización de Internet. “La xenofobia también baila” podría ser uno de los muchos titulares que acompañaran a la noticia de jóvenes de distintos lugares de España que trasladan su fobia a la música que escuchan y con la que bailan los fines de semana. Sin embargo, el término Internet añade posibilidades de publicación a la noticia16. ¿Quién iba a desaprovechar la ocasión? Una vez más se juega a intentar responsabilizar y culpabilizar al medio (la Red) del problema que plantea la noticia. Lamentablemente, el hecho es que la xenofobia prende en algunos grupúsculos de jóvenes. Internet refleja este hecho, de igual forma que en la Red encontramos que la juventud participa en ONGs, ayuda en asociaciones solidarias y se moviliza por causas que consideran justas.

Amenazas
Por supuesto la amenaza para los soportes de comunicación tradicionales es la Red. Leemos que serán barridos las revistas científicas17, los periódicos, el cine, la música, los libros. El miedo a la incertidumbre planea sobre muchas informaciones, de nuevo el viejo amarillismo. De momento, el Apocalipsis no ha llegado. Los nuevos oráculos de la tecnocomunicación se han tropezado reiteradamente con la misma piedra: el comportamiento de los usuarios es impredecible. Atrás queda la desconfianza inicial de los operadores en los mensajes SMS, que posteriormente se convirtieron en una de sus principales fuentes de ingresos o la multimillonaria apuesta por el UMTS, una tecnología que por el momento no ha despegado entre los usuarios de la telefonía móvil.

La tecnología comunicativa y el uso que hacen de ella las personas es un campo minado de incertidumbres. Así que, ¿por qué inducir a los lectores a sentir un rechazo ancestral por todo lo que venga de la Red? Puede que simplemente los viejos medios transmuten su soporte, o que algunos de ellos aguanten el envite. Tal vez dejemos de ir al cine y veamos las películas en casa. Y tal vez el teatro vuelva a renacer de sus cenizas, al fin y al cabo, jamás se podrán digitalizar los escenarios y las bambalinas.

Internet es un nuevo medio que se hace un hueco entre los existentes y esto lo hace proclive a ser maltratado por estos. Da la sensación de que estos medios están gestionados por personas que no han acabado de entender que estamos ante un cambio imparable y por tanto es mejor estar con él que contra él. Adaptarse o languidecer.

Conclusiones
Internet se va haciendo hueco paulatinamente en nuestras vidas y la asumimos de forma natural. La dialéctica continuará entre apocalípticos e integrados en Internet, entre los tecno-entusiastas y los tecnófobos. Mientras tanto el periodista debe seguir la línea recta de la verdad y la información contrastada. Todavía nos encontramos con quienes, por falta de conocimiento, por simple miedo a un posible competidor o por la búsqueda de un sensacionalismo ramplón, tratan de inducir sentimientos de temor y desconfianza en el peor de los casos, o llamar la atención en el mejor de ellos. Esto no quiere decir que se deje de lado la vigilancia de los aspectos negativos de Internet. Vigilancia o denuncia que debería sustentarse con conocimientos y profesionalidad que destierren el uso de prácticas amarillistas.


Notas:

1 “Amarillo en prensa” de José Manuel de Pablos. Colección Idea Universidad, 1997, cap. La verdad adulterada es amarilla, pág. 23.
2 “Apología de la anorexia” en periódico El País, página 29, 9 de junio de 2004.
3 “La cuestión de la violencia”. El País, sección sociedad, página 31. Madrid, 4 de septiembre de 2005.
4 “Seis personas se quitan la vida en Japón tras pactar el suicidio a través de Internet” en periódico El País, página 9, 23 de noviembre de 2004.
5 “El síndrome del suicidio por Internet” en periódico El País, página 8, 28 de noviembre de 2004.
6 “El suicidio pactado en internet se cobró 90 vidas en Japón en 2005” en periódico ABC, página 39, 10 de febrero de 2006.
7 “La pornografía infantil inunda la Red” en periódico El País, página 32. 5 de diciembre de 2004.
8 “Un joven de Ourense distribuía pornografía infantil por Internet” en periódico El País, página 37, 18 de septiembre de 2005.
9 “Terror en la red” en periódico El País, página 5, 25 de septiembre de 2004.
10 “La vieja censura está en Internet” en periódico El País, contraportada, 8 de mayo de 2000.
11 “Seis meses de cárcel para un hombre que espió los mensajes de su esposa por Internet” en periódico El País, página 41, 10 de junio de 2005.
12 “Protección de Datos, contra el uso de la tarjeta de crédito en Internet” en periódico El País, página 40, 30 de abril de 1999.
13 “El uso regular de Internet genera depresión y aislamiento” en periódico El País, página 18, 31 de agosto de 1998.
14 Pew Research Center, 2000; Wellman y Gulia, 1999
15 La Rose y cols., 2001, McKenna y Bargh, 2000.
16 “La xenofobia baila en Internet” en periódico El País, página 40, 4 de abril de 2005.
17 “Las revistas científicas, amenazadas por Internet” en periódico El País, página 30, 27 de enero de 1999.


Referencias:

Hemerografía
• A., A. “La cuestión de la violencia”. El País, sección sociedad, página 31. Madrid, 4 de septiembre de 2005.
• Agencias. “Protección de Datos, contra el uso de la tarjeta de crédito en Internet”. El País, sección comunicación, página 40. Madrid, 30 de abril de 1999.
• Agencias. “Un joven de Ourense distribuía pornografía infantil por Internet”. El País, sección sociedad, página 37. Santiago de Compostela, 18 de septiembre de 2005.
• Balvín, Sandra. “La inseguridad lastra el avance de Internet”. El País, sección economía, página 49. Madrid, 27 de agosto de 2000.
• Butler, Declan / Fleaux, Rachel. “Las revistas científicas, amenazadas por Internet”. El País, sección sociedad, página 30. 27 de enero de 1999.
• Chápuli, Mónica. “Seis personas se quitan la vida en Japón tras pactar el suicidio a través de Internet”. El País, sección internacional, página 9. Tokio, 23 de noviembre de 2004.
• De B., E. “Apología de la anorexia”. El País, sección sociedad, página 29. Madrid, 9 de junio de 2004.
• EP. “El uso regular de Internet genera depresión y aislamiento”. El País, sección sociedad, página 18. Washington, 31 de agosto de 1998.
• El País. “La xenofobia baila en Internet”. El País, sección sociedad, página 40. Valencia/Madrid, 4 de abril de 2005.
• Fraguas, Antonio. “La pornografía infantil inunda la Red”. El País, sección sociedad, página 32. Madrid, 5 de diciembre de 2004.
• Hernández, J.A. “Seis meses de cárcel para un hombre que espió los mensajes de su esposa por Internet”. El País, sección sociedad, página 41. Madrid, 10 de junio de 2005.
• Hug, Aloïs. “Terror en la red”. El País, sección internacional, página 5. Madrid, 25 de septiembre de 2004.
• M. Díez, Pablo. “El suicidio pactado en internet se cobró 90 vidas en Japón en 2005”. ABC, sección internacional, página 39. Pekín, 10 de febrero de 2006.
• Molist, Mercé. “Los pies de barro de Internet”. El País, sección sociedad, página 36. Barcelona, 20 de febrero de 2000.
• Torrijos, Gloria. “El síndrome del suicidio por Internet”. El País, sección reportaje-domingo, página 8. 28 de noviembre de 2004.
• Townsend, Rosa. “La vieja censura está en Internet”. El País, contraportada. Miami, 8 de mayo de 2000.

Bibliográficas
DE PABLOS COELLO, J.M.: “Amarillo en prensa”. Col. Canarias Universidad. Ediciones Idea, Santa Cruz de Tenerife, 1997.


Lic. Ramón Alonso de Salas
Doctorando, Universidad de la Laguna, España.