José Orozco, Pancho Villa

Instantáneas en temas de comunicación

RAZÓN Y PALABRA, Número 5, Año 1, diciembre-enero 1996-97


Política, cultura y comunicación

Para una percepción de mundos posibles en el espacio social mexicano.México, configuración y trayectoria.

Por: Jesús Galindo

1. Configurando al México Contemporáneo

El espacio social mexicano es una configuración posible de acontecimientos y de sentidos, la asociación de ambas dimensiones propone alternativas perceptivas de juicio y de valoración. El juego de relaciones es amplio, depende del tipo de información que está siendo configurada, el criterio y punto de vista de su suturación. Por una parte observables, la apariencia de la evidencia registrada en alguna guía perceptiva; y por otra parte los sentidos, las ataduras de la coherencia, del orden, y sus antimundos, el caos y lo abierto posible.

Lo social se configura en la visión de los aconteceres y las percepciones primarias del sentido común y la calificación especializada. Pero los sentidos sólo comienzan en ese punto, a partir de entonces lo cerrado se revela, el viaje a las profundidades del significado no tiene más límite que la capacidad y el tiempo intencionado de interpretación y comprensión. Así pues de algún punto hay que partir para después iniciar el trayecto largo.

En la década pasada y hasta hace unos años se verificaron las primeras paradas del viaje que continúa, en las páginas siguientes se expresa un primer esquema de hipótesis configuradoras del México de hoy. Un solo apunte antes de iniciar. La percepción del país se ordenó en diez ámbitos de configuración de la acción y del sentido. La crítica a esta decisión nos ocupará después.

1o. Economía. Cultura económica de consumo surgida de la nueva sociedad de masas de la vida urbana generalizada en el país. Este consumo está matizado por la pobreza y la proletarización. Sociedad agraria que queda atrás, sociedad industrial que no llega, sociedad de servicios que se expande.

2o. Política. La política tiene un nombre, PRI, la cultura política es la de centralización y delegación. Lejos de la democracia, cerca de nuevos corporativismos. No hay ciudadanos, hay habitantes consumidores de la ciudad. La vida pública es un sector privado de grupos y élites, la vida cotidiana se articula en pequeños espacios desarticulados entre sí y articulados con el poder central.

3o. Religión. Mundo católico por tradición y dominación. Emergencia de sectas y nuevas iglesias, la mayoría con su origen en los Estados Unidos. Lo católico forma parte de la vida y su sentido en todo tipo de estratos sociales y económicos. Frente a este mundo antiguo los valores literales laicos del Estado y los valores postmodernos del consumo y el espectáculo.

4o. Cultura. La cultura en general y las culturas popular y de élite pasan por tres configuraciones culturales contemporáneas básicas: la religión católica, la educación pública y los medios de comunicación masiva. La presencia más evidente es la de los medios, sobre todo la televisión, después aparece un sincretismo complejo y variado donde la religión ocupa un lugar central. Es importante la labor estatal de sus sectores culturales, y sobre todo las universidades. Lo étnico es regional y subordinado.

5o. Información. Baja cultura de información, lo que sí existe es consumo de medios de comunicación. La televisión es central, la radio más presente, el periodismo es doméstico, de chismes y periodicaños. Cultura del espectáculo que sustituye a la fiesta, de la pasividad que inhibe a la actividad y la iniciativa. Sólo el poder motiva la búsqueda de información.

6o. Historia y vida cotidiana. Cultura urbana emergente generalizada, gran parte de la población urbana mayoritaria del país es muy reciente, una, dos o tres generaciones. Proletarización generalizada, cambios de referentes rurales a urbanos. Sectores populares masivos. Sociedad racista donde el blanco tiene más valor a priori, aún en el evidente mestizaje. Narco-cultura en grandes sectores del país.

7o. Institución y emergencia. Las formas institucionales más evidentes se asocian a la iglesia católica, a lo conservador y tradicional, a la moral autoritaria, a la familia como centro de la vida, al patrimonialismo. La emergencia se configura en la vida urbana, en la juventud masiva, en el individualismo, en el consumismo, los medios de comunicación, los nuevos roles femeninos. Atrás queda lo rural agropecuario, la ciudad es lo nuevo.

8o. Identidad y alteridad. La identidad se configura en los órdenes institucionales más presentes, los conservadores. De ahí la importancia de la familia, de la moral autoritaria, de la religión católica, del racismo. Lo ranchero blanco tiene una gran centralidad en múltiples sectores y regiones. Lo rural es un referente relevante que se diluye en la falta de personalidad de la nueva cultura emergente urbana. El D.F. marca la diferencia entre el centralismo y la provincialidad. Los Estados Unidos están presentes en todo el territorio, son el rostro de lo otro, lo español y lo europeo, o lo negro africano es más lejano. Lo gringo es lo moderno, lo cómodo, lo divertido, en el nuevo patrón de consumismo y medios de comunicación, la imagen emergente de lo urbano.

9o. Género. Cultura de género en emergencia general, los nuevos roles femeninos conmueven al país. Lo femenino emergente se configura en lo nuevo, tanto lo urbano como lo liberal como lo postmoderno. La familia es su principal afectada, pero también la vida pública callejera y laboral cambian. La madre-esposa está en revolución. Aún así los patrones conservadores tienen un enorme poder, sobre todo en las zonas urbanas de cultura vieja. El hombre es un espectador confundido que cambia con lentitud.

10o. Público y privado. La cultura mexicana general es doméstica, se asocia a la familia, a la moral católica autoritaria, a las redes de conocidos, a pequeños espacios cerrados. Lo público es una extensión de lo privado, y el horizonte de las ciudades divide aún más y atomiza. Lo público tradicional es monárquico, centralista, privado para ciertos sectores. Cultura de la afectividad donde lo racional se aplica casi sólo a la vida económica, y aún así es escaso. Mundo caliente que se aísla en la frialdad anómica de la cultura de masas, mundo que se apaga sin alternativas.

Estos diez grandes campos de configuración se ordenan alrededor de grandes fenómenos que organizan y componen el espacio social general. Por una parte el mercado, es innegable el avance de la presencia de la lógica del capital, el fenómeno más reciente es el de la globalización. México pasa por una etapa de adaptación que ha tenido costos recesivos y de contracción económica.

Por otra parte está el PRI y el movimiento del sistema político hacia una alternativa a la cualidad monolítica y absolutista. El asunto es delicado y la dualidad PRI-PAN frente al frente político del PRD tiene su escenario evidente para los próximos años. Además de estos dos fenómenos recientes están otros en movimiento, el de la Iglesia Católica frente a otras iglesias, el de lo étnico a partir del caso Chiapas. Y el tejido de fondo: la reestructuración del Estado, Televisa y su monopolio caciquil de los medios y otros ámbitos de la industria cultural, la migración a los Estados Unidos, y otros asuntos más. De esta globalidad así configurada se impone la necesidad de una dialéctica perceptiva, la distinción de un frente unitario que ordena y coordina el todo social, y la pluralidad de una múltiple ordenación paralela y simultánea que rompe con un centro.

Este es el punto. Por una parte tenemos ante nosotros la visión de un mundo social fragmentado en mil partes, y que sólo adquiere cohesión cuando invocamos a las formas del poder central, el Estado, la Iglesia Católica, Televisa, la lengua española, la nación mexicana. Y por otra parte aparecen vectores de fuerza organizadora que vienen del exterior de nuestro pequeño continente mexicano, los cuales no son tan visibles pero están aquí. Y por otra parte en el hormiguero de lo diverso y extenso en su multiplicidad, aparecen fuerzas de otro orden, locales, regionales, individuales. La percepción requiere agudizarse en este cosmos-cáos de mundos alternativos. El eje central puede ser la economía, pero también podría ser la política. Para otros la cultura tiene el papel principal hacia el futuro e incluso aparecen órdenes mixtos de legalidad, legitimidad, interacción y comunicación, y también, por qué no, espiritualidad.

2. México en el siglo XX. Trayectoria

La pregunta ante una configuración como la anterior es por su origen. La respuesta es de una complejidad muy grande. La información que llevó a la propuesta de las páginas anteriores se obtuvo de un trabajo de campo que va de mil novecientos ochenta y cinco a mil novecientos noventa y uno, con antecedentes de mil novecientos ochenta a mil novecientos ochenta y cuatro, es decir, viene de percepciones registradas durante la década de los ochenta. En esas percepciones entran en juego dos componentes que son relevantes, la relación de diversos tipos de actores sociales y su medio social, y la relación del actor indagador con ellos. En el asunto que ahora nos ocupa la situación es distinta, sólo contamos con la memoria de los actores sociales. Para configurar que sucedió a lo largo del siglo hasta llegar a los ochenta, y para configurar lo que vendrá en el resto de la década de los noventa, sólo contamos con visiones configuradoras, no hay observable que permita constatar o complementar mas que en forma indirecta a través de registros historiográficos diversos.

El objeto cognitivo-exploración desarrollado en el punto anterior también se verifica en el orden de las trayectorias, pero en ese sentido la labor se hace mucho más compleja, porque a partir de un mundo posible presente de inmediato aparecen mundos posibles distintos hacia el pasado y hacia el futuro. El ejercicio se hace bajo la decisión de un presente posible como punto de partida, configurado en campos de organización de información y sentido. Ese presente ya ha sido propuesto, ahora toca la visión de algún esquema de trayectoria, perspectiva histórica, para completar la exploración.

Los elementos de la trayectoria configurativa de la sociedad mexicana en el siglo XX se ordenan en un esquema de supuestas revoluciones que han conmovido al país. De este esquema derivan proposiciones sobre la centralidad de ciertos campos que en esos momentos se cargan de energía que mueve al conjunto en forma determinante y, por supuesto, los demás campos también tienen sus propios ciclos energéticos. Aparece además en este ejercicio hipotético de trayectorias posibles, el juego de configuración de campos centrales y periféricos. En el caso de los ochenta se decidieron diez campos como centrales, pero cada uno de ellos tiene a otros campos subordinados o periféricos, campos que incluso forman parte de ligas energéticas de varios campos a la vez. Esto supone un juego general de fuerzas donde los campos centrales también tienen momentos de centralidad junto con algún otro campo y después de subordinación. La imagen general es de un juego de fuerzas que configuran campos y relaciones de campo, pero que en sentido plástico son un todo, un gran campo de energía organizada en fuerzas que se mueven en diversas direcciones con distintos resultados y comportamientos. Aquí sólo se mencionarán algunos ejes de un paquete hipotético.

Las revoluciones del siglo XX son tres antes de los ochenta. La primera se ordena alrededor de la transición del régimen porfiriano al nuevo régimen constitucional después de la guerra de principios de siglo. La segunda revolución se ordena alrededor del tránsito del país de un estado agrario monopólico a un estado urbano industrial, alrededor de las administraciones post-revolucionarias de los años cuarenta y cincuenta. La tercera revolución está configurada en el tránsito de un país agrario demográficamente a un país urbano, lo cual sucede entre la década de los sesenta y los setenta. Las tres revoluciones tienen momentos centrales de altísima concentración energética pero su movimiento abarca un tiempo antecedente a un tiempo consecuente. Las tres oleadas coinciden temporalmente en varios puntos, y por supuesto tienen su mayor coincidencia en la década de los ochenta, nuestro presente último inmediato.

Observar este movimiento múltiple en algunos elementos puede ser sugerente. De la primera revolución tenemos al PRI y el actual régimen político, así como el estado de derecho que deviene de la constitución del diecisiete. De la segunda revolución tenemos la opción por el capitalismo como modo de vida económico para el país, así como la configuración de fortunas particulares, la relación con el llamado primer mundo moderno y los Estados Unidos en particular, y las formas de endeudamiento que hoy son determinantes. Los gobiernos de los cuarenta y cincuenta definen la personalidad política y económica del país y pueden ser ellos gracias a la sociedad política que surge de la revolución política de principios de siglo. Esta sociedad política es clave para entender al México contemporáneo, es la que le ha dado cierta estabilidad a lo largo del siglo, es la que lo puede desestabilizar hacia finales de los noventa. La tercera revolución es la más cercana y de la cuál lo único evidente es la llegada para quedarse de la vida urbana generalizada. Como puede apreciarse las configuraciones resultantes del contacto de las tres revoluciones se expresan en los diez campos presentados.

El campo económico depende de las tres, por un lado la sociedad política que decide un orden económico capitalista para el país, por otra parte la proletarización que urbaniza el territorio en la migración a las ciudades y la paulatina pérdida de vitalidad de la vida rural. El campo político es evidente en su dependencia de la primera revolución, la conformación del PRI marca la vida institucional política del país hasta la fecha, al tiempo que define en gran parte la cultura política del corporativismo y el descrédito actual por lo político. La industrialización es impulsada desde lo político. Y por último, la vida urbana ha transformado el espacio de lo político, el PRI tiene mayor control en el espacio rural, su espacio natural desde el principio.

El campo religioso viene de antes, es una herencia colonial, el efecto de las revoluciones sobre él ha sido el de transformar lo que parecía imposible, la centralidad para toda la vida social de la Iglesia Católica. Lo importante del asunto es que, a pesar de los cambios, el sentido de la vida católica sigue teniendo un gran peso e importancia. La urbanización dio las condiciones para el ejercicio proselitista de las sectas y religiones alternativas, la proletarización siembra las mentalidades que después optan por la opción no católica. La educación pública ha sido un sistemático desarticulador de la dominación católica.

En la cultura, es importante el encuentro de la iglesia y la religión católica con la educación pública derivada de las revoluciones. La cultura popular ha cambiado hasta formas no claras aún en la urbanización y proletarización del territorio nacional. El gran fenómeno que marcará quizás parte de una cuarta revolución son los medios de comunicación masiva. Derivados del capitalismo y centralismo político y económico, los valores de la publicidad y la propaganda están aún por ser ponderados. El efecto en la vida nacional es evidente y constante. Los medios son una parte de una configuración aún en emergencia, todavía está por llegar el momento revolucionario.

El campo de la información es un campo del futuro más que del pasado, las necesidades de información a lo largo del siglo han tenido la cualidad del fuego, la intensidad, todo ha cambiado tan rápido, en tal magnitud. Esta es la historia de un mundo desarticulado que se pone en contacto con la guerra civil, que después se conmueve con flujos migratorios intensos, que se contacta con el mundo, el universo conocido, a través de un radio de bolsillo. El movimiento de la cultura de información va en ascenso, se mueve en perfil de un ciudadano que aún no existe pero se está fraguando.

La vida cotidiana del país se ha transformado a lo largo de ochenta años, hoy el común denominador es urbano, es de un paisaje de calles y edificios, el bosque y la milpa son entornos de minorías. Las revoluciones impactaron el orden simplificado de lo tradicional, la adaptación ha sido intensa y extensa. Lo que todo esto afecta el sentido común está por comprenderse, lo que esto ha hecho a la percepción y a la memoria es necesario conocerlo, el sentido del tiempo y del espacio se ha transformado.

La relación institución-emergencia es la historia del Siglo XX, formas del siglo pasado, de la colonia, de la Mesoamérica precolombina, se han agitado por las revoluciones. Lo que está presente es un movimiento institucional, es algo nuevo en tanto que nunca han sido tan exigidas las instituciones como en este tiempo, lo rígido se seca y se quiebra, las nuevas instituciones van al ritmo de la emergencia.

El tema de las identidades tiene pertinencia en la modificación del sentido espacio-temporal, los territorios no pueden sustentar ya la identidad, la información y la vida urbana configuran identidades múltiples y complejas. El país mismo está conmovido por su imagen nacionalista, los símbolos y emblemas del pasado se han metamorfoseado, ahora el fútbol y la televisión, la música radiodifundida y el espectáculo son los nuevos vehículos de la identidad.

Este es un mundo distinto al de principios de siglo, la acción está estallada, el exterior llega en un flujo continuo, los interiores se resisten pero cambian. La cultura mexicana habla en inglés, siente y piensa como si fuera una extraña para sí misma, la idea de mexicanidad está en evidente transformación.

José Orozco, Los muertos Uno de los grandes fenómenos del siglo es la revolución del género, una posible quinta gran conmoción. Las mujeres han sido los actores de mayor número de efectos sociales por sus cambios de rol y actitud, todo ello condicionado por la apertura del interior familiar y cultural doméstico hacia un exterior deslumbrante cargado de libertad de acción y decisión. La mujer es el gran actor revolucionario de la modernidad, y esto sucede en muchas partes, no sólo en México. El régimen de vida laboral urbana, el nuevo patrón de consumo por la industrialización, la proletarización, los gastos de los nuevos asentamientos, todo ha colaborado al cambio en el género, y éste ha multiplicado las revoluciones. Este también es un movimiento que aún no toca techo, su emergencia es total, pero aún invisible a muchas percepciones.

La vida familiar, la lógica de la vida doméstica, su modelo rural, ranchero, sus valores, todo un universo en transición en tres generaciones. Pero la nueva lógica aún no toma cuerpo, asistimos a la ruptura de un modo de vida y al nacimiento de otro, pero aún no conocemos del todo las formas del nuevo, estamos aprendiendo a apreciar y comprender lo viejo, que como cotidiano y normal era transparente. El país vive una gran transición de formas que estamos poco a poco reconociendo, al tiempo que actuamos las novedades, todo a la vez.

3. Hacia el siglo XXI mexicano. Trayectoria

Para nuestra configuración cognitiva, el pasado tiene las formas de la incertidumbre, para la razón científica las dudas son mas centrales que las pocas seguridades, y el futuro es un horizonte de probabilidades y azar. Sólo tenemos al presente, el pasado y el futuro son formas de su configuración. La ontología del presente nos ubica como actores separados del resto del curso temporal, y sin embargo la imaginación y la memoria actúan una y otra vez sobre lo ausente. Parece que la ausencia es la forma de nuestra interacción con las imágenes de la realidad, del otro lado sólo el deseo tiene consistencia, pero es ajeno a la vida de la conciencia y al ejercicio cognitivo, está ahí, nos determina, pero es anterior a nuestro posible sentido. Juegos de configuración. Lo que sucede es que el futuro aparece como algo que nos caerá encima, el sentido busca adelantarse a eso que parece existe como imagen de destino, de fatalidad. Nada más llamativo que el futuro, quizás porque anuncia nuestra muerte, quizás porque de él depende el optimismo y la esperanza. México también tiene imágenes de su futuro, a algunas les teme, a otras las espera, algunas más son construcciones de la voluntad. En el juego del tiempo, la naturaleza consciente humana se debate entre la pregunta por su origen y la incertidumbre de su fin último.

Vivimos una época cargada de futuro, el fin del milenio, el siglo se agota, hay una tensión de fuerte carga mítica sobre lo que termina y sobre lo que empieza. México también vive esta atmósfera, y como se dice en estos casos, la vive en forma desiguales, parecería que algunos tienen futuro y otros no, que algunos tienen derecho o se han ganado el porvenir y otros no. Es impresionante la certidumbre que el futuro será para todos o no será.

La impronta del futuro tiene formas materiales, por un lado la economía y el bienestar, por otra parte la ecología, pero también el crecimiento demográfico, la escasez de recursos, la globalización de la vida más allá de lo nacional o macroregional. En fin, perfiles del miedo y la previsión. También aparece el optimismo materialista, la ciencia avanzará tanto que las soluciones a todos los males aparecerán de seguro, los políticos no tendrán más remedio que ponerse de acuerdo por el bien de todos. En las imágenes del futuro se proyectan nuestros sentidos actuales y sus raíces. Así también aparecen imágenes míticas de apocalipsis, de redención y mesianismo, todo puede jugar un papel central, la fe, los extraterrestres, las fuerzas de la naturaleza, en fin, casi cualquier elemento de sentido. Algo pasa, casi nadie imagina lo que sucederá a sus nietos, incluso no tienen idea de lo que les pasará a ellos mismos. Eso sí, el actor social tiene idea de lo que desea, responde a algo así como una programación social de objetos por buscar. Más allá de esto hay muy poco. De este modo la configuración del futuro a partir de las percepciones e imaginarios actuales es altamente previsible, una familia, el matrimonio, el patrimonio, una carrera, un oficio, seguridad laboral, dinero, éxito profesional, tal vez prestigio y poder, en pocos casos imágenes de solidaridad social, de bienestar general, de cambios ecológicos y políticos hacia formas de comunidad. El actor social actual vive encapsulado en sí mismo y un pequeño espacio, tiene miedo o tiene preocupación, crece y vive de sus recuerdos, sus recuerdos, sus deseos son egoístas y el mundo le amenaza. Algo pasa con el presente, algo ha pasado que la imaginación se comporta así. De este modo, el futuro no se configura en este punto a partir del imaginario social, más bien a través del imaginario posible.

El ejercicio de configuración del futuro requiere ser consistente con la metodología empleada, de ahí que sus imágenes sean simples proyecciones de las configuraciones de los campos del presente. El juego de trayectorias hacia adelante es un impulso aún mayor de la imaginación, el propio deseo debe ser visible hasta donde sea posible, y la información previamente configurada juega un papel central. Puede suceder aún más, pero en este texto los límites serán mayores que las libertades, y aún así el resultado puede ser inverosímil.

Dicen los especialistas que el futuro más inmediato del país está marcado por el Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica y por las elecciones presidenciales del año del noventa y cuatro. Estos son dos puntos manejado por doquier y que la opinión pública tiene incorporados a su horizonte imaginario. Ambos componentes son de alguna manera de orden nacional. Otros cursos de acontecimientos fuera del país también parecen afectar nuestra sobrecargada mirada ombliguista, el desarrollo de la política económica de los Estados Unidos y Canadá, la solución del superávit japonés, los ajustes hacia una comunidad europea unificada. Otros temas entran en la agenda del futuro, la democracia, el desarrollo económico con desarrollo social. El ambiente, como puede observarse, está sobrecargado de aspectos económicos y políticos, pero sobre todo los económicos. La gran pregunta es si puede haber impulso capitalista hacia adelante con una mayor justicia social, la moneda está en el aire, si todo sale bien habrá un poco más de oportunidades para todos, si no, la pobreza traerá como consecuencia conflictos, emergencias políticas. La vida económica parece no depender de todos, más bien de algunos cuantos, y no de dentro del país, sino mucho de afuera.

La cultura económica no cambiará mucho, más bien se insistirá en fomentar una ideología liberal a pesar de una tradición en contra. La parte del consumismo se mantendrá como hábito, y será el sector más consumidor, el más contrariado si las cosas salen mal. En lo político parece haber una empresa por parte del sector gobernante, una parte, en ajustar una larga tradición autoritaria a algunos elementos de democracia. La cultura política se mueve en la superficie, puede girar para varias direcciones según las circunstancias, en lo profundo no habrá grandes cambios, lo político seguirá alejado de la vida de las grandes mayorías, lo doméstico y su descomposición seguirá su paso hacia formaciones no del todo previsibles.

En estos dos grandes primeros campos no habrá demasiados cambios, a pesar de la liberalización y la puesta democrática, quizás sea en los siguientes donde algo suceda. La religiosidad está en mutación, lo católico está en retroceso al tiempo que se concentra en frentes conservadores cada vez más duros. Crisis en la organización interna de lo católico por la presencia de la mentalidad secular múltiple. El mapa religioso continuará cambiando, los efectos en el sentido no son claros, habrá una nueva población que responda a guías que no se identifican del todo con la tradición, es un nuevo tipo de mexicanidad en emergencia.

La alta cultura seguirá igual o peor, su intrascendencia se agudizará. La ausencia de una educación de la sensibilidad nos ha convertido en un pueblo consumidor con tendencias a la moda y lo superficial, quizás esto vaya configurando una nueva sensibilidad donde los referentes míticos afectivos se renueven. La cultura de una mayor racionalidad aún está lejos de su generalización, las universidades forman técnicos más que sensibilidades, no hay a donde voltear a mirar. Serán los medios de comunicación los que se confirmen como los grandes educadores, la cultura de masas del consumo y el espectáculo es un escenario en expansión.

La vida urbana continuará su crecimiento, los procesos de concentración poblacional continuarán, las grandes ciudades, y la ciudad de México en particular, nos mostrarán el rostro del nuevo perfil de vida social. El presente de la capital del país, así como las ciudades petroleras, las fronteras y las ciudades turísticas, son muestras de lo que viene a mayor escala. El problema urbano se multiplicará, y por supuesto habrá ajustes, el control de la vida individual será cada vez mayor.

Los espacios se reducirán aún más, la tensión aumentará y luego reducirá su volumen, las nuevas masas se adaptarán y mostrarán a un nuevo tipo de ciudadano que se mueve entre la sumisión casi total y la violencia incontrolable. Ante ésto todos se harán preguntas. La aparición de nuevas instituciones no es del todo previsible, pero aparecerá sus puntas del nuevo orden urbano necesario ante la masividad y sus tensiones.

Las identidades seguirán su proceso de mutación, extremos entre el localismo defensivo y la cultura de masas desactivadora de la reflexión y la atención. Seguirá el proceso de aceleración de presencia de imágenes del exterior, pueden emerger acciones ultraconservadoras y por tanto también movimientos ultra liberales. La descomposición de la tradición que viene del siglo pasado y la colonia continuará, continuarán apareciendo los nuevos rostros de la nueva mexicanidad, el nacionalismo mismo también mutará hacia formas híbridas de lo propio anterior y lo extraño nuevo.

La mujer continuará su proceso de incorporación a la actividad pública ciudadana, la familia seguirá cambiando, el patrón de vida doméstica seguirá descomponiéndose. El cuerpo de la nueva sociedad masiva emergente, compuesta de inmensos organismos populares seguirá su metamorfosis de lo actual hacia algo casi desconocido, pero también seguirán puntos de reflexión sobre lo que sucede, liderazgos con propuestas de imágenes y sentidos novedosos. La nueva vida pública será forzada por la tensión urbana, puede tener fases violentas y fases anómicas apáticas, pero de seguro que vienen cambios. El ciudadano irá requiriendo una redefinición, también un nuevo status y guía de acción. Las ciudades tienen mucho por educarnos, el proceso de totalización de la vida urbana recién inicia. De ahí vendrán los cambios políticos, ahí se tendrán que gestar las nuevas opciones económicas.

En la dimensión regional es importante la desertificación del país, el norte sufrirá por el agua, pero también el resto del territorio. El sur seguirá cambiando, pero no necesariamente en la dirección del centro, puede ser distinto, tienen otro tiempo, tienen la base poblacional étnica, tienen distancia del resto del país. Quizá afecte el contacto con Centroamérica y el Caribe más que con Estados Unidos, pero si hay agudización del desastre en estos vecinos de seguro afectará a toda la nación. Quizás la modificación en la idea de la nación traiga cambios en la relación con el sur del sur.

El país tiene unos desniveles grandes en lo que se llaman clases sociales, estratos socioeconómicos. Parece improbable que esto cambie hacia una nivelación, esto sumado a la concentración urbana traerá tensiones nunca vistas. El país se debate entre su urgente deseo y el objeto que lo calma, entre su visión de las limitaciones y el tamaño de sus ambiciones. Algo se configura en éste horno, algo que tendrá efecto sobre el sentido de satisfacción y el sentido de necesidad, sobre el sentido.

II México como sociedad de información

4.De la sociedad de información hacia el futuro<

La sociedad de información es un tipo de sociedad que se opone a otras, como la comunidad de información, la sociedad de comunicación y la comunidad de comunicación. Es la forma general de la vida social de nuestro tiempo, que convive con las otras formas incluyéndolas y luchando con ellas. Al ser una forma ideal abstraída de circunstancias concretas tiene un perfil ordenado en niveles de configuración, en los más estrechos incluye formas concretas de distintos contextos históricos, en los más amplios se confunde con los otros tipos, y requiere de múltiples aclaraciones y determinaciones de lo particular. De cualquier forma su utilidad reside en configurar una metáfora que permite entender a formaciones sociales en movimientos y en mutación.

La sociedad de información se asemeja a una pirámide social, donde en la parte alta se encuentran los dominadores, y en la parte baja los dominados. También podría ser una esfera, donde en el centro se encuentran los dominadores y en la periferia los dominados. Es decir, es una sociedad altamente jerarquizada, y esta forma es su corazón estructural. Por otra parte la punta y el centro aparecen como imágenes de lo poco que controla a lo mucho, y esto supone a la configuración funcional de su sistema. Lo poco concentra poder, forma de energía que organiza a lo mucho como forma de energía de una densidad inferior. Pero justo en este punto aparece la información. Esa forma de energía que controla el resto lo puede hacer porque tiene la información sobre la configuración necesaria para poner en forma al todo. En la sociedad de información la energía total tiende a concentrarse en un punto y desde ahí se organiza su distribución al todo, desde ahí se administra y dirige.

La forma sociedad de información tiene múltiples realizaciones concretas, así como trayectorias configuracionales. Su característica principal es la presencia de un centro dominante y una periferia dominada. Ese centro puede tener múltiples rostros, los miembros del lugar pueden tener acceso a él por varias vías. El punto es que ese centro existe y es el que recibe la mayor cantidad de energía, y para ello debe obtenerla del resto de la sociedad. Hay un tipo especial de energía que adquiere en ciertas formaciones una importancia aún mayor, la información. Las representaciones simbólicas del resto del espacio-tiempo sociales permiten al centro movimientos y gestiones que les dan ventaja sobre cualquier otra iniciativa. Un centro capaz puede dominar una totalidad social por largo tiempo, cambiando de rostro y de modos, pero manteniendo control de la situación.

La sociedad de información supone un acuerdo colectivo sobre la forma general de la estructura, función, sistema de lo social. Este acuerdo puede tener variaciones de un momento a otro, pero lo que no puede variar es la necesidad de un centro todo poderoso. Algunas de las formas de este tipo social han sido conocidas como teocracias, monarquías, dictaduras y buena parte de las democracias occidentales contemporáneas, es decir, todas. El tipo en su percepción estrecha incluye a todas estas variantes en algunos aspectos tan distintas, pero en un sentido amplio las variantes pesan más que lo general y lo particular adquiere la primacía en la construcción tipológica.

El caso de México tiene peculiaridades respecto al tipo general, y supone particularidades en su tipologización concreta. Miremos la historia del país a ojo de pájaro, y desde la mirada de las voces oficiales más difundidas. Aquí hubo una teocracia en la época mesoamericana. Algunos suponen que el encuentro con la monarquía española europea supuso diferencias, pero también semejanzas en su configuración político social. Uno de los puntos que podrían argumentarse es el de coincidir en su forma general de sociedad de información. La gran diferencia es la convivencia con las formas respectivas de comunidad de información que supone la centralidad de la religiosidad y sus instituciones. Durante la Colonia es evidente que la subordinación jerarquizada supone una sociedad de información donde el centro está claramente fuera del continente. Y de esta peculiaridad sobre la autonomía y funcionalidad de los sistemas y subsistemas, se entrelazan conflictos internacionales con criollismos independentistas, y la Colonia termina en el surgimiento de un Estado liberal. Este punto es muy importante, la sociedad de la comunicación había sido promulgada en la Francia revolucionaria, y había tenido su nicho americano en la fundación de los Estados Unidos.

La sociedad de la información convive con las formas previas de ausencia de individuos conscientes y reflexivos, con sus propias formas de subordinación legal, pero ahora también con las formas de la configuración de ciudadanos que pueden ser gobernantes y requieren dialogar en libertad para concertar las formas de vida sociables públicas. El siglo XIX es entonces complejo, y lleva a una consolidación de la sociedad de información aún con la emergente sociedad de comunicación, y la consistente comunidad de información.

El movimiento hacia el siglo XX es definitivo en la confirmación del modelo hegemónico. Y el punto clave es precisamente la configuración dominante de este tipo de energía especial, la información.

El país se forma en una paradoja sugerente. Por una parte en varios siglos sólo hubo un centro y la subordinación correspondiente, pero el espacio físico permitía independencias relativas de regiones y localidades, lugares con sus respectivos centros y periferias dominadas. La sociedad de información existía de hecho en el corazón de la aparente vida comunitaria. Pero la situación cambia, los contactos entre los distantes se intensifican, el resultado es la guerra, el desorden, y de todo ello el perfil de una gran sociedad de información que sujeta a todos y los ponga en su lugar, es decir, la formación de un centro poderoso que subordine a toda la nación.

Desde cierto punto de vista siempre hubo un centro, una configuración que cambia de apariencia y de estructura, pero tiene la misma lógica. Pero desde otro punto de vista, el país que se forma en el siglo XX es más puro en cuanto sociedad de información en tanto es más explícita y funcional la centralidad y la periferia. Desde la primer hipótesis el México independiente de España ha pasado por varias configuraciones dentro de una misma trayectoria configuracional, no ha habido rupturas reales, ninguna. Estamos dentro de la historia que empieza en la Colonia, y donde la guerra de independencia tiene una presencia configurativa como no se ha vuelto a presentar otra, incluida la llamada Revolución Mexicana, que lo que permite es la consolidación del centro para el resto del siglo XX. Bajo la segunda hipótesis la Revolución Mexicana sí es importante porque configura una sociedad de información incomparable con el camino social anterior. Ambas hipótesis se entrelazan, sólo difieren en matices. El punto a enfatizar es la forma general de organización social del México contemporáneo y sus antecedentes.

Un punto clave en el tránsito de esos doscientos años ha sido la figura de los individuos en su relación con la organización social general. En el movimiento de Mesoamérica y la Monarquía Española era claro su status de súbditos ante un poder superior incuestionable. El siglo XIX configura la imagen del súbdito, con la ambigüedad del ciudadano. Las formas republicanas conservadoras o liberales suponen ciudadanos en sociedades de súbditos. Esto aparece como un asunto del siglo pasado, pero sucede que para el siglo XX la situación no sólo no se ha aclarado en favor del ciudadano, sino que se ha complejizado aún más con la figura del consumidor. En nuestro tiempo, somos súbditos, ciudadanos y consumidores. El asunto es el perfil resultante, la forma ciudadano se reduce ante las otras dos, y sin embargo es la forma general del status individual ante la constitución general política.

Lo que expresa esta contradicción es la configuración de una sociedad política que no corresponde los hechos a las leyes, de una sociedad económica más vital que la política, y que se identifica en los mismos individuos; y de una sociedad económica que supone una cultura de consumo donde las imágenes creadas son más importantes que las necesidades básicas. La sociedad se ha complejizado, y su dirección de complejidad va en el sentido de un centro más fuerte que controla a cada vez más áreas de la vida humana en sociedad. La sociedad de información de hoy no es como la del siglo pasado o de la colonia, pero se le asemeja. La hipótesis es que la trayectoria del espacio social mexicano en los últimos cinco siglos ha sido de configuración de sociedades de información, y que aún falta más por venir. La gran ruptura tendría que ser semejante a lo que fue la llegada de Europa a América, un cambio de civilización.

5. La cultura de información y la cultura de comunicación

La actual configuración de sociedad de información tiene en el horizonte dos opciones: continuar su trayectoria hacia nuevas formas del mismo tipo, lo cual es altamente probable o sufrir una ruptura hacia alguna forma de la sociedad de comunicación. En ambos casos la situación dependerá de varias condiciones, la más importante es la cultura política, y dentro de ella, sus dos dimensiones fundamentales, la cultura de información y la cultura de comunicación.

Las sociedades de información repugnan de la comunicación, son dos lógicas, dos éticas, dos estéticas distintas e incluso opuestas. En la información sólo puede haber una voluntad de gobierno de la totalidad, la configuración de esa única voluntad tiene varias formas, puede ser individuo, el rey, una institución, la monarquía, pero también en grupo, una aparente pluralidad, como en las democracias modernas y sus sistemas de partidos. En el caso mexicano es muy clara la institución presidencial, la centralidad del ejecutivo dentro de la división de poderes republicana. Y ésto hablando sólo del gobierno constitucional político, que hay otros componentes de la dirección y control sociales. En la comunicación se suponen varias voluntades, muchas, en sentido estricto todas las que pueda haber, y en esta ausencia de un sólo centro se requiere de un acuerdo colectivo de diálogo y concertación constantes entre todas esas voluntades de gobierno y dirección. La democracia es una forma de la sociedad de comunicación, la multiplicidad y pluralidad supone un no centro único, además de una participación colectiva en la organización y composición de la estructura política. En el caso mexicano esta forma tiene problemas.

En México tenemos una sociedad de información en los hechos, y una sociedad de comunicación en algunas de nuestras formas políticas legales. Es decir, la formación social mexicana es toda ella una forma de información, y nuestra constitución liberal heredera de los franceses y los norteamericanos propone formas democráticas de vida pública civil y política. Este es un fenómeno que necesita de una observación más detenida.

Hay dos formas culturales sobrepuestas, una señala que el poder central es lo mejor, lo más conveniente, lo deseable, y otra supone como superior al poder descentralizado, al compartido, al participado por todos los ciudadanos. Es una contradicción que se ha resuelto en la cultura política, hacemos que jugamos a las formas democráticas dentro de formas altamente autoritarias. Casi no pasa nada, la cultura política resguarda de cualquier sobresalto, tiene aliados en la familia, en la religión, en casi todos los componentes políticos de la vida social. El punto clave es la distorsión que esto provoca, nos hemos acostumbrado a tomar por democracia lo que no lo es, y esto en ocasiones nos aleja más aún de la sociedad de la comunicación posible.

La cultura política es el corazón de esta configuración, esa conformación colectiva de imágenes y comportamientos, de memoria e imaginación, de intereses y deseos. Es un acuerdo de lo, fundamental, al final sólo puede haber uno, en principio sólo conviene que haya uno. Eso que los analistas denominan como sociedad política premoderna. En México el acuerdo existe, se verifica en todos los ámbitos, en todas las situaciones, siempre debe haber un ganador, un dominante, un centro. La escuela no modifica la pauta, todos somos cómplices de nuestra forma de vivir y de pensar.

La cultura política tiene una extensión que cubre a todo comportamiento social que se ordena bajo la intención de la organización y composición estructurales de la vida. Es decir, toda acción y pensamiento que se vincule con el gobierno de las situaciones y los ámbitos de orden social en forma primaria es guiado por la cultura política. Esto no deja fuera que puede haber jerarquías del ordenamiento de lo social, donde lo político pueda reducirse a lo electoral por ejemplo. Estas reducciones favorecen a la sociedad de la información, son simplificaciones del comportamiento y la actitud políticas que proponen ciudadanos por horas al año o al sexenio, mientras el poder central se ejerce todo el tiempo. Delegar poder es colaborar en una lógica de sociedad de información.

La cultura política puede percibirse bajo la forma dual de la información y la comunicación. La cultura de información supone mentalidad y acción a propósito de la necesidad de la información y sus usos. Toda situación social supone un mínimo de información para verificarse de acuerdo a la normatividad que le da espacio y tiempo percibidos socialmente. Quien tiene necesidad y acceso a esa mínima información sale con Éxito, o por lo menos enfrenta la ecología de su vida con elementos completos para hacerlo. Si este es el caso diríamos que su cultura de información es adecuada a su ecología social. Pero puede darse el caso que no tenga ese mínimo de información, como sucede con la gente que domina dos o tres situaciones, pero está indefenso ante todas las demás. En este caso su cultura de información es baja o pobre. Y está el caso de un dominio situacional de toda la gama de lo ecológicamente probable, y además una necesidad de mayor información, este es el caso de cultura alta o rica.

En México la gente tiene una alta cultura de información sólo en los puntos de arriba de la pirámide, en el centro de la sociedad de información. En el resto de la sociedad sólo se tiene una cultura suficiente en un rango estrecho de situaciones, el resto de situaciones sociales aparecen como impertinentes, como ajenas. En el caso del gobierno por ejemplo, sólo los participantes en la punta de la pirámide tienen información situacional, todos los demás están fuera. Lo que aparece es la naturalización de lo que es una construcción histórica. El asunto queda aún más claro cuando se observa que la gran mayoría no tiene idea de como se ordena la ecología que lo engloba, sólo tiene acceso a su vida cotidiana, la vida social general le es ajena, la política le es totalmente extraña, sólo es un objeto, nunca un sujeto político activo.

Nuestras organizaciones sociales refuerzan esta situación, es más, la promueven, es más eficiente la acción política cuando sólo unos cuantos saben la dirección y los demás son sólo seguidores. La cultura de información se reduce a conocer un pequeño nicho aislado del resto de la sociedad, y sólo obedecer lo que hay que hacer o conocer de la totalidad exterior al pequeño nicho. Aquí los medios de comunicación son excelentes colaboradores de la sociedad de información, en especial la televisión, que nos conecta con exteriores distantes sin necesidad de movernos un paso de nuestro nicho de aislamiento. Aunque hay paradojas.

La cultura de comunicación tiene aquí un papel central. En una sociedad de información las relaciones sociales son de eficiencia, del cumplimiento de las órdenes del centro, de comportamiento de acuerdo al mundo diseñado por los procesadores de información de la punta. Es decir no es pertinente configurar mundos alternativos al propuesto por las autoridades, sobre todo si no está bajo su control y asesoría, y en concordancia con la lógica general del sistema. La comunicación está excluida como desarrollo necesario para los ciudadanos y la colectividad.

La cultura de comunicación supone relaciones horizontales más que verticales, destruye la pirámide; supone relaciones sin control central, descompone al centro del poder. La cultura de comunicación requiere de tematización extensas e intensas sobre todo asunto social entre todos los participantes, lo cual es una subversión para los mundos del control.

En México la necesidad de comunicarse es mínima, aunque hay el deseo de hacerlo en muchas partes. El punto clave es la ausencia de práctica. La retórica de la comunicación existe y es bien atendida, pero las prácticas, eso es otra cosa, es peligroso, arriesgado. Son mejores las personas calladas y sumisas, que las habladoras y resistentes. La comunicación es casi un crimen, un pecado, una falta al respecto. Así, la familia, la iglesia, el estado, y el mercado, proponen la comunicación pero bajo los controles de la lógica de la autoridad y el poder de quien dice la ultima palabra.

La cultura de comunicación en México es pobre y perseguida, es montada bajo la figura del informante, del confesionario, de la consulta popular. Su liberalización causa desastres, la gente se agita y acelera cuando puede hablar y ser escuchada. Pero la petición de comunicación social en nuestro medio siempre es en sentido vertical, la sociedad está estructurada de tal manera que lo horizontal es casi inexistente, y cuando es percibido es insuficiente. Y cuando aparecen formas horizontales autónomas de inmediato interviene la autoridad para poner en orden a los desviados de lo que debe ser.

6. Las emergencias sociales y las configuraciones de lo posible

México se conformó en un estado nación a lo largo de casi dos siglos, eso fue el contexto histórico que le tocó vivir al entrar en contacto con Europa Occidental y sus ideas de la política y la vida. Un universo social fue destruido por la energía española, en nombre de un dogma religioso y en la búsqueda del tan deseado oro. Occidente llegó y tomo todo lo que pudo. Tres siglos de colonia se dicen fácil, toda una época que hoy se nos escurre de la imaginación. Los españoles troquelaron con violencia y después se fueron en apariencia. Pero no, en realidad no se fueron, dejaron su impronta racional, su lengua, su religión, su avaricia. Valores y costumbres se quedaron, viven aún entre nosotros, son nuestro sentido y nuestro vacío.

Por otra parte está aquello que fue nombrado como Mesoamérica, los aztecas, en realidad mexicas, fueron la apariencia derrotada y devastada. Detrás quedó una civilización muda, la tolteca, y otras grandes formaciones silenciadas, la maya, la mixteco-zapoteca, la olmeca. En unas cuantas décadas todo había cambiado, la profecía se había cumplido, los actores dominantes eran ahora unos hombres blancos venidos de lejos con una tecnología de guerra superior, y una cultura de guerra completamente bárbara y criminal. El territorio fue ocupado con rapidez por sus nuevos dueños, lo que había sido pasó al mundo de la obscuridad y el aparente olvido. Pero los seres originales no fueron aniquilados del todo, desde su nueva esclavitud permanecieron, y aún están presentes. Aquí y ahora están presentes.

El México que hoy percibimos es efecto directo de estos antecedentes aún del todo incomprendidos. Nuestra mirada es corta, suele ver sólo lo que le parece evidente, y tiene amnesia crónica.

Lo que hoy aparece ante nosotros emerge en el siglo XIX. Ese siglo es clave, tanto como el actual. Pero ni uno ni otro serán comprensibles, mientras no miremos más atrás, a nuestras raíces, mientras no percibamos lo que significa el color de nuestra piel, el sonido de nuestra lengua, los claro obscuros de nuestra memoria.

El país es aún un remolino de enfrentamientos y contrastes étnico-culturales. Basta un sólo elemento para mostrarlo. El prestigio racial está vigente, y es más valioso ser blanco y rubio que de otro y apariencia. La clase dominante es más blanca, la clase dominada es más morena. Aún los efectos del chovinismo europeo de hace cinco siglos. Las regiones del país con mayor configuración discriminatoria son prácticamente inindefinibles. El patrón se encuentra a lo largo y ancho del territorio. Y por supuesto que los lugares más claros son aquellos donde aún persiste organización indígena frente a los intereses económicos y de preponderancia racial de los blancos. Una inmensa sociedad premoderna supuestamente en la forma de una legalidad moderna de leyes y propósitos, e inexistente en los hechos.

Al mismo tiempo puede ser percibida la presencia de la religión católica y su trabajo de sumisión sistemático por siglos. Y frente a ella a las nuevas formas religiosas que en contraste aparecen como más modernas en tanto promotoras de una cierta emancipación individual y colectiva de los poderes tradicionales de sometimiento. La religión es un punto clave para el futuro, su configuración premoderna tiende a cierto cansancio, aparecen formas novedosas de propuesta y sentido de vinculación entre lo humano social y lo trascendente luminoso. Necesitamos una percepción más etnohistórica para entender lo que sucede y lo que sucederá.

En el tránsito de los siglos de la colonia y los dos de la actual, y así nombrada, época independiente, aparece un fenómeno que ha definido nuestra vida social individual y colectiva, la presencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Este es todo un asunto por comprender. Surgen a la par que nosotros como entidades no coloniales en el sentido antiguo, pero con una vitalidad que aún nos asombra a nosotros y al resto del mundo. En poco más de un siglo se convierten en una potencia mundial, ellos son la nueva frontera con Europa, pero al mismo tiempo son el nuevo polo dominante y sometedor, pero con una personalidad distinta a la corona española. Los Estados Unidos son la primera nación moderna del mundo, con ellos se inaugura una nueva época en la historia universal aún vigente.

Nuestros vecinos del norte son el modelo de sociedad de comunicación en el momento que iniciamos el camino de la configuración de nuestra propia personalidad. Lo que sucede en el siglo XIX es extraordinario, las formas culturales y políticas heredadas de la colonia están vigentes, pero la vitalidad de los vecinos es contagiosa. La lucha se verifica en los márgenes de lo deseado y soñado, y la nostalgia de lo perdido. Entender esas luchas es comprender al corazón del siglo pasado, pero no a su alma. El país sigue siendo en general una sociedad de información y su relación con el gobierno es así. Las nuevas legislaciones son epifenómenos de la eficiencia de la fuerza y la imposición, y en este escenario nos sorprende el siglo XX.

Los vencedores son los Estados Unidos los auténticos actores regionales frente a las potencias europeas. Después de una guerra civil, y de triunfar en dos guerras europeas, llamadas por ello mundiales, se configuran como el centro de nuestra propia trayectoria. Ese tránsito entre el siglo pasado y el presente es de una movilidad extraordinaria. En cierto modo es la acelerada separación de Europa de América, y la instauración de un nuevo y definitivo dominio. En ese movimiento llega el PRI, y Éste no puede ser entendido sin la intervención interesada y pertinente del nuevo motor de nuestra historia, nuestros vecinos del norte.

Por supuesto las cosas no son tan sencillas, están compuestas de una enorme complejidad de relaciones y situaciones. Pero la visión simplificada apuntada asusta de tan coherente, y ayuda a poner un poco los pies en la tierra. Ellos no han hecho todo, están muy ocupados en sus propios asuntos, pero han hecho lo necesario para salvaguardar sus intereses en tanto tienen relaciones con nosotros. Lo que más les ha preocupado a través del tiempo es un hecho irreversible, su frontera de más de tres mil kilómetros con nuestro territorio y sus problemas. Este punto ha de seguir definiendo su interés por nosotros, y será clave sobre cualquier otro aspecto de nuestra relación bilateral.

Somos una forma cultura a manera de nuestros vecinos, hemos sido sometidos a un intenso y extenso proceso de aculturación a lo largo del siglo, los medios de difusión han sido claves. Las imágenes de lo deseable en los umbrales de la inmensa cultura urbana mexicana son suyas, las hemos aprendido de ellos. Y nuestra economía y sistema político también ha colaborado a que esto suceda, a pesar del esfuerzo por inventar e imponer una cultura nacional a través de ciertos símbolos y mitos locales. Nuestros símbolos de triunfo y nuestros relatos del Éxito son los que hemos aprendido en el cine y la televisión. Falta mencionar que este es un fenómeno no sólo mexicano, acaso universal, y que proyecta la historia a nivel mundial.

La perspectiva configurativa no podría ser más atractiva. Llega el momento de preguntarse por lo posible. Para empezar hay que señalar que el pasado y el presente pueden ser configurados de formas distintas según los énfasis y los puntos de vista. El asunto del futuro queda así abierto a la imaginación, depende del pasado percibido se abren perspectivas distintas. Y en este ejercicio de retrospectiva y prospectiva se encuentran los actores actuales y presentes ante la posibilidad de acuerdos y desacuerdos, y con ello ante la posibilidad de configurar mundos compatibles o excluyentes. Y este es el gran reto.

El punto aquí es que este ejercicio supone una cultura de información y de comunicación que no tenemos, según la lectura hasta aquí apuntada. Por tanto las probabilidades de la continuación de una sociedad de información con nuevas formas son muy altas. La sociedad de comunicación posible está aún lejana, y la comunidad de comunicación una utopía interesante y deseable por algunos, sólo eso.

Hay un contexto que hoy puede modificar todo en direcciones y sentidos imprevistos, los medios de difusión y las nuevas tecnologías de información. Este es un fenómeno aún no comprendido del todo, uno más, que impacta a la sociedad en formas desconocidas, mas allá de la utilidad o distorsión evidentes. De este contexto puede resultar un fenómeno de configuración insospechado. La llamada cultura postmoderna fomentada por este escenario, promueve individuos más informados, más conectados, más necesitados de relación con el exterior. De ahí puede derivar una sociedad de comunicación no prevista por los ideales liberales del siglo XVIII y XIX. He aquí un punto para meditar con detenimiento a la hora de pensar y percibir a la sociedad mexicana contemporánea.

III. Política, moral y cultura mexicana

7. Política y moral

En la indagación constante sobre la composición y la organización del espacio social mexicano, tiene que haber por fuerza una inquietud que aparece una y otra vez, la pregunta por el posible orden alternativo al actual. Este asunto supone que existe el conocimiento sobre el orden actual, y que por tanto la imaginación puede iniciar el viaje hacia lo ausente y deseado, siempre tomando en cuenta un punto de partida sólido y real. Esa es la cuestión, la decisión sobre ese punto de partida, y como el realismo es una de sus cualidades todo se confunde, cómo hacer un ejercicio de imaginación si se pretende ser realista, es decir, cerrar al mismo tiempo que se abre la percepción. Este es un escenario que se repite y la situación vuelve cada vez a ser muy difícil.

De las perspectivas tradicionales las primeras que operan en el movimiento al cierre son la economía y la política. Ambas percepciones son parte de nuestra herencia reciente. En México todo el tiempo se habla de una y otra cosa cuando aparece la situación pública a juicio. Sucede una confirmación más explícita sobre la política en la figura del gobierno, y por último es la personalidad del presidente la que pasa a primera escena. Esa es nuestra configuración de opinión pública y medios de comunicación. Es decir todo opera sobre la pirámide que supone la sociedad de información, y la punta visible se llama presidente, y de ahí para abajo lo demás. Esta sociedad se auto percibe como pirámide, y mide su eficiencia funcional a partir de lo que mira hasta arriba, esté o no de la forma percibida.

Lo que sucede en una sociedad de información es peculiar en cada caso particular. En México se presenta una dualidad, por una parte la complicidad perceptiva colectiva de la pirámide y de la figura del presidente, y por otra parte la percepción de lo local encapsulado en una mirada que sólo observa su entorno inmediato. Por una parte una mirada horizontal que se reduce a la ecología doméstica y regional, por otra parte el imaginario de un poder omnipotente ubicado en otra parte y personificado en cierta institución del sistema político.

Varias observaciones son pertinentes. La figura de la corporación económica privada no es percibida como central, quizás cerca, pero lejos también. Por otra parte los propios actores sociales no se perciben como sujetos políticos centrales, el protagonismo lo tienen los políticos oficiales, y entre más cerca del presidente más poderosos e importantes. Toda la vida social pública tiene formas jerarquizadas, formales y ajenas a la vida privada extensa y casi total de la cotidianeidad.

Lo político es lo publico y su gobierno, el presidente es el centro de lo político. Y el mundo material de la economía doméstica se percibe subordinado a lo político. En este contexto lo que queda es esperar a que las cosas mejoren, confiar en los políticos, desear que la divina providencia los ilumine. En contraste tenemos el pesimismo, a la descalificación de todo, al radicalismo verbal de cambios sustantivos y encarcelamiento de los culpables, e incluso la negación de toda posibilidad por reconocimiento de la fragilidad humana y su improbable redención.

Como puede observarse la religión tiende a ocupar un lugar privilegiado en el juicio moral sobre la situación, las imágenes de pecadores y santos aparecen una y otra vez como contraste entre lo que son y lo que debieran ser los políticos, los auténticos sujetos de la vida pública mexicana. Esta dimensión de la configuración del espacio social es clave y vuelve a abrir el paso a la reflexión y la reconstrucción etnohistóricas de nuestras formas de vida pública y privada.

Aquí hay un gran espacio sobre el cual investigar y reflexionar. Por una parte los valores de bien y mal que provienen de una educación religiosa católica extensa y en algunas regiones y sectores muy intensa. Y por otra parte las normas pragmáticas del buen o regular funcionamiento de aparatos públicos de orden y justicia públicos. Es evidente que la moral religiosa se proyecte sobre el comportamiento de los políticos y tiene un lugar privilegiado en la evaluación de los asuntos públicos. Esto presenta un escenario de lo político que puede distorsionarse con cierta facilidad si se guardan las apariencias morales pertinentes, o por el contrario se violentan esas mismas apariencias. La gran pregunta es hasta donde esta dimensión social cubre el espacio político, y queda después. La gran pregunta metodológica es por describir ese campo de lo político para identificar su composición y el peso relativo de cada componente en su organización. Una hipótesis de principio es que lo moral religioso si tiene un enorme peso, y que es lo único que balancea con fuerza el juicio publico sobre el comportamiento de los políticos.

Si lo político y lo moral cubren tanto espacio sobre lo social, dónde queda lo económico y las dimensiones. Esta es una cuestión que requiere una mirada aguda. Las características premodernas de la sociedad mexicana están más que evidentes en la configuración de lo político y lo moral y su centralidad en la totalidad social. Al enfocar la atención en lo económico pasamos de lo premoderno extenso a lo moderno escaso de la vida contemporánea mexicana. Las relaciones de mercado son dominantes en el mundo económico mexicano, pero la cultura económica de esas relaciones de mercado no es la cultura dominante ni hegemónica. Esta es una contradicción importante para observar con cuidado.

Hay una parte de la sociedad que actúa en forma moderna, la que está cerca de la punta de la configuración social piramidal, el resto de la población se subordina a su juego pero no es un participante activo. Es decir, unos cuantos compiten entre ellos y con el exterior, hay que recordar el asunto aquel del Tratado de Libre Comercio y la globalización, los demás son perdedores, no auténticos jugadores, más bien miembros de una formación económica que ya no es, y que nadie les dijo hasta donde había cambiado todo, o no les quiso decir. Nuestros empresarios modernos lo son entre comillas, sin competencia mas bien ejercen un liderazgo que se parece al monopolio y a la coerción.

Aquí vuelve a aparecer el gobierno. En una sociedad moderna son los agentes libres los que configuran un todo en sus múltiples interacciones y auto ajustes por relación total de todos con todos. En una sociedad pre-moderna es una sola voluntad la que gobierna y dirige el destino del todo social gobernado. En México tenemos las dos cosas, y más bien una distorsión del tránsito de una a otra, y en estos momentos un ajuste ante la imposibilidad de dicho tránsito. El gobierno dirige, los demás actores esperan su claridad dirigente para reaccionar. El peso vuelve a caer sobre el gobierno y el campo político, la visión política moral vuelve a ser el centro de la escena pública. Pero ahora hay otros matices, los que introduce la participación mediada de los empresarios económicos en la vida social general del país.

La vida económica en su sentido moderno trajo una nueva moral, las relaciones humanas median una racionalidad con valores puestos en el dinero y la ganancia, además de la legitimidad de la iniciativa personal de enriquecerse o de buscar el dinero que haga falta para comprar lo que la vida social ofrece. Estamos ante una ética del consumo por compra de objetos que ofrece el mercado, una moral del placer que ese consumo trae consigo, y una correspondiente Ética de la producción de esos objetos de consumo que permiten ganar dinero y obtener ganancias. La relación de estos nuevos patrones morales con los anteriores es compleja, promueve la culpa y el cinismo, la inmoralidad del todo se vale y la reacción defensiva del moralismo premoderno extremo.

La vida económica en tanto expansión de la lógica del mercado ha traído una nueva configuración del espacio publico. Los medios de difusión han sido los grandes impulsores de esta nueva moral y vida social, son los promotores del consumo y sus escenarios vitales. La política ha sufrido el embate de esta configuración emergente y ha ido moviéndose poco a poco a su lógica, la visión del mundo de la política como un escaparate de objetos por los cuales se puede optar. Esto sucede en forma gradual y casi inconsciente. La nueva política exige el glamour de la imagen de un producto vendible, la propaganda y la política se asimila.

La nueva configuración está en marcha, la nueva moral ante los nuevos escenarios políticos y económico no tiene aún un perfil único y homogéneo. Más bien lo que se presenta es una segmentación social donde se separan sectores modernos de sectores premodernos, y surgen algunos combinando ambas formas como indicadores de lo que será pronto toda la sociedad.

8. Configuración, mundos posibles y espacio social mexicano

Al dirigir la intención perceptiva al espacio social mexicano lo primero que aparece es una totalidad fenoménica que rebasa cualquier pretensión analítica. De ahí que el procedimiento tradicional sea la selección de ciertos parámetros de observación, así como la decisión sobre ciertos conceptos que dirijan la observación. Esta labor se convierte en una tarea monumental. El punto radica en el principio de percepción y su aplicación al trabajo de registro y análisis de información. Los investigadores sociales están acostumbrados a mirar al mundo como una cosa que funciona de cierta manera, y se dedica a buscar la cierta manera, y después siguen su propia construcción en el comportamiento funcional en el tiempo. Si uno mira al mundo como una máquina, termina sintiéndose el mecánico que puede arreglar su mal funcionamiento. Y así las cosas.

En la ciencia política esta tendencia ha sido la que ha prevalecido en todo el siglo, las fuentes de su configuración son muchas y algo variadas, y lo que más llama la atención es que la vida social se ha ajustado en parte ha esta mirada peculiar, o quizás, como dicen algunos, la mirada analítica explicitó lo que pasaba y reforzó lo que ya existía. Este es un curso de acontecimientos que puede llevar muy lejos. Averiguar como ideas y percepciones se han seguido unas a otras en la acción y la configuración social de los comportamientos y las instituciones, parece todo un reto por enfrentar.

El caso es que la forma de la sociedad de información tiene su historia de movimientos sociales, y también su historia de la percepción de esos movimientos. La hipótesis cognitiva apostaría a una correspondencia entre lo percibido y la propia percepción. Es decir, cada época vive y percibe un mundo como una realidad única, los cambios se verifican cuando la vivencia pide cambios en la percepción, o la imaginación propone cambios en la vivencia. De cualquier forma, el equilibrio cognitivo que corresponde a una sociedad conservadora configura como único lo que es dual hasta cierto punto. Así las formas sociales se asimilan a las formas de su percepción, y en este escenario se marcan los cambios.

Esto es lo que ha sucedido en los últimos años en la ciencia política. Por décadas se centro en la figura y la personalidad jurídica y de autoridad del Estado. Una sociedad de información siempre tenderá a buscar un centro, a configurar el mundo social como pirámide donde la punta es el órgano rector. Suceda lo que suceda, se proponga lo que se proponga, la lógica de la sociedad de información configura la imagen de un estado que rige a la totalidad social desde un centro de poder total. En estas condiciones el fascismo es siempre una tentación y una tendencia, como veremos en el punto siguiente. Lo que aquí se enfatiza es que cognitivamente no hubo salida a la figura hasta que aparecieron las condiciones de su descomposición.

Las formas de gobierno estatales no han cumplido lo que han prometido, su legitimidad ha venido a menos, su centralidad se ha vuelto porosa. Ninguna forma estatal está en paz, las tensiones centro-periferia en diversos ámbitos son constantes. Las cosas sólo van bien para los de arriba, y cuando incluso ellos tienen problemas entonces la sospecha de la inoperancia del sistema se extiende como un cáncer terminal. El gran golpe de espectacularidad fue la caída del muro de Berlín y el desplome del socialismo real. Para la tesis aquí propuesta lo que mostró fue la poca efectividad de una sociedad de información de total control, al no poder expanderse a la totalidad del mundo. Esa forma particular cambió, pero la forma general de gobierno en el mundo sigue siendo la sociedad de información, pero sin el peso de la contra propaganda y del desnivel económico que tuvo el sistema socialista. Pero las sociedades de información están en problemas todavía, la pluralidad que les hizo vencedoras ante el otro bloque, rompe delicados equilibrios, sus escenarios posibles se radicalizan entre nuevas formas de dictadura, y el tránsito a otra forma de sociedad, la sociedad de comunicación.

Esta complejidad mundial ha tenido efecto sobre el pensamiento político, y hoy estamos ante la emergencia de un nuevo modelo de sociedad política denominado autopoiesis. El punto central de este nuevo punto de vista es la imagen de una sociedad sin centro, algo parecido a la ecología de la naturaleza que se autorregula en su totalidad sin un eje rector, sino mediante una multitud de pequeños equilibrios que configuran una totalidad estable y en movimiento. La propuesta tiene aristas filosas y no es fácil de agarrar. La sociedad contemporánea es una criatura de la razón, las ciudades son sus objetos privilegiados, en ese proceso nos alejamos de los procesos naturales y los sustituimos por los racionales. La apuesta era que superábamos la barbarie, o que simplemente era más fácil controlar que coadyuvar a una organización de alta complejidad. Pues resultó peor el remedio que la enfermedad, resultó que no había enfermedad pero que ahora si la hay, y muy grave.

La autopoiesis propone una lógica de organización sin control, y de una nueva racionalidad, la que conviene, no la que domina.

En este punto aparecen de nuevo con toda propiedad los mundos posibles. La sociedad mexicana aparece como un mundo configurado con el gobierno político como eje central, sociedad premoderna. En los últimos decenios ha cambiado a una forma moderna donde el mercado y los capitales son el eje del orden general, configuración mixta de premoderno y moderno. Y ahora empezará a convivir con las ideas de la autopoiesis. Esto puede llevar en un tiempo corto a manifestaciones de lo político con un rostro postmoderno, lo cual profundizaría la complejidad del devenir.

El mundo mexicano puede ser percibido como configurado con tres mundos parciales. Uno corresponde a la vida rural y religiosa donde lo político y lo mítico van de la mano. Otro se corresponde con sociedades urbanas donde lo político tiene centralidad, y es la esperanza de todo cambio, una combinación de siglo XIX y régimen del PRI, aquí el poder tiene un rostro laico y patrimonialista. Y el tercero, que en apariencia forma la parte más moderna de la sociedad general, y que propone al mercado, a la libre competencia, a la empresa individual, y a la participación plural en el gobierno, como algunos de sus principios de organización. El movimiento general es de lo premoderno hacia lo moderno, pero con ajustes a la mexicana según su historia percibida y sentida, y algo así como su idiosincrasia.

Un diagnóstico general podría afirmar que en su totalidad la situación es más premoderna que otra cosa. Que la dominación económica de la lógica del mercado moderniza hasta cierto punto, y que la democracia no es un horizonte necesario aún, son más pertinentes ajustes en la forma de la sociedad de información. Pero los mundos posibles están vigentes, y desde ahí otros diagnósticos y prospectivas son pertinentes.

La propuesta de la autopoiesis puede tener vigencia en nuestra sociedad. Para ello seria necesario que el centro del poder se desconstruyera. Si observamos algunas iniciativas de nuestro medio aparecen horizontes sugerentes. El presidente desaparece como figura central del sistema político, las cámaras adquieren el poder básico para las decisiones sobre lo general. El acceso a las cámaras se hace más plural, se diversifica el sistema de partidos, o se reforma la relación entre partidos y organizaciones sociales de todo tipo. Hay una emergencia de organizaciones sociales. Se descentraliza el poder y el presupuesto desde la presidencia y el ejecutivo hasta los municipios y las organizaciones sociales actuantes en ellos. El poder de iniciativa y gestión vuelve a los ciudadanos. Emerge una nueva generación de ciudadanos. La ecología se convierte en el modelo a seguir por la política. Las naciones indígenas adquieren liderazgo moral por su mayor experiencia en la mentalidad y la práctica ecológica. Y así diciendo. Este mundo no es imposible, puede ser, está más cerca de lo que muchos creen. Pero también está lejos, muy lejos.

Parece ser que el asunto medular tiene su nicho en la mentalidad, en la acción a partir de un cambio en el punto de vista, en fin, en la percepción. Este es un asunto más moral que político, depende de la opción de ésto por aquello ante la expectativa de que es mejor, más sano, más bueno, más bello. El cambio profundo no es el exterior, es en el interior de la cultura y la civilización, en la mente y el sentido de los habitantes de esas formas sociales. La necesidad también es subjetiva, y la imaginación es más útil que un conocimiento práctico establecido. Entonces la pregunta es por el imaginario social, por sus condiciones de configurar mundos posibles.

9. Democracia, dictadura y mundos posibles

La subjetividad como centro configurador del movimiento social individual es un asunto que ha pasado por altas y bajas. En algún momento de la historia de occidente fue considerada como fundamental, la coartada religiosa proponía a la espiritualidad como un desarrollo subjetivo frente al materialismo pecaminoso del cuerpo y de la carne. En esa guía la filosofía europea actualizó las preguntas griegas, y desde la matriz religiosa encumbró a la mente como la parte superior de la configuración humana. Los materialismos del siglo XIX y XX trajeron la contra parte, todos ellos en el vuelo liberador de los aromas y las cargas pesadas del dogma teológico. En tiempos más recientes la subjetividad ha vuelto por sus fueros en la revolución del frente cognitivo. La tesis es muy simple, lo que hay adentro hay afuera, la imaginación y la fuerza de voluntad son elementos configuradores capaces de transformar la situación objetiva más estable y regida. El asunto es que hablar hoy de subjetividad es algo serio y básico.

Cuando este asunto de la subjetividad pasa al marco de observación y reflexión de las ciencias sociales aún la situación no es del todo clara, la configuración objetiva-externa de la vida social tiene una prioridad muy grande en la reproducción de formas y estilos de vida. La tesis de la internacionalización del mundo en la formación de los individuos es aún un lugar común difícil de matizar. La tendencia es a subordinar a los individuos al sistema-estructura-mundo social organizado, y pensar a la subjetividad más allá de los individuos en su individualidad particular es casi imposible. Pero hay nuevos rumbos perceptuales, la mirada sociológica puede cambiar.

La resonancia mórfica, propuesta venida de la biología, propone que lo que acontece a un individuo de una especie afecta a todos los miembros de esa especie, al tiempo que toda la especie afecta en cada situación a cada uno de sus miembros. El paradigma holográfico, que viene de la neurociencia, propone que el todo está en cada parte, la información total del cerebro se encuentra en cada parte de alguna manera, y esto parece ser un tipo de configuración universal. Si pensamos a la sociedad dentro de estos nuevos parámetros, la necesidad de pensar en formas energía, y no en objetos materiales, se vuelve imprescindible. Toda la percepción sociológica está en transformación bajo estos nuevos puntos de vista, y el enfrentamiento es inútil, es una perspectiva muy superior que incluye a una inferior.

Las estructuras disipativas vienen de la física y de la química, formulan la percepción posible del caos. En todo orden hay un antiorden implícito que lo puede llevar a mutar hacia formas cercanas o lejanas, ese antiorden puede ser percibido y con ello la comprensión del movimiento y la transformación está al alcance de la ciencia. Los biólogos y los expertos en inteligencia artificial proponen a las estructuras enactivas, aquí presentadas en la figura de la autopoiesis, cuando el todo se autorregula y evoluciona desde sus propias condiciones complejas y altamente inestables, sin destruirse e incluso superando entropía y aumentando su capacidad de autoorganización. En la percepción de lo social estos conceptos son de gran utilidad, permiten ajustes a viejas percepciones, el camino hacia nuevas configuraciones de pertinencia sociológica está en proceso. Y es quizás necesario que empecemos por dejar el nicho de la especialidad para dialogar desde escenarios más metodológicos y heurísticos, es decir, desde los mundos posibles.

Bueno, este asunto de los mundos posibles conlleva una nueva mirada hacia lo social. Así por ejemplo la configuración de los campos culturales y sociales de organización y composición permite de inmediato un juego de posibilidades. Si el campo tomado como centro de la configuración es el del género, el país todo puede percibirse desde el movimiento de las relaciones sociales en la perspectiva de lo masculino y lo femenino. Los escenarios nacionales y regionales han cambiado a lo largo del siglo en este sentido, la imaginación propone ir más allá y ver más allá y ver más de lo evidente, y configurar relaciones aún no percibidas pero que pueden ser.

La administración pública llevada por mujeres, o por hombres con configuración femenina, sensibilidad de alteridad distinta a la de competencia y conflicto. Es necesario averiguar más sobre las cualidades del género que pueden ser benéficas para el perfil de un gobernante. Hay antecedentes históricos. Mujeres pueden aparecer que tuvieran la opción de ser madres o de no serlo, hombres que tuvieran una opción semejante, emergencia de singulares, la familia es una de tantas opciones de configuración doméstica y social. Y así diciendo. Mundos posibles. Y muchos de sus rasgos ya aparecen en lo que nuestro sentido común percibe, pero que quizá no distingue con algún valor especial, o incluso mueve a la repugnancia.

El campo de la información es muy sugerente. En la tesis de la sociedad de la información, el acceso a mayor variedad y calidad de insumos de sentido afloja la tensión del orden estricto del comando y la orden, del dominio y la obediencia. El sistema social se relaja , en el aparente desorden y ruina de la lógica de la información, aparece la comunicación, la horizontalidad adquiere prioridad sobre la verticalidad, es más importante converger sobre la diversidad y sus posibilidades que salvar el orden piramidal que se desmorona. Los medios de comunicación son el tejido de la consolidación de la sociedad de información, pero también son el sistema nervioso de una nueva época.

Mundos posibles. La sociedad de la información tiene en su configuración la tendencia a la dictadura, el orden vertical total, el totalitarismo como opción de organización y eficiencia. Parece lejos, sobre todo en las llamadas sociedades democráticas, pero su configuración les lleva una y otra vez a tocar los umbrales del poder único y absoluto de unos sobre los demás. La sociedad de la comunicación no puede abrir esa posibilidad, porque no hay estructura al centro, ni objetiva, ni subjetiva, es decir no aparece cognitivamente la posibilidad de un centro, un dios, una religión, un presidente, una nación, un lo que sea excluyente de la diversidad y la pluralidad. En la sociedad de comunicación todos son principios de gobierno, la autopoiesis, y dialogan y concertan su pequeño territorio considerando los contextos. Una nueva mentalidad, una nueva configuración cognitiva.

Como puede apreciarse en México los umbrales de lo posible están tan abiertos como en cualquier parte, pero también tienen tendencias claras al cierre. La lógica de la sociedad de información es extensa y profunda, aparece una y otra vez en toda situación. Lo peculiar es que aún en tales condiciones la transformación está presente, ojo las estructuras disipativas, ojo con las estructuras enactivas, ojo con la resonancia mórfica, en fin, ojo con las nuevas formas perceptivas que provocan la aparición de mundos posibles. Pero lo más interesante es el movimiento de la percepción de la certidumbre a la percepción de la imaginación, el movimiento de lo real a lo posible, del cierre a lo único a la apertura a lo múltiple.

Más sobre la imaginación. En los próximos diez años puede haber cambios importantes en la configuración general de la sociedad mexicana. Cada campo posible puede mutar hacia diversas opciones, imaginar cuáles es el reto para el indagador-configurador. La gran tesis es que puede moverse el todo social hacia nuevas formas de sociedad de información, o puede mutar hacia formas de sociedad de comunicación. Las imágenes son cercanas a la democracia o a la dictadura. Pero podrían ser otras. La misma capacidad configuradora que permite jugar en la trayectoria hacia una u otra forma básica de organización social, puede configurar otras opciones muy distintas. Por ejemplo, qué pasa si el regreso a lo étnico adquiere proporciones generales, la configuración nos sacaría del curso de la historia de occidente y nos pondría en otra parte, tal vez nuestra propia historia, incluso podría imaginarse este acontecimiento como una mutación universal para el planeta.

En este orden de posibilidades, la democracia y la dictadura son prescindibles, pueden desaparecer del mapa mental de los habitantes de este mundo en la próxima generación. El derecho a la imaginación es el contexto de la configuración de mundos posibles, lo cual nos mueve de las situaciones actuales, y nos puede llevar a lo que en este momento es imposible concebir. Una vez que se inicia el proceso, las posibilidades se diversifican y proliferan, y en ese tiempo el mundo real actual pierde importancia, y pierde importancia que algo tenga importancia. El movimiento social hacia el porvenir germina de nuestra posibilidad de imaginarlo, y sucede que el pasado también muta, podemos imaginar nuevas versiones y visiones. México existe porque nuestra imaginación lo hace posible.

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