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Agosto - Septiembre
2006

 

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Editorial
 

Por Alejandro Ocampo
Número 52

Esta editorial, la de la edición 52, es acaso la editorial más triste que he escrito y la que ciertamente me ha costado más trabajo escribir. Y es que tratar de encontrar las palabras para expresar la profunda pena que significa el haber perdido a un amigo es sólo comparable a la alegría que, en vía de la resignación, significa haberlo conocido y haber compartido con él un pedazo de nuestra vida. Es de un agradecer infinito poder decir que las coincidencias en tiempos y espacios nos llevaran a conocernos y a descubrir en ese indispensable otro una esperanza y una guía que irradia latente la posibilidad de que las cosas pueden ser diferentes.

El pasado mes de julio, nuestro amigo, compañero y maestro, Javier Vilchis, murió. Para todos quienes lo conocimos -personalmente o a través de sus textos, en los que se revelaba indudablemente-, la actitud y el carácter -así, a la manera aristotélica que a él tanto le iba- de Javier lograron ganar rápidamente nuestro cariño, confianza y admiración. Filósofo de formación académica y beatnik por convicción personal, su interminable confianza en la persona nos evidenciaba a cada instante sus incondicionales generosidad y bondad al prójimo. Su interés por las clases -las que sólo dejó de impartir por razones verdaderamente importantes por lo que fueron ínfimas en casi 25 años de ejercer su vocación en el Tecnológico de Monterrey Campus Estado de México-, en las que buscaba, a la usanza socrática, despertar a sus estudiantes de la vacuidad de la parafernalia consumista, de la importancia de un íntegro desarrollo personal basado en la no explotación del otro y de la búsqueda auténtica de uno mismo, sin duda marcaron a muchas generaciones de egresados que tuvimos la suerte de tenerlo como profesor.

Paradójicamente formado en el tomismo de estilo ortodoxo, Javier encontró en Kierkegaard a su filósofo más apasionante y favorito. Estudioso de la contracultura -de la que nunca se alejó, por ello estaba siempre con los jóvenes: “son ellos los que hacen los cambios” decía- y admirador empedernido de The Doors, Pink Floyd, The Beatles y Bob Dylan, tenía al jorobado danés como inspiración para enfrentarse a la vida, a su propia vida, desde su individualidad bien recortada, desdeñando así a los abstractos que están en todos lados y en ninguna parte y centrándose en el que fuera su principal interés: la problemática existencial. Era común que dejara en crisis a sus alumnos, que nos hiciera reflexionar si esta vida, la única que teníamos, la estábamos viviendo con toda la energía y la pasión que nuestra humanidad demandaba, o tan sólo éramos fantasmas atolondrados por el tener y aparentar. Sólo la crisis es oportunidad y esa reflexión nos obligaba a ponernos al timón de nuestras propias vidas para entonces entender a cabalidad la angustia que produce el decidir conscientemente y la desesperación que produce el chocar contra nuestros límites. Había mucho de libertador en él.

En este momento en que los recuerdos resurgen y se agolpan uno a uno, puedo decir muchas cosas muy buenas de Javier, una lista verdaderamente interminable, sin embargo, me parece que hoy más que nunca la trascendencia de Javier está en su obra, auténtica, como él. Su legado lo hará mantenerse entre nosotros indefinidamente, esa es la virtud que sólo tienen los grandes hombres y él lo era, indudablemente. Pero también, como su estudiante que fui, quiero dejar testimonio del regalo más grande que, he comprendido ahora en su totalidad, un maestro puede darle a un alumno y que fue el que me hizo a mí y eso no lo olvidaré jamás. Para septiembre de 2003 se publicaba su primer libro, Persona, educación y destino que sintetizaba en buena medida el pensamiento de Javier. Muchos años de pensar, de vivir, de sentir, se condensaban en una obra que, lo sé de cierto, estaba dedicada y hecha por y para los alumnos. Pues bien, aunque pudo haber invitado a prestigiados filósofos, importantes directivos y a reconocidos académicos, quienes le conocían y lo veían con admiración para que presentaran su libro, prefirió que fueran sus alumnos y amigos quienes lo hicieran. En aquella ocasión los maestros Juan Cruz, Miguel Martínez, Rafael García y este que leen, presentamos su obra. Juan y Miguel eran amigos muy cercanos de Javier, mientras que Rafael y yo fuimos sus alumnos. Esto me permitió confirmar con absoluta certeza su humildad frente al conocimiento, su actitud y su aprecio para con sus alumnos y sus amigos, así como su inagotable generosidad al compartirnos sus reflexiones.

Consciente de los límites de todo pensamiento y más del suyo, recuerdo que cuando me invitó a presentar su obra, y cuidadoso de que por ser sus alumnos y amigos quienes presentáramos el libro aquello se convirtiera en una interminable andanada de alabanzas, me hizo un fuerte hincapié en ser muy crítico. De esa petición podrán dar testimonio Juan, Miguel y Rafael, a quienes estoy seguro les dijo lo mismo. El acto resultó estupendo. Hubo excelentes comentarios hacia la obra, así como algunas críticas que Javier atendió como el aprendiz más disciplinado. El libro me sigue pareciendo extraordinario, justo reflejo de su autor. Por supuesto, aún conservo la invitación y la atesoro más que nunca.

En abril de 2005 decidimos realizar una mesa redonda sobre Kierkegaard, a propósito de su 150 aniversario luctuoso. Participaron extraordinarios filósofos: Luis Guerrero -quizá quien más ha estudiado al autor de Temor y Temblor en México-, Rafael García –el mismo quien presentó también su libro y se encuentra en la fase final de su tesis doctoral-, Alberto Constante –también mi inquieto, lúcido y genial maestro- y por supuesto Javier. Cito aquí el último párrafo de su conferencia que por su asertividad, desbordamiento hacia el otro y esperanza, cada vez que leo, sólo me parece más hermoso y más definitivo de lo que Javier pensaba y buscaba:

En efecto; si en la sociedad opulenta de mediados de los cincuenta había surgido el movimiento de contracultura, es porque sus valores son insuficientes para el reclamo de la voluntad humana. Kierkegaard nos explica el fenómeno subrayando que todo individuo que se instale únicamente en la inmediatez del placer de los sentidos está desesperado lo sepa o no. Sin embargo, sabía también que lo valioso de la juventud es que los jóvenes todavía tienen la suficiente receptividad para creer en los grandes ideales. Esta es la razón de la predilección de Sócrates por la juventud, pero dice Anti-Climacus: esta receptividad juvenil se pierde también con los años. No hay que olvidar que en los años sesenta se decía entre los jóvenes que no se puede confiar en una persona mayor de treinta años. Porque en efecto, el movimiento beat fue el antecedente de la contracultura de los años sesenta. Cuando aparece el rock y se convierte en poesía inspirada en la generación beat (no hay que olvidar que beat también significa el golpeteo de la batería de ahí el origen de la palabra Beatles) se produce entonces, con esta unión de rock y poesía, una formidable arma de comunicación “indirecta” para despertar la conciencia narcisista de una juventud cómodamente instalada en el confort de una sociedad burguesa. A través de la poesía transmitida a ritmo de rock, la fuerza de la palabra se transforma en interioridad subjetiva que hace surgir una pasión por la problemática existencial, una expansión de la conciencia juvenil por una falta de satisfacción y de sentido. En la música de Bob Dylan, Paul Simon, John Lennon, entre otros, se expresaron los grandes ideales que tenían como característica común el anhelo imaginario de una comunidad fraternal universal. Si la fe “es una pasión”, como dice Johannes de Silentio (Kierkegaard, 1996), sinónimo de Kierkegaard, entonces estos jóvenes realmente creían que podían cambiar el mundo. Por eso en 1968 escribieron en la Universidad de Paris: “No queremos vivir en un mundo cuya condición de no morir de hambre sea la de morir de aburrimiento, tampoco queremos vivir en un mundo en que la felicidad de los unos debe coexistir con el sufrimiento de los otros”. Es verdad que sus demandas eran imposibles, y que la realidad de un sistema económico mundial extremadamente complejo terminó pronto con el sueño, pero aún ahora a 37 años del 68 y a los 150 años de la muerte de Kierkegaard, si queremos seguir siendo jóvenes no hay que olvidar las palabras de Johannes de Silentio: “sólo el caballero de la fe triunfa sobre lo finito, el caballero de la resignación es aquí un extraño un transeúnte” recordando estas palabras podemos entender ahora porqué los estudiantes del 68 escribieron también: “seamos realistas exijamos lo imposible”.

En fin, aunque alabanza en boca propia es vituperio, no me cansaré jamás de felicitarme por haberlo invitado a escribir en Razón y Palabra, publicación que hizo suya y que quiso tanto que se tomó la iniciativa de invitar a colaborar también a sus amigos y compañeros. Para todos ellos nuestro reconocimiento y gratitud. Por esta afortunada razón, buena parte de la producción intelectual de Javier se encuentra precisamente aquí. La enlisto como invitación a revisarla, analizarla y criticarla, indudablemente lo merece:

Vilchis, J. (2001, octubre). Prometeo posmoderno. Razón y Palabra, 23. Recuperado el 1 de agosto de 2005, de http://www.razonypalabra.org.mx/fcys/2001/octubre.html

Vilchis, J. (2002, julio). La importancia del respeto como valor fundamental de la responsabilidad social. Razón y Palabra, 27, Recuperado el 1 de agosto de 2005, de http://www.razonypalabra.org.mx/fcys/2002/julio.html

Vilchis, J. (2002, septiembre). El 11 de septiembre y la banalidad del mal. Razón y Palabra, 28, Recuperado el 1 de agosto de 2005, de http://www.razonypalabra.org.mx/fcys/2002/septiembre.html

Vilchis, J. (2002, diciembre). A 22 años del asesinato de John Lennon: Mark David Chapman y el Guardian entre el Centeno. Razón y Palabra, 30, Recuperado el 1 de agosto de 2005, de http://www.razonypalabra.org.mx/fcys/2002/diciembre.html

Vilchis, J. (2003, abril). Big Brother y la anorexia kafkiana. Razón y Palabra, 32, Recuperado el 1 de agosto de 2005, de http://www.razonypalabra.org.mx/fcys/2003/abril.html

Vilchis, J. (2005, junio-julio). Criminales espirituales y resentimiento autócrata. Razón y Palabra, 45, Recuperado el 1 de agosto de 2005, de http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n45/jvilchis.html

Vilchis, J. (2005, agosto-septiembre). Kierkegaard y la generación Beat. Razón y Palabra, 46, Recuperado el 1 de agosto de 2005, de http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n46/jvilchis.html

Algunas otras obras publicadas de Javier:

Vilchis, J. (1999). ¿Competir hasta la neurosis?. Istmo, 240, 34-37.

Vilchis, J. (2003). Big Brother y el porvenir orwelliano: ¿Hacia un totalitarismo de la banalidad?. En Islas, O., Gutiérrez, F. & Benassini, C. (Eds.), Reality shows. México: CECSA-ITESM.

Su libro:

Vilchis, J. (2003). Persona, educación y destino. México: Plaza y Valdés.

Todos los que integramos el Proyecto Internet y Razón y Palabra y profesábamos por Javier un especial aprecio: Octavio Islas, Fernando Gutiérrez, Claudia Benassini, Norma CampoGarrido y este que leen, extendemos solemnemente nuestro más sentido pésame a Violeta, su esposa, así como a Daniela, Mariana y Javier, sus hijos.

Gracias Javier, maestro, compañero y amigo, por todo lo que nos diste, no te olvidaremos jamás.

Sobre la edición 52, les presentamos las ponencias de la mesa Internet, Sociedad de la Información y Cibercultura del congreso de la ALAIC celebrado en Brasil durante el mes de julio. De igual manera, Octavio Rojas, importante publirrelacionista mexicano, nos honra con su presencia intelectual desde España al coordinar la nueva sección llamada "Comunicación Corporativa Hoy". Enhorabuena Octavio, muchas gracias y bienvenido.


Alejandro Ocampo Almazán
Director de Razón y Palabra