Por Marta de Arévalo
Número
52
Reconozco mi
antigua vestimenta
de lirios
y luz relampagueante.
Yo sé que vengo
de un distante país
crecido en sortilegio
y abierto entre mi sangre
como un surtidor
como una llave
como una tea
como un existir constante.
Reconozco la
fisonomía
de mi antiguo existir,
sé que fui antes.
Era mi corazón de nardo
distinto a las flores de la Tierra
estas manos de hueso y piel
no eran
y eran de luz y de alabastro.
Y el mirar
no estaba preso
en la órbita precisa
sino fragante,
perfume en transparencia
rondando entre los riscos
de aquella tierra
sin nombre y sin edades.
Del
Libro: La Luz en que vivo
Marta
de Arévalo
Escritora uruguaya. |