Por Francisco Vázquez
Número
54
Este árbol nerval
que comienza con mi abuelo
ha empezado a tirar sus primeras hojas.
El ya se fue
y ahora la madre básica, igual de la tragedia
agoniza herida por la familia rota.
Dos venas nos quedan
entre mi nacimiento y su muerte
Dos ojos que se nos hinchan en la ceniza
Si alargaras un poco el
brazo
podrías tocar estas flores azules
en el lugar que ocupan tus pies cansados
Emelia de Guadalupe Victoria
vieja de las horas que nos llenan las manos
baja ahora el corazón, habla menos cálido
Si nos queremos tanto
si nos damos otro fuerte abrazo
el doctor acusará que nos asesinamos
Duerme, sola tú
y el silencio
deja que vea en ti diciembre y ayer
la luz de tu patio, el colguije de rosarios
Si me prometes te cuento
te digo cómo está tu casa
la llave del agua, la hierba y el cántaro.
Volverás a la tierra
de todos tus días
entre la ventana que da al volcán
y la fuente que guarda el sol reflejado
Nos separa un respiro
el calor de mis miedos
y la agitación de tus años
Francisco
Vázquez Salazar
México. |