|
Por Jorge Martínez
Número
54
En
la penumbra del amanecer, en la casa,
pongo a calentar agua en la estufa.
Hace frío.
Siempre hace frío en noviembre.
Antes encendí la luz.
La iluminación repentina crea sombras.
Algo se desplaza pequeño sobre la mesa.
¿O son las mismas sombras que están
jugando?
Un pájaro novicio se ha estrellado en
el cristal de la ventana.
Me sobresalto.
Las plumas desprendidas siguen cayendo.
En tanto, en el prado el pájaro se agita
convulso.
¿Es el espíritu en problemas?
Una cucaracha trasnochada intenta cruzar el claro
de la cocina.
De un pisotón pongo fin a su carrera y
a su existencia,
crash, crash, crash,
crepita su lustroso caparazón bajo la
suela de mi zapato,
otra escapa, cada día alguna cucaracha
escapa,
se detiene tras la botella de aceite, no la puedo
alcanzar.
¿Las cucarachas sonríen?
Hierve el agua, preparo el café, me sirvo
una taza.
Danza un momento el aroma, luego se disipa en
el frío.
Me abrigo, siempre hace frío en noviembre.
Alguna gotas del vino de anoche sobreviven
entre migajas de pan y queso parmesano.
Recuerdo nuestras lenguas voraces, trenzadas,
besándose, devorándose después
de cenar.
El insecto que aplasté tiene las entrañas
embarradas en el suelo.
Continúa agitándose.
No es necesario limpiar, las hormigas se ocuparán.
Bebo un sorbo de café.
Miro a la otra, la que escapó, ella me
está mirando.
Agita sus antenas, mueve sus patas delanteras.
¿Sacó la lengua?
Está comiendo parmesano, ha sorbido una
gota de vino.
Tomo un periódico, lo enrollo.
Voy a matarla.
Me mira impávida, titubeo, me detengo.
¡Nos parecemos tanto!
Jorge
Martínez
Sociedad de Escritores de
Morelos, SEM, México. |