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Por Marisa Avogadro
Número
54
Estrella
de Navidad
Esta noche
la luna brillaba más que nunca. No era
una luna llena, sino un cuarto de luna grande,
blanca, rodeada de un mar de estrellas. El cielo
estaba azul oscuro, más azul que de costumbre.
De repente,
se observó que las lucecitas que surcaban
el firmamento comenzaban a danzar. Era un baile
rítmico, suave, como si una suave brisa,
de jazmines y mentas, las hiciera danzar.
La luna se movía
acompasada, con su collar de caracolas, acompañando
a las estrellas. Y en ese movimiento, apareció
una diferente. Era más grande, más
brillante, con una larga caballera de hilos de
seda, de oro y de cristal. Se ubicó en
un punto preciso del cielo, como indicando un
lugar.
En ese instante,
comenzó a caer sobre la tierra, una fina
llovizna de perlas diminutas: blancas, amarillas,
rosadas, celestes. Caían de las manos
de dos ángeles guardianes. Esparcían
en el mundo amor y esperanza.
Había
llegado la hora. La hora del nacimiento susurraban
las estrellas. Una alfombra de ternura se extendía
entre las personas: pequeñas y grandes,
blancas y negras. El Niño Dios nacía
en Belén, para dar salvación eterna.
Ojitos
de Ilusión
Miraba desde
el cielo azul profundo, amplio, inmenso. Una
noche tan especial. Tintineaban cual canto de
pajarillos salvajes, un mar de estrellas. Cuántas
casas, cuántas personas, cuántos
pensamientos.
Detenido por
los aires, seguía observando. Mis alces
ya cansados y con mucha sed. Observaba tantas
caritas!. Una muñeca para mí, susurraba
una pequeña. Un auto a control remoto,
repetía un niño. Y era un juguete
tras otro, una bicicleta, un jueguito de te;
una computadora, unos rollers...
Pero allí estaba Pedro. Ojitos de ilusión
mirando a través de la ventana. Campo
traviesa, la media luna se reflejaba en el lago,
repitiendo el pedido del niño. Esta noche
sólo quiero que todos los niños
del mundo tengan mucho amor. Los niños
que tienen casa y los que duermen en la calle.
Los que tienen mamá y los que ya no la
tienen. Los que comerán y los que no.
Los que trabajan y los que no.
Y al escuchar
ese pedido del corazón, hasta mis alces
tomaron nuevamente fuerzas. Miré hacia
abajo. Distinguí la humilde casa de campo
donde vivía Pedro y bajé. Tendrían
que haberle visto sus ojitos de ilusión.
Nunca olvidaré un rostro así. Y
con palabras entrecortadas, preguntándome
si realmente yo era papá Noel, le dije
que sí y que esta noche se cumpliría
su sueño: tendrían amor todos los
niños del mundo. Todos ellos tendrían
hoy ojitos de ilusión.
Duendenuevo
Verde y pequeñito
lo veo. Yendo de aquí para allá.
Verde de esperanza y alegría, con su gorro
lleno de cascabeles, que suenan como música
cada vez que él se mueve: tic, tic, tic;
tic, tic, tac.
Y se llenan
de luces blancas los edificios. Blanco de luz,
armonía y paz. Toca con su dedo el cielo
y las estrellas vuelven a tintinear.
Va de la ciudad
al campo. De las montañas al mar. Rosas,
celestes, algunos rojos, amarillos, verdes y
naranjas también. Trae una canasta llena
de alegría, esperanzas, deseos, ilusiones.
Aromas a jazmines, fresias y lavandas-
Se siente su
presencia, está llegando esta noche a
mi ciudad. Duendenuevo viene desde la
montaña a traer el año nuevo a
toda la humanidad!
Mi Amigo
Navidín
Esta noche
es tan especial. Necesito que Navidín
se vista de fiesta. Me iré volando a conseguir
adornos y un vestido de noche...
Ya estamos aquí.
Amigas luciérnagas, a la cuenta de tres,
lo iluminamos. Uno, dos, tres y giraron en espiral
las luciérnagas yendo desde la punta a
los pies. Farolitos parecían, estrellitas
diminutas tintineando al compás de la
música. Algunas blancas, otras amarillas
fosforescentes.
Ahora viene
danzando una bandada de mariposas. Banderitas
de colores: naranjas, amarillos, violetas, azules,
blancas, de rayas, lunares, onditas. Y a cada
momento está más lindo el vestido
que le estamos colocando a nuestro amigo árbol.
Navidín
es un pino alto, tan alto, que sólo volando
podemos llegar a sus extremos. Es verde, como
la esperanza; verde como la esmeralda y la menta.
Con perfume a pino recién mojado por la
lluvia.
Ahora también
están llegando los caracoles y se ubican
en ronda para hacerle ruiditos como cascabeles.
Hasta el cielo nos acompaña con la luna
redonda y grande, de ojos saltarines, tocando
una canción infantil.
El pino esbelto
no deja de mirarse y una amplia sonrisa fresca
inunda su cara. Nunca se vio tan lindo, tan especial,
tan colorido. Ya está casi listo: su aroma
y todo su traje a medida. Todo el bosque está
de fiesta, porque hoy llega el Señor.
Hoy nació en Belén, el Niño
Jesús y Navidín ya está
vestido, para alabar a Jesús que hoy ha
nacido.
El
Mago Danzarín
Hoy visité
a Navidín, el pino de Navidad y al resto
de pinos del bosque. Recorrí los cipreses
y abedules. Las pequeñas flores multicolores,
los lirios, las fresias.
Habían
árboles altos y más altos, de diferentes
tonos de verdes y a sus pies sus compañeras,
las flores silvestres y arbustos, piedras, insectos
coloridos. Toda una aldea.
Canté
con todos ellos las antiguas canciones que nos
dejaron mis abuelos los duendes. Y al terminar
de cantar, el Espíritu del Bosque me llamó
para hablar. Me contó del gran secreto
de la Danza Nueva que tengo que bailar. Su voz
era suave, como un susurro, como cuando una mamá
acuna en sus brazos a su bebé y me explicó
nuestra tradición y lo que yo debía
hacer.
El dijo muy
serio que yo, el Mago Danzarín, esta noche
del 31 de diciembre debería bailar con
todas mis ganas la Danza Nueva para
llenar la Tierra de amor y paz.
Navidín
abría cada vez más sus grandes
ojos saltarines, prestando atención al
mensaje del Espíritu del Bosque.
Se hizo la hora.
La hora en que la luna alumbra con más
fuerza el cielo y tintinean las estrellas. Di
vueltas y más vueltas, soplaba brisa suave
y fresca al compás de sonidos de otros
tiempos. Colores y olores como en primavera.
Mago Danzarín danza con clin, clin. ¡¡Danza
con tan, tan, llenando la Madre Tierra de Amor
y Prosperidad!!
Estrellita
de esperanza
El aire está
tan calmo, que llego a escuchar hasta el movimiento
de las pequeñas hojitas del árbol.
Azul, azul intenso se ve el cielo; como una alfombra
suave e interminable, con diminutas perlas blancas
que tintinean, suspendidas en el aire. Miro hacia
la tierra, estoy muy cerquita de la luna, que
canta y juega con las estrelllas.
Tiene que llegar
la medianoche y estamos todos a la espera. Los
latidos de nuestro corazón hacen que la
luz que tenemos suba y baje. Estamos todas mirando
a Belén, Tierra Santa en Jerusalén.
Escucho campanitas, los ángeles están
bajando a la tierra. La luna respira hondo y
despacio esparce un suave aroma a jazmines mezclado
con azahares y fresias Y yo y mis hermanas estrellas
comenzamos a brillar más y más...
En Belén ya nació el Niño
y con él la luz de esperanza para la humanidad.
Los Reyes Magos
traen sus ofrendas y también los pastores
del lugar. Cerremos lentamente nuestros ojos
y casi como un susurro, pidamos a la estrellita
de la esperanza, que hoy que nació Jesús,
llene nuestros corazones de paz, amor
y verdad.
Duendelín:
El Duende de la Verdad
Gluc, gluc;
gluc, gluc; van haciendo las gotitas de lluvia
al rodar y rodar. Cristalinas, transparentes,
de diferentes tamaños. Los rayitos de
sol, traviesos, juegan con ellas y forman un
arco iris.
Ahí está,
el arco iris llegó hoy y podré
viajar a la ciudad. No podía faltar. Todos
los años, la naturaleza extiende este
puente multicolor, para que los duendes viajemos
a través de él. Voy subiendo lentamente,
como si pisara sobre pedacitos de nubes, suaves
como algodones. Suenan clin, clin; los cascabeles
de mis zapatos mágicos. El azul de mi
ropa es cada vez más brillante, como el
cielo nocturno, plagado de lucecitas blancas.
Se siente un suave perfume a rosas y es el Hada
que viene a darme los regalos que a la tierra
debo llevar.
Duendelín,
me dijo el Hada, quiero que este año nuevo
visites a grandes y niños y les lleves
unos obsequios muy especiales: que les des mucho
amor y armonía y sobre todo, que llenes
sus corazones de Verdad. Por eso, a
partir de hoy, te llamaremos Duendelín:
el Duende de la Verdad y cuando las personas
necesiten tu ayuda, sólo tu nombre tendrán
que pronunciar.
Mtra.
Marisa Avogadro
Escritora, periodista e investigadora. Argentina. |