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Globalización Vs. Mundialización: La propuesta ético-humanística de Carlos Castillo Peraza

 

Por Alvaro de Gasperín
Número 56

Introducción
Decidí ocuparme en este ensayo del análisis de la globalización, porque me parece que como concepto y fenómeno se presenta como uno de los aspectos más importantes que los individuos y las colectividades (en este caso los llamados Estados-Nacionales) deben de enfrentar y resolver ahora que el tercer milenio comenzó con no muy buenos augurios para la comunidad internacional.

Asimismo es mi intención rescatar, ahora que las voces se multiplican en nuestro país como resultado de nuevas condiciones políticas (“cuando hay mucho ruido hay democracia, cuando hay silencio existe dictadura, decía el Barón de Montesquieu”) la voz de Carlos Castillo Peraza que por desgracia dejó de escucharse, ya que su muerte –el 9 de noviembre del 2000 en Bonn, Alemania- truncó la posibilidad de que su claridad y certeza de pensamiento político-filosófico, nos siguiera alimentando para analizar no sólo los hechos del mundo –que le gustaban e interesaban- sino los acontecimientos de la realidad mexicana que tanto le fascinaron y que vivió desde diversas trincheras y en diferentes momentos.

El pensamiento de Carlos Castillo Peraza –político, periodista, filósofo, académico- se manifestó a lo largo de su vida a través de la palabra escrita -misma que defendió de su carácter ético hasta su muerte- con su presencia en publicaciones periódicos, discursos, ponencias y libros que quedan como testimonio de una apuesta política-filosófica que el yucateco defendió a lo largo de su existencia.

La aportación de Castillo Peraza a la transición mexicana y a la agenda nacional es fundamental y su importancia será cada vez mayor con el paso de los años, sin embargo nunca dejó de ver y estar atento al mundo que lo rodeaba, y ya sea viajando o leyendo, fue capaz de entender, visualizar y digamos desenmascarar al fenómeno de la globalización, que se convirtió para muchos en los últimos doce años en la panacea que nos traería un “mundo feliz”, ahora que las “amenazas de la Guerra Fría y del Bloque Socialista” se habían derrumbado, junto con el icono de la división mundial: el Muro de Berlín.

En este sentido, pretendo con este escrito en primer lugar problematizar el concepto de la globalización, para después analizar la propuesta que, ciertamente no inventó Castillo Peraza, pero si hizo suya y defendió en diferentes trincheras acerca de que habría que anteponer al fenómeno arrasador y peligroso de la globalización, el concepto y la visión ética de la “mundialización”.

No está por demás decir que siempre será un buen momento para recordar a mi amigo Carlos Castillo Peraza al cual conocí en 1982 y cuya amistad tuve el privilegio de tener hasta su fallecimiento en el año de la alternancia, y por quien aprendí y conocí la importancia de la lucha democrática y sobre todo del estudio y la participación en la política, pese a que como él lo denunciaba en su libro “Disiento” de 1996 “la embestida generalizada que se despliega en nuestros días contra la política, contra lo político, contra los políticos, contra los partidos políticos y contra los parlamentos” (Castillo, 1996, p. 81).

Globalización: nuevo concepto para definir situaciones añejas…
Las dimensiones de la globalidad son amplias y complejas dado que el mundo actual transita por varios fenómenos internacionales que han sido denominados genéricamente como “globalización”.

Aunque según Joseph Nye (en Fernández, 2005)“la globalización se juega en la actualidad en tres tableros distintos: el militar, donde hasta ahora Estados Unidos mantiene la hegemonía, el económico, signado por las formación de bloques comerciales y donde nadie puede adjudicarse una hegemonía sobre los demás ni como país, ni como bloque, y el multifactorial donde se muestran una serie de problemáticas compartidas”, es evidente que el concepto y las características del fenómeno se manifiestan principalmente con los acontecimientos derivados de la desintegración del bloque socialista a finales de la década de los 80s. del siglo pasado y sobre todo con la consolidación de bloques comerciales –formales como la Unión Europea y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte e informales como el de los “Tigres Asiáticos” encabezados por Japón-; es decir, la globalización tiene en su esencia (como lo fue en siglos anteriores) un carácter netamente económico y comercial, que a diferencia de fenómenos parecidos en la antigüedad (como el mercantilismo de los siglos XV, XVI y XVII) en la actualidad tiene un elemento adicional y significativamente distintivo, los sistemas de información y las nuevas tecnologías en la comunicación y la computación, que evidentemente le dan un sesgo diferente, innovador y retador para las sociedades.

Para Ricardo Pozas (2004, p. 278):

La globalidad es, esencialmente, un fenómeno de simultaneidad de flujos y nuevas formas de poder, en el que la información, los capitales y las mercancías, así como los individuos atraviesan –mediante la informática- las fronteras sin ningún límite, lo cual produce una nueva modalidad de identidad: nómada y fragmentada, desligada de las “tradiciones nacionales cerradas.

Siguiendo con la exploración del fenómeno de la globalización que lo identifica en la actualidad con aspectos o asuntos fundamentalmente económicos, algunos autores lo caracterizan también con las siguientes novedades o ratificaciones. Uno de ellos, Raúl Trejo Delabre (1995, pp. 20-22) explica que

La globalización implica: i) una mayor intensidad en los flujos comerciales y de capitales internacionales, junto con el abatimiento de las barreras o los perfiles que antaño organizaban al mundo en zonas de producción de bienes específicos; ii) una disminución de la presencia pública del Estado, como regulador de la economía, pero también, por añadidura, de la relaciones sociales y políticas; iii) una mayor fuerza de las grandes corporaciones, ya que la globalización tiene como actores centrales no a los pueblos, ni a los gobiernos, sino a las compañías capaces de trasponer fronteras con sus productos, servicios y/o mensajes; iv) en la globalización se pueden identificar nuevas formas de ejercicio político: por una parte los intereses corporativos tienden a influir en la decisiones nacionales, por otra, la política doméstica llega a tener como marco de referencia el contexto internacional del cual se retroalimenta y v) ausencia de reglas claras, que a la vez sean nuevas, lo mismo en las finanzas que en las relaciones geopolíticas e intercambios culturales.

Como podemos apreciar en las definiciones anteriores, la globalización, nacida esencialmente económico-comercial, ha ido transformando de manera paulatina los aspectos de la cultura individual y social, así como la manera de entender e interpretar los aspectos más profundos relacionados con la persona y la sociedad, ya que como también lo profundiza Ricardo Pozas (2004, p. 279)

Entre los rasgos distintivos de la globalidad está el surgimiento de lo que hoy podemos llamar la conciencia sobre la conexión global, actividad intelectual y valorativa reforzada por los medios de comunicación electrónica, capaces de llamar la atención inmediata de un público hacia acontecimientos ocurridos en lugares distantes, generando una situación de pertenencia y creando un nuevo imaginario colectivo que ha dado origen a una cultura planetaria de masas, cuyo rasgo fundamental es la pérdida de los referentes fijos y unidimensionales.

En un principio como lo dejan ver algunas de las definiciones analizadas, la globalización y sus efectos fueron entendidos y percibidos como fenómenos no solamente novedosos sino con resultados e interpretaciones optimistas acerca de la realidad mundial: el mercado, la libre competencia, la apertura de fronteras, los avances tecnológicos, harían sociedades más competitivas, más democráticas e incluso más justas; aquellas divisiones de los países en primer, segundo y tercer mundo que la Guerra Fría impuso desaparecerían para dar cabida a un “globo” más equilibrado (por lo menos económicamente hablando) y con tendencias a borrar desigualdades que el capitalismo se había empeñado en afianzar.

Por más de 30 años, el famoso Estado de Bienestar había sido la propuesta ideológica-económica del capitalismo Occidental para “competir” con el Estado planificador y centralizado de los países de Europa del Este. Una vez que los vientos de cambio llegaron a estas últimas naciones para comenzar sus procesos de transición, el “festejo” mundial por el triunfo de una sola propuesta ideológico-económico-política puso en el centro a la globalización como la panacea para cerrar un siglo signado por las guerras y el comienzo de uno nuevo que seguramente traería consigo consecuencias positivas, al fin y al cabo, se había llegado al “fin de la historia”.

No pocas voces en el mundo comenzaron a ponderar e incluso criticar que se apostara a la globalización y a la formación de bloques comerciales los buenos resultados que ayudarían sino a todas, sí a la mayoría de los países. Evidentemente con el paso de los años comenzaron a manifestarse otras condiciones que se fueron mostrando aparejadas con la globalidad, y ese fenómeno de interrelación mundial, apoyado por las tecnologías de información y comunicación, no sólo comenzó a socializar los buenos resultados sino a hacer compatibles los grandes problemas del tercer milenio a escalas nunca conocidas: así, el SIDA se globalizó, junto con los problemas ecológicos, el tráfico de drogas, los grandes desplazamientos migratorios, los choques culturales, el comercio de órganos, la formación de bandas de delincuencia organizada con mecanismos de interrelación a nivel mundial, la prostitución infantil y la pornografía, los problemas propios de la investigación científica (como la clonación) y una larga serie de conflictos éticos relacionados, por ejemplo, con la eutanasia, la tortura, el suicidio asistido y el ensañamiento terapéutico.

Es decir, esta internacionalización e interdependencia de las economías nacionales en el marco de un planeta que tendía a ser una gran unidad económica y un solo gran mercado financiero, monetario, bursátil y comercial funcionando las 24 horas del día, compartió otras problemáticas que pusieron en alerta a quienes percibieron serios peligrosos aparejados con el proceso de globalización.

Las objeciones a la globalidad tal como se manifestaba, empezaron a darse a todos los niveles y en todo el mundo, aunque fueron, lógicamente variopintas. Para algunos círculos intelectuales y académicos la postura tendría que ser tajante: la globalización era el mal del tercer milenio y habría que combatir todas sus formas de expresión y manifestación; así en el mundo se organizaron quienes se opusieron, haciéndolo incluso de manera violenta: fueron bautizados como “globalifóbicos”.

Otros optaron por la oposición, no violenta pero sustentada en un razonamiento ideológico, incluso también con una negativa tajante al fenómeno globalizador, desacreditándolo en todas sus manifestaciones aunque con un doble lenguaje implícito: “niego a la globalización pero me beneficio y utilizo intensamente sus aportaciones”.

Una tercera línea de análisis, se ubicó en la crítica constructiva a la globalización que implicó no sólo reconocer sus ventajas sino alertar sobre el peligro de sus desventajas y sobre todo ofrecer digamos una “tercera vía”; así, esta corriente trató de darle una perspectiva a la globalización para tratar de modificar sus bases de estructura y funcionamiento y fundamentación ideológica.

Uno de los pensadores insertados en la tercera opción fue el mexicano Carlos Castillo Peraza, quien fiel a sus ideas acerca de la ética en el uso del lenguaje apostó en primer lugar por cambiarle de nombre a la globalización para proponer uno nuevo: mundialización.

¿Del globo al mundo o del mundo al globo?
Castillo Peraza se ocupó de la globalización de una manera periférica, ya que bien sabemos los temas de la agenda nacional ocuparon la mayor parte de sus reflexiones; por eso quizás, su propuesta acerca de las relaciones internacionales se haya diluido en un caudal de escritos, ponencias, libros y discursos que ofreció a lo largo de su vida académica, política y periodística, aunque cabe puntualizar que en su ejercicio de liderazgo dentro del Partido Acción Nacional, impulsó de manera decidida y definitiva la idea de estrechar vínculos internacionales y ampliar la presencia de su partido político en el mundo.

Sin embargo, desde mi punto de vista, uno de los textos que sintetizan la idea de la mundialización en el pensamiento de Castillo Peraza, fue una ponencia que presentó en el seminario “Globalización e identidad nacional” organizado por Force Démocrate y la Internacional Demócrata Cristiana (IDC) el 6 de noviembre de 1997, en París, Francia.

Este documento que un año después el autor redondeó desde el punto de vista de la forma y el contenido, fue publicado por la revista Nexos en 1998 ya con el título “De la Globalización a la Mundialización”. La versión final del mismo se publicó en el 2003 como parte de los textos de “filosofía política” de Carlos Castillo Peraza en su libro “Apuesta por el mañana” editado por la Fundación Rafael Preciado Hernández A.C.

Los aspectos fundamentales que el intelectual mexicano sostiene para cambiar la forma (no sólo la palabra globalización por la de mundialización), sino el contenido, por una visión humanística-ética del mismo fenómeno, pueden sintetizarse de la siguiente manera:

a).- Parte de la palabra misma, al puntualizar que “globalización” viene de “globo” y que a su vez “globo” nos llegó del latín “globus” –para nada inglés- término equivalente en español a “bola”, “esfera”, “canica” y que los matemáticos, los geómetras, los navegantes de antaño encaminaron sus esfuerzos y afanes a demostrar que la tierra, era un globo, una esfera. “Globo” como tal comenzó a utilizarse a mediados del siglo XV.

b).- Apoyándose en Juan Coralinas, el autor dice que “mundo” es palabra hija de “mundus” y que apareció en nuestra lengua el siglo XII, mucho antes que “globo” y que sirvió para referirse al sitio habitado por seres humanos, tanto en su versión sustantiva como en las muy variadas y adjetivadas como “el otro mundo”, el “inframundo” o el “supramundo”. El “mundo”, concluye Castillo Peraza en este primer acercamiento, es en consecuencia, “el globo” cuando éste es pensado y tratado como lugar de los humano, como realidad humanizada, como domicilio y demora de los hombres.

c).- Coincide en su texto, como muchos, que la globalización no empezó recientemente y que todas las realidades de la moderna globalización “buenas o malas”, son realidades “globalizadas” para los cuales el planeta es ese “globo” de los científicos, los técnicos, los comerciantes, los financieros, los tarjetahabientes, los narcotraficantes y los ladrones” (Castillo, 2003, p. 82).

d).- De la misma manera, Castillo Peraza resalta que en tanto fenómeno económico, la globalización se da hoy en el marco de tres revoluciones: la de la internacionalización acelerada de los grupos industriales; la del desarrollo tecnológico cuya velocidad solo tiene como límite la obsolescencia programada de las nuevas máquinas y finalmente el ascenso, en términos de poder, de la esfera financiera que tiende cada vez más a autonomizarse en relación con los otros componentes económicos”.

e).- Partiendo del eje estrictamente económico-financiero-informático, el intelectual yucateco no tiene duda en afirmar que “la globalización vista así no sólo genera pobreza y miseria sino, lo que es peor y más destructivo, convierte en prescindibles –que es peor que marginados- a millones de seres humanos” (2003, p. 84), con el agregado dramático también que bajo esa lógica, la política, la ley, el Derecho, van muchos pasos atrás de la economía y la ciencia y las aplicaciones de ésta, muchas veces importantes para hacer razonables, es decir, humana, justa y buena, la racionalidad técnica y económica de la globalización.

f).- Al insertarse de lleno a la negación del carácter ético-humanístico de la globalización tal como se entiende y manifiesta en la actualidad, el intelectual fallecido en Bonn, Alemania, se apoya en Paul Ricoer, cuando explica que el hombre vive bien cuando el trabajo que hace no sólo responde a exigencias imprescindibles de racionalidad, sino además cuando lo que logra gracias a ese trabajo le parece humanamente sensato. Lo “global”, apunta Castillo Peraza, en los días que corren, responden a la racionalidad necesaria. Lo “mundial” sería lo que completaría lo racional con lo razonable.

g).- Siempre insistente en el valor de la política, Castillo Peraza niega que al oponerse a la globalización, que significa apertura en todos sus aspectos, quiera regresar –ni siquiera insinuarlo pretende- a los estatismos lamentables que se fueron derrumbando poco a poco y que todavía por desgracia existen unos que otros; al contrario, en su perspectiva la mundialización requiere de Estados nacionales y de leyes e instituciones internacionales, es decir, mundiales y mundializadoras que nos salven de pagar retrospectivamente y con intereses lo errores cometidos durante las farsas autoritarias de nuestras historias y que se eviten los nuevos autoritarismos, que si bien pueden dar prueba de cierta eficacia en períodos de expansión, resisten mal a la hora de las crisis económicas.

h).- Sin dejar de reconocer que el mercado es la pieza básica del proceso de globalización, en Castillo Peraza caben algunas consideraciones. La primera, señala, es que “sin regulación alguna, dejando enteramente a la oferta y la demanda a lo largo y ancho del planeta como único motor y única medida del proceso de “globalización” ya son visibles los estragos que se pueden producir”. (2003, p. 88).

Incluso abunda que

En la hipótesis de que la ley de la oferta y la demanda fuese ley de la naturaleza, no hay que olvidar que ésta puede ocasionar catástrofes y que el propósito de cualquier economía es dejar atrás la muy natural eliminación de los débiles por los fuertes. El hombre está en el mundo para humanizar la naturaleza, no para ser devorado como uno más de los animales que forman parte de ella. (2003, p. 88).

i).- Finalmente Castillo Peraza establece dos distinciones importantes y que concretan su reflexión ético-humanística: es pues necesario –enfatiza- “globalizar” en términos de la economía, para evitar el renacimiento de los nacionalismos estatistas y populistas y “mundializar” al mismo tiempo en los de la política, para evitar la deshumanización regresiva del “globo”. No habrá “mundo” si se permite al mercado imponer su ley, lo que no es, no puede ser, ni debe ser económico; tampoco lo habrá si se pretende imponer públicamente controles irracionales al mercado, en lugar de hacer razonables, sensatos, justos y buenos, los resultados del mercado por medio de la ley. Sí a la economía de mercado. No a la mercantilización de toda la vida social. Hay y deberá incluso de haber “globo”, si y sólo si hay mundo”. (2003, p. 90).

Consideraciones finales
La idea de la mundialización, como se había mencionado anteriormente, no nace en México ni es Castillo Peraza su principal impulsor, sin embargo, forma parte de una aportación importante a la filosofía política contemporánea.

Sin embargo la mundialización y su propuesta ético-humanística no deja de tener algunas consideraciones, que sin invalidarla, no debemos de dejar de mencionar. El académico serbio Dejan Mihailovic (2003) al referirse al fenómeno de la globalización señala que “los grandes e importantes cambios impulsados por ésta lograron que la ola neoliberal se consolide en dos dimensiones fundamentales. La primera tiene forma condicional en la cual se entrelazan primordialmente los elementos geopolíticos, de estrategia militar y de cultura, en general, la condición del “nuevo orden mundial” y la segunda dimensión es más procesual y sus características se discuten actualmente a través de los términos como “globalización” o “mundialización”, y los temas dominantes son más de índole económica”.

Para el académico arriba citado, la discusión del concepto globalización-mundialización, forma parte de un debate que sólo trata de marcar diferencias, inicialmente lingüísticas y periféricamente profundas acerca de la problemática que implica el fenómeno globalizador. En una primera instancia se podría pensar que la globalización es tal real y que no tiene punto de retorno que solamente queda debatirla en la vertiente de sus daños y no en sus posibles beneficios e incluso en una nueva forma de interpretarse y operar en el mundo real, a través de la variable económica.

Proponer la mundialización no pretende, desde mi punto de vista y desde quienes empujan esta consideración, quedarse sólo en el nivel semántico que adjetiva a un fenómeno actual, sino procurar una visión ético-humanística, que quizás utópica por su “idealismo”, genere un proceso de reflexión, que sin llevarnos a una posición de rechazo a ultranza (como lo pretenden los globalifóbicos) o de una postura acomodaticia (como tal parece suele manifestarse en muchos ámbitos académicos e intelectuales) nos permita una opción alternativa.

Como las grandes utopías del siglo XIX, que alertaban y criticaban el capitalismo industrial de la época, ahora la utopía de la mundialización puede ser un instrumento de análisis para desenmascarar al fenómeno de la globalización que entre sus más dramáticas manifestaciones hacen girar en torno a una economía al servicio de los mercados y no al servicio de las personas, pero que sin poder negarlo, ha llevado a procesos de intercambio nunca antes vistos, fenómenos de comunicación jamás pensados y complejas interrelaciones interculturales hace 20 años inimaginables.

¿Tiene punto de retorno el proceso de globalizador? ¿qué tanto cambiarán las condiciones geopolíticas en los siguientes 20 0 30 años? ¿habrá maneras de enfrentar y resolver los problemas que ha acarreado la globalización? ¿seremos capaces de dialogar como culturas ahora que las nuevas tecnologías nos lo facilitan? ¿podrá la globalización cerrar la brecha entre países ricos y pobres, entre naciones interconectadas y las otras que tienen poco o nulo acceso a la información?. Evidentemente todos las interrogantes anteriores y decenas más no tienen una respuesta definitiva ya que lo único cierto del incierto futuro mundial es que llegará, sin embargo las reflexiones que hasta ahora se han hecho no miran con mucho optimismo a la globalización vista como ahora se ha manifestado.

Sin ser inocentemente optimistas, no puede uno dejar de tener una visión alentadora que ofrece el concepto de la mundialización defendido por Carlos Castillo Peraza. Desde el momento en que la persona humana, su dignidad, sus valores inherentes a la vida y el respeto a ésta, se convierten en lo más importante para las relaciones interpersonales, sociales y mundiales, la ética deja de ser una búsqueda y se convierte en un eje rector de la condición del individuo.

La mundialización no debe verse como un acto de resistencia ante los innegables y sorprendentes cambios a nivel científico, tecnológico, técnico, social, económico y político ni tampoco como un llamado al trivalismo y a la cerrazón de grupos nacionales y religiosos que seguramente derivarían en nacionalismos y fundamentalismos, sin embargo sí debe aceptarse como una postura que centra al ser humano como lo más importante de todo lo que acontece, bajo el razonamiento de Castillo Peraza de que “se pasa del “globo” al “mundo” cuando el “globo” es abordado en cuanto a tierra de hombres, habitación de familias y pueblos, lugar en que los seres humanos se organizan para vivir humanamente coordinando razonablemente sus racionalidades, sus libertades, sus dignidades en beneficio del conjunto, con base en una ley justa y una autoridad legítima”.


Referencias:

Castillo Peraza, Carlos. Disiento. Editorial Plaza&Janes. México. 1996.
Castillo Peraza, Carlos. Apuesta por el mañana. Editorial Fundación Rafael Preciado Hernández A.C. México. 2003.
Fernández Santillán, José. Apuntes para la clase de Filosofía y Pensamiento Político Contemporáneo. Doctorado en Estudios Humanísticos con especialidad en Ética. Tecnológico de Monterrey-Campus Ciudad de México. Enero-Mayo del 2005. México.
Mihailovic, Dejan. La democracia como utopía. Editorial Humanidades Tec-Porrúa. México. 2003.
Pozas Horcaditas, Ricardo. “Globalidad” en Léxico de la Política. Laura Baca Olamendi y otros. (compiladores). Editorial FCE. México. 2004.
Sabine, George H. Historia de la teoría política. Editorial F.C.E. México, 2004.
Trejo Delabre, Raúl. La nueva alfombra mágica. Usos y mitos de Internet, la red de redes. Editorial Diana-Fundesco. México. 1996.


Mtro. Alvaro de Gasperín Sampieri
México.