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Abril - Mayo
2007

 

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Chocolate con Sorpresa

 

Por Marisa Avogadro
Número 56

A lo lejos, estaba la cabaña en el bosque de pinos y fresnos. Luis contaba uno a uno los confites: amarillos, naranjas, verdes, azules, rojos y violetas.

Amarillo de sol brillante como sus sueños. Naranja de dulce que tanto le gusta. Verdes de esperanza. Azul como el cielo profundo. Rojos de cerezas y violetas como las flores del jardín de la riqueza. Estaban todos juntos, para ser puestos dentro de los conejos de chocolate que había cocinado la Abuela. Siempre se seguía la receta mágica, que se pasaba de madre a hijas en la aldea.

Preparados ya los conejos marrones y blancos suaves, plenos de aroma a chocolate caliente, puestos en la mesa. Llegó la hora señalada, la medianoche y la Abuela comenzó a llenarlos, con los confites de sorpresa.

Uno a uno, ayudaba Luis a colocarlos en el Interior del conejo, que luego la Abuela cerraría con más chocolate caliente. Era una ceremonia de alegrías, esperanzas, ternura y paciencia.

Terminada la tarea, la cocinera y su ayudante, cerraron sus ojos como pidiendo un deseo de chocolate y fresas.

Esa misma noche, el Hada de la Nobleza, repartió los conejos de chocolate en la aldea. Y cuando Luis recibió el suyo, supo que se haría realidad su deseo: jugar todos los días en el jardín colorido con su amiga Rosa, la flor de sus sueños.

¡Dedicado a mi Madre!


Mtra. Marisa Avogadro
Docente y escritora argentina, Argentina.