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Abril - Mayo
2007

 

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Los Jóvenes y la Politíca: Perogrullo está Equivocado. Problemas y soluciones a la involuntaria apatía politica en los jovenes

 

Por Miguel Lara
Número 56

Actualmente son muchos quienes dan por sentado, como verdad de Perogrullo, que los jóvenes en nuestro país no tienen interés en la política y que no participan en ésta debido a la apatía inherente a su grupo de edad. Sin embargo por medio de este ensayo me propongo demostrar que Perogrullo, acaso por primera vez, está equivocado. Si bien, como repite la oración, en las elecciones federales de 2003 el 70% de los jóvenes no votó, esto no quiere decir que estén desinteresados en la política y que el problema esté de su lado, el problema radica del lado del sistema político existente en nuestro país y en el escaso futuro que les ofrece nuestra patria. El origen del escaso interés, de la reducida información y de la mínima participación en política por parte de los jóvenes tiene dos vertientes que generan una apatía involuntaria, una general, atribuible al sistema político existente y otra particular, imputable a la distancia entre los jóvenes y las vías de participación en su país y a un futuro que les fue cancelado desde los setentas. Este ensayo busca iluminar las causas que generan esta involuntaria apatía juvenil y en la forma de cómo vencer la misma, para así ganar este espacio que nuestra juventud y nuestro país tanto necesitan.

Un sistema político cerrado hace que los jóvenes que buscan participar en él no lo puedan hacer y en este sentido, veo tres grandes causales para esta apatía generada por el sistema y por lo tanto involuntaria. En primer lugar, la democracia es el poder participar en las decisiones que afectan a nuestro país, y en este rubro, México es un lugar donde parece privilegiarse el voto sobre otras formas de participación. Las otras formas de participación, como la formulación de iniciativas populares, la canalización de demandas ciudadanas o la pertenencia a asociaciones civiles, parecen distantes de una población a la que sólo se le otorga una voz cada tantos años para luego, entre elección y elección, estar condenada al silencio. En segundo lugar, la distancia entre representantes y representados es también un problema a vencer. Por un lado, el que doscientos diputados1 provengan de listas de partido hace que éstos sean responsables ante éste y no ante la ciudadanía, y por otro lado, el resto de los diputados, si bien ocupan una curul a través del voto que le dan los ciudadanos2, al no existir la reelección, nuevamente dejan de ser responsables ante su electorado. De esta manera, la juventud siente que no tiene un decir al menos que deposite la boleta en la urna y por lo tanto pierde interés en la situación política del país. En tercer lugar, la existencia de una mínima cultura de rendición de cuentas y de una alta corrupción en los representantes merma también el interés de los jóvenes. Cuando se revelan escandalosas conversaciones entre empresarios corruptos y gobernadores, por ejemplo, la juventud observa que a pesar de los posibles crímenes cometidos, estas autoridades permanecen en sus cargos. Además, los jóvenes al ver que muchos de sus representantes aplican todavía la vieja consigna de “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error” y al ver que quienes desfilan por San Lázaro son “los mismos de siempre”, se alejan de la participación ya que no trae consigo respuesta a sus demandas.

Entre las causas particulares de la apatía involuntaria entre los jóvenes tenemos principalmente la cancelación de su futuro a partir de la década de los setenta, además de los reducidos espacios reservados para ellos en las estructuras de poder, de toma de decisiones y de participación en los asuntos públicos del país. Mientras antes teníamos empresas como la de 1968 donde los jóvenes buscaban una mayor libertad de expresión o detener una guerra, hoy tenemos a jóvenes preocupados por cuestiones más terrenales y de corto plazo, enfocados simplemente en al menos encontrar un empleo o en poder consumir más. Con la crisis del modelo de posguerra y con la implantación del Consenso de Washington, vino una nueva etapa que canceló el futuro de los jóvenes y frustró su ser incluso a nivel mundial. “¿Para que participar en una sociedad de la que no soy parte?” es el reclamo de millones de jóvenes que se ven excluidos, y que, como diría Maslow, al no poder satisfacer sus necesidades más básicas, menos participarán en el futuro de su país. A los jóvenes muchas veces no les interesa lo que sucede en su sociedad porque como jóvenes sienten que no forman parte de ese país que gobierna y toma decisiones y de ese país donde existen oportunidades. En este tenor, los jóvenes se sienten insatisfechos como ciudadanos, ya que a diferencia de los jóvenes de antes, tienen menos oportunidades de participar en la política de su país, de tener un empleo bien remunerado y de progresar en la vida. En segundo lugar, los jóvenes estiman que las maneras más importantes de participar en actividades públicas son trabajando en el gobierno (13.58%), militando en un partido (7.41%), siendo miembro de una organización ciudadana (71.20%) y protestando (7.81%)3. A partir de esto podemos entender fácilmente este abandono juvenil por la política. Para trabajar en el gobierno vemos que al privilegiarse la experiencia y las amistades, y ante la inexistencia de una buena profesionalización del servicio público, en realidad existen pocas oportunidades para ellos. En cuanto a la participación a través de partidos políticos, sólo basta observar que éstos piensan que simplemente por colocar a hijos de políticos importantes en el Congreso ya están cumpliendo con su cuota de jóvenes, cuando en realidad deben ser el mérito y el fomento a nuevas generaciones y no un apellido o una cuota lo que debe guiar esta colocación. Para la participación a través de organizaciones es suficiente entender que en México se privilegia al voto en detrimento de otras expresiones y que éstas muchas veces repiten los patrones de la administración pública al privilegiar la experiencia y los contactos. En cuanto a la protesta, sólo se precisa ver la cantidad de plantones y manifestaciones que desfilan ante los ojos de los gobernantes y en sus pantallas de televisión sin ser atendidas. La política es tradicionalmente el reino de la esperanza, pero cuando ésta dejó de cristalizarse con la falta de empleos y redes de protección social, los jóvenes se alejaron del reino y por lo tanto de su responsabilidad como ciudadanos.

Perogrullo está equivocado. Si actualmente no vemos a jóvenes en cafés, clubes o universidades, por ejemplo, hablando de política, esto no se debe a algún mal generacional, a la corta edad de este grupo o a su mal atribuida apatía “intrínseca”, sino que se debe a otros factores ajenos, principalmente vinculados con un sistema político cerrado y cuyos canales de participación para los jóvenes son escasos y limitados. La prueba patente e histórica de que la juventud busca representación y participación y está interesada en la política fue el 2 de octubre de 1968, fecha que expresó las contradicciones de un sistema que cerraba espacios a la juventud. En la actualidad, por un lado tenemos ciertos aspectos de nuestro sistema político que afectan a la sociedad en su conjunto y por lo tanto a los jóvenes y por otro lado tenemos expresiones que sólo afectan a los jóvenes en particular. En cuanto a lo general, los problemas del excesivo énfasis en el voto sobre otros vehículos de participación, de la distancia entre representantes y representados, de la nula rendición de cuentas y de la corrupción, y en cuanto a lo particular, la falta de oportunidades, la escasez de espacios para jóvenes en la toma de decisiones del país, y la falta de una comunicación adecuada son los problemas clave que hay que vencer para así lograr la información y el interés por parte de los jóvenes en un país del cual ellos deberían de ser los primeros agentes de cambio y de construcción del futuro que desean tener.


Notas:

1Diputados de Representación Proporcional o “Plurinominales”.
2Diputados de Mayoría Relativa electos directamente en los 300 distritos electorales del país.
3 De acuerdo con la “Encuesta de temas de interés para los jóvenes 2005” , del Instituto Mexicano de la Juventud.


Miguel Lara