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2007

 

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Estratos de Tiempo y Velocidad. La comunicación que hemos conocido, la comunicación posible

 

Por Héctor Gómez
Número 57

¿La revolución digital?
Jay David Bolter (2003: 15), director del New Media Center del Instituto Tecnológico de Georgia, ha expresado que si existe un campo de estudio de los nuevos medios, es una combinación de estrategias que se han establecido para entender y trabajar con los primeros medios, y que los nuevos medios digitales constituyen un fenómeno cultural y económico por todo el dinero que se está invirtiendo en este nuevo tipo de formas, como los videojuegos, los web sites, gráficos para computadoras, películas y televisión. Es por ello, dice Bolter, que ante la revolución de lo digital, varias disciplinas académicas están dirigiendo su atención hacia esas formas para buscar como sus perspectivas disciplinares son relevantes.

La revolución de lo digital, en visiones como las de Bolter, entonces, lleva consigo varias cosas: el reconocimiento de la relación de los primeros medios a los medios digitales, tanto en lo que se refiere a sus discontinuidades como en sus convergencias; la tendencia iterativa entre conocimiento y aplicación de las tecnologías que soportan el desarrollo de los nuevos medios; su presencia e impacto en la economía por el alto grado de inversiones en tecnologías diversas y diversificadas para distintas actividades sociales.

Vistas así las cosas, la revolución digital es un fenómeno económico y cultural que va más allá de los tradicionales medios de comunicación, pero que décadas antes comenzó con ellos (Eco, 1986: 182), y en los tiempos recientes la dimensión de la cultura se ha convertido en uno de los factores prioritarios que dinamizan a la economía del consumo a través de los medios tradicionales y los nuevos medios (Sennett, 2006).

Así, no es únicamente la expansión y generalización en lo económico y lo cultural, sino las nuevas formas como lo están haciendo los nuevos medios, que tanto tienen algo de continuidad con los medios tradicionales, como hay algo nuevo, inédito, experimentado como una zona de transición entre ambas que tanto se está experimentando, como se está comenzando a nombrar y a pensar. El hecho de que distintas disciplinas estén buscando su relevancia en este contexto, puede hablar de una nueva renovación de disciplinas y de paradigmas. Pero igualmente puede indicar que hay algo más y para lo cual es importante mirar a lo lejos en el tiempo, hacia aquellos momentos de revoluciones más profundas de la comunicación humana, ya que puede hacer evidente que estamos ante el fin de la comunicación que hemos conocido no sólo en las últimas décadas, sino en los últimos siglos, o bien de una bifurcación.

Lev Manovich (2002), por ejemplo, menciona que los nuevos medios digitales no solo han inventado nuevas formas de representar cualquier dato, sino que también se ha redefinido de una manera radical las interacciones con toda la cultura anterior, y, para él, la clave para entender los cambios es a través de responder preguntas como, ¿qué es un nuevo medio?, ¿qué es lo nuevo de los nuevos medios?

Responder esas preguntas conlleva una revisión histórica de los medios de comunicación en diferentes niveles y escalas temporales, ver su tanto la tensión, la línea de fuerzas que se concentran, y el sentido constructivo en el presente, los procesos irreversibles que abren sendas de lo posible para encontrar sus elementos estructuradores y estructurantes, los diseños que tienden a desplegarse y buscar nuevas trayectorias hacia el futuro (Prigogine, 1999). La innovación de cada medio de comunicación y tecnología de información, al insertarse en la vida social, económica y cultural, lo hace con diversas posibilidades de moverse por distintos estratos de tiempo y de velocidad.

¿La era de la comunicación?
Eric A. Havelock (1996: 55), en su libro, La musa aprende a escribir, comenta el hecho de que después del fin de la Primera Guerra Mundial, “todos escuchábamos la radio” y eso “planteaba a nuestra atención un nuevo tipo de exigencias e incluso ejercía un nueva presión sobre nuestras mentes”, y, de una o de otra manera, esa experiencia llevó más adelante a varios investigadores a estudiar la resurrección parcial de la oralidad a través de revisar la historia de la comunicación humana, que se puede observar en las obras de Innis, McLuhan, Ong, otros más y el mismo Havelock a partir de la década de los sesenta del siglo XX.

Varios de estos autores dirigieron sus estudios hacia el mundo de los griegos clásicos para investigar la crisis de comunicación humana “cuando la oralidad griega se transformó en la civilización de la escritura griega” (1966: 19), en algunos casos para entender lo que estaba sucediendo con la presencia de los medios de comunicación. Para el caso que nos ocupa, es interesante detenernos en una de las conclusiones a las que llegó Havelock a lo largo de sus investigaciones, donde expresa que…

Conseguí llegar a la conclusión de que dicha “tarea” no se ha de concebir como la de ofrecer unos sistemas de pensamiento rivales, sino como la invención de un lenguaje conceptual en el cual se pudieran expresar todos los sistemas filosóficos futuros (1996: 21).

La aparición de la filosofía griega ha sido vista como el paso del “mito al logos”, lo cual representó una revolución de observar la relación del hombre con el lenguaje para acceder a la realidad a como se había realizado en las culturas anteriores, y los sistemas de pensamiento que emergieron implicaban tanto nuevas estructuras discursivas y cognitivas, como la búsqueda, exposición y difusión de una diversidad de conceptos que pudieran dar cuenta de la nueva percepción humana de la realidad (Mas Torres, 2002).

El paso de la oralidad a la escritura, entonces, fue una revolución cognitiva y cultural impulsada por la filosofía (Piulats, 2006), y algo similar volvería a suceder con la “cultura de los libros”, como producto de su difusión y generalización a partir del invento de la imprenta, a finales del siglo XVIII ante los cambios políticos, económicos, sociales y culturales que parecían borrar todo el pasado de golpe y tajo. Como expresa Edward Said (2001: 37), son los momentos en que el campo estético gana autonomía y se separa de la moral y la mimesis, heredadas del pensamiento griego, y esto puede ser visto como la necesidad de una nueva estructura cognitiva tanto para percibir y actuar en la realidad, como la búsqueda de nuevos conceptos, o la resemantización de otros que permitieran realizarlo, para organizar la vida social y humana, el lugar del individuo en la sociedad, la relación del pasado con el presente, la interacción de las naciones, la edificación de los imperios de la modernidad, pues todo parecía entrar en procesos de desintegración y desorden generalizados.

El trasfondo de los cambios que se sucedieron a partir de finales del siglo XVIII, son horizontes históricos de la civilización más amplios y lejanos en el tiempo: modernidad, moderno sistema mundo, capitalismo histórico. Dentro de esas esferas amplias de la historia humana, la cultura del libro fue fundamental para la aparición de una nueva estructura de conocimiento a finales del siglo XVIII, y que se edificaría a lo largo del siglo XIX, pero ya no a través del sistema filosófico, sino por medio de la ciencia, aparecida desde el siglo XVII, y de las ciencias sociales y las humanidades, que se edificaron a mediados del siglo XIX, como lo ha expresado Immanuel Wallerstein, (1998).

Así, las ciencias sociales y las humanidades se convirtieron a lo largo del siglo XIX y del XX en las principales herramientas cognitivas para dar cuenta de la realidad, de las sociedades y del individuo, y, como expresa Edward Said (2005: 44), las improntas con las que aparecieron y se desarrollaron, fueron las del mundo occidental, europeo, en la conformación de un proyecto político, económico y militar, al propiciar no sólo una forma de entender y construir el mundo, la vida social, sino las pautas, valores y directrices de un tipo de conocimiento.

La política, la economía, la sociología, la antropología, fueron algunas de las disciplinas que comenzaron a revisar al mundo en transición y a nombrar la transición. La sociedad, la cultura y el individuo fueron tres de los principales objetos de estudio, de reflexión, las vías para nombrar la realidad y lo que acontecía. Las estructuras de conocimiento de la realidad se construyeron a partir de elaboraciones teóricas y discursivas, conceptos y concepciones elaborados por ellas, y las disciplinas madre fueron la sociología, la antropología y la psicología. La pregunta que toca hacer a esas disciplinas sociales y humanas es sobre lo que observaban y lo que dejaban de lado.

Eric Hosbsbawm (1971) ha señalado una serie de elementos que entraron en transición a partir de finales del siglo XVIII y a mediados del XIX. Un primer elemento fue el desarrollo de las comunicaciones, particularmente medios de transporte de tipo marítimo, primero, y el ferrocarril, que después tuvieron dos impactos fundamentales: modificaciones en la percepción del tiempo y la movilidad no sólo de bienes y productos, sino de personas de manera masiva. Con ello los procesos de integración tanto al interior de cada país, como al exterior, se pudieron dar de manera creciente, ser una base de la expansión del capitalismo, parte del desarrollo científico y sobre todo tecnológico, y permitió tener información de lugares del mundo que hasta el momento eran desconocidos y desarrollar una vida social basados en las formas de vida, ideologías y dinámicas de consumo, sustentados y desarrollados por los medios de comunicación y los primeros albores de la cultura de masas.

Es por ello que desde esos momentos, se puede rastrear un pensamiento de la comunicación que va de la mano con la edificación del mundo de la modernidad (Mattelart, 1996), que se presenta como un elemento de integración, de movilización, no sólo de las personas, sino de objetos, valores, sentimientos y conocimientos de la realidad, que en un primer momento va de la mano con la presencia de medios de transporte, pero después lo será a partir de los medios de comunicación eléctricos. Sin embargo, la comunicación y los medios de comunicación no fueron considerados para la elaboración del conocimiento de la vida social, de la vida moderna.

El comentario de Havelock de que “todos escuchábamos la radio” habla de que a principios del siglo XX, los medios de comunicación eran un elemento de transformaciones con impactos sociales y culturales amplios y profundos, pero también de que eran vistos y concebidos dentro de los marcos de la modernidad desde las ciencias sociales y humanas clásicas. Pero igualmente que en los mismos momentos de los que hablaba Havelock, había un movimiento de corte empresarial, político, militar y académico: comenzó el estudio formal de la comunicación, la acción de los medios de comunicación en la vida social.

Los estudios de la comunicación se centraron en lo social y en lo individual, al concebir a los medios de comunicación como herramientas de la vida social y cognitiva, y sólo hasta la década de los sesenta del siglo XX comenzó a entender que eran parte de una transformación más amplia en el tipo de comunicación humana, con la aparición de los libros de Mcluhan, Ong, Havelock, aunque estas visiones fueron recibidas con distancia, recelo y mucha crítica por gran parte de la comunidad académica de la comunicación.

En momentos en que para algunos pensadores de lo social y lo humano ha llegado el fin del moderno sistema mundo, o se ha entrado a una bifurcación del mismo (Hobsbawm, 2000), al igual que la modernidad, comienza a ser evidente que el mundo se encuentra y se mueve a través de un contexto de lo global, donde la posmodernidad se asoma y se expande a sus anchas por muchos rincones de la mayoría de los países, y entra en escena la revolución de lo digital y todo parece cambiar de golpe, recordando a muchos lo acontecido a finales del siglo XVIII (Ortiz, 2005).

A finales de la década de los ochenta y durante la de los noventa del siglo XX, el mundo pareció entrar en una nueva fase histórica, y la presencia de lo global, de la posmodernidad ha sido el gran escenario que ha implicado un cambio en las coordenadas del pensamiento social y humano, las cuales, como el mundo, han entrado en transición.

A mediados del siglo XX, las ciencias sociales y las humanidades habían realizado el “giro lingüístico”, y a finales del siglo el giro, para algunos, se tornó hacia lo “cultural”, pero para otros se inclinó hacia otro ámbito, que, empleando una expresión de Fredric Jameson (1999: 115) sobre la estética, ha sido el “sendero no tomado por la historia”, es decir, la comunicación. Más allá de los mismos estudios de la comunicación, otras áreas de conocimiento, reconocieron a la comunicación como parte central de la vida social, ya sea proponiendo que los medios de comunicación son los principales formadores y difusores de ideología, de producción de cultura (Thompson, 1993), de las formas simbólicas como se ha percibido, conocido y estructurado la vida social a lo largo de la modernidad (Thompson, 1998; Burke, 1996 y 2006; Briggs y Burke, 2002), o que es el elemento central que constituye a lo social (Luhmann, 1998; Luhmann y De Georgi, 1996).

Si a lo largo destiempo se ha ido reconociendo que la presencia de la comunicación, la acción de los medios de comunicación, son parte de la construcción social de la realidad (Vizer, 2003), la presencia de los medios digitales, entonces, no sólo es un fenómeno económico y cultural, sino que, empleando el título del libro de Lorenzo Vilchez (2001), representa una migración del tipo de comunicación que se ha empleado por décadas o siglos, y ello representa una nueva etapa histórica de la comunicación humana, donde ahora la misma comunicación tiene un papel central.

Pero, el punto es que en los tiempos recientes emerge otra comunicación, muy diferente de aquella con la que hemos convivido y de la que hemos conocido, y que, como aconteció en otros momentos con los griegos, los románticos del siglo XVIII, los científicos sociales del XIX, es necesario generar una nueva estructura de conocimiento y de reconocimiento respecto a sus especificidades, los cambios en la comunicación humana, las transformaciones sociales, culturales y cognitivas, y ello implica entrar en un momento clave para explorar los conceptos y sistemas reflexivos y discursivos que permitan dar cuenta de lo que está sucediendo para conformar un conocimiento de lo que vendrá.

¿Estratos de tiempo y velocidad?
Si estamos frente al fin de la comunicación que hemos conocido por mucho tiempo, igualmente hemos de reconocer que estamos en la transición del mundo que hemos conocido, como bien lo ha expresado Immanuel Wallerstein (2001), en la doble acepción de conocer: como cognoscere (como marco de la realidad) y como sciere (como el mundo del saber).

Una nueva comunicación humana no aparece de la noche a la mañana ni se generaliza de manera homogénea y estable por todos lados, sino que responde a varios procesos tanto en lo que se refiere al presente como al pasado. En el presente se está dando una etapa de fermentación de posibilidades que corren en paralelo, de tensiones y exploraciones, de tendencias y trayectorias diversas, que en sí mismas han implicado varias transiciones en pocos años y que encierran una corta pero compleja historia. En el pasado porque lo digital implica lo que Havelock (1996: 61) llama una “colisión” como sucedió entre lo electrónico y lo impreso, es decir, entre el pensar lo oral y el textual, y a partir del cual lo digital se expande a través de esos procesos históricos y culturales que no sólo han sido los contextos como nos hemos comunicado, sino como se ha estructurado la percepción (Piscitelli, 1995).

Punto importante para lo anterior es, por un lado, reconocer que nos encontramos en momentos de transición, pero, por otro lado, encontrar los trazos de la manera se está realizando: de los medios tradicionales a los nuevos medios, y dentro de los procesos y esferas que se han estado configurando al interior de los nuevos medios. Otro punto importante es que lo anterior ha llevado a considerar la urgencia de repensar no sólo a la comunicación que emana de los medios digitales, sino de los mismos cambios que se han estado realizando, y para ello se torna fundamental construir las perspectivas históricas para observar y pensar la presencia a los medios y sus cambios (Uricchio, 2004), así como para crear nuevas figuras de pensar (Najmanovich, 2001) sobre la comunicación y los medios dentro de los escenarios actuales.

Un escenario que podría ayudar a observar el factor histórico-constructivo de los medios de comunicación es pensarlos a través de diferentes estratos históricos, tanto en lo que implica dar cuenta del tipo y delimitación temporal de la experiencia social y cultural que propician cada uno, como del tipo de narración histórica de cada uno de ellos.

Al hablar sobre el proceso de escribir la historia, Reihart Koselleck (2001: 35) ha propuesta la metáfora de los “estratos del tiempo”, los cuales “remiten a formaciones geológicas que alcanzan distintas dimensiones y profundidades, y que se han modificado y diferenciado en el curso de la llamada historia geológica con distintas velocidades”. Expresa a partir de lo anterior:

Remitir a la historia humana, política y social, y a la estructura histórica permite separar analíticamente diferentes niveles temporales en los que se mueven las personas, se desarrollan los acontecimientos o se averiguan sus presupuestos de larga duración.

Para Koselleck, la historia vista de esta manera implica ver a la historia como una experiencia, un viaje de descubrimiento que implica considerar tres distintos niveles de experiencia, y que cada una de ellas implica diferentes velocidades de vivir y dar cuenta de las experiencias:

• Primer nivel: la unicidad, es decir, los acontecimientos que se viven como sorprendentes e irreversibles en la biografía personal, donde el historiador se pregunta por lo ocurrido, los motivos por los que ocurrieron, y cuyos acontecimientos tienen su propia historia donde el historiador ha de mostrar la fuerza de la experiencia para hacer evidente sus posibles procesos de repetibilidad.
• Segundo nivel: estructuras de repetición, es decir, aquellos acontecimientos que se repiten, al desplegarse en el tiempo, y que generan un proceso de acumulación de experiencias a una generación y que se convierte en una experiencia común, y que permite al historiador procesar las experiencias de la mayoría, señalar aquellas que son únicas e irrepetibles, hacerlas estables y, por tanto hablar de estructuras históricas de las experiencias.
• Tercer nivel: larga duración, son aquellas experiencias que sobrepasan las experiencias de las biografías de los individuos o de las mismas generaciones, cuyo ritmo es más lento que los anteriores niveles de experiencia, y que es un trasfondo en el que asimismo se mueven y se desarrollan, como ha sido la aparición del moderno sistema mundial, la modernidad.

Asimismo Koselleck (2001: 57) señala tres diferentes tipos de registros históricos que se relacionan con los tres niveles o estratos de experiencia:

• Registro de la historia: un tipo de historia que era común hasta el siglo XVIIII y que era la narración del tiempo reciente, parte de las experiencias inmediatas de los historiadores, la necesidad de guardar en la memoria aquello que ha de ser recordado, la lucha ante la imposibilidad de recuperar la experiencia como única, y que busca responder lo que ocurrió y como se llegó a ello.
• Continuación de la historia: aquella que es más vigente desde el siglo XVIII y que se trabaja con el curso diacrónico de la historia, donde se acumulan experiencias, se amplifica el tiempo histórico y se torna objeto de reflexión para darle un orden y organización.
• Reescritura de la historia: un tipo de historia cuyos fundamentos para determinar los hechos de las experiencias han de ser re elaborados, re escritos, porque las estructuras de las experiencias acumuladas se han modificado, y la historia, el lenguaje, el discurso y la acción no corresponde plenamente con lo anterior. La reescritura implica el retorno a las fuentes primarias, recuperar el estado general del conocimiento porque la experiencia se eleva sobre un nuevo nivel y por tanto se debe reescribir. La re escritura de la historia implica que los dos primeros niveles de experiencia se condensan, coinciden, se tensan y abren nuevas direcciones de posibilidades de experiencias hacia el futuro.

Nuestra impresión es con la aparición, en distintas etapas históricas, de diversas tecnologías y medios de comunicación, se ha pasado por los dos primeros estratos de experiencias del tiempo, pero sólo en determinados momentos ha sucedido que se ha puesto en crisis las diferentes etapas de la comunicación humana, es decir, en que se ha modificado el tercer nivel: el paso de lo oral a lo escrito, de lo escrito a lo impreso, de lo impreso a lo electrónico, y de lo electrónico a lo digital.

La presencia de una tecnología de información o un medio de comunicación puede ser considerado como un nuevo medio (Gunning, 2004), y que en un primer momento puede ser tomado como un elemento que transformará a la comunicación y la experiencia inmediata de la sociedad y de las personas, pero que en un segundo estrato puede perder vigencia, estabilidad, o integrarse dentro de una estructura de experiencia más amplia y prolongada. Dar cuenta de ello implica insertarlo dentro de un discurso reflexivo colectivo y que en sí mismo permita describir y dar cuenta de sus dinámicas y estructuras (Varela, 2000)

David Thorburn y Henry Jenkins (2004) proponen una revisión de la transición de los medios de comunicación y señalan que no sólo se ha de considerar que la presencia de los medios tradicionales y los nuevos medios dentro de un proceso que inicia con la experimentación, introducción, ubicación y estabilización en la dinámica social, sino que el mismo proceso es más complejo de lo que se ha considerado, y que la revisión histórica de este proceso puede ayudar en mucho a entender el proceso de transición a la nueva comunicación que silenciosamente se ha introducido y parece cubrir al mundo.

En un primer momento, la innovación implica una fase de experimentación, de fermentación de posibilidades, donde se ponen en tensión las prácticas, narrativas, formatos y estéticas precedentes, que sólo con el tiempo se hará evidente las líneas dominantes de la nueva reorganización de los medios de comunicación, y una tendencia hacia la interacción, hibridación y colaboración entre distintos medios. Esto mismo sucede con las reflexiones sobre los medios: de un primer momento que se reacciona con euforia o pánico, entusiasmo o escepticismo, se pasa a reflexionar para ganar autoconciencia de las implicaciones de la presencia de los nuevos medios, hasta que se puede dar cuenta de los cambios en las estructuras de la experiencia, de la acción de los medios en dimensiones amplias, como en la economía, la política, la sociedad y la cultura.

Los inicios de los estudios formales de la comunicación en ámbitos académicos en los Estados Unidos entre las décadas de los treinta y de los cuarenta del siglo XX, son en parte un indicio de esos trabajos de exploración tanto de la aparición y del desarrollo de los medios de comunicación, la prensa, el cine y la radio primero y después la televisión, retomando algunas tradiciones de pensamiento de la sociología y de la psicología, sin olvidar sus intereses económicos, políticos y militares. La década de los sesenta fue una renovación de las revisiones ante un escenario cultural y comunicativo que se realizó en Europa a través de algunas tradiciones de estudio de la cultura, los estudios literarios, la semiótica y la lingüística, y que se volvió a dar a mediados de los ochenta, cuando se hace visible y evidente una nueva etapa de la economía mundial, la introducción de tecnologías de información, cambios en la geopolítica a escala planetaria.

Los noventa comenzaron con la indeterminación de muchas cosas, con la sensación de que se vivían momentos de transición y cambio, la revolución de los medios digitales estaba ya en marcha. Lev Manovich (2002) expresa que la atención hacia los nuevos medios era hasta hace años era algo como una “cultura subterránea”, algo que despertaba poco interés, interés que comenzó a despertarse a finales de la década de los ochenta, y que en los noventa se dieron pasos decisivos, principalmente en Europa y Japón, como parte de un proyecto cultural y artístico, mientras que en Estados Unidos se realizó a través de industrias y laboratorios que desarrollaban tecnologías para la creación de artefactos tecnológicos y culturales para el consumo y su inserción en el hogar y centros de trabajo.

Para la aparición del New Media Reader, del MIT en el 2002, Manovich presenta seis propuestas para definir lo que son los nuevos medios, y con ello señalar qué es lo que tienen de nuevo, que no sólo representan algunas de las reflexiones del mismo Manovich sobre su trabajo previo, sino de una comunidad de investigadores, artistas, técnicos, y científicos de diversas áreas de estudio y de aplicación dentro de universidades y laboratorios. De acuerdo con Manovich, entonces, la etapa de estudio y exploración es corta en el tiempo, aunque profunda en sus impactos diversos, y se encuentra en etapa de exploración, introducción, y en paralelo de reflexión, de definición, que aún tardará en generarse una visión más completa y sistemática, pero que ha tenido el impacto de propiciar una revisión de la historia de la comunicación, de los medios, y nuestros conocimiento sobre ellos.

¿La comunicación que hemos conocido?
Desde hace algunos años hemos trabajado la manera como la sociología cultural ha sido históricamente una fuente científica para la comunicación, con mayor énfasis en América Latina y México. A partir de ello hemos revisado varias tradiciones de estudio de la cultura y algunas tendencias de la sociología cultural que han aparecido desde el siglo XIX, así como el lugar que han ocupado dentro el pensamiento social.

Esto último es importante ya que para quienes han trabajado la sociología cultural han señalado que tradicionalmente se le ha ubicado como una área periférica, secundaria, marginal y subdesarrollada dentro del pensamiento sociológico, aunque ello no ha implicado, como expresa Antonio Ariño (2000: 7) que “los aspectos culturales de la modernidad hayan quedado al margen de la reflexión sociológica, pues de hecho desde los padres fundadores hasta la actualidad podremos seguir un filum de tratamiento riguroso de determinadas problemáticas (análisis de la religión, la ideología, la racionalización, la vida urbana)”. Si embargo, a partir de la década de los sesenta del siglo XX, las cosas cambiaron y la sociología cultural comenzó a tener un lugar menos secundario y cada vez más protagónico.

La sociología cultural no ha sido históricamente la única fuente científica de la comunicación, pero ha sido una de las principales desde la década de los ochenta del siglo XX, de una manera tal que los estudios de la comunicación de masas y los estudios de la cultura, con gran énfasis en los estudios culturales anglosajones, se han convertido en “los continentes de la comunicación” (Galindo, 2005: 157). Para muchos, pensar la comunicación es pensarla desde la cultura desde esos momentos.

Es decir, desde la década de los sesenta, la aparición de los estudios culturales y de otras tendencias de estudio de lo social y humano, giraron hacia el tema de la cultura y encontraron a los medios de comunicación como las principales instituciones productoras de cultura y de ideología. En la década de los ochenta, los estudios de la comunicación giraron hacia la cultura como la plataforma de análisis de los procesos de comunicación y de la acción de los medios masivos. Es en esta última etapa donde ambas perspectivas se entrecruzan, convergen, dialogan y por momentos caminan en paralelo, aunque no del todo ni da la misma manera.

La aparición de los estudios culturales británicos en los sesenta fue parte de la transformación de una tradición de estudios de la cultura que se remite a finales del siglo XVIII, y su desarrollo fue parte de una etapa de dialogo con otras perspectivas de estudio de lo social, lo humano que provenían de otras tradiciones de estudio y que en esos momentos entraron en una etapa de fermentación y de construcción de nuevas pautas de conocimiento. Así, observar la presencia de los estudios culturales conlleva entender procesos históricos y cognitivos más lejanos en el tiempo, y ver la manera como se fueron desarrollando hasta que en la década de los ochenta se asoma un tipo de sociología cultural, donde además de los estudios culturales británicos hay que incluir una herencia de pensamiento europeo, principalmente proveniente de Francia.

Por su parte, los estudios de la comunicación de masas remiten a una historia más corta en el tiempo, pero con extrema complejidad y variedad, y que en gran parte provenían de Estados Unidos. En los sesenta entran en una etapa de fuerte cuestionamiento ante la crítica a los paradigmas dominantes con los que se había trabajado, y los setenta fue una etapa de fermentación, y para los ochenta se encuentran con los estudios de la cultura, con la sociología cultural.

Es por ello que desde la sociología cultural, podemos ubicar tres grandes etapas del desarrollo de algunas tradiciones de estudio de la cultura:

• Primera: desde el siglo XVIII hasta aproximadamente 1950. Es la etapa de una sociología de la cultura clásica.
• Segunda: de 1960 a 1980. Son los momentos de fermentación para conformar una nueva sociología de la cultura.
• Tercera: de 1990 al 2000. La etapa donde podemos encontrar las nuevas tendencias de la sociología de la cultura.

Intentando relacionar esas tres etapas de las distintas tradiciones de estudio de la cultura con los estratos de tiempo de Kosalleck, podríamos decir que en cada una de ellas están presentes los tres niveles, es decir, cambios en las experiencias de vivir lo social, o como expresaría Raymond Williams (1980), de estructuras de sentimiento, que llevan a trabajar y escribir sobre las experiencias: registrando la historia, continuando el registro de la historia, intentando re escribir la historia, entendiendo en algunos casos dar una síntesis teórica, o abrirla.

Una revisión de los estudios de la cultura y de la comunicación a lo largo del tiempo para observar la manera como han trabajado en diferentes niveles de estratos de tiempo y velocidad, no es tarea fácil y requiere de más espacio y desarrollo teórico y conceptual. En mucho porque la cantidad de obras es amplia, compleja y diversa. Además, el proceso no es lineal o mecánico, ni el impacto de distintas obras.

Pero para observar la manera como se ha creado un conocimiento de la comunicación a lo largo del tiempo, y, en particular a partir de la relación de los estudios de la comunicación con la sociología cultural, y retomando lo realizado por Francis Balle, (1991) en su libro Comunicación y sociedad. Evolución y análisis comparativo de los medios, hemos elaborado una cronología que abarca tres ámbitos: por un lado, las obras que han sido importantes dentro de alguna tradición de estudios de la cultura (la culturalista, la sociológica, la antropológica y aquella de la que derivaría la sociología cultural); la segunda, en donde se ubican algunas de las obras más influyentes o representativas de los estudios de la comunicación. En ambas se han incluido algunas de autores latinoamericanos o mexicanos. En la tercera ubicamos algunas de los medios de comunicación o tecnologías de información que fueron apareciendo de manera gradual a lo largo del tiempo.

El tercer ámbito, el de los medios y las tecnologías, tiene como objetivo tener un referente de lo que sucedía a partir de su aparición y desarrollo, para observar en contraste lo que interesaba o inquietaba a los estudios de la cultura y a los estudios de la comunicación, donde por supuesto, no se incluyen todos los medios y tecnologías, sino sólo algunas que nos den algunos indicios de lo que en su propio proceso e historia estaba ocurriendo.

Reconocemos que este es un ejercicio exploratorio que debe ser trabajado más amplia, profunda y sistemáticamente, pero que nos puede abrir la pauta para avanzar para crear nuevas figuras de pensamiento y dar cuenta de la comunicación que hemos conocido y para tener elementos de dialogo con las propuestas de la comunicación que está emergiendo y que conoceremos a lo largo del siglo XXI.

¿Estratos de tiempo y de comunicación?


Observemos lo que aconteció en la primera fase, es decir, desde finales del siglo XIX hasta finales de la década del siglo XX:

TABLA 1
DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS DE LA CULTURA, DE LA COMUNICACIÓN Y DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN (SIGLO XIX-1950)

Año:
Estudios cultura:
Estudios Comunicación:
Medios y tecnología:
1837     Telégrafo electrónico
1869 Mathew Arnold, Cultura y anarquía    
1871 E. B. Taylor, Cultura primitiva    
1876     Teléfono
1877     Cilindro registrador/fonógrafo
1887     Disco y grabación paralela
1895   Gustav Le Bon: La psicología de las masas. Cine
1896     Marconi: transmisión de 3 Km.
1897     Primera conexión con radio. La radio libera a la telegrafía del cable
1899     Conexión radio por canal de la mancha
1903     Primer vuelo en avión
1905 Max Weber, La ética protestante    
1906     Transmisión inalámbrica voz humana
1907     Pruebas del teléfono inalámbrico en E. U.
1909   Charles Cooley, La organización social  
1911 F. Boas, La mente del hombre primitivo    
1912 E. Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa    
1919     Creación principales compañías de radio en E. U.
1920   Walter Lippman, La opinión pública Telex
Primera estación de radio regular
1925   F. H. Lund, La psicología del yo  
1927     Cine sonoro
1928     Red de Telex
1932 F. R. Leavis, Civilización de masas y cultura minoritaria    
1934 R. Bennedict, Patterns of culture    
1936     Emisiones experimentales TV
1937 T. Parsons, La estructura de la acción social    
1939   Serge Tchakhotine, La violación de las masas por la propaganda política Inicia FM
1940   Paul Lazarsfeld, La radio y la prensa escrita  
1943   Jean Stoetzel, Teoría de las opiniones  
1944   Paul Lazarsfel, La elección de la gente Calculadora Automática de Secuencia Controlada de la IBM
1945     Grabación magnética del sonido
Inicia TV blanco y negro
1946     Calculadora e Integradora Numérica Electrónica (ENIAC)
1948 F. R. Levavis, La gran tradición
T. S. Eliot, Notas hacia una definición de la cultura
Harold Laswell, La comunicación de las ideas
N. Wiener, Cibernética
Transistor
Cable coaxial
Discos de vinilio
1949 Levi Strauss, The elementary structures of kindship Claude Shannon, La teoría matemática de la comunicación  
1950     Comienzos de la televisión comercial
1951 T. Parsons, The social system Harold Innis, The bias of communication.  
1952 Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn,, Cultura. Una revisión crítica de conceptos y definiciones.    
1953     Televisión en color
Tocadiscos eléctrico
1954   Bernard Berelson, Votar, un estudio de la formación de la opinión en una campaña presidencial Comienzo FM en Francia
Receptor portátil de transistores
1955 H. Marcuse, Eros y civilización Eliu Katz, La influencia personal  
1956 R. Barthes, Mitologías   Magnetoscopio
1957 Richard Hoggart, The uses of literacy
Roland Barthes, Mitologías
  Satélite Sputnik I
1958 R. Williams, Cultura y sociedad   Primer videojuego: tennis for two

Del siglo XIX hasta finales de la década de 1950, el desarrollo de la tecnología y de los medios de comunicación se dio casi en paralelo al de los medios de transporte. Diversos tipos de tecnología aparecieron para distintos fines: el telégrafo, el teléfono, el registro y reproducción de sonidos, la fotografía, la radio (que de ser netamente experimentales pasan a su comercialización y a su división por la aparición de la Frecuencia Modulada), el télex, el cine (que pasa de silente a sonoro y de blanco y negro a color), las primeras calculadoras y computadoras, la televisión, los primeros videojuegos (en forma experimental), los primeros satélites, la llegada del transistor.

En estos años fue el paso del carbón a la electricidad, y de esta a los primeros pasos de la información como fuente de energía. Igualmente fue la llegada de lo audiovisual, de los medios para la comunicación a distancia, internacional, y los cimientos de la cultura de masas, de la industria de la cultura, de la sociedad de la información.

Las primeras obras que abordaron el tema de la cultura tendieron a la diferenciación hombre-naturaleza, donde la diferenciación de los hombres se realiza a través de una visión evolucionista de las civilizaciones.

La tradición culturalista adquirió una visión sistemática con la obra de M. Arnold, Cultura y anarquía, con la cual define a la cultura como lo mejor que el hombre puede crear a través de obras literarias, y hay un fuerte rechazo a lo que represente el progreso de la civilización: la vida urbana, las masas, la cultura popular, la tecnología y la ciencia. La antropología adquirió cierta madurez con la obra de Taylor, quien realizo una definición de global de la cultura que buscaba constituirse en científica y distanciarse de la visión de los románticos humanistas. La sociología, de corte marxista, por su parte hizo una diferenciación a partir de las condiciones materiales y la conciencia para observar el desarrollo de la sociedad. Algunas obras de Marx fueron parte de ese perspectiva, particularmente en, La ideología alemana, donde hizo una reformulación del concepto ideología, con lo cual adquirió una dimensión más sistemática que como se había empleado anteriormente. Ahí, dividió a la sociedad en estratos y coloco a la cultura en la superestructura, en la cual se insertaría más adelante el lugar y rol de los medios de comunicación, principalmente por algunos pensadores de corte marxista.

Estas obras sistematizaron un pensamiento que se dio a finales del siglo XVIII y principios del XIX, quienes reaccionaron con sus obras a las experiencias que se vivieron en esos momentos. En ese sentido, esos primeros pensadores son quienes comienzan a escribir la historia, a formular discursos reflexivos, y sólo años después las historias adquieren un rostro con quienes continuaron con dicha empresa.

En los tres casos se reconocía a la cultura como parte de la dimensión simbólica de la sociedad, pero la manera como se le ubica es a través de dimensiones totalizantes del momento: el sistema moral, el religioso, la ideología, aunque también se hablaba de la educación y el arte.

Durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta hay una renovación de las tradiciones de estudio de la cultura. Las obras de F. R. Leváis, de Ruth Benedict, de Krober y Kluckhohn, fue parte de esa continuación de la escritura de la historia: no sólo había ya una considerable cantidad de información, de obra reflexiva, sino que los mismos contextos históricos y las experiencias que se vivían a partir de lo acontecido con la Segunda Guerra Mundial, lo propiciaban. Es interesante el caso de la obra de Talcott Parsons, quien intentó hacer una síntesis del pensamiento social y proponer un plan de trabajo para el futuro, donde incorporó al sistema cultural.

Igualmente es interesante que la década de los cincuenta concluye con la aparición del primer libro de Raymond Williams, quien al mismo tiempo que realizo una síntesis del concepto cultura, le dio un giro a su concepción, ubicándola dentro de una dimensión social, e inicio su labor reflexiva dialogando con el marxismo y estudiando la producción de cultura, donde consideraba a los medios de comunicación como una de las instituciones sociales contemporáneas que lo realiza. Williams sintetiza y propicia una re escritura de la historia, y en ella incorpora a los medios de comunicación.

Algo similar sucedió con los estudios de la comunicación. Obras que provenían de la psicología y de la sociología, como las de Gustav Le Bon, H. Luna, Ch. Cooley y otros, fueron antecedentes de lo que vendría a suceder con su institucionalización en los treinta y cuarenta del siglo XX. Estas obras abordaban algo que era inminente para muchos a finales del siglo XIX, la presencia de las masas, pero igualmente fue una síntesis de algo que se venía expresando y reflexionando anteriormente ante los cambios en la sociedad. Sus obras fueron, como en el caso de la cultura, una re escritura de la historia.

Igualmente, las décadas de los cuarenta y de los cincuenta fueron los momentos en que aparecieron obras como las de Lazarsfeld, Berelson, Katz, Lasswell, quienes, algunos de ellos, han sido considerados como los “padres de la comunicación”, y se puede decir que lo fueron en el sentido que le dieron orden y sustento a una serie de antecedentes de reflexiones y conocimientos, los centraron para explicar lo que se vivía en esos momentos, y los pusieron a disposición de requerimientos políticos, comerciales y militares.

Los modelos de la comunicación que emanaron de sus obras, junto con las de Shannon, y otros más, son un tipo de síntesis de pensamiento social, una propuesta de de comprensión, a verificarse en continuas investigaciones, y de aplicación, bajo intereses muy concretos, pues los primeros estudios se sustentaron en una teoría social que les permitiera actuar sobre los individuos y la sociedad, evitando romper con los legados del pasado, como las tradiciones sociales y culturales, las relaciones de solidaridad orgánica o la misma historia, y donde el modelo de la “aguja hipodérmica” fue una evidencia de ello, así como el modelo de “los dos pasos”, el paradigma de Laswell, modelo matemático de la comunicación de Shannon, de D. Berlo, W. Schramm, y otros muchos más.

Pero muchas cosas iban a cambiar en las décadas siguientes, como se podrá observar en la siguiente tabla.

TABLA 2
DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS DE LA CULTURA, DE LA COMUNICACIÓN Y DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN (1960-1980)

Año:
Estudios cultura:
Estudios Comunicación:
Medios y tecnología:
1960   Joseph Klapper, Los efectos de la comunicación de masas
David Berlo, El proceso de la comunicación.
Comienzo de la grabación magnética entre el gran público
1961 R. Williams, La larga revolución.   Cassette
1962 E. Morin, El espíritu del tiempo Mcluhan, La galaxia Gutenberg
Everett Rogers, Diffusion of innovations
J. Habermas, Historia y crítica de la opinión pública.
Satélite Telstar
1963 E. P. Thompson, The making of the english working class Jean Cazeneuve, Sociología de la radio y la televisión
Antonio Pascuali, Comunicación y cultura de masas.
Eric A. Havelock, Prefacio a Platón.
 
1964 Stuart Hall, The popular arts
H. Marcuse, El hombre Unidimensional
U. Eco, Apocalípticos e integrados
McLuhan, Para comprender los medios Videodisco
1965 L. Althusser, La revolución teórica de Marxx, Para leer el Capital   Satélite Pájaro Madrugador (INTELSAT)
1966   A. Smith, Comunicación y cultura.
Melvin L. de Fleur, Teorías de la comunicación masiva.
 
1968 J. Derrida, De la gramatología    
1970   Antonio Pascuali, Comprender la comunicación.  
1971 P. Bourdieu, La reproducción Abraham Moles, Sociodinámica de la cultura
Ariel Dorfman y Armand Mattelart, Para leer al Pato Donald
Disco flexible de 5 1/4 pulgadas
Microprocesador o microchip
1972 Pierre Bourdieu, Esbozo de una teoría de la práctica
T. Adorno y M. Horkheimer, Dialéctica negativa.
  Magnavox Odissey (videojuego)
1973 Stuart Hall, Encoding and decoding in television discourse
C. Geertz, La interpretación de las culturas
   
1974 R. Williams, Television: technología y forma cultural. Jean Cazeneuve, El hombre telespectador Primera computadora de escritorio
1975   H. Blake y E. Haroldsen, Taxonomía de conceptos de comunicación.
Florece Toussaint, Crítica de la información de masas.
Atari Pong
1976 R. Williams, Palabras clave.   Videocasseteras beta
Apple II
1977 R. Williams, Marxismo y literatura James Curran, Michael Gurevitch y Janet Woollacot, Sociedad y comunicación de masas
A. Paoli, Comunicación e información.
Televisión por cable
Atari 2600
1978 Stuart Hall, Policing in crisis Jesús Martín Barbero, Comunicación masiva: discurso y poder. Videodisco interactivo en la educación
Lasser disc
1979 Mary Douglas, El mundo de los bienes
P. Bourdieu, La distinción
Edward Said, Orientalismo
  Teléfono celular
Walkman
1980 D. Morley, The “Nationwide” Audience
P. Bourdieu, El sentido práctico y Cuestiones de sociología
F. Rositi, Historia y teoría de la cultura de masas
Gilberto Giménez, Cultura popular y religión en el Anáhuac
Wilbur Schramm, La ciencia de la comunicación humana. Cámara de video
Videocasetera
Fax
Disco compacto
1981 Raymond Williams, Cultura. Miquel de Moragas, Teorías de la comunicación. IBM PC personal
1982 N. García Canclini, Las culturas populares en el capitalismo Walter Ong, Oralidad y escritura. Comercialización disco compacto
1983 C. Geertz, Conocimiento local.    
1984 John B. Thompson, , Studies in the theory of ideology   Telemática
Macintosh
CD rom
1985     Nintendo (NES)
Windows 1.0
1986 Ien Ang, Watching Dallas: soap opera and the melodramatic imagination
Marshal Shalins, Islas de historia. La muerte del capitán Cook. Metáfora, antropología e historia
Jorge González, Cultura (s)
Valerio Fuenzalida, Educación para la recepción televisiva, y, Educación para la televisión en América Latina  
1987 J. Fiske, Television culture
J. Radway, Reading the romance: women, patriarchy and popular literature
J. Martín Barbero, De los medios a las mediaciones
Guillermo Orozco, Televisión y producción de significados
Dennis McQuail, Introducción a la teoría de la comunicación.
DAT
1988 D. Morley, Family telvision: cultural power and domestic leisure
James Lull, World familias wathc television
Eric y Marshall McLuhan, Las leyes de los medios. La nueva ciencia. Comercialización del DAT
1989 John Fiske, Reading the popular. J. Martín Barbero, Procesos de comunicación y matrices de cultura Game Boy de Nintendo

En la segunda fase, de la década de los sesenta a finales de los ochenta, los medios de comunicación tuvieron un desarrollo acelerado ante dos procesos importantes: su miniaturización y la aparición de aparatos sustentados principalmente en la informática que se comercializaron a partir de estas décadas en que comenzó su socialización, entrando a diversos espacios como el laboral, el educativo, el hogar, y se comenzaba a preparar el terreno para su dimensión móvil. Los soportes de registro del material simbólico, igualmente se modificó y permito no sólo almacenar información y mensajes, sino un uso diferenciado, así como nuevas estéticas y narrativas en los medios audiovisuales.

Comenzaron a funcionar los primeros satélites comerciales; aparecieron los audiocassettes, los lasser disc, los video discos, los diskkettes; las computadoras de escritorio; los videojuegos se comercializaron masivamente junto con las primeras consolas; los inicios de la televisión por cable, llegaron las videocasseterras y los videocasetes; los walkman iniciaban a ser comercializados.

Fue la etapa donde las distintas tradiciones de estudio de la cultura y de la comunicación se renovaron, se dio el paso del estudio de las estructuras sociales a la actancia, las prácticas culturales, los procesos de sentido. Una etapa donde el acento ya no se coloca tanto en la relación individuo y sociedad, sino en la sociedad y la cultura. Incluso, fueron los momentos en que los estudios de la cultura y de la comunicación comenzaron a tocarse, a relacionarse de una manera cada vez más estrecha, a correr en paralelo, en ocasiones casi siendo la misma cosa. Fue un momento de alta complejidad, donde varios estratos del tiempo coincidieron, pues las experiencias sociales volvían a ponerse en movimiento con nuevos giros respecto a los años precedentes. En parte, fueron tiempos de continuación, por otra parte, de una nueva escritura por la intensa actividad de los sesenta, por una zona de transición y reflexión crítica de los setenta, para pasar a una nueva revisión, síntesis y propuestas en los ochenta.

Mientras los estudios de la comunicación en Estados Unidos habían girado su interés por los efectos y las funciones de la comunicación, por su impacto y presencia en modelos de desarrollo en países del Tercer Mundo, donde W. Schramm y E. Rogers fueron algunas de las cabezas más visibles, en Europa y América Latina comenzaron a sucede otras cosas.

La tradición culturalista fue la más sensible a las transformaciones sociales y culturales, que se puede observar no sólo por la presencia de obras como las de Raymond Williams, sino por la fundación del Centre for Contemporary Cultural Studies (CCCS) en 1964 en la Universidad de Birgminham, a partir de lo cual esta tradición llegaría a conocerse como los estudios culturales, así como por la presencia de una diversidad de investigadores como E. P. Thompson, Richard Hoggart, Stuart Hall, y el impacto que tuvieron sus diferentes libros, mediante los cuales replanteaban la concepción de la cultura y la manera de investigarla a través de dos grandes ámbitos de estudio: la cultura popular y la producción de la cultura. Igualmente lo fue por el acercamiento con distintas corrientes intelectuales de la época a partir de lo cual articularon una diversidad de conceptos como los de ideología, hegemonía, identidad cultural, trabajados por una serie de categorías que les daría en gran parte su fuerza teórica y su propuesta renovadora: raza, etnia, género, generación, subculturas. En este tipo de trabajos destacó la presencia de S. Hall sobre la influencia ideológica de los discursos, de los medios de comunicación, y también se puede ver la presencia de J. Fiske y sus estudios sobre las culturas populares. En los ochenta destacaron por sus estudios sobre las audiencias donde el empleo del recurso de la etnografía fue clave para estos en su renovación no sólo teórica, sino metodológica y tecnológica, como se puede ver con las obras de D. Morley y otros más que trabajaron lo que se llegaría a conocer como “los estudios etnográficos de las audiencias”.

Un libro importante dentro de los estudios culturales, no tanto los británicos, es el de Edward Said, Orientalismo, que es la apertura hacia nuevos rumbos de exploración que se separa del eurocentrismo y que avanza en la revisión de la conformación histórica y cultural de discursos sobre otras culturas, como las orientales, y que llevarían a la propuesta de los estudios postcoloniales.

Pero también se ha de ver que en los inicios de la década de los sesenta hay una diversidad de obras que tanto sintetizan un estado de conocimiento como abren pautas de trabajo. Algunas de esas obras no tendrán mucha continuidad por parte de sus mismos autores, pero otras si.

Por un lado estuvieron algunos estudios que trabajaron alrededor del fenómeno de la cultura de masas, como fue el caso de Edgar Morin con su libro, El espíritu del tiempo, de U. Eco con su libro, Apocalípticos e integrados, y de Abraham Moles con su libro, Sociodinámica de la cultura, entre otros muchos más. Estos libros, como algunos de los estudios culturales británicos fueron tomados en algunos casos como parte de los estudios de la comunicación de la época, libros que abordaban a los medios de comunicación o a la cultura de masas y que han sido considerados como parte de los estudios sobre los medios de comunicación de la época.

Por otro lado, están los libros de algunos investigadores que se abocaron al estudio de la comunicación humana a lo largo de la historia, y que más adelante se les ubico como los antecedentes del ámbito de estudio sobre las mediaciones tecnológicas. Libros de M. McLuhan, W. Ong, E. A. Havelock. Esta rama de estudio ganaría significación y pertinencia en los noventa.

También estuvo la obra de Althusser, su revisión de la ideología, que permitió considerar de otra manera las lecturas ideológicas que realizan los sujetos, así como la acción de los aparatos ideológicos, en donde se ubicó la acción de los medios de comunicación. El pensamiento marxista se debatía entre la actividad del sujeto frente a la cultura masiva y los medios de comunicación, así como sobre el lugar y papel que desempeña la ideología dentro de la sociedad. Para ello, la recuperación de la obra de A. Gramsci fue fundamental y permitió a varios investigadores y a algunas tendencias de estudio introducir el concepto de hegemonía, el papel que juega la ideología dentro de un bloque histórico, con lo cual los estudios de la cultura y de la comunicación se nutrieron mucho a partir de ello.

Asimismo, la antropología y la sociología cultural se dirigieron hacia un replanteamiento de la definición de la cultura, al tener como macro objeto de estudio al sistema cultural. Sus esfuerzos se dirigieron hacia la reflexividad al interior de las disciplinas, los desafíos del análisis cultural, que se debatían entre la hermenéutica y el estructuralismo, con elementos de la lingüística, la semiótica y el psicoanálisis.

La antropología siguió viendo a las culturas atrasadas, alejadas y primitivas, aunque comenzaron a mirar hacia dos fenómenos: la migración de muchos miembros de esas culturas a centros urbanos e industrializados, y la reflexión sobre lo que ocurre en las ciudades que se expandían y se transformaban. Hubo una fuerte tendencia de observar a las culturas y su dimensión simbólica a través de las relaciones de razas y etnias, pero igualmente por la religión y la moral, donde la obra de Geertz es un caso ilustrativo. También, la obra de Geertz hace posible la concepción simbólica de la cultura, y abre la pauta para lo que se llegará a conocer como la antropología comprensiva.

En este periodo apareció la obra fuerte de Bourdieu, que se fue conformando desde la década de los setenta., y casi al amainar esa década, su obra comenzó a cobrar una presencia importante en los estudios de la cultura y de la comunicación, que se afianzó más en los ochenta y principios de los noventa. El objetivo de los trabajos de Bourdieu son la sociedad y su reproducción a través de la cultura, con lo cual retoma una serie de tradiciones diversas de pensamiento para articular la base estructural, la determinación de lo económico en lo simbólico, y la subjetividad, la determinación de lo simbólico en lo estructural, y la dialéctica entre ambos por donde la cultura se pone en movimiento intentando evitar el mecanicismo y el determinismo. Las prácticas, las instituciones, la agencia social, se ponen en evidencia a través de conceptos como habitus, campo, capital simbólico y cultural, entre otros.

En esta fase podemos observar otro elemento importante: la presencia de investigadores y teóricos de la comunicación en América Latina y en México. Su obra es dual: por un lado, dar cuenta de las experiencias que se viven en esos momentos, como de sintetizar un conocimiento de la sociedad, la cultura y la comunicación desde la perspectiva latinoamericana.

La obra pionera de A. Pascuali parece un caso extraño y aislado, que sólo a finales de los sesenta y principios de los setenta se verá acompañado por otras obras como las de Armand Mattelart y otros más que se moverán dentro de las perspectivas del imperialismo cultural y la sociología crítica, pero que a fines de los setenta, como se puede observar en la obra de esta época de Jesús Martín Barbero, se comienza a dar un giro hacia la sociología cultural, que se puede observar en las obras de los ochenta de Néstor García Canclini, Jorge González, el mismo Jesús Martín Barbero, y en los estudios de la recepción de investigadores como Valerio Fuenzalida y de Guillermo Orozco.

Pero el panorama cambio a partir de los noventa, donde tanto hay continuidades como emergencias.

TABLA 3
DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS DE LA CULTURA, DE LA COMUNICACIÓN Y DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN (1990-2000)

Año:
Estudios de la cultura:
Estudios de la comunicación:
Medios y tecnología:
1990 J. B. Thompson, Ideología y cultura moderna. Teoría crítica social en la era de la comunicación de masas.
N. García Canclini, Culturas híbridas
  Super Nintendo
1991 F. Jameson, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado.
Renato Rosaldo, Cultura y verdad. Nueva propuesta de análisis social
John Tomlinson, Cultural imperialism
Renato Ortiz, Mundialización y cultura
R. Reguillo, En la calle otra vez. Las bandas: identidad urbana y usos de la comunicación
Guillermo Orozco, Recepción televisiva. Tres aproximaciones y una razón para su estudio
AOL
UNIX
1992 D. Morley, Television, Audiences and Cultural Studies
José Joaquín Brunner, América Latina: cultura y modernidad
Lucien Sfez, Crítica de la comunicación.
Roger Silverstone y Eric Hirsh, Los efectos de la nueva comunicación. El consumo de la modernidad tecnológico en el hogar y la familia.
Armand Mattelart, La comunicación mundo.
WWW
Computadora portátil
Aparece el MP3
1993 M. Augé, Los “no lugares”. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad;   Ntescape, Lycos
1994 Jorge González, Mas (+) cultura (s)
H. K. Bhabha, El lugar de la cultura.
Roger Silverstone, Televisión y vida cotidiana.
Aníbal Ford, Navegaciones. Comunicación, cultura y crisis.
 
1995 N. García Canclini, De ciudadanos a consumidores D. Kerkhove, La piel de la cultura
K. B. Jensen, La semiótica social de la comunicación de masas
Armand y Michéle Mattelart, Historia de las teorías de la comunicación.
B. Miege, El pensamiento comunicacional.
Alejandro Piscitelli, Ciberculturas.
James Lull, Medios, comunicación y cultura. Una aproximación global.
Steven Jones, Cybersociedad: comunicación mediada por computadora y comunidad.
Think Pad
Play Station de Sony
Amazon.com
MP3
1996 Arjun Appadurai, La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización
Renato Ortiz, Otro territorio
U. Hannerz, Conexiones trasnacionales
James Curran, David Morley, Valerie Walkedine, Estudios culturales y comunicación. Análisis, producción y consumo cultural de las políticas de la identidad y el posmodernismo.
Nilas Luhmann, La realidad de los medios de masas.
Muniz Sodré, Reinventando la cultura. La comunicación y sus productos.
1ª generación de PDA
Discman
Nintendo 64
1997   Manuel Castells, The information age: economy, society and culture
Daniel Dayan, En busca del público
DVD
1998 Fredric Jameson y Slavoj Zizek, Estudios culturales: reflexiones sobre el multiculturalismo Jorge González, La cofradía de las emociones (in)terminables. Miradas sobre telenovelas en México
Steven Jones, Cibersociedad 2.0
IMAC
Explorer
IPod 1a generación
1999 Fredric Jameson, El giro cultural.
Adam Kuper, Cultura. La versión de los antropólogos.
José Joaquin Brunner, Globalización cultural y posmodernidad
D. de Kerkhove, Inteligencias en conexión
E. Bustamante, La televisión económica. Financiación, estrategias y mercados
J. Martín Barbero, Los ejercicios de ver.
Diego Levis, La pantalla oblicua.
Roger Silverstone, ¿Por qué estudiar los medios?
Ibook
Napster
2000 Francis Mulhern, Culture/metaculture J. Sinclair, Televisión: comunicación global y regionalización
Regis Debray, Introducción a la mediología.
Alejandro Grimson, Interculturalidad y comunicación.
Playstation 2
2001 Raymond Williams, El campo y la ciudad. Guillermo Orozco, Televisión, audiencias y educación
Armand Mattelart, Historia de la sociedad de información.
James Lull, Cultura en la era de la comunicación.
Lorenzo Vilchez, La migración digital.
X Box
Nintendo Game Cube
iPod 2ª generación
DVD-RW
2002 Denys Cuche, La noción de cultura en las ciencias sociales. Enrique Bustamante, Comunicación y cultura en la era digital. Industria, mercados y diversidad en España
Asa Briggs y Meter Burke, De Gutenberg a Internet.
 
2003 José Manuel Valenzuela, Los estudios culturales en México Enrique Bustamante, Hacia un nuevo sistema mundial de comunicación. Las industrias culturales en la era digital
Eric Maigret, Sociología de la comunicación y de los medios.
Martín Becerra, Sociedad de la información: proyecto, convergencia, divergencia.
IPED 3ª generación
2004 N. García Canclini, Diferentes, desiguales y desconectados Philip N. Howard y Steve Jones, Sociedad en línea. Internet en contexto. Nintendo DS
IPED 4ª generación
2005   Jesús Galindo, Hacia una comunicología posible
Roberto Marafioti, Sentidos de la comunicación. Teorías y perspectivas sobre cultura y comunicación.
X Box 360
Blu ray
HD-DVD
IPED Nano
2006   Jesús Galindo, Cibercultura: un mundo emergente y una nueva mirada. Playstation 3
Nintendo Wii

En la tercera parte, que va de la década de los ochenta hasta el 2000, y un poco más, la tendencia más importante del desarrollo de la tecnología fue por el lado de la informática, y el impacto que tuvo asimismo en los medios de comunicación. La computación se expandió, se diversifico, tanto en modelos y tipos, principalmente en sus sistemas operativos, como en sus soportes donde aparecieron los discos compactos y los cd rom; los sonidos se digitalizaron y emergieron diferentes formas de reproducción como los MP3 y los discman, la posibilidad de bajar música del internet; los videojuegos igualmente se diversificaron y ampliaron, tanto en el tipo de consolas, de videojuegos, de sus estéticas y narrativas que posibilitaron los nuevos avances para la representación e interacción con las imágenes; llego, el internet, con la www y los buscadores especializados de información, destacando la presencia de Google; apareció el DVD y los aparatos que permiten copiar imágenes y sonidos tanto de los DVD, los discos compactos, así como bajarlos de internet, pues aparecieron sitios especializados para la circulación gratuita de imágenes y de sonidos, al igual sucedió con la aparición de las agendas electrónicas y los celulares, cuya presencia se expandió vertiginosamente; los recursos para almacenar información se reducen en tamaño y crecen en su capacidad, como sería el caso de los USB, los memory stick, y otros.

Los avances en la tecnología de información permitieron varias cosas: su reproducción masiva donde los sujetos sociales pueden intervenir tanto en la selección, circulación como creación de productos culturales varios, con lo cual el universo de formas simbólicas pueden ser ajustadas a necesidades individuales o comunitarias; la posibilidad de contar con tecnologías que permiten la movilidad por los diferentes espacios y temporalidades; las tecnología parecen fluir más allá de los límites espaciales y temporales, propiciando diversos tipos de interacciones sociales, donde las actividades cotidianas parecen distribuirse donde las mediáticas se posibilitan y son parte de lo cotidiano de la mayoría; a la relación entre lo individual y lo masivo, las agregaciones sociales de las comunidades de sentido aparecen, como sucede en las comunidades virtuales; las formas de producción de la cultura se amplían generando conglomerados de medios mayores, con una diversidad de áreas con la que pretenden abarcar los distintos espacios (espacial, mediática, virtual) por donde se mueve la sociedad, y donde ha de modificar sus estrategias narrativas y estéticas, así como encarar la fase de “clonación” de bienes simbólicos varios por los recursos que la tecnología permiten y favorecen.

Por su parte, lo global y la posmodernidad se hicieron evidentes en la década de los noventa como dos de los grandes escenarios de experiencias sociales, tanto en lo individual como en lo colectivo,, y como un proceso de reflexividad sobre la conciencia histórica de las nuevas experiencias y sus implicaaciones. Nuevamente se puede pensar en un gran cambio en la “estructura de sentimiento”, y que en paralelo llevó a muchos no sólo a re considerar las plataformas y estructuras de conocimiento anteriores, sino del mismo conocer. Desde ahí, se puede pensar en dos grandes áreas de atención: pensar lo global y lo posmoderno, y comenzar a describir y explorar la nueva comunicación que emana de lo digital.

En mucho, esto implicó tener en cuenta y simultáneamente los tres estratos del tiempo, para revisar lo ya conocido, escribir las nuevas experiencias, darle un nombre, un discurso, y en algunos casos a comenzar a escribir una nueva historia.

Si los estudios culturales británicos en los ochenta en gran parte tendieron sus estudios sobre las audiencias, junto con los estudios culturales no británicos, pasaron a una etapa que intentaba reflexionar a la cultura desde la posmodernidad, la presencia de nuevas tecnologías en el hogar y lo cotidiano y con ello hacer algunas modificaciones a los objetivos, intereses y bases teóricas, conceptuales y metodológicas que habían empleado. Trabajos como los de D. Morley y R. Silverstone, o las revisiones en colectivo de gente como James Curran, D. Morley, F. Jameson, Stuart Hall, S. Zizek, donde igualmente se introducen otras discusiones como las del postcolonialismo, como fue el caso de H. H. Baba.

El marxismo entro en una etapa crítica, de revisión, y algunos esfuerzos se dirigieron reflexionar sobre lo que significan los cambios en las sociedades, y ahí encuentran el “giro cultural”, por medio del cual comenzaron a reflexionar sobre la sociedad de información, como fue el caso de la obra en tres tomos de Manuel Catells, y la conformación de los mundos sociales e imaginarios a través de los universos simbólicos que circulan por todos lados y que cambian las coordenadas de las formas de representación y acción de las sociedades, como es el caso de parte de la obra de Fredric Jameson.

La posmodernidad y la globalización también impactaron a la antropología, y los antropólogos posmodernos se preguntaron por la vida en las ciudades en tiempos de la multiculturalidad, de la hibridación, de los flujos, intentando desmarcarse de modelos de cultura centralistas, para encontrar los distintos focos y maneras como la cultura se distribuye diferencialmente. El tema de lo local en tiempos de lo global cobra un alto sentido en sus reflexiones, así como la acción de los medios de comunicación, los imaginarios o la imaginación, y las migraciones, no sólo de seres humanos, sino de las estéticas, narrativas y tecnologías de información y comunicación. Algunos libros de antropólogos fueron muy importantes en avanzar a dar cuenta de las nuevas experiencias, de revisar el estado de conocimiento, de comenzar a proponer nuevas miradas a la cultura, donde los medios de comunicación y las tecnologías de información, son parte de la mayoría de los nuevos discursos. Obras como, Culturas híbridas, de Néstor García Canclini, La modernidad desbordada de A. Appadurai, Los no lugares, de M. Auge, Conexiones trasnacionales, de U. Hannerz, por mencionar algunas.

La concepción socio simbólica de Geertz y la propuesta de estudio de Bourdieu fueron en gran parte la base de obras como la de John B. Thompson, quien tenía como objeto de estudio a la sociedad contemporánea a partir de la manera como se produce y se reproduce la ideología. Su visión hermenéutica para observar a las ideologías en la sociedad lo lleva a considerar la necesidad de incluir a la acción de los medios de comunicación dentro de la teoría social, y permite concebir de otra manera, más allá de Geertz a la concepción sociosimbólica de la cultura, y a proponer una forma de estudio de los medios de comunicación.

En América Latina, los estudios de la cultura y de la comunicación se acercan de una manera muy estrecha. Antropólogos, sociólogos y comunicólogos entraron en la escena de los estudios de la comunicación a finales de los ochenta y a principios de los noventa, y su objeto de estudio principal fueron las culturas populares para observar la manera como las sociedades latinoamericanas se transformaron. Autores como Jesús Martín Barbero, Jorge González y Néstor García Canclini fueron entre otros más quienes avanzaron en estas líneas, sin embargo el panorama de los estudios de la comunicación latinoamericanos igualmente se alteró en los noventa: además de la presencia de nuevas familias de medios de comunicación y de tecnología de información, la presencia de lo global, y lo que implica en lo económico, político y social, hizo que las miradas giraran hacia la posmodernidad y su dimensión cultural, con un gran énfasis en revisar la conformación de identidades culturales, y la manera como cambian las experiencias culturales en las ciudades y los procesos multiculturales que se van gestando, donde las obras de investigadores como Jose Joaquín Brunner, Rossana Reguillo, Alejandro Grimson, Renato Ortiz, José Manuel Valenzuela, son parte de esos estudios y revisiones.

También es importante señalar que en esta fase hay, por lo menos, dos rutas importantes dentro de los estudios de la comunicación: la primera se refiere a trabajos que no sólo revisan lo que han sido los estudios de la comunicación, sino que buscan darle otro orden al conocimiento del pasado. Obras como las de Armand y Michele Matterlart, B. Miege, James Lull, R. Mariafioti, J. Galindo, E. Maigret, A. Ariño, son parte de esos trabajos.

Pero igualmente hay otra tendencia: aquellas obras, algunas en colectivo y otras en lo individual, que comienzan a pensar la nueva comunicación, sus relaciones con los medios tradicionales, las transiciones que se están dando; las implicaciones estéticas, sociales, técnicas; las implicaciones cognitivas y preceptúales; la manera como la sociedad es impactada por el internet y las tecnologías de información; la manera como la sociedad entra a un nuevo espacio cultural, el virtual, y desde ahí comienza a ser habitada. Estas obras revisan, dan cuenta, y exploran nuevos discursos, a través de una red de conceptos diversos, para comenzar a hacer explícito lo que está comenzando a suceder en una nueva etapa, o era, de la comunicación. En cierta forma, algunas continúan lo iniciado por McLuhan, Ong y Havelock, pero de otra manera, y en otro contexto. Libros como los de S. Jones, L. Vilches, A. Psicitelli, D. Levis, M. Becerra, están por diversos rumbos de esas exploraciones.

¿La comunicación posible?
¿Toca hacer la pregunta sobre si habrá una nueva comunicación, o preguntarnos si ya está presente?

Al revisar el desarrollo de los nuevos medios, pareciera que ya está, aunque no sabemos qué y cómo estará en el futuro. Al revisar los estudios de la cultura pareciera que lentamente se han introducido al ámbito de la comunicación y en mucho va adquiriendo una centralidad y protagonismo importante, aunque al todo indica que hay retos importantes por desarrollar, nuevos estratos de tiempo por cubrir y cumplir.

En lo que se refiere a los estudios de la comunicación, se percibe una tendencia a continuar mirando a los medios desde la cultura, una cultura en mutación, y, por otro lado, hay otra tendencia hacia mirar frontalmente las nuevas realidades y comenzar a pensarlas, a explorarlas. La fuerza de la cultura por un lado, la atracción por lo comunicativo por otro lado.

Igualmente no sabemos qué va a suceder con los estudios de la cultura y de la comunicación, pero es un hecho que muchas cosas han de cambiar, y lo que se ha realizado hasta el momento son los trazos históricos que la condición irreversible de la aparición de un nuevo sistema mundo, o su bifurcación, son fundamentales para lo que vendrá, porque todo indica que de venir, vendrá.

Si las ciencias sociales y las humanidades fueron el resultado de la necesidad de crear una mirada sobre la sociedad y el hombre en el siglo XIX; si hemos estado viviendo transformaciones de magnitud y aliento histórico de larga duración como lo que aconteció a finales del siglo XVIII, un nuevo tipo de pensamiento y conocimiento habrá de aparecer, y la pregunta del lugar que tendrá la comunicación y el rol de los estudios de la comunicación cobra pertinencia y urgencia.

¿La era de la comunicación? Habrá que ver, pero mientras tanto hay mucho por trabajar.


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Dr. Héctor Gómez Vargas
Académico de tiempo completo. Universidad Iberoamericana León, Gto., México.