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2007

 

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Nuevas Formas de Regulación Pasional

 

Por Raúl Magallón
Número 58

“Los valores son nuestra forma de
resistirnos al conformismo de lo que hay”
Fernando Savater

Introducción
La integración de las nuevas tecnologías y el hombre no sólo supone una nueva forma de cambio social o de normalización mediática, sino que es también una nueva alternativa de regulación pasional.

Desde esta perspectiva, se puede explicar cómo los procesos dialógicos que están transformando la sociedad actual tienen su base en dos movimientos paralelos que, por fin, parecen encontrarse: por un lado, encontramos la institucionalización del cambio climático dentro de nuestro sistema social, y por otra parte, la restauración del papel activo del sujeto social gracias a las nuevas tecnologías.

En el primer caso, debemos conceder gran importancia al llamado cambio mediático; es decir, a la incorporación a la agenda setting de los Media de constantes referencias a este nuevo fenómeno social.

En el segundo caso, la hipótesis de partida que tradicionalmente indicaba que si no aparecías en los medios de comunicación no existías como transmisor de mensajes socialmente relevantes puede estar quedando superada parcialmente con las nuevas formas de comunicación social.

Por lo tanto, en este momento resulta tan interesante ver qué medios incorporan a su preagenda toda la temática relacionada con el cambio global como también analizar cómo llegan a los medios esas informaciones y éstos convierten en un acontecimiento periodístico noticias que hasta no hace mucho no tenían ninguna relevancia mediática.

En este sentido, la consolidación de la problemática relacionada con el cambio climático, no es sólo un problema ecológico o tecnológico, sino también social. Y es quizá el aspecto que más nos pueda interesar.

La expansión permanente del presente que definía al sujeto postmodernista también está siendo transformada, y nuestro relato vital ya no está sólo estructurado en torno a un presente simultáneo y continuo sino que empieza a organizarse en torno a un futuro próximo, pero también atemporal. La cultura del instante puede estar llegando a su fin.

Umberto Eco (2002), en este sentido, señalaba que la nuestra era una sociedad hipnotizada por la velocidad donde la tecnología hacía de todo para que se perdiera de vista la cadena de las causas y los efectos.

El cambio mediático
Esta transformación del relato vital está también redefiniendo nuestra concepción de la sociedad del riesgo. Recordemos como Ulrich Beck (1998) señalaba que “es la percepción cultural y la definición lo que constituye el riesgo”. Por lo tanto, ya no podemos entender el riesgo como una decisión personal, sino más bien compartida. Es aquí donde reaparece el concepto de auto/responsabilidad social y personal que hace pensar el mundo no en términos de dominación sino de cooperación. En esta hipótesis noticiable se encuentra la definición de Sociedad Articulada.

De esta forma, y paralelamente, la rearticulación del concepto de sujeto hace que deba simultánea y sincrónicamente entenderse éste como social, individual y ecológico (Morin, E, 1981: 22). Sin embargo, a estas tres acepciones resulta imprescindible añadir la del ser humano tecnológico –recordemos como McLuhan (1996) entendía las nuevas tecnologías como extensiones del hombre-.

Solamente si entendemos un sistema que conciba al ser humano como social, individual, ecológico y, por supuesto, tecnológico podremos resolver la dialéctica entre ciencia y comunicación, entre naturaleza y cultura.

En cualquier caso, resulta lógico pensar que era y es a través de los medios de comunicación donde, con mayor éxito, podemos introducir socialmente la problemática del cambio climático; lo interesante es que éste se ha introducido a través de la movilización social y no a través de las consecuencias que genera el mismo.

Las lagunas o fallas que parecen tener determinadas secciones o agendas temáticas de los medios de comunicación –principalmente en su versión digital- han permitido esta transformación perceptiva y cognitiva. Entre otras razones, porque los medios de comunicación han llegado tarde a dar cobertura al proceso de cambio global, y al hacerlo, no tenían las herramientas adecuadas para su decodificación social.

Sin embargo, otros actores o agentes sociales si supieron -por qué no decirlo- manipular a los medios de comunicación. Greenpeace, por ejemplo, señalaba como eje de su estrategia comunicativa: “menos noticias, pero más llamativas en medios importantes y más noticias aunque sean menos llamativas en medios locales”, apareciendo de esta forma como agencia de noticias suministradora de información de los medios de comunicación tradicionales, y alterando así la cadena mediática.

La razón principal de esta falla en el sistema la encontramos en la diferencia de contenidos que, por ejemplo, podemos reconocer entre las ediciones impresas y digitales de los periódicos. Parece claro que no sólo la temática sino también la cobertura es completamente discordante debido, entre otras cosas, a la diferencia de espacio que hay en ambas.

En Internet, la capacidad de almacenamiento y de variedad informativa resulta incomparable en relación a la edición impresa. No solamente en función del número de noticias aparecidas, sino también gracias a los recursos multimedia que configuran el entorno virtual de la red.

Simultáneamente, es en el mundo virtual de Internet donde reaparece con fuerza el sujeto activo. El papel de un individuo consumidor de productos culturales también está sufriendo variaciones, y vemos como éste -en ocasiones, eso sí- ya no es un simple consumidor que tiene en la elección de contenidos su libertad de expresión, sino que también ha decidido formar parte del proceso creador de contenidos simbólicos1.

La explicación a este proceso estriba en que la sociedad empieza a elegir ciertos temas de la agenda setting. Esta situación, por su puesto, no representa ninguna novedad. Pero, lo interesante de este escenario está en que se produce la institucionalización de esta situación, principalmente en la temática relacionada con el cambio global y las nuevas tecnologías. Es decir, en aquellas informaciones relacionadas con nuestro futuro próximo y atemporal.

La normalización mediática
Para continuar este relato social resulta pertinente rescatar la teoría de los sistemas de N. Luhmann (2000) que señalaba que la información servía de principio reductor de la complejidad de las sociedades actuales. De esta forma, la estabilidad del sistema se obtenía gracias a la inclusión de nuevas informaciones y a la autoregeneración de las mismas, que servían como elementos configuradores de equilibrio pero también de identidad del sistema.

Sin embargo, esta realidad producida por los medios organizaba la narración en relación al pasado inmediatamente anterior como una forma de estabilización y armonía de la cultura del instante. El problema estaba en que, como recuerda Innerarity (2005), “para los medios, el mundo acontece como escándalo y catástrofe”.

Bateson (1998), en este sentido, entendía la información como la diferencia que hace diferencia. Mejor definición no podrían haber encontrado los guionistas y productores de contenidos de los medios de comunicación, y principalmente de televisión. La hipótesis presentada sería: todo lo que no es diferencia no interesa, todo lo que es normal no aporta información relevante, y por lo tanto, no tiene por qué aparecer en los media.

La problemática que se plantea entonces está en analizar cómo se produce la normalización mediática de sujetos aparentemente/socialmente excluidos. Podríamos pensar, simplemente, que gracias a la televisión sujetos estigmatizados socialmente –tal y como entendía el término Goffman- al aparecer en televisión adquieren una normalización social que no habían conseguido hasta entonces. Es indudable entonces la eficacia de la televisión como instrumento de integración social: minorías, extranjeros, identidades sociales y colectivas hasta no hace mucho marginadas pueden construir su propio discurso y hacerlo llegar al resto de la sociedad.

La televisión, desde esta perspectiva, ha logrado cumplir con las funciones de información y entretenimiento, pero resulta discutible otorgarle la tradicional función de formación –en el sentido de transmisora de conocimientos-. Es en la función formadora, donde la construcción mediática de la realidad tiene su mayor déficit. Una función que, como ha definido perfectamente Paolo Fabbri (2004) ha podido ser sustituida por la función de “psychiatric help”.

En este sentido, en el debe de la normalización mediática se encuentra la llamada “exclusión de los integrados”. Con esta expresión los especialistas parecen referirse a espacios simbólicos y sujetos sociales que por su “irrelevancia informativa”, no aparecen “normalmente” en televisión y si lo hacen es porque se ha producido un “acontecimiento” de interés periodístico –principalmente catástrofes- o porque han abandonado su rol social de normalidad para ejercer de actores transmisores de una diferencia social, y en consecuencia, de un interés informativo.

La hipótesis teórica que se plantea es entonces saber si esa “vulgarización extrema” del discurso pasional en televisión, producida por los mecanismos de psiquiatric help es una de las razones principales de la pérdida de respeto intergeneracional. En la medida en que los jóvenes han crecido escuchando y viendo la esfera más vulgar de la vida adulta han podido ir perdiendo un respeto que anteriormente no se ponía en duda, y en consecuencia un equilibro pasional de carácter social.

Por lo tanto, para analizar la función formadora de los medios de comunicación resulta fundamental estudiar el tipo de público que acude a los programas de televisión –y que se convierten en actores participantes del relato mediático- pero también el tipo de público que queda excluido mediáticamente de la realidad social construida por los media.

Paralelamente, tiene lugar un proceso de representación de la realidad un tanto paradójico. El periodista, a priori garante del sentido común, busca en aquellas representaciones y en aquellos actores lo más alejados posible de la realidad cotidiana la normalidad social. Una de las razones esgrimidas en este proceso es que la noción de progreso que gobernó el siglo XVIII y XIX fue sustituida por la noción de comunicación como elemento matriz de nuestra sociedad (Ramonet, I., 1999).

La regulación pasional
Si aceptamos la premisa de que la función formadora de los media ha sido sustituida por la de psychiatric help, podremos entender el auge del mundo virtual, pero también la nueva función social que podemos otorgar al Planeta Internet. El fenómeno Second Life, por ejemplo, te permite representar un papel que poco, mucho o nada tenga que ver con tu identidad social. Es decir, gracias a un mundo virtual puedo regular mis propias pasiones con sus correspondientes deseos, anhelos, frustraciones, etc., algo que mi identidad social no me permite –al menos de momento- hacer con eficacia. Esa segunda vida virtual, en un mundo que se caracteriza por las identidades múltiples, podría recoger la función de psychiatric help asignada a la televisión, dándole a ésta un papel mucho más relevante en la transmisión de conocimientos.

Por lo tanto, ante la pregunta de si Internet debe ser regulado legalmente, inicialmente debemos responder que debe servir de regulador pasional. De esta forma, en la medida en que el mundo virtual y las consecuencias de nuestros actos que allí se producen tienen una correlación con el mundo real, sí puede considerarse que tarde o temprano quizá acabe siendo regulado, pero será ésta una regulación pasional. Sólo aquella parte del mundo virtual que no pueda entenderse dentro del frame de la virtualidad –recordemos el concepto de marco en Gregory Bateson y su estudio sobre las nutrias: ¿juegan o se pelean? se preguntará en antropólogo británico- podrá ser considerado punible pasionalmente.

Lo interesante, en cualquier caso, está en distinguir que parte de la realidad virtual que nos ofrece Internet tiene una correlación directa con el mundo real. Es decir, qué parte de lo real podemos identificar con nuestro sujeto social y qué parte de lo virtual podemos identificar con un mundo de juego y fantasía del que, pase lo que pase, debemos ser conscientes.

De esta forma, y si logramos darle una organización y estructura a la realidad virtual que nos ofrece Internet quizá podamos transformar nuestros relatos pasionales con mayor facilidad en ese mundo virtual, regulando así el déficit pasional que existe en nuestra realidad social. Recordemos que “cuando más se sobrepasa el sistema, más necesidad se tiene de éste. Allí donde la teoría del sistema es cada vez menos suficiente, es donde se hace cada vez más necesaria”. (Morin, E., 1981: 179).

Parece ésta la única forma de que las identidades pasionales –incluidos nacionalismos- no prevalezcan sobre las identidades racionales, y de que –es el objetivo de la Sociedad Articulada- las identidades relacionales tenga un papel cada vez más importante en la configuración de una sociedad con mayor equilibrio racional y económico.

De esta forma, la construcción de la realidad social con el objeto de conseguir y reproducir la estabilidad del sistema -que recordemos había sido asignada a los medios de comunicación tradicionales-, podría ser concedida a la Second Life que nos ofrece Internet. La televisión y los medios de comunicación tradicionales ya no tendrían que ejercer –hasta las últimas consecuencias, en muchas ocasiones- su función de reguladores de pasiones colectivas pudiendo actuar con mayor independencia y transparencia como cuarto poder. Un poder independiente emocionalmente del poder político.

La Sociedad Articulada
La pirámide de Maslow -que señalaba la escala de necesidades de los individuos- ha podido ser por fin completada. Ya no podemos hablar sólo de necesidades fisiológicas, de seguridad, sociales, de estima, de autorrealización y estéticas, sino que necesitamos incluir las necesidades del otro como pasión fundamental del relato de los sujetos individuales. La reversibilidad y la interdependencia de las distintas necesidades permanecen, en cualquier caso, intactas.

Como bien sabemos, la aparición de Internet no sólo reforzó las necesidades sociales y de autorrealización, sino que también favoreció la comunicación interpersonal pero a escala planetaria. Internet, a diferencia de la radio o la televisión, es el gran instrumento de debate de las sociedades actuales. En la medida en que podemos encontrar multitud de opiniones diferentes a la nuestra –teniendo en cuenta además nuestros hábitos comunicativos en los medios tradicionales, que tienden a reforzar nuestras opiniones-, nos volvemos por asimilación más tolerantes, o cuanto menos, más conscientes de las múltiples opiniones divergentes a la nuestra. Es la llamada diversidad cultural.

Por lo tanto, podemos afirmar ya que la transformación de nuestro relato vital se fundamenta en la actualidad en la estructuración de las pasiones colectivas. La universalización de determinadas pasiones, o al menos la empatía global de las mismas, es una de las características fundamentales para entender el actual presente.

Siguiendo esta hipótesis, vemos como no resulta descabellado pensar en que las pasiones colectivas van ganando terreno al lado privado de las pasiones, y si no, no hay más que pensar en el número de manifestaciones –virtuales o físicas- y en cómo se han multiplicado en los últimos años. Internet, quizá por exceso, se ha convertido en la representación del espacio virtual que pretendíamos hacer del espacio físico llamado Europa.

Por lo tanto, debemos tener en cuenta que -en la actualidad- las pasiones colectivas nos indican qué debemos considerar verdad y qué debemos considerar persuasión manipulativa dentro de la llamada esfera u opinión pública.

La emergencia de lo político frente a la política (Landowski, 2004), del mundo de lo sensible frente al mundo de la significación implica entender los acontecimientos y procesos sociales a partir tanto de criterios racionales como de criterios de visibilidad. El célebre aforismo ver es comprender, implica también ver es creer. Sólo comprendemos lo que queremos creer, y la visibilidad de la esfera pública se posiciona aquí como elemento fundamental para establecer los procedimientos adecuados de integración.

No se trata en cualquier caso de justificar la relevancia de la misma como parte de la globalidad ni del cosmopolitismo, sino más bien como una parte cada vez más inseparable de la esfera pública. Las verdades públicas -y principalmente las políticas- ya no son como hemos creído parte del lado racional de los sujetos sino que forman parte del lado sensible y pasional de cada uno de nosotros.

En consecuencia, el actual sistema social ya no puede establecerse fuera de criterios de visibilidad. La razón ya no es suficiente para entender los procesos transformadores de la glocalización. En definitiva, ya no es necesario describir este mundo cambiante porque sabemos cambiarlo.

Es aquí cuando emerge con fuerza la figura de Europa. Una Europa, que tiene su alma en un destino común y que se establece como el referente de la llamada Sociedad Articulada. La aproximación de Europa -mal identificada con Bruselas- a la ciudadanía necesita configurarse a partir de la regulación de los regímenes de visibilidad actuales. Debiera ser una Europa capaz de representar, a través de imágenes de nuestra vida cotidiana, los valores y el estilo de vida que pretende reconstruir.

En este sentido, la metamorfosis que busca la sociedad contemporánea considera que la dimensión estésica de Europa, es decir, el arte de vivir puede servir de epicentro de las transformaciones futuras. La idea de los actores eurófilos es que Europa, entendida como laboratorio de la globalización, reforzará su cotización social. El multilingüismo, el pluralismo identitario y el multiperspectivismo ideológico están en las bases de cualquier Sociedad Articulada.

Europa se presenta, de esta forma, como la última utopía y se define como el gran regulador pasional del mundo actual. Una narración de la Europa cotidiana que hace que en la actualidad lo físico y lo sensible, se unan en torno a un posible mundo mejor que dejemos como herencia en una acción y reacción de recompensa y gratitud.

Por lo tanto, sólo si entendemos que la voluntad del otro –también extranjero- puede decidir la nuestra podremos comprender los cambios y transformaciones que se están produciendo2.

Hay que ser conscientes de que esta reconstrucción europea supone nuevas reglas del juego, donde quizá no haya que hablar tanto de actores políticos y más de sujetos responsables; es decir, de una ciudadanía activa que reconfigure las bases democráticas debilitadas.

La rearticulación de los sujetos
Últimamente se habla mucho de periodismo ciudadano. Es la idea desarrollada de quinto poder que señaló tan acertadamente Silverstone hace algunos años. El ciudadano retoma la función de contrapoder, que ha dejado de prestar el periodista y que Derrida (2005) había dejado como reivindicación en su obra póstuma: Surtout pas de journalistes! había sentenciado el filósofo francés. Era la desaparición del tercero, del intermediario, del actor mediador entre acontecimiento y espectador.

En la sociedad actual, todos somos un poco periodistas o políticos, parece ser el eslogan. El peligro que esta nueva forma de vigilancia de poderes establece es la desaparición del actor mediador profesional en favor de un actor social que ejerce de garante del sentido común y de la verdad, aunque sea de forma parcial. En cierta medida, este fenómeno supone una especie de tiranía inconsciente del receptor.

Como contrapartida, el periodista ejerce cada vez más la figura de sacerdote social, actuando como mediador pasional dentro de un periodismo que se estructura a través de la multiplicación y reproducción de acontecimientos mediáticos.

Como ya habíamos apuntado, la sociedad civil ya no admite la elección de contenidos o de pasiones como forma de democracia sino que buscar también crearlas. Esta afirmación implica que “los nuevos actores, en la medida en que vigilan y denuncian, desestabilizan cada vez más la capacidad del poder para imponerse de forma coercitiva” (Innerarity, D., 2003).

Las noticias ahora son creadas –aunque todavía en un número muy reducido- y completadas por el receptor. Hecho que nos lleva a pensar que una Teoría de la Cooperación Mediática está surgiendo; donde el usuario se vuelve, en cierta medida, coautor de la información (Manovich, L., 2005: 97).

Sin embargo, la apertura a la sociedad civil por parte de los medios de comunicación, no es tanto por una nueva forma de pensamiento mucho más abierta sino por razones meramente prácticas. El periodismo ciudadano permite a los medios de comunicación tradicionales ahorrar costes fijos –que siempre serán mayores- y establecer como sinónimos periodista ciudadano y periodista freelance. Entre otras cosas, porque en esta sociedad audiovisual todo acontecimiento tiene un testigo que guarda la prueba.

La rearticulación de los sujetos que se está proponiendo implica, por un lado, una formación mediática mucho más desarrollada y crítica desde la enseñanza primaria a través de una Ética de la Comunicación y por otra parte, que el papel del periodista -en cualquier caso- deba ser el de evidence -prueba-, de la veracidad de esa información. Sólo así, podremos integrar las figuras y funciones del autor (Foucault, 1999) y narrador (Benjamin, 1991) dentro del relato de los acontecimientos actuales.

Por otra parte, resulta necesario destacar que la desconfianza en la veracidad de las informaciones en Internet, en realidad no es tal. Aquellos que no usan Internet -todavía una parte de la ciudadanía considerable- no pueden confiar en lo que no conocen. Sin embargo, aquellos que están perfectamente informados a través de los medios de comunicación tradicionales –esta afirmación en realidad es un oxímoron- buscan en Internet la contrainformación, el rumor, el secreto… situándose así el mundo virtual como una fuente de información de gran fiabilidad. Es decir, cuando ya tenemos toda la información necesaria –la sobreinformación oficial se establece como forma refinada de censura- soy yo el que va a buscar el “lado oscuro de la comunicación”. Es la dialéctica instaurada entre información y conocimiento, entre un presente continuo y un presente reflexivo. Por lo tanto, en la medida en que tenemos un mayor conocimiento sobre los hechos menos influencias externas podemos recibir. Es esa, una de las premisas de la llamada Sociedad del Conocimiento.

El problema es que la comunicación ha devenido, por exceso de información, herejía del conocimiento.

Por lo tanto, y retomando la relación entre política y comunicación política, parece que tanto periodistas como políticos al interpretar y, en ocasiones, ejercer un rol de actor político multiplican la desconfianza hacia los mismos y dejan de cumplir la función de estabilización y cohesión social que se les presupone.

Los actores políticos, en la actualidad, han dejado de racionalizar los discursos y prácticamente sólo son meras correas de transmisión identitarias y pasionales. Pero recordemos que esa función, de regulación pasional, puede ser perfectamente –y con mayor éxito- llevada a cabo por nuestra Segunda Vida Virtual –al menos parcialmente-.

En política, al menos de momento, las identidades relacionales deben tener preferencia sobre las pasionales, sería la conclusión. Hay que encontrar diversos tiempos y espacios complementarios para que sus actores hagan política.

La ciudadanía cada vez está más interesada en política y menos en los políticos y en la comunicación política reflejada y representada por los media. Los medios “electrónicos”, habían roto la necesidad de una presencia física como condición necesaria para percibir “la experiencia de primera mano”. Antes era más fácil separar las esferas entre adultos y niños (Meyrowitz, 1985: 7) pero también entre políticos, periodistas y ciudadanos.

Como solución parcial al problema parece estar surgiendo la figura del político freelance debido a la desaparición del periodista freelance, un actor autónomo y en cierta medida independiente de la lógica de reparto de poderes del sistema social.

Un sistema social que necesita crear nuevos mecanismos de articulación de poder y de producción de sentido. En este sentido, podemos afirmar que la triple articulación de identidad que se empieza a proponer defiende la potenciación de las identidades pasionales reguladas en Internet, de las identidades racionales reguladas a través de los medios de comunicación y de las identidades relacionales reguladas a través de la política.

Esta podría ser una de las incógnitas ya resueltas por la Sociedad Articulada. En cualquier caso, sólo si entendemos la identidad como sinónimo de coherencia, como sinónimo de responsabilidad y de articulación podremos entender el cambio mediático que se está produciendo. Por lo tanto, y como nos recuerda Tomás Segovia, al hablar de identidades –pasionales, se puede deducir-, “no hay identidades lo que hay son lealtades”.

Sólo si logramos distinguir entre identidad y pertenencia como primera premisa para establecer el equilibrio de estos nuevos flujos emocionales y racionales podremos reconocer una nueva forma de sociología de los valores y las pasiones que está llamando a nuestras puertas.


Notas:

1 La última fase de este proceso no es difícil imaginar que estará en la autonomía de cada uno para crear sus propios recursos económicos dentro de un contexto de interdependencia.
2 En este sentido, podemos pensar, que en este momento la utopía pueda consistir en poder ser extranjero. Uno tiene la potestad de volver a su hogar cuando deje de sentirse extranjero. Pensemos si no, en como al referirse a Foucault, Fullat defenderá su pasión por ser extranjero de su propia cultura (Fullat, O., 2002: 132). De esta forma se puede afirmar que quién piensa en términos sociales globalmente, lo hace porque tiene resuelta su propia espacialidad.


Referencias:

BATESON, G. (1998): Pasos hacia una ecología de la mente. Lumen. Buenos Aires.
BECK, U (1998). La sociedad del riesgo. En camino hacia otra sociedad moderna, Paidós, Barcelona.
BENJAMIN, Walter (1991): "El narrador", en Para una crítica de la violencia y otros ensayos. Taurus, Madrid.
DERRIDA, J. (2005): Surtout pas de journalistes. Carnets L´Harne, París.
ECO, U. (2002): “El mago y el científico”. Publicado en El País, 15 de diciembre de 2002.
FABBRI, P. (2004): “Aplauso y consenso”. En CIC: Cuadernos de información y comunicación, Nº 9, 2004 (Ejemplar dedicado a: Cultura de masas), pp. 137-148
FOUCAULT, M. (1999): “¿Qué es un autor?”. Literatura y Conocimiento. Edición de la Universidad de Los Andes, 1999, pp. 95-125.
FULLAT, O. (2002): El siglo postmoderno. Barcelona. Crítica.
GOFFMAN, E. (1970): Estigma. Amorrortu, Buenos Aires.
INNERARITY, D. (2005). “El espacio emocional”. Publicado en El Correo/Diario Vasco, 23 de marzo de 2005
INNERARITY, D. (2003). “Autores en busca de escena”. Publicado en El País, el 3 de junio de 2003
LANDOWSKI, E. (2004): “Diana in vivo”. En CIC: Cuadernos de información y comunicación, Nº 9 (Ejemplar dedicado a: Cultura de masas), pp. 83-99
LUHMANN, N. (2000): La realidad de los medios de masas. U.Iberoamericana/ Anthropos, México/Barcelona.
MCLUHAN, M. (1996): Comprender los medios de comunicación. Paidós, Barcelona.
MEYROWITZ, J. (1985) No sense of place. Nueva York: Oxford University Press.
MORIN, E. (1981): El Método I. La naturaleza de la naturaleza. Cátedra. Madrid.
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SILVERSTONE, R. (2004) ¿Por qué estudiar los medios?. Amorrortu, Buenos Aires.


Dr. Raúl Magallón Rosa
Profesor del Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III. Madrid, España.