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Semblanza de Manuel MartÍn Serrano

Por Rafael Serrano
Número 59

Cuando se me coloca en la función de presentar a un personaje como Manuel Martín Serrano me encuentro con una vida y una obra compleja y vasta,   que comprueba el dicho de Marguerite Yourcenar: somos lo miles que hemos sido : la vida de Manuel es como un conjunto de   recorridos, diversos, que conforman un mosaico,   diría hermosamente veneciano y distal, que comprueban que el trayecto de una vida no tiene misiones ni predestinaciones y que la identidad se logra en el camino, en la libertad que enfrenta el recorrido y sus constricciones. Sartreanamente, dice el propio Manuel,   se hizo asimismo a partir de lo que con el   hicieron la realidad y las circunstancias. Y eso ha sido Manuel muchos...y que ahora trataré de concentrar en el espejo de mi mirada   y en un   puñado de palabras convertidas en un pequeño relato...que ahora desanudo ante ustedes:

Manuel es madrileño de nacimiento y andaluz de corazón (criado en la sierra de Córdoba). Es hijo de la posguerra   (nace en 1940) y habitante de un tiempo   que él le llama del silencio y que nosotros le llamaríamos del dolor, la tristeza y la derrota de la   República, pero que la paradoja de la vida lo arroja en un paraíso feudal andaluz (una finca con bosques, plantas y animales que habitaban campesinos). En ese espacio tiempo vive su infancia y adquiere, creo, la noción de la naturaleza (experimenta con las palomas sus cambios de colores) y la sociedad: oye los relatos sobre el sexo, el trabajo, la riqueza y la muerte de las mozas de la finca, y   ejerce su primer oficio: reportero que entrevista a vendedoras de castañas, prostitutas y arrieros de hortalizas y que pública en un periódico púber hecho, según dice, para   salvar la dignidad y la autoestima y que le afirmaba en su carácter laico y racionalista: se llamaba "El último rebuzno del cura" que para el México de nuestros días   sería un best seller.

En ese tiempo del silencio, Arrabal, el dramaturgo del movimiento pánico, era alumno en la escuela   a la que asistía Manuel   (San Antón de Madrid) y   a decir   de Manuel, le enseña que para salvar el gozo y la razón,   las parábolas surrealistas son eficaces antídotos contra la muerte, si lo interpreto, Manuel aprende estrategias defensivas para enfrentar   culpabilidad irracional. Buen falta nos haría rescatar este antídoto en estos tristes días mexicanos.

Manuel, a los 14 años se considera un estudiante medio . Esta en el bachillerato y estudia en una biblioteca pública   republicana (aún en la oscuridad de la dictadura hay una sonrisa en el ojo de la mente), en el Hospicio de la plaza del Tribunal, lee sin entenderlos a Darwin, Freud, Spinoza, Voltaire, Rosseau, Goethe, Rimbaud, Gracilaso, Galdós, Boscán, Lorca, etc. Y un día le   encuentran los curas de San Antón, en su pupitre el texto de Así hablaba Zaratustra . Se le acusa, surrealistamente de iniquidad.   Es expulsado realistamente de la escuela.

Entonces, ya bachiller, la emprende como todos sin saber bien a qué y cómo, por una carrera corta ; elije la carrera de aparejador (arquitecto-técnico), donde descubrió que le gustaba la descriptiva: la proyección de los espacios y la transformación de éstos. Pero luego Manuel, dice, traiciona su aprendizaje instrumental y   se dedica   a la dirección teatra l. De la mano de dos cubanos destacados, César López y José Triana, aprende las técnicas de Stanislavski.   Ahí, reconoce Manuel comprende como los roles dependen de los objetivos de la acción dramática,   aprendizaje   que será posteriormente usado en sus   metodologías de análisis de los relatos (nadie sabe para qué se aprende). Sin embargo,   se consideraba escritor   incluso escribe un libro de poemas (según Manuel felizmente no publicado). Cambia de la escuela de aparejadores a la Facultad de Filosofía y Letras. Trabaja   en una mina de antracita   y descubre a Brecht,   y unos hombres, como en el camino a Tebas, le formulan la pregunta : ¿y todo eso que escribes, para qué nos sirve? La respuesta la encuentra en el poeta Gabriel   Celaya: la poesía es un arma cargada de futuro. Funda la revista   Cuadernos de Arte y Pensamiento . Estrena obras como El círculo de tiza, Esperando a Godot y algunas obras suyas (que desconocemos).

La policía franquista lo hace irse a París. Pobre. Trabaja en Les Halles y es empleado de limpieza en las oficinas de una compañía de seguros. Se matricula en la Sorbona. Aprende   lógica y fenomenología. Le aburren los templos existencialistas. Pero Sastre no y   su lectura lo lleva al marxismo: cree que   la necesidad de transformar la sociedad se encuentra con la libertad del sujeto. Regresa a España y se da cuenta que su carrera teatral ha culminado. Camina hacia la filosofía, se declara un heterodoxo peligroso (existencialista-fenomenológico) que armoniza con la escolástica que busca hacer corresponder el pensamiento con la naturaleza: "nada me afrenta que se me tenga por escolástico, si acaso he sido capaz de sintonizar con esa pasión por descubrir la armonía que existe entre el ser y el conocer, que nos legó la obra de Lulio". Un escolástico peligroso... ¿verdad?

Para contribuir a este proyecto, se inscribe en la facultad de medicina: Dice Manuel: "En medicina, conocí por primera vez los criterios de diseño y de prueba que se utilizan en los experimentos controlados de la genética o de la histología. Los sistemas de clasificación estructural y funcional que emplea la anatomía o la química orgánica no sólo eran formalmente casi perfectos, además permitían guiar la práctica de la investigación científica". El método del químico podría aplicarse al estudio, por ejemplo de los relatos bajo el esquema de someter a éstos   a los modelos lógicos de organización de los conceptos. La deuda con las ciencias biológicas por el rigor que aportan; y es desde esta tradición que   Manuel estudia el funcionamiento de los sistemas sociales. Lo cual le ha valido a Manuel incomprensiones de algunas capillas académicas, diría yo, muy logocéntricas y cerradas.

Se vuelve ayudante de profesor en una universidad anclada en la mediocridad. Mal pagado busca acomodo y tiempo libre, donde pudiera conciliar su vocación intelectual con un empleo con el cual vivir. Lo encuentra como redactor   de textos publicitarios . Dice Manuel: "...pasé de la redacción de textos a la planificación de campañas y luegoa la dirección técnica..."   Y luego se convirtió en experto en comportamiento del consumidor. Hace la especialidad   de Psicología. Investiga lo que se procesaba a nivel de la conciencia de las personas para que los mensajes publicitarios indujesen   un consumo controlado. Arriba a la psicología social y de ahí a la economía política. A decir de Manuel: de Kurt Lewin a Karl Marx.   Escribe su tesis doctoral   en filosofía sobre   el origen social, las aptitudes y actitudes de los jóvenes españoles

Regresa a París. Es 1968 y tiene 28 años. El alegato ético de los estudiantes hace que queme las naves de la empresa publicitaria. Pide una beca y se traslada a Estrasburgo para estudiar un doctorado de Estado, trabaja al lado Abraham Moles. Ahí   se propone la ardua tarea de unir   su experiencia   para   habitar territorios fronterizos de las ciencias que no sólo son interesantes sino que le incitaban a la creatividad: filosofía, medicina, psicología, lógica,   estadística, economía política, etc., con el objeto de producir   nuevas   técnicas de investigación.   Asiste a   los cursos de Lacan, Barthes, Moscovichi entre otros.

Regresa a España que vive los estertores del franquismo.   Es censurado, pero presiente que la historia se acelera y es necesario estar   ante el espectáculo de una dictadura que se desmorona: era necesario no solo estar sino participar en la restauración de las libertades. Manuel participa activamente en la transición a la democracia sin que ello signifique liderazgo alguno ni pretensión.: como un miembro más de la base. Cuando se instaura la democracia vuelve al redil de la academia, es decir, habita la esperanza de una España renacida.

Encuentra una Universidad revivida: liada en los entresijos de un marxismo pobre, pero que permitía discutir sobre cómo construir una sociedad nueva: Enseña las teorías del cambio   desde sus fuentes originales, sobre lo hombros de gigantes, como dice Manuel: Marx, Comte, Durkheim.   Sus clases se abarrotan: "ningún oyente me preguntó por mi filiación política, ni yo mostré las pruebas de limpieza de sangre democrática, con los que otros compañeros   compraban la benevolencia pero no siempre el respeto..."

La siembra en esos años inciertos, verdadera olla de creatividad, empieza a fluir como un surtidor;    en los 70s escribe: Sociología del Milagro, El Orden del mundo a través de la TV, Comte el padre negado; La mediación social, Métodos actuales de   la Investigación Social, Los profesionales en la sociedad capitalista y muchos y diversos artículos sobre los temas fronterizos que tanto frecuenta y recorre Manuel. Está década nos permite   ver que la empresa de Martiniana recuerda lo que ha sido: un buen reportero y un excelente aparejador de lo social, un excelente descriptor. Es una década a lo Proust: nada más que en busca del método y su teoría.

En los 80s, Manuel se enfoca a la construcción de una teoría de la comunicación, a la construcción de un paradigma que responda a una lógica aplicable al conocimiento y a la acción. Con un grupo de académicos emprende la aventura de fundar un estatuto teórico universal para explicar uno de los comportamientos más complejos de los sistemas vivos, desde todas las parcelas del conocimiento: desde la biología y la física   hasta la sociología y las ciencias de la cultura, pasando por los saberes lógico-matemáticos. Escribe con sus compañeros de la   Complutense: Teoría de la comunicación. Epistemología y análisis de la referencia   que se convertirá   en piedra de toque,   controversia y envidia en ambos mundos: Europa y Latinoamérica.

A esta empresa lo acompañan investigaciones que aplican ésta teoría: el uso de la comunicación por los españoles, los profesionales en la sociedad capitalista y   sin duda una obra central: la producción social de la comunicación . Un estudio paradigmático sobre la transición de la dictadura a la democracia en España, donde Manuel plantea, creo, por primera vez, leyes del comportamiento de la comunicación social y explica la ataraxia expresiva del proyecto capitalista hoy conocido como globalizador.

En los 90s   pública junto con su esposa Olivia Velarde, libros sobre la juventud española   y de ahí llegamos al presente y al libro que hoy nos convoca...y detengo este relato, para que hablen nuestros ponentes...desde el presente...

Queda, les dejo un bricolaje incompleto, una vida que se parece a su obra: compleja, vasta, incierta siempre en movimiento y que podría refrendar lo que la escritora francesa ha dicho: somos los miles que hemos sido. Muchas gracias Manuel.
Rafael Serrano
Universidad de la Comunicación.

 

 

 

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