México

Inicio - Especial

Manuel MartÍn Serrano y su obra

Por Salvador Corrales
Número 59

La Universidad de la Comunicación nace y se mantiene como una institución especializada en el cultivo y enseñanza de las ciencias y técnicas de la Comunicación en México. Al cumplir este año su trigésimo aniversario, el acontecimiento que hoy nos congrega adquiere para nosotros un valor   simbólico de la mayor importancia.   Que tengamos el privilegio de dar a conocer al mundo la última obra de Manuel Martín Serrano, máximo exponente de la investigación científica en torno de la comunicación, nos llena de legítimo orgullo. Gracias, Don Manuel, por haber aceptado nuestra invitación y permitirnos este intercambio de impresiones acerca de su magnífico libro.

La obra y la personalidad de Martín Serrano destacan en el universo de la ciencia contemporánea como ejemplares. Desde que en 1977 publicara La mediación social , hasta la aparición en el año que corre de la Teoría de la Comunicación.- La comunicación, la vida y la sociedad, este incansable investigador y lúcido expositor ha cubierto, como hemos tenido la oportunidad de escuchar,   múltiples campos y aspectos de la comunicación, con obras capitales que confieren valor científico a un acervo de conocimientos que interesan no sólo a los especialistas teóricos y a los comunicadores en ejercicio, sino a también a quienes cultivan otras ciencias que confluyen en el entendimiento del hombre, la vida y la sociedad, que finalmente encuentran en la Teoría de la Comunicación la explicación de muchos fenómenos que han venido siendo elusivos para esos saberes, en ausencia de los métodos y técnicas de la investigación comunicacional. Por ello la obra de Don Manuel ocupa lugar señero en la ciencia de nuestro tiempo.

La importancia de la contribución del doctor Martín Serrano al avance del conocimiento es comparable a otros momentos estelares de la ciencia, como han sido todos aquellos que han aportado nuevos paradigmas y han jalonado el pensamiento humano con trabajos seminales, cuyos frutos trascienden con mucho la época de su aparición. Pienso, para citar algunos, en la publicación de los Principia Matemáticae de Newton, en 1687; la Teoría Atómica de Dalton, en 1803, la Teoría de la Evolución de Darwin, en 1859, y más recientes, las Teorías Especial y General de la Relatividad, en 1905 y 1915, respectivamente. Todos estas aportaciones tuvieron su origen en el campo de las ciencias físicas y biológicas, pero rebasaron su área de influencia e impactaron e impactan aún muchos otros campos del pensamiento y la actividad humana. Dentro del área de las ciencias filosóficas y humanas, es posible equiparar la importancia del trabajo de Martín Serrano con la que tuvo la obra de Durkheim en el campo de la sociología, la obra pionera de Dilthey en la fundación de las llamadas Ciencias del Espíritu, o más recientemente, la Teoría Pura del Derecho de Hans Kelsen, en el campo de la Jurisprudencia.

El concepto de "Revolución Científica" de Thomas Khun ha hecho comprensible el progreso a saltos de la ciencia, comprobando de alguna manera el concepto de falsabilidad de Popper, al poner en claro que los cambios de los paradigmas científicos ocasionan la transformación de áreas enteras de conocimiento.   Podemos observar esta dramática secuencia   -dice Richard Tarnas (Ferrer, 2003)--en el caso de la revolución copernicana, cuando la intuición fundamental de Copérnico dio origen a una cosmología más elegante y convincente al considerar a la Tierra orbitando en torno del sol central.   Tal acontece cuando Martín Serrano plantea la pregunta y la respuesta fundamentales de la Teoría de la Comunicación:

P. ¿Cómo es (a veces) posible que la comunicación sea o no posible?

R. Es (a veces) posible la comunicación, cuando las actuaciones se hacen indicativas. ( p. 288)

Con base en este nuevo punto de vista, Don Manuel ha construido un conocimiento verificable, esto es, una nueva ciencia, que surge al llevar a cabo la desagregación sistemática de ese tema fundamental y fundacional, de manera que "la Teoría de la Comunicación se puede concebir como el trabajo que aporta el criterio específico para los estudios científicos de los fenómenos comunicativos" ( p. 297).

Pero su obra no sólo tiene valor científico, sino que posee uno muy importante de carácter didáctico, como lo constatan el ya incontable número de profesores que la enseñan y los estudiantes que los siguen. En este campo también las escuelas de comunicación hemos contraído con el Maestro una deuda impagable.

Con el trabajo de Martín Serrano las ciencias de la comunicación han encontrado definitivamente el lugar que les corresponde en el vasto campo del saber humano. Desde siempre se ha conocido la importancia de las reflexiones teóricas para entender y regular la práctica comunicacional, tan variada y rica, que ha logrado la institucionalización de la comunicación, así como para incursionar en otras áreas del conocimiento; pero es sólo con este autor que la Teoría de la Comunicación se constituye en el "paradigma de los conocimientos relativos a las actividades indicativas" (p. 298), y ello se logra porque   distingue con toda propiedad sus "objetos materiales" respecto de su "objeto formal". Los primeros los comparte con la Física, la Ecología, la Biología, la Neurología, la Zoología, la Etología y muchas otras, entre las que cabe citar las Psicologías Genética, Evolutiva y Diferencial; la Teoría del Comportamiento y las Antropologías, la Axiología y las Teorías de la Cultura. En cambio, la Teoría de la Comunicación preserva su autonomía respecto de todas ellas, porque ha definido plenamente su objeto formal, como es la producción y uso indicativo de la información, que la distingue de cualquier otra disciplina. Algo semejante a lo logrado por la Teoría Pura del Derecho a través del concepto de regulación coactiva de la conducta.

El establecimiento de diferencias explícitas y fundamentadas entre las distintas disciplinas científicas, base de vínculos fecundos, adquiere actualmente un gran valor, porque hace posible y favorece las prácticas multidisciplinarias e, incluso, transdisciplinarias, que reclama la complejidad del conocimiento en la sociedad contemporánea.

Como dispongo de un tiempo limitado, tan sólo querría referirme escuetamente a dos últimos temas. Primero, el paso gigante que ha dado la comprensión de la vida al salvar la Teoría de la Comunicación aquella división artificial que perduró tanto tiempo entre hominización y humanización, y que estableció un muro insalvable entre Naturaleza y Cultura, al ignorar que la evolución y el progreso histórico del hombre reconocen las mismas pautas comunicativas, error que da origen a la tesis creacionista de la conciencia, por desconocer sus antecedentes naturales. La investigación acuciosa y comprobable de Martín Serrano en este punto constituye otra "revolución científica" de alcances insospechados. Ahora sabemos que la conciencia aparece como un recurso obligado de la evolución, cuando los animales comunicantes adquieren la capacidad de reconocer la alteridad; lo cual significa que los Actores son capaces de referirse a la naturaleza del vínculo entre ellos, como el objeto a propósito del cual se comunican: Se hacen posible así las comunicaciones referidas a los efectos y se incorporan las representaciones y las emociones (ps. 267 y 268)

El capítulo denominado "Lo específicamente humano de la comunicación humana", constituye, a mi juicio, un parteaguas entre un antes y un después en la comprensión del hombre, porque explica cómo el desarrollo de la comunicación humana, y con ella de la sociedad y de la cultura, han sido el resultado de un feliz encuentro entre la creatividad de la Naturaleza y la del pensamiento, cada una activa en la otra, hasta la aparición de la Modernidad, que cancela la    acción de la primera.

El humanismo que tuviera en la Oración por la Dignidad del Hombre de Pico de la   Mirándola su reformulación renacentista, encuentra ahora en la Teoría de la Comunicación fundamento científico, al poner al descubierto la secuencia de pautas evolutivas que desembocan en el reconocimiento por parte del hombre de su propia identidad, que conlleva la exaltación de su espacio vital como centro del universo, lo cual da origen al antropocentrismo, la aparición de las sociedades y el nacimiento de las múltiples cosmogonías, universos de significaciones nacidos de la mente humana, a través del ejercicio de la comunicación.

Finalmente, deseo destacar y hacerlo mío, el grito de alarma que desde la atalaya de la ciencia lanza Martín Serrano contra el peligroso empeño de negar las implicaciones que la comunicación tiene con la Naturaleza, que motiva a que, en algunos aspectos, la capacidad humana para la comunicación esté evolucionando hacia la destructividad, para convertirse de una opción para la vida en una actividad para la muerte, lo cual sucede cuando, por primera vez en el mundo, la humanidad se cree con recursos suficientes para someter a la Naturaleza y, llegado el caso, a prescindir de ella. (p. 162), designio que es llevado a extremos por la sociedad post-industrial de nuestro tiempo.

No escapa a nadie que este llamado de atención cobra carácter urgente y angustioso en los actuales momentos en que   finalmente el Comité de Expertos de la ONU ha denunciado la responsabilidad del hombre en la precipitación del cambio ecológico, que anuncia una nueva era donde las condiciones del medio dejarán de ser las extremadamente favorables que permitieron el desarrollo de las sociedades humanas en los últimos diez mil años. La Teoría de la Comunicación tiene, como afirma Martín Serrano, entre otras aplicaciones prácticas, la utilidad de contribuir a que este giro destructor no sea irreversible, y finca para los   comunicadores y educadores la responsabilidad insoslayable de lograrlo.

¡Gracias de nuevo, Don Manuel!
Dr. Salvador Corrales Ayala
Universidad de la Comunicación.

 

 

 

© Derechos Reservados 1996- 2007
Razón y Palabra es una publicación electrónica editada por el
Proyecto Internet del ITESM Campus Estado de México.