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La estrella que no podÍa titilar

Por Gabriela Leveroni
Número 59

Cada cien años, en una noche oscura sin luna, las estrellas celebran en el firmamento una gran fiesta.

Ese día tan especial se reúnen todas las estrellas: grandes, pequeñas, intensas en su resplandor y algunos cometas traviesos que se cuelan en la reunión para verlas jugar.

El lugar de reunión son los anillos de Saturno y la razón de la fiesta es dar la bienvenida a las estrellas que surgieron en el último siglo.

Cada una de las nuevas estrellas era bendecida por el padre del universo con un deseo.

Todas disfrutaban inmensamente de la reunión, los anillos de Saturno se convertían en los más hermosos toboganes que jamás pudiéramos imaginar pues cada salida llevaba a un lugar diferente. Uno salía al pasado, otro al futuro, dos más a los hoyos negros que son tan divertidos   y algunas   parecían no tener fin.

En un lugar apartado de la diversión una pequeña estrella llamada Thea lloraba silenciosamente, de pronto como en un susurro, la pequeña   Thea   escucho la voz inconfundible del universo   "¿Qué te pasa Thea? ¿Por qué estás triste? Todas tus amigas se están divirtiendo mucho y tú estás aquí sola".

"Oh señor! ¡Es que soy tan infeliz! " dijo la estrellita.

¡Cuéntame que pasa!   Seguramente podré ayudarte. Dijo muy serio el universo.

Mira señor, todas las compañeras de mi especie pueden titilar y por más que lo intento no he podido lograr ni siquiera un parpadeo." Dijo muy triste   al mismo tiempo que cerraba los ojos y se concentraba para intentar aunque sea un leve destello.

"¿Y por qué es tan importante para ti titilar como las demás?"   Pregunto la voz grave.

"Por que quiero ser especial!" dijo segura de sí la estrella

"Pero tu eres especial tal y como eres, no te pareces a ninguna otra estrella en mi universo" contestó su señor con voz tranquila.

"Sí pero quiero ser especial como la estrella de los deseos,   la   cruz del sur   que guía los marinos o alguna de las estrellas que marcan el anochecer. Sin embargo yo solamente estoy en el cielo y no puedo titilar"   suspiro Thea " ¿Cómo voy a ser especial!?.

Tú eres especial tal como eres   y demostrártelo será mi regalo para ti dijo   el Gran señor. "mañana en la noche cuando la fiesta haya terminado y regresen todas las estrellas a sus lugares, permitiré que escuches lo que ocurre en algún lugar del planeta azul"

¿Aquel que se llama tierra? ¡Qué puede tener de interesante escuchar lo que dicen los habitantes de ahí!   Preguntó la pequeñita con incredulidad.

"Ya lo verás" dijo el universo y el silencio volvió a llenar ese espacio del firmamento.

Al día siguiente Thea estaba lista en su lugar para aparecer en el momento que la noche dejara caer su manto. Entonces, empezó a escuchar los murmullos que provenían de la tierra.   Poco a poco los   murmullos se convirtieron en una voz dulce y cristalina que decía "mira papá! Ahí esta mi estrella... la ves? Es tan pequeñita como yo y por eso la escogí de entre todas. Además no puede titilar - dijo una pequeña desde la ventana de una casa y con una mano la señalaba a ella.

¿Por qué será que no titila?"   le   preguntó   el papá a su hija.

¡Pues porque es especial como yo!!" dijo riéndose la niñita " yo no puedo caminar y ella no puede titilar, ¿lo ves?   ¡Las dos somos muy especiales!

Tienes razón querida,   Todos nosotros somos diferentes, como las estrellas, ya que ninguna es igual a otra , pero cada uno de nosotros somos especiales gracias a lo diferentes que somos de los demás," dijo el papá con dulzura abrazando a su hija "vamos es hora de dormir, tu estrella vigilará que tengas dulces sueños.". Y   al cerrar la ventana Thea vio como la pequeña se despedía de ella con la mano.

Desde ese día Thea   se sintió la estrella más orgullosa del firmamento pues supo que era especial aunque nunca pudiera titilar como las demás .


Gabriela Leveroni

 

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