Comunicación en la Vida Cotidiana
Número 6, Año 2, febrero-marzo 1997


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Danza Muda

Por: Alejandro Carranco Aréchiga

Otra noche más en espera de los bellos recuerdos que la lluvia moja con su frescura...

Aún está presente, pero nunca como en aquel atardecer...el tiempo se llenaba de miedo paralizando su camino, la máscara negra ya había ocultado el rostro del día, mientras que mi curiosidad hablaba para acercarme a mi ventana.

Mi mirada cruzó la realidad y vio la más hermosa figura, tu desnudo cuerpo ardía a través de tu blanco vestido, bailabas con tu imaginación, tus pies dejaban huellas en el verde pasto de mi jardín, no podía ver más allá, sólo tu místico lenguaje convertido en una danza.

Sentía una gran paz al observar tus brincos y vueltas, mientras que la pequeña llovizna bañaba tus cabellos formando diminutos caudales que cruzaban tu cuerpo buscando algún refugio. Tu mirada se entrelazó con la mía, paraste de bailar y te fuiste corriendo para desaparecer en la oscuridad. Esa noche fue mágica e inolvidable.

Pero después de reaccionar a lo que había visto, no me pude explicar el motivo de la presencia de esa mujer, no la conocía pero sentía una gran felicidad y seguridad cada vez que ella bailaba libremente por mi mente...

Otra noche más en espera de la lluvia para liberarme y bailar a la vida que algún día me amamantó...

La melodía empezaba a dar sus primeros acordes, mis descalzos pies se movían dejando huellas en ese fresco pasto de aquel lugar, alzaba mi cara y las gotas caían contra mi bello rostro, mi cabello mojado se envolvía con mi ritmo, no bastaba la lluvia para apagar el calor de mi piel, esta melodía apenas empezaba...

De pronto mire hacia la casa y en la ventana había un hombre mirándome, su mirada se apoderó de mí, la melodía había finalizado por hoy, tuve que correr hacia mi refugio, la oscuridad. Esa noche fue extraña, nunca había sentido algo igual.

Sentada en la noche, pensé en lo que su mirada me dijo, me sentía protegida, esperaré la próxima melodía para así sentir su presencia...

Creo que hoy volverá a venir, algo me dice que estoy en lo cierto, no he dejado de pensar en su bailar, pero hoy en la noche hablaré con ella...

Todo parece estar perfecto, la noche cubre el techo natural, los rayos alcanzan a iluminar el camino, la humedad regresa y estoy parado en el jardín con mis pies desnudos en espera, tal vez, de alguna rítmica locura.

De las sombras, paso a paso se empieza a colorear la figura de esa mujer, su blancura abraza mi atención, y sus movimientos se agilizan en una similar danza, me acerco a ella...

Hoy es la noche apropiada para volver a ir, tengo que enganchar su mirada en mí...

Las estrellas guían mi andar, el cielo comienza a llorar alegría, corro y comienzo a brindar mi danza ante mi único espectador que paralizado se encuentra al otro lado del jardín, no tardará en acercarse...

De pronto corrí y sin saber el motivo la abracé fuertemente, ella me vio directamente a los ojos, no dijo palabra alguna, sólo sonrió y me dio un gran beso...

Su piel se fundió en la mía, solos, nos amamos y bailamos, la lluvia mojaba nuestros cuerpos y el calor fundía mis profundos sentimientos, su mirada era mística, nunca había visto algo así.

Inesperadamente ella separó sus labios de los míos y sin decir palabra fijó su bellos ojos con los míos, parecía que me quería decir algo, pero muda se quedó, se fue corriendo hacia la oscuridad...

Por un momento dejé de bailar y recibí en mis brazos al hombre de mirada amorosa, lo besé y nuestros cuerpos se hicieron uno, toda esa noche estuvimos juntos danzando la melodía del oscuro amor.

Por último, le di un beso y lo miré profundamente, le grite que lo amaba, pero mis gritos nunca fueron escuchados, por lo que mi danza tendría que darse en otro lugar y tiempo, aunque ahora sea sólo un baile de tristeza...

Ya nunca la he vuelto a ver, pero esa extraña fantasía fue muy real, sólo me quedan sus recuerdos, y noche a noche la lluvia moja las huellas marcadas en el jardín de nuestro mudo amor...

Créditos fotografía:

"Flor de manita" Tina Modotti, 1925.
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