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LO TECNOLÓGICO Y LO IMAGINARIO

Por Andrés Herrera Feligreras
Número 61

El edificio de la estación de Atocha en Madrid alberga bajo su marquesina de hierro, obra de arte de la arquitectura ferroviaria decimonónica, el Jardín del Edén del futuro. La yuxtaposición arquitectónica de lo nuevo (Moneo) sobre lo viejo (Palacio-Eiffel) transciende lo constructivo para hablarnos de la sustitución de la vieja sociedad material y analógica por la nueva utopía intangible y digital. Bajo la antigua estructura de hierro, y en torno al vergel tropical, viajeros con móviles vienen y van hacia los trenes de alta velocidad situados en las dársenas. En las cafeterías de la estación, mientras un camarero toma nota del pedido punteando una PDA, ejecutivos operan con sus ordenadores portátiles conectados a través de wi-fi con cualquier lugar del mundo. Los adolescentes ocupan el tiempo con sus consolas portatiles de juegos hiperrealistas, escuchan música o ven videos en sus mp4. Este paraiso es, a través de centenares de cámaras, vigilado por las invisibles fuerzas de seguridad. Una voz, también invisible, anuncia la llegada de la lanzadera Toledo-Madrid, sus pasajeros habrán recorrido en treinta minutos la distancia de noventa kilómetros.

Esta película del futuro, no es sino un remake de la ópera que tiempo atrás protagonizaron el reloj y el ferrocarril como protagonistas de la confianza y la fe en el progreso, y que en nuestro tiempo convierte a las llamadas “nuevas tecnologías” en el centro de esta nueva producción del imaginario social. Tal vez, lo diferenciador con épocas pasadas es la relación entre el objeto central de la nueva utopía social -las “nuevas tecnologías de la información”- y la comunicación como proceso y espacio central en la creación de la conciencia individual y colectiva. Precisamente, esta relación entre las nuevas promesas de un “mundo feliz” y el discurso publicado hace imprescindible la reflexión a la que invita Daniel H.Cabrera en su Lo tecnológico y lo imaginario (Biblos, Buenos Aires, 2006 ) un trabajo que se distingue de la gran mayoría de las monografías sobre comunicación, por no estar escrita aposta.

Escribir aposta es una expresión de Rafael Sanchez Ferlosio que hace referencia al trabajo intelectual o artístico orientado al circuito cultural. En el ámbito de la comunicación, una de las características de los títulos que mayormente lucen en el apartado de novedades es que, además de estar escritos para el mercado, obedecen al encargo del mercado. La producción ciéntifica y divulgativa en el ámbito de la comunicación, y más precisamente la que hace referencia a las “tecnologías de la información” se conciben desde la utilidad político-empresarial generadora de consensos sociales. En esta tónica de complicidad acrítica entre los investigadores de la comunicación con la industria de la comunicación brilla con luz propia el trabajo de Cabrera. Un obra fruto de la “inquietud y expectación despertadas por los discursos empresariales, políticos y de la comunicación” (página 13) en torno a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y que declara pretender un espacio en el que poder interrogar la realidad más allá de la representación de esa realidad.

Sostiene Vicente Romano, que investigar sobre la comunicación es una tarea emancipadora; y a decir verdad Lo tecnológico y lo imaginario es sin duda un trabajo crítico con la realidad existente. Crítico y críptico se debería añadir, pues para quien no éste familiarizado con una jerga a caballo entre la comunicación y la filosofía, la lectura de este libro resulta una empresa difícil; solo compensada por la claridad que, sobre el tiempo en el que nos toca vivir, aparece una vez pasada la última página. 

En realidad, a veces, parece que la arquitectura conceptual trazada por el Dr.Cabrera constituyese un laberinto. Una composición que permite distintas lecturas destinada a eludir el academic-system de la institución académica conservadora donde el autor llevó a cabo su investigación. Un escrito que  hace necesario un hilo de Ariadna -de color rojo- para recorrer, aprehendiendo la verdadera intención del autor, los capítulos de este trabajo. Al final de su camino, el lector, encuentra una conclusión (páginas 223-228), que es toda una declaración sobre la responsabilidad del trabajo intelectual, y en concreto de los investigadores de la comunicación, ante los “consensos” petreos y aparentemente inmutables que caracterizan nuestra sociedad contemporánea.

Cuando se aborda el análisis de un libro algunos años después de haberse publicado, es imprescindible bucear el cómo éste trabajo ha sido abordado antes. El producto de Daniel H. Cabrera, Lo tecnológico y lo imaginario. Las nuevas tecnologías como creencias y esperanzas colectivas, pues es tal su título completo, ya ha sido descrito en su formato y contenido por Jordi Rodríguez (Comunicación y Sociedad,vol XX nº1, 2007); analizado desde las nuevas tecnologías por Acácia Rios (Telos, nº 73, octubre-diciembre de 2007) y examinado con una perspectiva más filosófica por Celso Sánchez (Antrhopos, nº217, 2008) en esta reseña, se quiere subrayar esa dimensión de trabajo intelectual comprometido que hace del libro de Cabrera una lectura obligada, muy especialmente para aquellos que desarrollan su trabajo en el ámbito de la comunicación y se resisten a que su desempeño profesional sea aposta.

Frente al intelectual/comunicador que se ve así mismo como un espíritu superior, por encima del bien y del mal, cuya misión es proveér de horizontes futuros a los hombres, Cabrera se revela -a través de su texto- en la mejor tradición de intelectuales que aspiran a hacer confluir “la humanidad pensante y la humanidad doliente” que diría Marx. Interrogandose en un campo, el de la comunicación, que está intimamente ligado con la producción de la conciencia individual y colectiva, y en última instancia con la democracia y libertad real de las personas. Cómo muy bien señala el autor, “la sociedad contemporánea ejercita como ninguna otra la libertad de elección, pero también experimenta como nunca la impotencia para producir cambios” (página 226). En ese contexto marcado por la percepción generalizada de que nada es posible más allá de lo realmente existente, identificar las claves que tornan esa “realidad” en discurso ideológico -y por tanto humano y cuestionable- desposeyendo a las “nuevas tecnologías” de su rol mitológico es, en la medida que abre espacios para la reflexión y la acción en pos de otro futuro, un acto revolucionario.

A renglón seguido es necesario hacer una aclaración para evitar tentaciones. Este libro no será útil ni para los catequistas del altermundialismo defensores de la “teoría de la conspiración de los poderes ocultos”, ni para quienes habiendo renunciado a la vieja teleología del socialismoreal  busquen señales desde Utopía. Lejos de los dogmas de fe, Cabrera, absorbe saberes -es larga la lista de grandes nombres que el autor maneja- pero en lugar de elaborar conocimiento al servicio del entramado dominante, disecciona este entramado. La propuesta de Cabrera es un ariete en la mejor tradición benjaminiana, denuncia la miopía y, como si de un quite torero se tratará, nos encara con la posibilidad.

El creciente peso en nuestra sociedad de la información y los medios para comunicarse subrayan la importancia de la investigación y del papel social de los comunicólogos. En ellos estará la decisión de ser complices de  Matrix o descubrir las contradicciones existentes entre la realidad y lo real; tendrán que decidir entre apuntalar el nuevo Edén o -como ha hecho Cabrera- señalar la tramoya, que permite pinchar el duermevela de Atocha con el alfiler del despertar.


Andrés Herrera Feligreras

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