Políticas de Comunicación
Número 8, Año 2, Agosto - Octubre 1997


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La Construcción de un Intento de Engaño Colectivo:
Análisis del "Nuevo Estilo de Gobernar"

por: Rosa María Aponte

Una característica fundamental del medio televisivo, es su fugacidad. Debido a ella, los mensajes que por esta vía se transmiten, están prácticamente condenados a ser irrecuperables. Si bien es verdad que, desde hace un par de décadas se cuenta a nivel comercial con aparatos capaces de grabar y reproducir programas televisivos, también lo es el hecho de que no es posible -ni rentable-, para cualquier ciudadano (a), grabar todo lo que es de su interés. Y menos aún, cuando el universo de opciones que abre la televisión se está ampliando notablemente. (Piénsese en Sky, MTV, Cablevisión, los sistemas por antena parabólica, etc).

Es innegable también, el preponderante lugar social que la televisión ocupa en la sociedad postmoderna del fin del milenio, y por ende, del privilegiado sitio en que las instituciones televisoras que la producen, se encuentran. Estas instituciones son las encargadas de la producción y difusión de los bienes culturales masmediáticos, en los que se incluye, la información. Estos consorcios se mueven en el interior de un sistema de relaciones objetivas, dentro de marcos de cooperación o conflicto, de competencia o alianza en los cuales, los agentes que construyen ese sistema de relaciones, luchan también por defender un capital instituido y reconocido, mediante el cual se validan prácticas como el poder de hacer ver, de hacer creer; de hacer reconocer.

O como la producción, difusión y legitimación del "conocimiento de actualidad".

Cabe apuntar aquí, la concepción de la información como un fenómeno de comunicación social, asegurado por su institucionalidad, en el que un grupo de agentes sociales están unidos por un mismo objetivo común: "informar". Esta unión de los agentes intenta, por otra parte, mantener aquellos criterios que se han consolidado por la propia práctica periodística y por los cuales ella se legitima. Entre estos criterios, domina la idea de emergencia y de difusión del acontecer social y de aquello que se juzga digno de despertar el "interés público". Juicio cuestionable, en la medida que responde directamente a los pactos políticos de la institución que lo genera y que determina qué es o no, "lo noticiable".

Concretamente, la práctica de periodismo político que se ha desarrollado en Televisa en buena parte de su existencia, se basa en la codificación y recodificación de las versiones oficiales de los acontecimientos, de tal forma que los agentes, dispuestos "a dar un servicio" a la sociedad, tratan de empatar sus intereses con los de la esfera política. Bajo esta perspectiva, el objetivo específico de los especialistas en la información televisiva es, conseguir la credibilidad. Objetivo que se arriesga, en aras de un ejercicio concertado con los poderes económicos y políticos que implican, dejar a un lado las exigencias de los ciudadanos y llevar a cabo la práctica periodística, en función de la compatibilidad con las políticas desplegadas por el gobierno, que conciente o inconscientemente, forma parte del capital cultural incorporado en los periodistas.

Esto sitúa a la producción noticiosa, como el resultado de una práctica socialmente legitimada, en un espacio estructurado de posiciones, en el cual y por medio del cual, toman cuerpo una serie de principios sobre los sucesos que los convierte en acontecimientos determinados socioculturalmente, a través de un proceso dinámico y generador de efectos de sentido.

Ese espacio estructurado de posiciones "está vivo y es animado por un movimiento interno e incesante compuesto de relaciones verticales u horizontales, oficiales y oficiosas, relaciones de comunicación, de cooperación, de competencia o de de rivalidad, de reivindicación, de conflicto, de negociación, de promoción, etc" (1) y de él, surge la noticia que se eleva a conocimiento del mundo cotidiano, a "un tipo especial de realidad: es la realidad pública" (2)

Es justamente la construcción de esta realidad pública, el proceso en el cual se inscriben los intentos de fabricar engaños colectivos, haciéndolos pasar como "bienes" que se ofrecen a la sociedad, por haberse convertido en discursos reconocibles y portadores de la verdad de los sucesos.

Históricamente, la relación entre la práctica informativa y la esfera política, se ha nutrido de numerosos pactos. La práctica del periodismo mexicano se ha basado en un mediano conocimiento del mundo político, y en la reproducción de sólo aquellas manifestaciones que la esfera política "permite" ver.

La práctica periodística mexicana se sujeta necesariamente, a los designios del gobierno en el poder (aún cuando ocasionalmente esté en su contra) ya que la intolerancia hacia cualquier expresión que adjetive negativamente la figura presidencial es categórica.

Para poder explicar la mediación entre el mundo de los signos del priísmo y su puesta en espectáculo, como una de las apuestas fundamentales del campo periodístico, es de importancia clave la figura de Jacobo Zabludovsky, quien, desde una de las posiciones más privilegiadas dentro de la institución, trata de conseguir tanto la legitimación de Televisa, empresa de la cual es accionista, la suya propia y la de las figuras presidenciales.

En ese sentido, es importante comprender el hecho de que Zabludovsky y su equipo, elaboran y valoran los sucesos de acuerdo con su visión particular, para luego transmutarlos en "noticias"; en una visión que se actualiza e incorpora en los imaginarios sociales, hasta el grado de que los periodistas de Televisa se han convertido en los historiadores, pero más aún, en los conservadores y renovadores de los mitos legitimadores del poder.

La llegada de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia, estuvo mediada por una cantidad de obstáculos, jamás interpuestos entre un candidato priísta al poder y su elección como primer mandatario de la nación.

Estos obstáculos que entorpecieron la asunción de Salinas de Gortari como presidente de la República, no fueron, de ningún modo, gratuitos.

El gran desgaste interno y externo que el Partido Revolucionario Institucional sufría en 1988, arrastraba ya como resultado, la apatía más imperturbable de parte de la población y en el mejor de los casos, la inconformidad que salía a las calles en nutridas marchas a exponer de viva voz sus desacuerdos y su cansancio ante el régimen de las promesas.

Por primera vez, y pese a la millonaria campaña de Carlos Salinas de Gortari, una parte considerable de la sociedad no estaba dispuesta a dejarse convencer una vez más -con cubetas para la leche, cuyo precio puede elevarse a seis años de hambre y pobreza- de votar nuevamente por el PRI.

Sin embargo, aún ante el fuerte movimiento de oposición que las elecciones presidenciales de julio de 1988 suscitaron, y después de muchas irregularidades, como la "caída del sistema" para contar los votos, Carlos Salinas de Gortari fue nombrado presidente.

El cómo se fraguó y ejecutó la credibilidad de ese proceso, es probablemente la obra cumbre del periodista más cotizado del consorcio televisivo más poderoso de habla hispana: Jacobo Zabludovsky.

El, a través de la transmisión de la ceremonia de "Cambio de poderes" y de las subsecuentes emisiones de su programa 24 horas, intentó con la paciencia de un orfebre, fabricar en el imaginario televisivo, los elementos de credibilidad necesarios para aceptar pacíficamente la imposición de un mandatario.

Para realizar esta "obra", aprovechó las relaciones en las que descansa el poder simbólico, las cuales parten de un capital cultural acumulado en el proceso sociohistórico que ha vinculado al campo político con el informativo.

Relaciones que entrelazan al partido hegemónico con la industria monopólica de la comunicación masiva en México; y cuyo efecto ideológico puede caracterizarse por el empleo del poder simbólico que reelabora, en el lenguaje televisivo, el conocimiento de una realidad política que busca aparecer como La realidad política (en su versión dominante). Así, la concatenación de imágenes, relatos, comentarios, protagonistas, escenarios, presentadores,... dicen y representan, no sólo la información literal, sino también los signos del imaginario social compartido. (Imaginario que vale la pena tener claro que existe en el inconsciente.)

En este sentido, las asimetrías y contradicciones del sistema sociopolítico, en el que tienen lugar las luchas por el poder simbólico, dejan claro que las relaciones de comunicación y conocimiento serán siempre, indisociablemente, relaciones de poder; mientras que las relaciones establecidas por la cultura, son el medio por el cual se efectúa la intercomunicación de los miembros de la sociedad, y donde se pone en juego el conocimiento de lo "real".

Los procesos de producción y de apropiación de la cultura por Televisa, responden al sistema ideológico en el que se inscriben. Así, la ideología aparece como doblemente (pre)escrita. Primero, respondiendo a los intereses del partido oficial, luego a los intereses de quienes la organizan bajo la forma de bienes culturales (Televisa, en nuestro caso).

Desde esta perspectiva, los segmentos informativos de 24HORAS y el "Programa Especial", que relatan el ritual más importante de la mitología priísta, obedecen a los imperativos de un "reordenamiento" de los símbolos de la cultura oficial, por un cuerpo de especialistas que buscaba afanosamente la restitución de su emblemática.

Fotografía Hugo Brehme.En la "Ceremonia de Cambio de Poderes", por ejemplo, se puso de manifiesto que la conducción del grupo de periodistas, lidereado por Zabludovsky, correspondía a este modo de operación de la ideología partidista. Todos los valores de la iconografía televisiva empleados en esta transmisión especial, trataron de implicar afectivamente a sus destinatarios, por su carácter de valores "patrios" y de identidad nacional; todo ello, con la intención de contribuir al acomodo y reacomodo de los signos que mantienen las relaciones fundamentales de la gobernabilidad, con el propósito de legitimarlas.

Considerando lo anterior, parecen obvias las intenciones de dicha transmisión: legitimar la figura de Salinas ante el fraude electoral; mediante un intento de verosimilitud burdo, recurrente y ya habitual a sus televidentes. La familiarización del espectador con el esquema televisivo de los actos oficiales, pretendía activar un mecanismo de reconocimiento, cuyo posible efecto de sentido era el hacerlo aparecer como un actor social, partícipe directo de la acción política. Sin embargo, con la repetición de estos esquemas televisivos de las ceremonias oficiales, el efecto buscado quedó diluído, de un modo patético, en un arduo intento por disimular el descontento social. Así, la toma de poder en la pantalla chica, fue llevada hasta sus últimas consecuencias mediante el artificio del festejo y el simulacro de la aceptación popular del nuevo mandatario.

Ahora bien, durante los primeros días de Salinas en el poder, los enunciados de los segmentos noticiosos de 24HORAS, sustentaron y ubicaron el "Nuevo Estilo de Gobernar", como el eje sobre el que se apoyó el discurso noticioso de Zabludovsky.

Después de haberse realizado la entronización del nuevo mandatario, había que encontrar la manera de que el ciudadano, el teleespectador, lo reconociera como el nuevo investido. Para dicho efecto, Zabludovsky entró en la memoria social del televidente, apeló al conocimiento que se tiene sobre su persona (como una prueba de su honorabilidad) y sobre el sistema político mexicano. Es decir, el receptor estaba familiarizado con el modo de operar de este presentador dentro de su noticiario y con su forma de conducirse, con lo que se intentaba sugerir seguridad, estabilidad, solidaridad, esperanza. Las referencias del teleespectador sobre la figura presidencial han surgido y se han vinculado a través de la historia política, consiguiendo ciertos asentamientos en su imaginario, como la supremacía presidencialista sobre los demás poderes. Con base en esta especie de guión preestablecido, Zabludovsky, a lo largo de su trayectoria periodística, ha fundamentado cada seis años su hacer de encumbrar al mandatario en turno - así como a su forma de gobernar -, borrando aquellos brillos gloriosos de los que, en su momento, cubrió al que le precedió. De esta forma, la retórica presidencialista es reactivada cada sexenio, da acuerdo con el contexto político-social en el que se sucede.

El caso de Carlos Salinas de Gortari, no fue la excepción. El guión permaneció, cambió el escenario y se modalizó la operación de construcción de credibilidad del recién entronizado, bajo el lema del "Nuevo Estilo de Gobernar". Esta modalización de la investidura presidencial, que implicaba ese estilo, recurrió al sustento de la novedad; de aquello que por ser nuevo, sería otro, sería diferente a lo anterior. Intentando así, desligar al naciente régimen de los daños heredados por su predecesor; es decir, en tanto que era nuevo sería bueno, puesto que lo malo se refería a lo viejo, a lo caduco, a aquello que ya había pasado. Sin embargo, el punto de partida de dicho estilo de gobernar, sería el no olvidar los errores pasados, sino el hacer hincapié en el orden político, económico, jurídico, social, ... con el fin de enmendar la catástrofe global, en la que el anterior régimen había dejado al país. Salinas sería el reparador de esos daños; de ahí la propuesta de Zabludovsky cristalizada en el sintagma el "Nuevo Estilo de Gobernar de Carlos Salinas de Gortari".

Sin embargo, dicho proyecto de gobernar no era del todo nuevo. Fue la expresión verbal en sí misma, apoyada luego por los argumentos empleados en el noticiario, la que reorganizó y configuró, la imago del nuevo presidente. Es decir, las expectativas y conocimientos del teleespectador acerca de la figura presidencial, se entretejían con la ideología que había preestablecido lo que el primer mandatario se comprometía a hacer, forjando así las ideas sobre lo que se podía esperar de él, de acuerdo con las líneas generales de su discurso (retomadas en la propia estructuración de los relatos noticiosos, en la primera semana del gobierno salinista).

La configuración de la ideología en el discurso de Zabludovsky, no tuvo por funciones únicas el "hacer creer" o el "hacer saber", sino también el "hacer valer" el nuevo estilo de gobernar, mediante enunciados que permitían desarrollar la argumentación y que daban valor legítimo a dicha forma de gobernar. Para conseguirlo, en la narración del primer día como presidente, los argumentos empleados por Zabludovsky tenían como fin, el acercar al primer mandatario con el pueblo que "le dio la victoria", el hacerlo aparecer como hombre común y corriente (capaz de caminar por las calles de la ciudad, entre la gente del pueblo); el lograr la identificación del televidente con ese nuevo modo de gobernar, por medio de una puesta en escena planeada, y por lo tanto, de sospechosa autenticidad; el escenario se montó con la espectacularidad acostumbrada, con el predominio de tomas abiertas que captaban a los amplios sectores "más representativos" del aparato estatal, como el ejército; los gremiales, con los líderes de burócratas y campesinos; los de la empresa privada...

Con lo cual Zabludovsky desplegó su argumentación sobre la base de la discursividad salinista, fundamentada casi únicamente en la promesa y el compromiso. A medida que en la noticia se enfatizaba la gestualidad de la promesa, se reforzaba la personalidad del líder; ahí se concentraban las cámaras, anunciando que él era el único que tenía la capacidad y el derecho de ese gesto. Este espectáculo dejaba algo más que la formulación de un acto de transacción política, pues se convertía en un pacto puramente simbólico: Se vendía la imagen de un presidente joven, inteligente, espontáneo, valiente, revitalizador del aparato estatal; en fin, sangre nueva para un país desangrado.

Se trataba de mantener y acrecentar la clientela.
Televisa, en voz de Zabludovsky, solemnizó y sacralizó la nueva figura, al demostrar la fidelidad de la clientela que en apariencia, se veía remunerada. (¡Ya se vería más tarde cuan bien remunerada!) En general, las notas informativas de Zabludovsky, eran aseveraciones irrefutables que (re)producían la demagogia tradicional de los discursos políticos, a la vez que permitían reforzar la voz del Ejecutivo, ya que expresaban su conocimiento e interés sobre las carencias y necesidades sociales. Empero, en dichos enunciados, no se hacía mención de cómo pretendía el presidente abordar la problemática global. Es ahí donde perdieron su valor como compromisos y se mantuvieron exclusivamente como promesas; las cuales no podían ser cuestionadas negativamente, pues se hallaban sustentadas en normas y valores socialmente reconocidos y aceptados.

Sumadas a estas promesas, Zabludovsky, enunció las tareas emprendidas por Carlos Salinas: nombramientos, diálogos con los distintos sectores de la sociedad, el inicio del programa de Solidaridad, entrevistas con los indígenas en Chiapas y con los intelectuales del país. Todo ello acontecido a lo largo de las emisiones de la primera semana de gobierno de Salinas; en donde como nunca antes, la cobertura informativa de la agenda presidencial rebasó los límites con la reiteración de las fórmulas salinistas, de los apoyos al nuevo presidente por parte de las corporaciones, y de las exaltaciones del equipo informativo de Televisa hacia la figura presidencial.

Toda la argumentación descrita descansó en el esquema de la producción televisiva; en las normas y valores considerados, socialmente compartidos y mediante los cuales se pretendía conformar opiniones y creencias, también compartidas por los destinatarios. Su fin último era que el modelo de representación del "Nuevo estilo de gobernar" fuera fácilmente asimilable en el sistema cognoscitivo y encontrara un lugar en la memoria colectiva.

Es en este punto, donde se vuelven de vital importancia las relaciones de poder simbólico en y entre los distintos campos que contribuyen a la percepción de la figura presidencial. La trayectoria periodística que avala a Zabludovsky como un agente dominante en su campo, le confiere el privilegio de hacerse portavoz del discurso emanado desde el poder; lo torna parte de ese poder.

Es por esto que asumió el discurso salinista, de manera natural, como suyo propio. Legitimando para legitimarse. De este modo, el poder que posee este periodista para realizar su labor autentificadora, le dio la autoridad, primero, para despojar de historicidad al momento sociopolítico en el que Salinas asumió el poder; luego, para reinventar un contexto en el cual se revalidó la postración hacia la figura presidencial.

De acuerdo con esta idea, podemos decir que los contenidos de las emisiones analizadas, se redujeron a un puro ejercicio retórico cuyo objeto fundamental fue el de enmascarar la inmoralidad priísta bajo la forma de una imagen presidencial benefactora y depositaria de un futuro promisorio para todos. Guión exitoso que perduraría a lo largo del sexenio salinista.

Sin embargo, fuera del ejercicio retórico, Salinas únicamente mantuvo el control sociopolítico necesario para despejar el camino que facilitaría, en lo subsecuente, la implantación del modelo de desarrollo económico neoliberal, conveniente a los intereses de las facciones más conservadoras del país.

Así, el gastado esquema informativo producido por Televisa, fue reproducido sin atender a una sociedad en la que se vislumbraban ciertos rasgos de transformación política y que, por lo tanto, exigía un cambio de perspectiva sobre el quehacer noticioso.

En el horizonte del discurso del periodista en cuestión, se minimizaron o anularon los signos de ese cambio, al emplear únicamente aquello que favorecía la implantación del modelo neoliberal.

Aquí, cabe retomar el poder de la dimensión simbólica, puesto que la prensa, al retomar o reiterar aquellos símbolos oficialistas, como parte del capital cultural legitimado, puede frenar el conocimiento y dinamización del saber político.

A partir de la toma de poder de Salinas, el despliegue de valores positivos adjudicados tanto a su personalidad, como a sus acciones de gobierno, se intensificó en los más diversos mensajes televisivos, convirtiéndolos en la más pura y primitiva propaganda oficialista, porque no hay duda de que el equipo Zabludovsky, buscaba generar los esquemas perceptivos de la figura presidencial, tendientes a la aceptación de su autoritarismo. Pero, más que esto, la dictadura "informativa" de Televisa, permitió, en gran medida, el establecimiento y sostenimiento de una figura presidencial mexicana que alcanzó un poderío sin precedentes; razón por la cual las acciones sociales, encaminadas hacia su cuestionamiento, fueron canceladas en la mayoría de las notas informativas.

Fotografía Hugo Brehme.Estos hechos se nos presentan como una prueba de que los mecanismos mediante los cuales se construye un engaño colectivo capaz de sostener el orden de cosas vigente, al menos en esa ocasión, fueron eficaces, en la medida en que hicieron eco, durante un período preciso de nuestra historia sociopolítica, del proyecto antidemocrático de Salinas, (independientemente de los posibles efectos de sentido que hayan producido en las audiencias).

Dicha eficacia quedó confirmada, de manera contundente, al observar el estado en que Salinas dejó al país, después de haber prometido a los cuatro vientos, no sólo su recuperación, sino su enaltecimiento como nación a nivel mundial.

Así, puede concluirse que a pesar de que la exaltación presidencialista ha sido notablemente aminorada en el esquema informativo de Televisa, las tendencias progobiernistas imbuídas en los contenidos noticiosos siguen siendo claras.

Sería un error decir que sólo Televisa mantiene dicho esquema, no obstante, como empresa monopólica de la información, resulta ser, junto con los otros medios informativos, la base que sostiene la mayoría de esos esquemas. De ahí que su producción informativa difundida en televisión, por el periodista que ha conservado el mayor rango en su campo, y con una trayectoria que desde sus inicios se ha caracterizado por ser un soldado más del oficialismo, le permitan conservar su posición de autoridad máxima de la dictadura televisiva.

Cabría en este punto, reconsiderar el estudio sobre la interacción del receptor con las formas de representación televisivas. Es decir, hasta qué punto, las propuestas de concepción de las entidades políticas, dan como resultado la aceptación de dichas entidades, por parte de los televidentes.

El abundar en el aspecto del consumo informativo, podría ayudar a responder, de una manera más atinada, a la cuestión de si el discurso noticioso logra contribuir a la sedimentación de los valores institucionalizados en la subjetividad del teleespectador, para luego manifestarse en sus comportamientos y conductas como sujeto político.

Valga pues esta aproximación, como una fotografía en la que podamos detener la fugacidad del medio televisivo y la desmemoria histórica de nuestro pueblo, para estar alertas al futuro.

Notas al Pie:

(1) Alain Accardo, Initiation a la Sociologie de l'illusionisme social, pp. 51-52.
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(2) Rodrigo Alsina, La construcción de la noticia, p.15.
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Bibliografía:

- ACCARDO, ALAIN. Initiation a l'illusionisme social, Editions Le Mascaret, París, 1983.

- ALSINA, MIGUEL R. La construcción de la noticia, Paidós, Barcelona, 1989.

- EDELMAN, MURRAY. La construcción del espectáculo político, Ed. Manantial, Argentina, 1991.

- GONZALEZ MOLINA, GABRIEL. Mexican television news, Universidad de las Américas, Puebla, s/f.

- GONZALEZ REQUENA, JESUS. El discurso televisivo, espectáculo de la postmodernidad, col.
Signo e Imagen, Ediciones Cátedra, Madrid, 1988.

- VAN DIJK, TEUN. La noticia como discurso, Paidós, Barcelona, 1990

- VIGNAUX, GEORGES. L'argumentation, Libraire Droz, Geneve - París, 1976.

- VILCHES, LORENZO. Manipulación de la información televisiva, Paidós, Barcelona, 1989.

Créditos Fotografías:

Cholula. Estado de Puebla. Hugo Brehme.
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Capilla del Pocito. Ciudad de México. Hugo Brehme.
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