Políticas de Comunicación
Número 8, Año 2, Agosto - Octubre 1997


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La Comunicación Política en la Televisión Mexicana

por: Rosa María Aponte

"La televisión tiende a buscarse a sí misma como prueba definitiva y eso aparece como razonable para los espectadores que se han acostumbrado, al convertirse en público, a ver la televisión sobre todo, como una prueba." Furio Colombo

Resulta un tanto complicado el intentar la exploración de un movimiento tan expansivo y veloz, como el de los medios masivos de comunicación, ya que implica ahondar en sus dinámicas, sus vertientes, sus producciones simbólicas y sus atajos culturales. Sin embargo, en vista del poder que los mass media han ido cobrando en el último siglo en diversos ámbitos de la vida social, esta exploración reconocedora se presenta como urgente.

También, la amplitud del creciente universo comunicativo, obliga a delimitar perfectamente el área de observación a la que nos abocaremos en esta ocasión; área en la que trataremos de caracterizar una serie de procedimientos y estrategias de legitimación política utilizadas desde el campo de la televisión con la intención -no del todo alcanzada- de causar impacto en la sociedad.

En años recientes, ha sido ostensible -hasta en los rincones más apartados del planeta- el protagonismo que ha ido ganando la comunicación electrónica. Desde la radio, hasta las cibernéticas redes mundiales de Internet. Protagonismo que probablemente ha coronado a la televisión como el medio masivo de comunicación por excelencia.

La televisión, en su gran mayoría transmitida vía satélite, alcanza actualmente un radio de acción que casi comprende a todo el globo terrestre. Extensión muy considerable si se toma en cuenta el hecho de que, desde su surgimiento a mediados del siglo XX, ha venido sustituyendo, no sólo lugares informativos, que antes ocupaban los libros, la prensa escrita o radiada e inclusive la tradición oral; sino también lugares afectivos, de tal modo que ahora funge como el hogar en su sentido original: la fogata en torno a la cual la familia se reune después de la jornada a tomar calor, contarse historias, comentar las noticias más sobresalientes de la comunidad (hoy la famosa aldea global) y sobre todo, a tomar posición frente a las situaciones recreadas, tanto por el emisor que las recrea, como por el receptor que las percibe.

Revisar con cuidado este lugar afectivo que ahora ocupa la televisión, tal vez nos lleve a recordar que en torno al fuego del hogar, quienes contaban las historias eran los miembros de la familia autorizados para ello, los legítimamente poseedores de la verdad y del conocimiento: los ancianos, y los padres, -aún más los varones que traían las noticias del exterior- (posición que ahora intentan ocupar los productores de televisión, cuyas cámaras pueden ver el mundo, y cuyas apreciaciones pretenden traducir la dirección en que se inscriben los incidentes registrados por el omnipresente ojo de la televisión), mientras que los jóvenes, a cambio de tener una familia, un grupo, un lugar social en el cual ampararse de la soledad y la hostilidad del medio, tenían que conservar una actitud generalmente pasiva y respetuosa ante lo que los mayores decían -o les permitían oir- y por encima de todo, no osar cuestionar lo certero de los relatos que escuchaban, ni de la posición que en torno a ellos tomaban las cabezas de familia: Transmisión en pleno de representaciones simbólicas generadoras de comportamientos sociales e individuales.

En este estado de cosas, es comprensible el hecho de que actualmente "mirar la televisión es la actividad más importante del tiempo libre de la mayoría de la gente y constituye su principal fuente de información. Las imágenes y las temáticas televisivas se convierten en las claves a través de las cuales se da sentido al mundo" (1)

Desde tan claro lugar de poder, la televisión permite la creación de escenarios y referencias que invocan el supuesto de que los colectivos se mueven en un contexto común y se reconocen en una misma historia, dejando entrever con ello, la idea de que la gente percibe lo mismo, y de que por lo tanto, no hay trasfondos posibles en el discurso televisivo. Se da también la impresión, de que en él todo es veraz y transparente. Particularmente en sus productos comunicativos de información, por su lenguaje y simbolismo, se manifiesta un juego de representaciones de la cultura política, aparentemente compartida socialmente, sobre la cual se basa la construcción del verosímil presentado en el relato-noticia.

Esta tendencia del filtro televisivo, cobra verdadera importancia en la exposición de noticias políticas ya que "la producción de la información es una actividad compleja que se realiza de forma industrial, en el seno de una institución reconocida socialmente..." (2) y que por tal motivo, tiende a convertirse en la opinión dominante a nivel masivo.

Y todavía más, la televisión aumenta su poder de legitimación por el tratamiento que hace de los hechos, más como un discurso cultural que propiamente informativo. Los productores de las noticias, valiéndose de la capacidad del medio, despliegan, refuerzan o reinventan su postura ideológica en una necesidad de defender su propio proyecto legitimador, en el cual se empeña la creencia de ser los depositarios de un bien común: la información.

Congruente con lo anteriormente apuntado, está el hecho de que las configuraciones de lo político en las noticias no apelan sólo y directamente a la capacidad cognoscitiva del espectador, sino que muchas veces el nexo comunicativo pactado, también llega a realizarse en el plano afectivo.

Un ejemplo de ello puede ser, la inclusión en el relato noticioso, de fragmentos de los discursos de los candidatos a puestos públicos que tocan fibras sensibles en la sociedad.

De todo esto se desprende que la noticia política es, entonces, por su naturaleza, una construcción simbólica ubicada en un contexto social específico, a través de la cual se pueden vehicular significados al servicio del poder.

Esto es, el acto de considerar al hecho político como materia significativa dentro de la escena política, delata ya un juicio valorativo de lo que es conocido como "mediatización" y que básicamente consiste en decidir qué sucesos, de todo el acontecer del país, se califican como "noticiables"; convertirlos en noticias políticas, estableciendo inevitablemente un filtro entre los hechos en sí y el teleespectador; y en consecuencia, dotarlos de posibles efectos de sentido, que necesariamente patentizan la distancia entre las condiciones de producción del relato noticioso (la televisora en tanto insititución mercantil legitimadora) y las condiciones en las que es percibida por el espectador (quien a su vez posee diferentes niveles de percepción). De este modo, la mediatización se vale de varias estrategias discursivas con la pretensión de hacer creer que elimina la barrera entre el hecho y el televidente.

Por otra parte, la elaboración de noticias en el medio televisivo, responde a una convención presente en el momento de su producción y en el de su recepción. Convención que tiene que ver con las reglas y códigos para estructurar y reconocer al género informativo y en el cual se imprime un tono generalmente uniforme y afirmativo, (ver acciones y declaraciones de funcionarios públicos en noticiarios de Televisa) buscando siempre la correspondencia entre lo que dice el locutor del noticiario y lo que el receptor está viendo (aunque en ocasiones, no concuerda la imagen con la palabra).

Este esfuerzo se postula como la primera constatación que el televidente puede hacer de que, lo que se enuncia es tan verdad que puede verlo "con sus propios ojos". Aunque es una "constatación" que puede ser muy fácilmente manipulada utilizando la llamada "magia de la televisión" y que puede ser tan simple como que la utilización de un plano cerrado, se haga pasar como 'representativo' de una multitud, o en el caso contrario, una toma muy abierta de una multitud, sirva como prueba del enorme apoyo del que goza tal o cual personaje político, cuando también es posible que esa multitud esté reunida como una medida de presión, para que los políticos den cumplimiento a las demandas de la sociedad.

Otro recurso que busca subrayar la autenticidad de la valoración que se hace del suceso político por el medio, esto es, la noticia misma, es el estilo que se imprime al leer las noticias, el cual busca aparentar mucha formalidad, como un primer signo de la gravedad y seriedad que el quehacer político entraña y signo también de la certeza inequívoca de que la información política televisiva es el género más solemne del medio, dentro del cual no hay cabida para otra cosa que no sea la "verdad". No obstante, también se hace notar el esfuerzo por permanecer dentro de los límites de cierta prudencia; límites que sugieren por un lado, la existencia de más información que no puede decirse por televisión, y por otro, el hecho de que el medio que está emitiendo el noticiario, cuida una posición ante los diversos acontecimientos políticos, que filtra de acuerdo con sus propias políticas internas -las cuales dependen directamente de sus pactos políticos externos con las diferentes facciones en juego- en un momento determinado.

Estas convenciones más o menos rígidas en las noticias existen (sobre todo en Televisa) debido a que se les concibe como "traducciones fieles de la realidad" y que por lo tanto deben ser expresadas en el más "puro lenguaje común". Pero a pesar de todo el afán por ceñirse a esas reglas, los sucesos presentados, al trasladarse del hecho, al medio televisivo, no escapan a la espectacularización y llegan en frecuentes ocasiones, a convertirse en ficciones, e incluso en parodias.

Sin embargo, el efecto de sentido que parece unir a los hechos y el discurso televisivo, se resquebraja al menor intento de análisis, como es el caso de la falta de concatenación entre los diferentes elementos que conforman el desarrollo social, tales como la política, la economía y la sociedad.

Fotografía Hugo Brehme.En los noticiarios, estos tópicos se vuelven producto de una fragmentación y aislamiento que tiene como efecto real, el ser percibidos como desarticulados, como piezas sin relación; todo ello clausura en el espectador la posibilidad de tener una noción de totalidad del quehacer político del país, haciendole concluir que la política, la economía y los movimientos sociales, nada tienen que ver entre sí y son sólo partes de un rompecabezas imposible, en el cual él está inmerso y donde no tiene otra opción que tratar de sobrellevar las corrientes -cuyo origen puede ser que desconozca- de la manera más ventajosa para él. Esta forma de experiencia informativa, es posible que aniquile, en el ciudadano (a), las probabilidades de avanzar y complejizar sus juicios sobre la política.

Esta falta de relación entre los hechos presentados, se debe también a las maneras en que las expresiones representan a los objetos, individuos o situaciones; es decir, las formas simbólicas, las noticias, dicen típicamente algo acerca de ellos, proyectándolos con una fórmula desgastada, vacía de sentido, pero que encaja sin ruido dentro de un "pacto cultural" preestablecido: cumplen con su rol de noticia política que el espectador traduce como la continuidad de la rutina, sin prestarle casi ninguna atención.

A esto se suma, la interpretación de los hechos de la política mexicana que efectúa el medio televisual, como fruto de un complejo proceso de valoración, realizado por los agentes legitimados encargados del quehacer de la noticia: los periodistas que interpretan la esfera política, quienes están situados en un lugar específico y cuyo discurso tiene lugar en un escenario espacio-temporal, en el entendido de que "las realidades experimentadas (...) no son las mismas para todas las personas o en todas las épocas, sino relativas y dependientes de las situaciones sociales y de los significantes a los que los observadores prestan alguna atención" (3).

La interpretación se entiende, como los posibles efectos de sentido que sugieren las posibles divergencias en la comprensión de las formas simbólicas (en este caso, los relatos noticiosos) que son producidas, puestas en circulación y recibidas en un contexto social específico y marcado por relaciones de poder asimétricas. De esto se puede inferir que los productores tienen presente lo que puede y debe ser dicho desde su posición.

A su vez, la interpretación de los receptores se desarrolla en un complejo proceso creativo guiado por esquemas flexibles. Estos esquemas tienen su origen, en el código instituido por el campo periodístico bajo la forma de géneros poseedores de elementos mínimos para que el receptor seleccione y juzgue como noticias las expresiones presentadas. El fenómeno así descrito, no debe entenderse como algo mecánico, pues los receptores llegan incluso a modificar, o a transformar el significado del enunciado según el contexto en el cual es recibido. Pero a pesar de ello, esos elementos no dejan de dar algunas pistas al destinatario, le facilitan "el camino para encontrar y dar sentido a la información". -En la dirección esperada.-

En este contexto, puede advertirse que los mecanismos que configuran la información política en la televisión, se proyectan dentro de la acción legitimadora del orden de cosas vigente, de modo tal, que en la noticia política, el contenido informativo se relega a un segundo plano, mientras se acentúa el énfasis en el sistema de valores socioculturales compartidos (creencias, opiniones y saberes) que destina un lugar a cada ciudadano (a) dentro de "la gran familia mexicana"; lo cual, lejos de ampliar o activar la visión política del teleespectador, llena ese espacio con esperanzas afectivas, que nunca traen solución a sus problemas socioeconómicos reales.

Desde esta perspectiva, la televisión mexicana es pieza clave del engranaje que sostiene el actual orden de las cosas. En tanto se lee en su comportamiento legitimador del orden establecido, un entendimiento con los estratos políticos en el poder que a su vez la apoyan.

Esto nos lleva a un cuestionamiento en el sentido de ¿Cómo se construye la legitimación política desde la pantalla chica? Para tratar de explicar y comprender este fenómeno, es indispensable tomar en cuenta la indisolubilidad entre el medio televisivo, la cultura y la política, como una forma de funcionalidad exitosa en un proyecto comunicativo común: la intención de preservar el autoritarismo gubernamental mediante la fragmentación y el enmascaramiento.

¿Pero cómo y sobre qué bases histórico-culturales se construye el proyecto comunicativo tendiente a producir la legitimidad de la escena política mexicana a través de la pantalla casera? En primer término, no se puede negar que la televisión se ha constituido en la mediación de los procesos de la cultura política debido:

Las bases histórico culturales sobre las que se construye el proyecto comunicativo tendiente a (re)producir la legitimidad de la escena política mexicana desde la pantalla chica, se perfila como un fenómeno de la massmediación que puede explicarse según la metodología de la hermenéutica profunda, propuesta por John B. Thompson en: Ideología y cultura moderna. Teoría crítica en la era de la comunicación de masas.

Esta metodología en un primer momento, parte de la carcterización del escenario espacio-temporal donde se produce, circula y es recibido el fenómeno.

Seguidamente, se contempla el estudio de los campos de interacción en los cuales se construyen los capitales simbólicos que entran en un juego dinámico, para legitimar la significación social de este fenómeno y que a su vez, se constituyen como estructuras simbólicas.

En un tercer plano, se abordan las instituciones sociales que formalizan aquello por lo que se lucha en los campos de interacción.

Como cuarto aspecto, considera las asimetrías y diferencias que se presentan tanto en las instituciones como en los campos de interacción social conceptualizado por Thompson como la estructura social.

Y finalmente, plantea el examen de aquellos medios de transmisión que fungen como sustrato material posibilitando tanto la codificación como la descodificación del fenómeno cultural dentro del contexto delimitado.

Aplicación

El escenario espacio-temporal donde se produce, circula y es recibido el fenómeno de producción de legitimación política en la televisión, se circunscribe en este caso, a México desde la aparición de la primera televisora: Telesistema Mexicano (que sale al aire en 1950); hasta la actualidad, cuando ocupa casi todo el espacio televisivo.

Fotografía Hugo Brehme.Los campos de interacción, en los cuales se construyen los capitales simbólicos que entran en un juego dinámico para legitimar la significación social del fenómeno, son en este caso las productoras de televisión, en donde los agentes especializados en la producción informativa ponen en juego todos los valores y autocensuras que han ido introyectando a lo largo de su formación, para interpretar un acontecimiento político determinado y construir un capital simbólico en torno a él, legitimando así tal o cual posición política a través de la televisión. Y los hogares mexicanos, en donde se construye un capital simbólico escéptico o favorable a los intentos de credibilidad que entran en el juego.

Las instituciones sociales que formalizan aquello por lo que se lucha en los campos de interacción -la legitimidad política- son en esta situación, tanto las productoras de televisión, como los hogares en que se recibe toda la información que las productoras preparan.

En la relación entre estas instituciones sociales -televisoras/hogares-, se ponen de manifiesto las diferencias y asimetrías existentes entre ellas, y también, dentro de cada campo de interacción, en donde hay órdenes jerárquicos y reglas establecidas. Diferencias y asimetrías que conforman el entramado de la estructura social, y que fungen como el conjunto de parámetros dentro de los cuales se mueven los individuos que integran la sociedad.

El examen de los medios de transmisión que fungen como base material para codificar y descodificar el fenómeno de la construcción de la legitimidad política en la pantalla chica, tiene que referirse en primer lugar a las televisoras que no sólo transmiten sino que dedican a codificar ese capital simbólico, en la medida que, como ya dijimos, ocupa un sitio en el engranaje político en el poder. Mientras que, la descodificación del fenómeno se lleva a cabo en la intimidad de los hogares mexicanos, mediante un proceso que fluctúa entre la plena apatía y escepticismo hasta la total creencia de los argumentos noticiosos expuestos.

Antes de exponer conclusiones, es pertinente hacer mención, aunque de manera sucinta, de algunos aspectos de la sociología de la cultura que analiza Pierre Bourdieu (4), que nos parecen enriquecedores. Para él la cultura se sitúa en el espacio social como productora de significación, en medio de las oposiciones y los conflictos propios de las estructuras que lo conforman. En este punto de vista, se busca la alternancia entre los subjetivo y lo objetivo, entendiendo los fenómenos culturales dentro de un proceso dinámico en constante creación y transformación, por medio del cual se materializan las percepciones subjetivas de las estructuras objetivas (5). refiriéndose con ello, a la continua creación y recreación de un sistema simbólico compartido.

De ahí que, las estructuras significativas producidas por los especialistas de la cultura, se transforman y adquieren otra dimensión al pretender, en nombre de la legitimidad que los agentes de la cultura han obtenido por su posición en la estructura social, nombrar y clasificar los hechos. De este modo, la producción de bienes culturales se da como "un producto del reconocimiento, del desconocimiento y de la creencia en virtud de la cual las personas que ejercen la autoridad son dotadas de prestigio." (6)

A partir del lugar que ocupan los agentes en la estructura periodística, se juegan sistemáticamente las representaciones sociales, de tal forma que las "prácticas significadas se vuelven prácticas significantes como expresiones simbólicas de la posición en el espacio social" (7). Este proceso tiene lugar en la lógica (aparente) de este espacio en el que coexisten organizaciones de diversa índole, dotadas de una estructuración propia y con una serie de objetivos y finalidades que van moldeando determinadas prácticas sociales; las cuales tienen como base la acumulación de saberes y experiencias que se han ido atesorando en su historia, y que se revelan en la producción y en la valoración de los bienes culturales.

Así pues, con estos elementos podemos concluir que la construcción de la legitimación política en la televisión, concatena diversas situaciones como:

Notas al pie:

(1) Graham Murdock, "Television and citizenship. In defense of public broadcasting", en A. Tomlinson (Ed.) Consumption, identity and style, p.77.
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(2) Miguel R. Alsina, La construcción de la noticia, p.14.
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(3) Murray Edelman, La construcción del espectáculo político, p.11.
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(4) Pierre Bourdieu, La distinction, critique sociale du jugement, p .191 y Le sens pratique, pp. 243-244.
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(5) Eduardo Andión, Lógica y sociología de las prácticas simbólicas: aportaciones de la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu a las reflexiones teóricas sobre la comunicación social, (tesis), p.22.
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(6) Pierre Bourdieu, Op.Cit. pp.243-244.
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(7) Eduardo Andión, Op. cit., p.65.
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Bibliografía:

-ANDION, EDUARDO. Lógica y sociología de las prácticas simbólicas: aportaciones de la sociología de la cultura de Pierre Boudieu a las reflexiones teóricas sobre la comunicación social, Universidad Anáhuac, México, 1992. (Tesis)

-ALSINA, MIGUEL R. La construcción de la noticia, Paidós, Barcelona, 1989.

-BOURDIEU, PIERRE. La distinction. Critique sociale du jugement, Les Editions du Minuit, París, 1979.

-BOURDIEU, PIERRE. Le sens pratique, Les Editions de Minuit, París, 1980.

-EDELMAN, MURRAY. La construcción del espectáculo político, Ed. Manantial, Argentina, 1991.

-MURDOCK, GRAHAM. "Television and citizenship. In defense of public broadcasting", en A. Tomlinson (Ed.), Consumption, identity and style, London, Routlege and K.P., 1980.

-THOMPSON, JOHN B. Ideología y cultura moderna. Teoría crítica social en la era de la comunicación de masas. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México, 1993.

Créditos Fotografías:

Laguna del Carmen. Estado de Campeche. Hugo Brehme.
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Antiguo Colegio de San Ildefonso. Ciudad de México. Hugo Brehme.
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