Por Salvador Guerrero
Número 42
La exitosa reinserción
de El privilegio de mandar en un horario estelar de Canal
2 permite reabrir la reflexión básica que da título
a esta columna. Si el cinismo ha sido territorio presuntamente exclusivo
de un vasto sector de la clase política no había razón
para suponer que una territorialidad semejante, ahora explotada
por un sector creativo de Televisa, no pudiera desarrollarse en
los medios de difusión como artículo de atribución
de sentido y como producto político cultural vendible.
La creación de un espacio
en el cual la comedia, la información periodística
sobre la clase política y la observación a veces ingeniosa
y a veces no tanto del comportamiento de la clase gobernante son
objeto de regocijo y de curiosidad parece en principio bienvenida.
El interés que El privilegio de mandar despierta
en nuevos y viejos públicos que en principio comparten su
escepticismo por la política puede ser visto, paradójicamente,
como creación de una forma de inserción en el interés
por la política.
El privilegio de mandar presenta
un formato atractivo y entretenido para un amplísimo sector
de las múltiples audiencias que comparten desprecio por la
política y necesidad de interpretar la ríspida disputa
por el poder político. No será extraño que
la influencia efectiva, esto es electoral, del programa se concrete
e incremente en los próximos meses.
Si más del 60 por ciento
del electorado tiene entre 18 y 40 años de edad y en ese
plural y complejo segmento demográfico se han sedimentado
los estereotipos de quienes se presentan como los actores centrales
de la vida política la conjunción resulta poco inesperada
entre fenómenos aparentemente divergentes. El rejuego con
el estereotipo del político mexicano contemporáneo
y el desinterés por la actividad política y por sus
actores, en particular aquellos integrantes de la clase cínica
encuentra en El privilegio de mandar un nuevo episodio.
Con clase cínica me
refiero a ese segmento vasto pero no universal de quienes reciben
ingresos como funcionarios públicos y representantes populares
y se comportan como aquella oligarquía de hierro de la que
hablaba Michels hace 80 años fundamentalmente preocupado
pro sobrevivir en el privilegio derivado de su ubicación
en la política y no de su utilidad pública demostrable.
Los eventos de marzo del año
2004, cuando fue evidente a través de los videos Bejarano-Ahumada-Imaz-Sosamontes
et. al, que incluso el PRD estaba involucrado en la percepción
de recursos ilegítimos provenientes del sector privado para
alimentar sus campañas electorales, en un proceso acompañado
de contradicciones mayúsculas y de preguntas aún sin
responder acerca de algunos de sus principales involucrados, ya
habían tenido a un interlocutor tan inesperado como extraordinario.
Victor Trujillo. Brozo, en despliegue de una combinación
de ingenio, información e indignación chabacana había
desnudado a René Bejarano en un proceso que es imposible
no localizar como una estrategia de deslegitimación del PRD
que tiene dentro del propio PRD a algunos de sus complotadores más
acabados, inconvenientemente agregados a sus enemigos habituales
y reconocibles.
El privilegio de mandar
parece el segundo capítulo de la intervención televisiva.
Entre Brozo y este programa hay una transición por
la cual el cinismo no es visto como algo ajeno o propio de la clase
política sino como espacio creativo, corporativo y electoral
que con vocabulario accesible permite reactivar un interés
político por lo político y, al mismo tiempo desarmar
la autoridad que pudiera quedar a esos personajes que no pueden
ser visto más que como mediatizados, demasiado mediatizados
comp. Para recuperar alguna vez la imagen de autenticidad atribuida
al mejor de los políticos, si es que lo ha habido. El respeto
totémico que algunas feligresías todavía le
conceden a algún político podría ser sacudido
por el programa. No será extraño alguna reacción
de algunos de ellos, particularmente AMLO, a través de los
convenios de publicidad y presupuesto de comunicación, que
son importante instrumento de negociación.
La primera entrega de la nueva época
de El privilegio de mandar, me parece, deja bien colocado
a Roberto Mardrazo en un musical curioso y entretenido donde el
PRI parece aceptable y capaz de regresar, a Vicente Fox, presentado
como comprometido institucionalmente, acechado por el apetito de
Martita y como casi tránsfuga del poder presidencial en la
Colonia del Relaxo (con “equis”) donde no pasa nada.
La imagen del jefe de gobierno es ligeramente golpeada – presentado
como proveedor de tortas y refrescos a la Tercera Edad mientras
les demanda el voto en la elección presidencial- así
como la pareja AMLO-Bejarano respecto de la cual se insiste en dos
ocasiones por la respuesta pendiente “¿para quién
era el dinero René?” “¿Dónde está
el dinero?”.
En otras palabras Televisa matiza
en la edición del programa y en al vigilancia del texto de
los guionistas que se salvaguardan las figuras centrales pero no
es tan sutil la preferencia ideológica y partidaria que beneficia
a los detentadores del 80 por ciento de la preferencias electorales
del 2003 y sus respectivos presupuestos: el PRI y el PAN.
El privilegio de mandar dará
de qué hablar y de qué reír mientras se es
fiel al escepticismo justificado ante la clase política.
Dr.
Salvador Guerrero
Cátedra de Comunicaciones Estratégicas
y Cibercultura del Tecnológico de Monterrey,
Campus Estado de México, México |