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3 de Enero
2005

 

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La Clase Cínica

El Privilegio de Mandar: Comedia justificada y Cinismos encontrados

 

Por Salvador Guerrero
Número 42

La exitosa reinserción de El privilegio de mandar en un horario estelar de Canal 2 permite reabrir la reflexión básica que da título a esta columna. Si el cinismo ha sido territorio presuntamente exclusivo de un vasto sector de la clase política no había razón para suponer que una territorialidad semejante, ahora explotada por un sector creativo de Televisa, no pudiera desarrollarse en los medios de difusión como artículo de atribución de sentido y como producto político cultural vendible.

La creación de un espacio en el cual la comedia, la información periodística sobre la clase política y la observación a veces ingeniosa y a veces no tanto del comportamiento de la clase gobernante son objeto de regocijo y de curiosidad parece en principio bienvenida. El interés que El privilegio de mandar despierta en nuevos y viejos públicos que en principio comparten su escepticismo por la política puede ser visto, paradójicamente, como creación de una forma de inserción en el interés por la política.

El privilegio de mandar presenta un formato atractivo y entretenido para un amplísimo sector de las múltiples audiencias que comparten desprecio por la política y necesidad de interpretar la ríspida disputa por el poder político. No será extraño que la influencia efectiva, esto es electoral, del programa se concrete e incremente en los próximos meses.

Si más del 60 por ciento del electorado tiene entre 18 y 40 años de edad y en ese plural y complejo segmento demográfico se han sedimentado los estereotipos de quienes se presentan como los actores centrales de la vida política la conjunción resulta poco inesperada entre fenómenos aparentemente divergentes. El rejuego con el estereotipo del político mexicano contemporáneo y el desinterés por la actividad política y por sus actores, en particular aquellos integrantes de la clase cínica encuentra en El privilegio de mandar un nuevo episodio.

Con clase cínica me refiero a ese segmento vasto pero no universal de quienes reciben ingresos como funcionarios públicos y representantes populares y se comportan como aquella oligarquía de hierro de la que hablaba Michels hace 80 años fundamentalmente preocupado pro sobrevivir en el privilegio derivado de su ubicación en la política y no de su utilidad pública demostrable.

Los eventos de marzo del año 2004, cuando fue evidente a través de los videos Bejarano-Ahumada-Imaz-Sosamontes et. al, que incluso el PRD estaba involucrado en la percepción de recursos ilegítimos provenientes del sector privado para alimentar sus campañas electorales, en un proceso acompañado de contradicciones mayúsculas y de preguntas aún sin responder acerca de algunos de sus principales involucrados, ya habían tenido a un interlocutor tan inesperado como extraordinario. Victor Trujillo. Brozo, en despliegue de una combinación de ingenio, información e indignación chabacana había desnudado a René Bejarano en un proceso que es imposible no localizar como una estrategia de deslegitimación del PRD que tiene dentro del propio PRD a algunos de sus complotadores más acabados, inconvenientemente agregados a sus enemigos habituales y reconocibles.

El privilegio de mandar parece el segundo capítulo de la intervención televisiva. Entre Brozo y este programa hay una transición por la cual el cinismo no es visto como algo ajeno o propio de la clase política sino como espacio creativo, corporativo y electoral que con vocabulario accesible permite reactivar un interés político por lo político y, al mismo tiempo desarmar la autoridad que pudiera quedar a esos personajes que no pueden ser visto más que como mediatizados, demasiado mediatizados comp. Para recuperar alguna vez la imagen de autenticidad atribuida al mejor de los políticos, si es que lo ha habido. El respeto totémico que algunas feligresías todavía le conceden a algún político podría ser sacudido por el programa. No será extraño alguna reacción de algunos de ellos, particularmente AMLO, a través de los convenios de publicidad y presupuesto de comunicación, que son importante instrumento de negociación.

La primera entrega de la nueva época de El privilegio de mandar, me parece, deja bien colocado a Roberto Mardrazo en un musical curioso y entretenido donde el PRI parece aceptable y capaz de regresar, a Vicente Fox, presentado como comprometido institucionalmente, acechado por el apetito de Martita y como casi tránsfuga del poder presidencial en la Colonia del Relaxo (con “equis”) donde no pasa nada. La imagen del jefe de gobierno es ligeramente golpeada – presentado como proveedor de tortas y refrescos a la Tercera Edad mientras les demanda el voto en la elección presidencial- así como la pareja AMLO-Bejarano respecto de la cual se insiste en dos ocasiones por la respuesta pendiente “¿para quién era el dinero René?” “¿Dónde está el dinero?”.

En otras palabras Televisa matiza en la edición del programa y en al vigilancia del texto de los guionistas que se salvaguardan las figuras centrales pero no es tan sutil la preferencia ideológica y partidaria que beneficia a los detentadores del 80 por ciento de la preferencias electorales del 2003 y sus respectivos presupuestos: el PRI y el PAN.

El privilegio de mandar dará de qué hablar y de qué reír mientras se es fiel al escepticismo justificado ante la clase política.


Dr. Salvador Guerrero
Cátedra de Comunicaciones Estratégicas y Cibercultura del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, México