Por Salvador Guerrero
Número
58
Dicen quienes
bromean en Internet acerca de las propiedades
del ex presidente Vicente Fox: “si es un
rancho cuyo valor declarado era 300 mil pesos
pues ya sé en que utilizar mi crédito
autorizados del Infonavit o Fovissste puesto
que podré adquirirlo”. Incluso,
insisten otros, podrían permitirle una
ganancia a Vicente Fox haciéndole ganar
10 mil pesos al comprárselo en 310 mil.
Más allá
de la chabacanería relajante en Internet,
es un hecho que desde 2004 la prensa mexicana
publicó discrepancias entre las declaraciones
patrimoniales del ex mandatario y los bienes
respecto de los cuales se comportaba como dueño,
particularmente el rancho La Estancia. Es también
un hecho que todo sujeto político es sometido
a escarnio al finalizar su gestión.
Eso forma parte
de una venganza que es síntesis de lo
popular y de la animadversión entre las
elites que se desplazan mutuamente del usufructo
del presupuesto y la influencia política.
Es probable
también relacionar la preeminencia que
adquiere la presunta ilegitimidad de la riqueza
de Vicente Fox con la intención de apartar
a importantes corrientes de opinión de
otros temas en donde las elites actuales mantienen
sus capacidades de decisión intactas.
Se benefician de reflectores dirigidos hacia
otras víctimas más bien previsibles.
Fox y Marta
Sahagún han respondido que están
a favor de las investigaciones a fondo. Otros,
desde el PRI por ejemplo, sugieren que debe diferenciarse
claramente lo que llaman “el litigio político”
del espacio en que las instituciones, de ser
el caso, deben actuar. En otras palabras no descartan
la presencia de enemistades políticas
que inflaman la intención de bombardear
al ex mandatario.
Desde segmentos
del PRD se acusa a quienes dudan de la veracidad
de las acusaciones a Fox de ser panistas elementales
para quienes, si se presentará situación
semejante con alguien como AMLO, no cejarían
en señalar la discrepancia entre el discurso
por los pobres y el misterio del enriquecimiento.
En esa hipótesis, sostienen, el escándalo
concentraría la atención de todos
y acrecentaría la reprobación de
quienes ya piensan de la política como
un montón de basura.
En el PAN las
posiciones son divergentes. Para unos Fox tiene
responsabilidad comprobable. Para otros el ex
mandatario padece por la frivolidad del cónyuge.
Para los demás, es el centro injustificado
de un ataque a la actual administración
a la que pretende exhibirse como responsable
de un encubrimiento cómplice.
El centro del
argumento no es que Fox sea un millonario terrateniente
sino que en una nación de altísima
inequidad se tolera la injusticia pero nunca
la omisión en la declaración patrimonial.
Tesis por lo demás, de contundencia relativa.
De hecho el
único delito aparente se relaciona con
la omisión de las propiedades que constituyen
la terrena cercanía de un paraíso
negado a la mayoría inmensa de los mexicanos.
Así nuestras
observaciones son las siguientes:
1) Es imposible separar de la disputa política
la interpretación que damos al hecho de
que las declaraciones patrimoniales de Fox no
se modificaban al parejo de sus propiedades.
2) Es inevitable suponer la existencia de un
asunto más interesante, en el que no se
excluye la venganza política, que, desatendido
por la opinión pública, será
considerado en otro momento, quizá hasta
el término de otro sexenio.
3) Los magnates que la administración
pública ha constituido en otras entidades,
como en el Estado de México, con Arturo
Montiel y aquellos que se vincularon a decisiones
históricas también desde la administración
pública, como el magnate global, Carlos
Slim, parecen ser menos atractivos.
4) Derivado de estas observaciones es inevitable
enfatizar que peces más gordos podrían
mantenerse alejados de la atención general.
Mi pregunta
final es: ¿hay algo aquí de esa
actitud humana confeccionada para derrotar simbólicamente
al enemigo vulnerable y manipular su conversión
en un tigre de papel que sea por una par de semanas
la encarnación misma de todo lo que decimos
no querer ser? La encarnación pues de
lo que podemos vencer.
Dr.
Salvador Guerrero
Comisionado
Ciudadano. Instituto de
Acceso a la Información Pública
del Distrito Federal. Profesor del ITESM-CEM,
México. |