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Por Claudia Quintero
Número 33
¡Un lobo hablando
y razonando como un ser humano despiadado y ni la niña o
su abuela lo ven como una situación fuera de lo normal!...
de hecho, ni siquiera yo. Es como si fuera cotidiano hablar con
animales. Al tratarse de un cuento popular, lo irreal o sobrenatural
es una situación aceptada porque lo leído es un mundo
posible.
La dimensión histórica
del cuento popular
Para historiadores culturales
como Robert Darnton, el cuento popular como "sujeto" de
estudio (el texto nos habla para interpretar la otredad;
a los otros que no piensan como nosotros) revela cómo la
gente "no ilustrada" de la Ilustración en la Francia
del siglo XVIII (los primeros campesinos "modernos" que
no sabían ni leer ni escribir) organizaba la realidad de
su mente, esto gracias a la dimensión histórica
que otorgan los cuentos populares: "los cuentos son de
hecho documentos históricos. Han evolucionado durante muchos
siglos y han adoptado diferentes formas en distintas tradiciones
culturales. En vez de expresar el funcionamiento inmutable del ser
interior del hombre, sugieren que las mentalités han
cambiado" (p. 19), ciertamente, y lo interesante es que este
tipo de texto literario como documento histórico nos habla
del cambio de pensamiento del individuo común a través
del tiempo bajo una misma forma de ordenamiento para relatar diferentes
contextos socioculturales. Esta estructura o forma narrativa fue
aprendida al escucharse en boca de alguien antes que ser escrita
y por tanto leída:
[Los cuentos populares] ... los
contaron campesinos que los habían aprendido cuando niños,
mucho antes de que el dominio de la lectura y la escritura se
hubiera extendido en todo el campo... Como todos los narradores
de cuentos, los cuentistas campesinos adaptaban el ambiente de
sus cuentos a su propio medio ambiente; pero conservaban los elementos
principales intactos, usando repeticiones, rimas y otros recursos
nemotécnicos. (p. 23)
Varios estudios e indagaciones se
han realizado para mostrar el tratamiento, la función y la
procedencia del cuento popular en los pueblos de la antigüedad
(Thompson, 1946; Solinas-Donghi, 1976; Ariès, 1960; Celati,
1975; Darnton, 1984; entre otros). Este recuento nos lleva hasta
las obras literarias griegas y romanas con trabajos como el de Johannes
Bolte, quien encuentra evidencia de la tradición oral en
"Las avispas" de Aristófanes (422 a. C.), narración
que responde a las características formales del cuento actual.
De igual forma, Solinas-Donghi afirma que "Amor y Psique"
de Apuleyo (un relato mítico) es el primer cuento literario
en forma: "... empieza con la clásica fórmula
de apertura de los cuentos: "había en una ciudad un
rey y una reina...", lo que confirma la hipótesis de
la estabilidad de la forma de los cuentos en los siglos" (Pisanty,
1995, p. 54). Dando un gran salto en el tiempo, Robert Darnton argumenta
que uno de los primeros trazos históricos del cuento popular
que ha sido oficialmente registrado proviene de los sermones de
los predicadores medievales de los siglos XII al XV, quienes aprovecharon
la tradición oral para enseñar sus preceptos morales,
transcritos en las recopilaciones de Exempla. Además,
el autor conviene en que la forma de cuentos como "La Bella
Durmiente" se reproduce en varios relatos épicos o chansons
de geste. La aportación ejemplar que tiene Darnton para explicar
el camino de la tradición oral hacia la escrita (labor casi
imposible de trazar) es a través de su revisión de
la primera versión de "Caperucita Roja", recuperada
por los folcloristas Paul Delarue y Marie-Louise Tenèze y
publicada en el libro "Le Conte populaire français"
(Paris, 1976)1, relato que posiblemente
una abuela francesa del siglo XVIII contó a su familia junto
al fogón2. Imaginemos que
el más pequeño de sus nietos lo aprendió en
forma y, como tenía facultades histriónicas sorprendentes,
al seguir contándolo lo adaptó a las nuevas circunstancias
que vivía. La hija del nieto aprendió el cuento también,
y así generaciones sucesivas, hasta que Charles Perrault
lo escuchó de la niñera de su hijo, lo modificó
para el gusto de la elite culta y refinada de su tiempo, y lo publicó
por primera vez en 1697 junto con otros relatos orales bajo el título
Contes de ma mère l'oye ("Cuentos de Mamá Oca").
Para Darnton "los cuentos pertenecían a un fondo de
cultura popular que los campesinos atesoraron durante siglos con
muy pocas pérdidas" (2000, p. 24), y así él
como investigador contó con el material histórico
para el análisis de los vínculos que unen a las historias
de la tradición campesina francesa con la vida cotidiana
del Antiguo Régimen. Como historiador de las ideas, a Darnton
el relato campesino del siglo XVIII como "texto cultural"
le habla de la lucha por la supervivencia característica
del campesino, así como de sus estrategias para hacerle frente:
El campesino francés, perennemente
en vilo entre la pobreza y la indigencia, aplastado por la presión
demográfica y oprimido por los impuestos, veía la
vida como una lucha despiadada de la que solo los astutos podían
salir indemnes. Lejos de considerar los cuentos como composiciones
poéticas de valor universal, Darnton entrevé en
ellos claras huellas del particular contexto sociocultural en
el que habían calado. (Pisanty, 1995, p. 56)
Valentina Pisanty explica que "en
el paso de la forma oral a la escrita ciertos textos conservan algunas
de las características formales derivadas de la lógica
íntima de sus orígenes como relatos oralmente transmitidos...
Los cuentos hunden sus raíces en la tradición oral...
Esto se debe en parte al hecho de que, todavía hoy, los cuentos
están a menudo destinados a ser escuchados más que
leídos y, por tanto, los rasgos distintivos debidos a sus
orígenes orales han conservado su función relativa
al contexto comunicativo originario" (p. 29). Pero, ante todo,
esta forma reiterativa al oral tenía y tiene el fin de transmitir
conocimiento:
En una cultura exclusivamente
oral, las narraciones son uno de los pocos modos de vida que la
sociedad tiene a disposición para representarse a sí
misma y para extraer un sentido del mundo... Incluso los elementos
sobrenaturales que a menudo aparecen en los relatos populares
no debían provocar un distanciamiento de las creencias
comunes del mundo real. En otras palabras, la enciclopedia de
la época [se refiere al Antiguo Régimen, siglo XVIII
en Francia] no dudaba de la existencia de las hadas, brujos, ogros,
y otras criaturas mágicas o dotadas de poderes sobrenaturales.
(p. 58)
La relación entre cuento
popular y realidad
Al leer la primera versión
de "Caperucita Roja" no objeté en ningún
momento que un lobo hablara con una niña o que le preguntara
si caminaría por el camino de los alfileres o el de las agujas.
Aunque el final es cruel, tampoco negué la idea de que un
lobo entrase a una casa, matara a una abuela, se deshiciera del
cuerpo y se pusiera sus ropas para tenderle una trampa a la nieta
que pronto llegaría. ¡Un lobo hablando y razonando
como un ser humano despiadado y ni la niña o su abuela lo
ven como una situación fuera de lo normal!... de hecho, ni
siquiera yo. Es como si fuera cotidiano hablar con animales. Al
tratarse de un cuento popular, lo irreal o sobrenatural es una situación
aceptada porque lo leído es un mundo posible. Aunque el final
de esta primera versión me dejó turbada, al leer la
historia sobre el mismo cuento que los hermanos Grimm realizaran,
su final me dejó tranquila. La niña y la abuela se
salvan gracias al cazador. El lobo engaña a la niña
pero no logra meterla en la cama ni comerla. Lo irreal se torna
en algo maravilloso y armónico. Deja buen sabor de boca;
una moraleja. Como explica Valentina Pisanty, no es solo la presencia
de motivos "ultraterrenales" mezclados con realidad lo
que determinan al cuento como un género -géneros como
la novela policíaca presentan la dimensión de lo irreal
así mismo- "la diferencia está en el modo de
correlacionar estos contenidos con las formas específicas
de cada género" (1995, p. 42).
Para comprender mejor la naturaleza
del cuento popular en relación con la realidad es de utilidad
la explicación que Todorov (1970) otorga del género
fantástico puro: "un género siempre evanescente"
como el tiempo presente, y situado entre la frontera de lo extraño
(el pasado) y lo maravilloso (el futuro): "La base de lo fantástico
[puro] es la incertidumbre del lector respecto de si lo que sucede
de manera extraña es sobrenatural o no" (Brooke-Rose,
1988, p. 60) . Lo fantástico entra en juego cuando en nuestro
mundo ya reconocido y ubicado como "real" ocurre un evento
fuera de lo común, algo sobrenatural. No solo el lector al
codificar el texto pero los personajes y narradores en la obra se
enfrentan a un "distanciamiento de la norma" que produce
incertidumbre. Se puede resolver tal abrupción insólita
al encontrar una explicación natural y lógica, permaneciendo
así intactas las normas de lo real (e.g. un sueño,
drogas, superchería, etc.) En este primer caso, lo fantástico
deja de ser puro para tornarse en "lo misterioso" o "lo
extraño". Como segunda alternativa, podemos aceptar
una explicación sobrenatural o que lo sobrenatural sea aceptado
como tal de principio a fin (e.g. poderes mágicos y auxiliares,
una niña hablando con un lobo, una dragona enamorada de un
burro, etc.), lo fantástico se convierte en "lo maravilloso".
Mas existen híbridos de las condiciones anteriores: "Si
lo sobrenatural finalmente recibe una explicación natural,
nos encontramos en lo fantástico-misterioso; si los hechos
no son sobrenaturales, sino extraños, horribles, increíbles,
estamos en lo misterioso (con el énfasis depositado en el
miedo del lector, no en su incertidumbre)" (p. 63). Por otro
lado, si lo sobrenatural se tiene que aceptar "finalmente"
como tal para así admitir nuevas leyes de lo real para explicar
el fenómeno, nos situamos en lo fantástico-maravilloso,
donde el miedo se vuelve asombro; si lo sobrenatural se acepta de
manera inmediata y se trata precisamente como algo perteneciente
a lo cotidiano, como un suceso normal de esa realidad, lo maravilloso
puro se desarrolla con el énfasis puesto en el asombro. La
forma de la tradición oral por lo general recrea un género
fantástico-maravilloso pues el lector termina con cierto
miedo, angustia o asombro, pues, como explica Pisanty, "se
encuentra en una situación de ruptura irreductible entre
la realidad perceptible y su conocimiento del mundo" (1995,
p. 46). El rasgo distintivo que guarda el cuento popular con la
realidad es lo maravilloso puro; un mundo armonioso donde todo es
posible.
Notas:
1
Para conocer más sobre este
magnífico compendio de cuentos populares franceses, remitirse
a la obra de Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros
episodios de la historia de la cultura francesa (2000, México:
Fondo de Cultura Económica). La siguiente es la primera versión
conocida de Caperucita Roja:
Había una vez una niñita
a la que su madre le dijo que llevara pan y leche a su abuela. Mientras
la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó
y le preguntó adónde se dirigía.
- A la casa de mi abuela ? le contestó.
- ¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas
o el de los alfileres?
- El camino de las agujas.
El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero
a la casa. Mató a la abuela, puso su sangre en una botella
y partió su carne en rebanadas sobre un platón. Después
se vistió con el camisón de la abuela y esperó
acostado en la cama.
La niña tocó a la puerta.
- Entra, hijita.
- ¿Cómo estás, abuelita? Te traje pan y leche.
- Come tu también, hijita. Hay carne y vino en la alacena.
La pequeña niña comió así lo que se
le ofrecía; y mientras lo hacía, un gatito dijo:
- ¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la sangre
de tu abuela!
Después el lobo le dijo:
- Desvístete y métete en la cama conmigo.
- ¿Dónde pongo mi delantal?
- Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás.
Cada vez que se quitaba una prenda (el corpiño, la falda,
las enaguas y las medias), la niña hacía la misma
pregunta; y cada vez el lobo le contestaba:
- Tírala al fuego; nunca más la necesitarás.
Cuando la niña se metió en la cama, preguntó:
- Abuela, ¿por qué estás tan peluda?
- Para calentarme mejor, hijita.
- Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan grandes?
- Para poder cargar mejor la leña, hijita.
- Abuela, ¿por qué tienes esas uñas tan grandes?
- Para rascarme mejor, hijita.
- Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes?
- Para comerte mejor, hijita.
Y el lobo se la comió.
2
Valentina Pisanty explica como Bolte hace notar que los cuentos
de la tradición oral se hacen llamar así mismo "cuentos
de viejas", lo que para la autora equivale perfectamente a
la expresión aún en uso de "old wives' tales".
Referencias:
Darnton, R. (2000). La gran matanza
de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa
(2da. Edición). México: Fondo de Cultura Económica.
Pisanty, V. (1995). Cómo
se lee un cuento popular. Barcelona: Piados.
Mtra.
Claudia Quintero
Docente del Departamento de Comunicación
del ITESM, Campus Guadalajara, Jal., México |