Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la Revista Contribuciones Directorio Buzón Motor de búsqueda


Julio 2003

 

Número del mes
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52) 58 64 56 13
Fax. (52) 58 64 56 13

Cultura masiva

El Cuento Popular: Oralidad, Texto y Cultura

 

Por Claudia Quintero
Número 33

¡Un lobo hablando y razonando como un ser humano despiadado y ni la niña o su abuela lo ven como una situación fuera de lo normal!... de hecho, ni siquiera yo. Es como si fuera cotidiano hablar con animales. Al tratarse de un cuento popular, lo irreal o sobrenatural es una situación aceptada porque lo leído es un mundo posible.

La dimensión histórica del cuento popular
Para historiadores culturales como Robert Darnton, el cuento popular como "sujeto" de estudio (el texto nos habla para interpretar la otredad; a los otros que no piensan como nosotros) revela cómo la gente "no ilustrada" de la Ilustración en la Francia del siglo XVIII (los primeros campesinos "modernos" que no sabían ni leer ni escribir) organizaba la realidad de su mente, esto gracias a la dimensión histórica que otorgan los cuentos populares: "los cuentos son de hecho documentos históricos. Han evolucionado durante muchos siglos y han adoptado diferentes formas en distintas tradiciones culturales. En vez de expresar el funcionamiento inmutable del ser interior del hombre, sugieren que las mentalités han cambiado" (p. 19), ciertamente, y lo interesante es que este tipo de texto literario como documento histórico nos habla del cambio de pensamiento del individuo común a través del tiempo bajo una misma forma de ordenamiento para relatar diferentes contextos socioculturales. Esta estructura o forma narrativa fue aprendida al escucharse en boca de alguien antes que ser escrita y por tanto leída:

[Los cuentos populares] ... los contaron campesinos que los habían aprendido cuando niños, mucho antes de que el dominio de la lectura y la escritura se hubiera extendido en todo el campo... Como todos los narradores de cuentos, los cuentistas campesinos adaptaban el ambiente de sus cuentos a su propio medio ambiente; pero conservaban los elementos principales intactos, usando repeticiones, rimas y otros recursos nemotécnicos. (p. 23)

Varios estudios e indagaciones se han realizado para mostrar el tratamiento, la función y la procedencia del cuento popular en los pueblos de la antigüedad (Thompson, 1946; Solinas-Donghi, 1976; Ariès, 1960; Celati, 1975; Darnton, 1984; entre otros). Este recuento nos lleva hasta las obras literarias griegas y romanas con trabajos como el de Johannes Bolte, quien encuentra evidencia de la tradición oral en "Las avispas" de Aristófanes (422 a. C.), narración que responde a las características formales del cuento actual. De igual forma, Solinas-Donghi afirma que "Amor y Psique" de Apuleyo (un relato mítico) es el primer cuento literario en forma: "... empieza con la clásica fórmula de apertura de los cuentos: "había en una ciudad un rey y una reina...", lo que confirma la hipótesis de la estabilidad de la forma de los cuentos en los siglos" (Pisanty, 1995, p. 54). Dando un gran salto en el tiempo, Robert Darnton argumenta que uno de los primeros trazos históricos del cuento popular que ha sido oficialmente registrado proviene de los sermones de los predicadores medievales de los siglos XII al XV, quienes aprovecharon la tradición oral para enseñar sus preceptos morales, transcritos en las recopilaciones de Exempla. Además, el autor conviene en que la forma de cuentos como "La Bella Durmiente" se reproduce en varios relatos épicos o chansons de geste. La aportación ejemplar que tiene Darnton para explicar el camino de la tradición oral hacia la escrita (labor casi imposible de trazar) es a través de su revisión de la primera versión de "Caperucita Roja", recuperada por los folcloristas Paul Delarue y Marie-Louise Tenèze y publicada en el libro "Le Conte populaire français" (Paris, 1976)1, relato que posiblemente una abuela francesa del siglo XVIII contó a su familia junto al fogón2. Imaginemos que el más pequeño de sus nietos lo aprendió en forma y, como tenía facultades histriónicas sorprendentes, al seguir contándolo lo adaptó a las nuevas circunstancias que vivía. La hija del nieto aprendió el cuento también, y así generaciones sucesivas, hasta que Charles Perrault lo escuchó de la niñera de su hijo, lo modificó para el gusto de la elite culta y refinada de su tiempo, y lo publicó por primera vez en 1697 junto con otros relatos orales bajo el título Contes de ma mère l'oye ("Cuentos de Mamá Oca"). Para Darnton "los cuentos pertenecían a un fondo de cultura popular que los campesinos atesoraron durante siglos con muy pocas pérdidas" (2000, p. 24), y así él como investigador contó con el material histórico para el análisis de los vínculos que unen a las historias de la tradición campesina francesa con la vida cotidiana del Antiguo Régimen. Como historiador de las ideas, a Darnton el relato campesino del siglo XVIII como "texto cultural" le habla de la lucha por la supervivencia característica del campesino, así como de sus estrategias para hacerle frente:

El campesino francés, perennemente en vilo entre la pobreza y la indigencia, aplastado por la presión demográfica y oprimido por los impuestos, veía la vida como una lucha despiadada de la que solo los astutos podían salir indemnes. Lejos de considerar los cuentos como composiciones poéticas de valor universal, Darnton entrevé en ellos claras huellas del particular contexto sociocultural en el que habían calado. (Pisanty, 1995, p. 56)

Valentina Pisanty explica que "en el paso de la forma oral a la escrita ciertos textos conservan algunas de las características formales derivadas de la lógica íntima de sus orígenes como relatos oralmente transmitidos... Los cuentos hunden sus raíces en la tradición oral... Esto se debe en parte al hecho de que, todavía hoy, los cuentos están a menudo destinados a ser escuchados más que leídos y, por tanto, los rasgos distintivos debidos a sus orígenes orales han conservado su función relativa al contexto comunicativo originario" (p. 29). Pero, ante todo, esta forma reiterativa al oral tenía y tiene el fin de transmitir conocimiento:

En una cultura exclusivamente oral, las narraciones son uno de los pocos modos de vida que la sociedad tiene a disposición para representarse a sí misma y para extraer un sentido del mundo... Incluso los elementos sobrenaturales que a menudo aparecen en los relatos populares no debían provocar un distanciamiento de las creencias comunes del mundo real. En otras palabras, la enciclopedia de la época [se refiere al Antiguo Régimen, siglo XVIII en Francia] no dudaba de la existencia de las hadas, brujos, ogros, y otras criaturas mágicas o dotadas de poderes sobrenaturales. (p. 58)

La relación entre cuento popular y realidad
Al leer la primera versión de "Caperucita Roja" no objeté en ningún momento que un lobo hablara con una niña o que le preguntara si caminaría por el camino de los alfileres o el de las agujas. Aunque el final es cruel, tampoco negué la idea de que un lobo entrase a una casa, matara a una abuela, se deshiciera del cuerpo y se pusiera sus ropas para tenderle una trampa a la nieta que pronto llegaría. ¡Un lobo hablando y razonando como un ser humano despiadado y ni la niña o su abuela lo ven como una situación fuera de lo normal!... de hecho, ni siquiera yo. Es como si fuera cotidiano hablar con animales. Al tratarse de un cuento popular, lo irreal o sobrenatural es una situación aceptada porque lo leído es un mundo posible. Aunque el final de esta primera versión me dejó turbada, al leer la historia sobre el mismo cuento que los hermanos Grimm realizaran, su final me dejó tranquila. La niña y la abuela se salvan gracias al cazador. El lobo engaña a la niña pero no logra meterla en la cama ni comerla. Lo irreal se torna en algo maravilloso y armónico. Deja buen sabor de boca; una moraleja. Como explica Valentina Pisanty, no es solo la presencia de motivos "ultraterrenales" mezclados con realidad lo que determinan al cuento como un género -géneros como la novela policíaca presentan la dimensión de lo irreal así mismo- "la diferencia está en el modo de correlacionar estos contenidos con las formas específicas de cada género" (1995, p. 42).

Para comprender mejor la naturaleza del cuento popular en relación con la realidad es de utilidad la explicación que Todorov (1970) otorga del género fantástico puro: "un género siempre evanescente" como el tiempo presente, y situado entre la frontera de lo extraño (el pasado) y lo maravilloso (el futuro): "La base de lo fantástico [puro] es la incertidumbre del lector respecto de si lo que sucede de manera extraña es sobrenatural o no" (Brooke-Rose, 1988, p. 60) . Lo fantástico entra en juego cuando en nuestro mundo ya reconocido y ubicado como "real" ocurre un evento fuera de lo común, algo sobrenatural. No solo el lector al codificar el texto pero los personajes y narradores en la obra se enfrentan a un "distanciamiento de la norma" que produce incertidumbre. Se puede resolver tal abrupción insólita al encontrar una explicación natural y lógica, permaneciendo así intactas las normas de lo real (e.g. un sueño, drogas, superchería, etc.) En este primer caso, lo fantástico deja de ser puro para tornarse en "lo misterioso" o "lo extraño". Como segunda alternativa, podemos aceptar una explicación sobrenatural o que lo sobrenatural sea aceptado como tal de principio a fin (e.g. poderes mágicos y auxiliares, una niña hablando con un lobo, una dragona enamorada de un burro, etc.), lo fantástico se convierte en "lo maravilloso". Mas existen híbridos de las condiciones anteriores: "Si lo sobrenatural finalmente recibe una explicación natural, nos encontramos en lo fantástico-misterioso; si los hechos no son sobrenaturales, sino extraños, horribles, increíbles, estamos en lo misterioso (con el énfasis depositado en el miedo del lector, no en su incertidumbre)" (p. 63). Por otro lado, si lo sobrenatural se tiene que aceptar "finalmente" como tal para así admitir nuevas leyes de lo real para explicar el fenómeno, nos situamos en lo fantástico-maravilloso, donde el miedo se vuelve asombro; si lo sobrenatural se acepta de manera inmediata y se trata precisamente como algo perteneciente a lo cotidiano, como un suceso normal de esa realidad, lo maravilloso puro se desarrolla con el énfasis puesto en el asombro. La forma de la tradición oral por lo general recrea un género fantástico-maravilloso pues el lector termina con cierto miedo, angustia o asombro, pues, como explica Pisanty, "se encuentra en una situación de ruptura irreductible entre la realidad perceptible y su conocimiento del mundo" (1995, p. 46). El rasgo distintivo que guarda el cuento popular con la realidad es lo maravilloso puro; un mundo armonioso donde todo es posible.


Notas:

1 Para conocer más sobre este magnífico compendio de cuentos populares franceses, remitirse a la obra de Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios de la historia de la cultura francesa (2000, México: Fondo de Cultura Económica). La siguiente es la primera versión conocida de Caperucita Roja:

Había una vez una niñita a la que su madre le dijo que llevara pan y leche a su abuela. Mientras la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó y le preguntó adónde se dirigía.
- A la casa de mi abuela ? le contestó.
- ¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres?
- El camino de las agujas.
El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela, puso su sangre en una botella y partió su carne en rebanadas sobre un platón. Después se vistió con el camisón de la abuela y esperó acostado en la cama.
La niña tocó a la puerta.
- Entra, hijita.
- ¿Cómo estás, abuelita? Te traje pan y leche.
- Come tu también, hijita. Hay carne y vino en la alacena.
La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía; y mientras lo hacía, un gatito dijo:
- ¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la sangre de tu abuela!
Después el lobo le dijo:
- Desvístete y métete en la cama conmigo.
- ¿Dónde pongo mi delantal?
- Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás.
Cada vez que se quitaba una prenda (el corpiño, la falda, las enaguas y las medias), la niña hacía la misma pregunta; y cada vez el lobo le contestaba:
- Tírala al fuego; nunca más la necesitarás.
Cuando la niña se metió en la cama, preguntó:
- Abuela, ¿por qué estás tan peluda?
- Para calentarme mejor, hijita.
- Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan grandes?
- Para poder cargar mejor la leña, hijita.
- Abuela, ¿por qué tienes esas uñas tan grandes?
- Para rascarme mejor, hijita.
- Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes?
- Para comerte mejor, hijita.
Y el lobo se la comió.
2 Valentina Pisanty explica como Bolte hace notar que los cuentos de la tradición oral se hacen llamar así mismo "cuentos de viejas", lo que para la autora equivale perfectamente a la expresión aún en uso de "old wives' tales".


Referencias:

Darnton, R. (2000). La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (2da. Edición). México: Fondo de Cultura Económica.

Pisanty, V. (1995). Cómo se lee un cuento popular. Barcelona: Piados.


Mtra. Claudia Quintero
Docente del Departamento de Comunicación del ITESM, Campus Guadalajara, Jal., México

Columnas anteriores