Septiembre 1999


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El pollo y el zorrillo...



Érase una vez un pollo y un zorrillo o de cómo es
que la Gente-Bien se asume a sí sin asumirse como tal.

Por: Juan Enrique Huerta Wong
Maestría en Ciencias con especialidad en Comunicación

Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Monterrey



1. Va un pollito en bicicleta manejando rapidísimo. Avanzando más y más rápido, llega a una esquina, la dobla y ¡Cuas!, se estrella con un zorrillito que en dirección opuesta, conducía otra bicicleta. Atolondrados, ambos se levantan:
 

- Ooops, que onda, quien soy, de donde soy, que hago aquí. Se pregunta el pollito.
- On'toy. Cuestiona el zorrillito.
- Tú quién eres.
- Sabe, no me acuerdo, y tú.
- ¡Ya se!, para saberlo nos vamos describir mutuamente.
- Juega, yo primero, -y empieza- tú eres amarillito, eres bonito, chiquito, tienes un piquito...
- ¡Ya se -lo interrumpe efusivo su interlocutor-¡ ¡Soy un pollito! ¡que bueno, ahora yo! Tú eres negrito, tienes el cabello levantado y tieso, te peinas de raya en medio, hueles un poco mal.
- -Lo interrumpe angustiado- ¡Ya no me digas, soy un naco!

El cuento es ilustrador. El zorrillito de nuestro relato da cuenta de una identidad que sabe castigada, estigmatizada, para usar un concepto de Gudykunst (1997). Necesariamente mexicano -el término naco no parece tener traducción ni siquiera a otros dialectos, en el sentido de apropiaciones regionales a un mismo idioma que Gudykunst le da- y urbano -como más adelante intentaré explicar, este concepto se aplica a una diferenciación citadina-, no puede sino asustarse en su renacimiento ante la posibilidad de saberse de pronto miembro de un grupo no deseado, negado.

El zorrillo corta la comunicación porque se reconoce tan diferente a lo deseable, a lo oficialmente aceptado -en términos de Gramsci (en González, 1994)-, conciencia súbita de pertenencia al grupo concretamente excluido, para utilizar un concepto de García Canclini, quien habla de los rasgos de la modernidad como de lo abstracto incluido y lo concreto excluido, de los que no tienen patrimonio, o no logran que sea reconocido y conservado... "incapaces" de leer y mirar la alta cultura porque desconocen la historia de los saberes y los estilos.... en el consumo, estos sectores estarían siempre al final del proceso, como destinatarios, espectadores obligados a reproducir el ciclo del capital y la ideología de los dominadores (García Canclini, 1996, p. 191, comillas en el original).

Este trabajo tiene como objeto delinear algunos de los rasgos de esa diferencia, y deconstruir la historia de cómo y cuándo se construye tal, con el fin de intentar entender por qué surgen estas distinciones y para qué se usan, o no, en la cotidianidad.

No es, en estricto sentido, un trabajo académico, sino más bien la pequeña suma de ideas sueltas surgidas quizá de la diaria visión de ir y venir por los frentes culturales que conforman y diferencian, de alguna manera le habremos de llamar, lo naco de lo no naco -el problema siempre es definir lo naco en oposición a los múltiples nombres que lo oficial ostenta: lo bien, lo fresa, lo cool-, lo que involucró la conversación con ostensibles representantes de esta actitud de vida. En este sentido no es imparcial. Refleja abiertamente, así lo asumo, una actitud de vida; aunque de entrada el análisis intenta acercarse a lo objetivo, en cuanto el texto avanza pretendo mostrar porque es importante el análisis de esta categoría desde lo subjetivo y fijar las posiciones que Rosaldo reclama en la comunidad académica (1989, p.p. 200-204). No pretende agotar, ni aún discursivamente, el análisis. La complejidad de esto no se intentó siquiera; pide ser leido críticamente, desde la óptica de quien no pretende ser sino, cuando mucho, provocativo. Tampoco presenta rigor metodológico. Es un ensayo en el sentido laxo del término pero no explora todas las posibilidades, presenta el resultado de algunas entrevistas que no son válidas ni como instrumento particular ni en muestreo.

Me apoyo en Martin (1992) -quien problematiza el asunto de la differànce sugiriendo que lo que probablemente es se construye a partir de lo que no es- para asir la imagen de lo naco. Ya he dicho que la construcción de lo naco se da en oposición a una oficialidad que toma distintos nombres, dependiendo de las situaciones, contextos e individuos. Pues entonces naco será todo lo que no es bien, ni cool, ni fresa. Niñas bien de la Colonia Del Valle en Monterrey se refieren a lo naco como lo relacionado con la buena educación, no formal, pues estudios doctorales no despojan a lo naco de ello, sino con los buenos modales, pero además, con lo que por buenos modales entienda en ese momento histórico el grupo de individuos que detente el capital cultural.

Es Martin (1992) también quien permite la lectura del texto. Si no agota posibilidades, explora suficientemente las presentadas, su validez es dudosa, entonces aún quedan quizá muchos motivos para encontrar justificante a lo que de otra manera es una absurda pérdida de tiempo. Todo lo que busca es más preguntas.

2. Si lo naco es lo asible, es lo contrastable. Hall (1996) prefiere usar el término identificación al de identidad para referirse al proceso de articulación, sobredeterminación y no subsunción sujeta al juego de la diferencia, nunca total y siempre ambivalente, objetivizada en fronteras discursivas (pp. 2 y 3). Brenner (1992, pp. 3-9)usa por su parte la metáfora del espejo para referir que uno da cuenta de sí, define identidades en cuanto percibe lo que es, o no, reflejado en el espejo que es la imagen del otro, y agrega que ese espejo está trizado en cuanto a que percibimos muchas diversas imágenes de ese otro y de nosotros mismos de acuerdo con el ángulo que tengamos. Entonces se identifica al naco desde su distancia de los buenos modales ajenos en la oficialidad y la búsqueda no es hacia el interior del sujeto en este sentido, no a ser bien, sino a no ser naco. En la medida en que se aleja de lo naco, la identificación es bien. Pero, ¿cuándo se construye esto? ¿Cuándo y cómo inicia el proceso de conformación del habitus de lo bien? Y, más importante aún, ¿para qué?

3.Propongo que la categoría naco, en cuanto a que usada generalmente en términos de negación, nos permite objetivizar el relativo control del capital cultural que algunos grupos detentan aún, interesados en preservar el dominio simbólico en la fase posterior al capitalismo desarrollado que de acuerdo con Lash y Urry (1994) vivimos, en donde la aparente horizontalización social que permite entre otras cosas lo que los autores sugieren como el triunfo de la agencia en términos reflexivos (pp. 3-5), es causa de una posible reducción en la brecha económica, política y cultural -me refiero aquí a la alta cultura en contraposición de la popular, usando un concepto de García Canclini (p. 19)-, que una importante cantidad de gente perteneciente a estratos medios ha vivido.

Quiero decir que a medida que este capitalismo desorganizado ha acortado la brecha social en sectores medios aumentando las posibilidades de adquisición de bienes de consumo -automóviles, casas, aún arte y otros objetos exclusivos de la aristocracia prefordiana- y simbólicos -el caso más claro es la educación formal- para grandes sectores de la población, los mecanismos de la distinción parecen complejizarse. Las ideologías -que no La Ideología- hegemónicas de los distintos matices dominantes encuentran su nicho de oficialidad en el contraste con el opuesto, el naco. El naco surge aquí como una posibilidad de distinción entre viejas y nuevas fortunas, viejos y nuevos apellidos, cercanía al modelo dominante en los grupos minoritarios.

Lo naco está cercano a la definición de lo popular en González (1994). Así, el concepto es dinámico; lo que hoy es oficial, bien, cool, mañana es naco y viceversa. Pero ante todo -y lo que ahora se trata de exponer aquí- se trata de una construcción siempre hegemónica, que es importante como categoría para la inteligibilidad de la cultura vigente, siguiendo al mismo autor, pero que no se objetiviza en el caos colectivo de esa fase posterior al capitalismo desorganizado de la que hablan Lash y Urry (1994) sino en algunas prácticas sociales, las correspondientes a la interacción y diferenciación desde los estratos sociales dominantes o la reproducción de los mismos. El resto del gran iceberg que es la imagen de la sociedad parece mantenerse ajeno a esto, la imagen de las infinitas posibilidades de alteridades construidas por González (1994).

En estricto sentido entonces, lo naco sólo existe como categoría en cuanto el campo de interacción de Lo Bien y resulta difícil imaginarlo si no es en opuesto a algo, en algún otro campo.

4. Por la naturaleza dialéctica del término es que resulta más o menos importante deconstruir el habitus de lo bien. El habitus aquí es entendido en función de Bourdieu, quien lo define como un sistema de disposiciones durables, una estructura estructurante, subjetivo, pero no individual, de estructuras interiorizadas que son esquemas de percepción, de concepción y de acción (en Giménez, 1985). González (1994) explica que se trata del capital cultural incorporado y define a éste como el crédito consentido a ciertos agentes por parte de los demás y por el cual el beneficiario se encuentra dotado de propiedades, que aunque son adquiridas históricamente, pasan por naturales, personales e innatas.
Entonces entenderemos para su análisis, que el habitus de Lo Bien, adquirido y cambiante desde siempre, da sentido a nuestra visión del mundo pero valorando, distinguiendo desde lo hegemónico.

El mismo Giménez (1985) nos dice que el habitus se va formando desde los primeros tiempos del proceso de socialización. De acuerdo con Flores (1997), es desde los primeros años que muchas Madres Bien inculcan a sus hijos la distinción que confiere la apropiación del capital cultural objetivizado en lo que Gudykunst (1996) define como el territorio (pp. 232-234) o los prejuicios étnicos (pp. 123-125) y de clase, que se objetivizan en el espacio mismo en que Lo Bien se mueve y cobra sentido y significado a través del lenguaje. Es El Colegio en contraposición a la primaria, Güeritos y prietitos, el servicio doméstico que representa para los otros la figura familiar:

En el colegio casi no había niños morenos, casi todos eran güeritos, blanquísimos. Y las niñas llevaban las trenzas super peinadas y super estiradas y ya con tener el cabello castaño muchos otros niños te tachaban de naca, más si le hablabas a los hijos de la muchacha, que a veces la acompañaban, como todos los de las muchachas de los amiguitos que tenías, que por supuesto eran de La Colonia. Becky, Colonia Del Valle.

Gudykunst (1996) presenta la figura del territorio como escenario objetivo de las identidades. Para Flores (1997), es en la Colonia del Valle en donde Lo Bien se institucionaliza en Monterrey, se hace tangible en prácticas cotidianas, nada cabe fuera de ese territorio. La Gente Bien de La Colonia se apropia del capital cultural de lo no naco y todas sus prácticas vitales giran en torno a la negación de todo lo otro que vive fuera de ese territorio, como no sea, veremos más adelante, para legitimar su dominio. A mayor poder adquisitivo para los bienes culturales, estos juegan un rol fundamental en la socialización de los Sujetos Bien. Flores refiere, por ejemplo, a la objetivización de la ideología presente desde las muñecas Barbie de los primeros tiempos de las niñas bien y como es que lo delgado, rubio y carácter suntuario de estos juguetes se asemeja mucho a la construcción del rol femenino y estético, de tal manera que, sugiere, fue lógico el fracaso de los modelos de Barbie morena y astronauta, tan parecida la primera a las muñecas producidas para niñas nacas.

Y las prácticas culturales legitimadas por los grupos más bonitos, güeritos, limpios, super peinados y que no le hablan a los niños de color extraño siguen presentes en cuanto hegemónicos a lo largo de toda la vida escolar de estos sujetos. El lugar de moda, siempre el territorio, será legitimado por una compleja asociación de significados que activan, objetivizan, lo que Gudykunst (1996) ha concebido como las influencias culturales -de grupo- y psicoculturales -estereotipos y actitudes-. La Colonia transvasa en su suerte de escenario de los frentes culturales Lo Bien y lo naco, la estructura estructurante que identifica al otro. El recorrido incansable de una calle en automóvil es o no Bien dependiendo de este escenario, lo mismo que ir al cine, acudir a actividades extraescolares, y el consumo general de bienes, formas y prácticas simbólicas.

Todo cambia, lo que hoy es naco, mañana será bien y al revés, dependiendo de lo que dicte el espejo trizado de las identidades de estos agentes a los que el grupo y la ideología dominante ha dotado de propiedades. Las alteridades de estos agentes, el mundo deseable, la imagen perfecta, tiene que ver con el Mundo Bien blanco europeo del que se siente parte, objetivizado en sus prácticas culturales. No compra ropa en México, no ve televisión abierta. En cuanto no ejerce prácticas culturales de lo naco, lo hace de Lo Bien, se distingue, compra ropa en Texas y consume series que reflejan al Mundo Bien, todo en perfecto inglés, apartando simbólicamente el fantasma del otro posible, del nuevo mal ciudadano del sur de Estados Unidos, que no accede a los grandes centros comerciales texanos ni pronuncia bien, la gran comunidad rechazada, en términos de Paz (1986). La reproducción da continuidad a estas prácticas. Más allá de La Colonia, se extiende el dominio de Lo Bien, a más semejante de este modelo, si bien es cada vez más difuso en cuanto la necesidad de legitimación es menor en tanto más lejano resulta el Territorio Bien.

Y con las prácticas legitimadoras, cambia también el lenguaje. Desde Sapir y Whorf (en Gudykunst, 1996, p. 196), influye en nuestra visión del mundo, es ideológico en cuanto inclusivo y exclusivo. El mismo uso del término naco implica ya la definición del otro, en cuanto a que hemos dicho antes, lo naco es negado, estigmatizado.

Aquí es pertinente decir que si el Mundo Bien se ha distinguido en el capitalismo desorganizado que confunde las castas en cuando permite la adquisición de bienes materiales a las grandes masas, su conformación es pues efecto del capitalismo y es por tanto un fenómeno urbano. Si bien en el campo el dominio de agentes dotados de valor es eminente, el reconocimiento a partir de la propiedad de los bienes de producción hace muy clara la distinción, por lo que no parece haber tal distingo. Con todo, es cada vez más difícil hablar de una separación entre lo urbano y lo rural, con los dueños del capital permeando todos los niveles.

El lenguaje parece nutrirse del espejo trizado de identificación de lo deseable allende fronteras. Si lo tangible es ropa y accesorios modelados por el otro blanco europeo, lo visible son sus manifestaciones simbólicas, el lenguaje de las series norteamericanas, tan ajenas al naco localizado, arraigado en sus prácticas culturales idiomático expresivas -como Paz (1986) ha explorado discursivamente, aún internacionalizado el naco mantiene su idioma como reducto de identidad-. El lenguaje obedece al espejo y también a las influencias culturales, al nivel de lo deseable y lo esperado, los buenos modales externalizados en el componente cultural más visible, la expresión, el discurso hegemónico manifiesto en la reglamentación imaginada de las ideologías, el yo como agente externo discursivo presente en la suma de vocablos de lo bien impuestos al mundo. Es el origen del Liderazgo, de la Moral y las Buenas Costumbres.

Si hemos dicho que la imagen del naco se concibe desde el mal gusto y los malos modales, es necesario intentar aprehender que ni el Buen Gusto ni los Buenos Modales están sujetos a reglas determinadas, sino que varían de acuerdo con la imagen del otro blanco europeo y los agentes reproductores, en los matices hegemónicos, de esas ideologías. De tal manera que, si bien los Niños y Niñas Bien reciben instrucción de acuerdo a Carreño, conciben en sus distintas etapas vitales algunas partes del excelentísimo manual como nacas, de acuerdo con los modelos vigentes, difundidos a los demás por los agentes dotados de poder. Los Agentes Bien nunca observan comportamiento naco, así reproduzcan, cómo escaparse, actitudes y acciones de los nacos. Ejemplos de lo anterior está en el carácter suntuario de las Niñas Bien y su protegida ignorancia, así como modales no del todo apropiados en la mesa. Es sabido en el conocimiento popular repetido en refranes y chistes que un mismo hecho estigmatizado, como el alcoholismo, no es igualmente visto desde los distintos habitus.

Siguiendo a Gudykunst (1996), el nivel más importante para definir lo naco es el conjunto de valores y normas, el ámbito de las influencias culturales. Lo deseable y lo esperado. Aquí lo oficial parece encontrar su mayor posibilidad de control. Expandible en cuanto ideológico, lo que extiende su terreno más allá de la pequeña frontera de La Colonia es este conjunto. Finalmente, las influencias psicoculturales y socioculturales sólo son tangibles en la interacción y en el significado, aún prejuiciado, discriminatorio, que los Sujetos Bien hagan en sus prácticas sociales. Asilados en su micromundo, pierden impacto, aún en la reproducción del modelo fuera de esta frontera cultural, en el mar de masas medias que luchan por el capital simbólico de la distinción.

Si los valores es el conjunto de lo legítimamente deseable, el Mundo Bien ha hecho visible, tangible, el término. Lo ha cosificado para verticalizar la sanción de lo deseable, de lo esperado. El ejemplo primario es el sexo. Vulgar transmisión de fluidos, sucio proceso con fines, más sucios, de placer físico, su negación es la síntesis de los Valores de lo Bien. ¿A qué edad se sexualiza la gente bien?:
¿Nunca?, claro que de tineyer tienes novio pero ni de broma convives mucho con él. Se trata de que sea un niño bonito y popular y que todas tus amigas te vean con él, pero por ejemplo nunca vas con él en el mismo carro, puede pasar por tí, pero cada quien se va en su carro, llegas a la Roberto, que es una calle, o a la pista de patinaje y toman algo juntos, pero ni hablar que se den besos, eso es mucho después y bien poco. ¿Sexo? Hasta después que te casas. Si no, si los demás niños saben que de adolescente te dejas besar y en la universidad has tenido sexo, eres una piruja y naca. Becky, Colonia del Valle.

Como todo lo anterior, éste es sólo un ejemplo. Funciona para entender por qué es importante deconstruir la formación de lo naco, entender que la hegemonía se construye con categorías de uso cotidiano, aparentemente tan insignificantes como es el que da sentido a este texto. Si todo quedara en el ámbito de las interacciones, esto no tendría objeto alguno, pero cuando los valores se objetivizan en códigos de Valores y estos a su vez se transforman en reglas rígidas, hay problema. Porque una cosa es que el Mundo Bien haya asexualizado sus relaciones y otra es que a través de la influencia del enorme aparato de la oficialidad pretenda, en el control de la mayoría de las instituciones mediadoras, validar, hacer tangible, convertir a prácticas masivas, lo que esta asexualización implica, como la negación de la sexualidad femenina y sus efectos, a los anticonceptivos o, recientemente en Monterrey, al aborto, aún reglamentar la educación religiosa en sus Colegios y, tardíamente, a las escuelas primarias. La asexualidad se manifiesta de igual manera en el lenguaje, donde el Mundo Bien salta la necesariamente sexualizada adolescencia mediante el artilugio del no crecimiento en la figura retórica de Los Niños y Las Niñas. En el mundo de las alteridades, la construcción posible de los chavos, trae la posibilidad de su sexualidad.

La campaña de limpieza no se detiene ahí. Adquiere vigencia en prácticas de erradicación de formas simbólicas como la inusual -en otras ciudades- persecución a los -inusuales- centros de exhibición de semidesnudos -que no desnudos-, mitificados en table dances femeninos y esporádicos -inusuales- masculinos, sobre todo en lo último, cuya ausencia habla de la negación a la sexualidad femenina.

Pero como también ha dicho González (1994), es en tiempos de mayor acumulación del capital cultural legítimo, cuando las alteridades manifiestas de manera primaria en aspectos lúdicos, surgen con mayor fuerza. Si lo naco es lo sexuado, lo vulgar, los múltiples canales de lo naco brotan y se multiplican. Ante la persecución oficial por el vicio reflejado en bares agradables y asequibles económicamente a la mayoría, así como en los table dances, cunden los semidesnudos -de la misma temperatura que en los table dances- de los servicars y depósitos que menudean por la ciudad, espectáculo que la fiebre de los Valores no alcanza todavía. Lo hará sin duda, reproducida la mentalidad de Lo Bien en cuanto aparejada al progreso económico de la sociedad, confundido lo económico con lo simbólico en la acumulación reflexiva de Lash y Urry (1994), legitimada en la asociación de los Valores con El Progreso, y ya lo naco se encargará de encontrar otras alteridades.

5. En la objetización de las reglas y Valores es donde cobra sentido el trabajo y pierde inocencia el Mundo Bien. La inocencia de lo rosa, lo blanco, bonito, bien peinado y bien planchado, pierde tal carácter cuando se trata de legitimar de manera tangible, moldear el comportamiento de los demás con estos códigos formados en el universo de las posibilidades (in)finitas. Es la discusión de la modernidad y la posmodernidad a la que se refieren Lash y Urry (1994), la dureza de la premodernidad y la posible modernidad de la que habla Brenner (1992), la incongruencia del objetivismo-monumentalismo en la visión de Rosaldo (1989). Nacidos y crecidos en la estructura rígida, modelados en el territorio de lo que debe ser para llegar a ser, los Niños y Niñas Bien, en el marco del habitus valorativo de todo lo otro como sujeto a desprecio, intentan, al crecer, dar cátedra al mundo de lo que debe ser. Las declaraciones de Coparmex son la objetivización aterrizadora de estas ideologías.

De esto se trata el trabajo. Porque sin embargo se mueve y en pleno cónclave de Lo Bien, en La Colonia o en las universidades privadas, los reductos del caos organizado, el reflejo del capitalismo desorganizado, del otro espejo trizado, de todo lo otro tan alterno que no cabe siquiera en la categoría de lo naco, que cobra vida y se hace visible sobre todo en la festividad como ya lo han dicho González (1994) y García Canclini (1996), permite ver al futuro con optimismo, a la frontera entre la premodernidad y la modernidad, la modernidad y la posmodernidad, el objetivismo y el subjetivismo, como posibilidad de construcción de alteridades hegemónicas. En tanto, la deconstrucción parece una exigencia.

Discusión

He intentado argumentar que la construcción de lo naco es una identificación estigmatizada que se forma en el proceso de socialización de Lo Bien, tanto en el Mundo Bien como en los agentes reproductores de sus ideologías, como el reconocimiento del otro no deseado. Propuse que el concepto surge de la necesidad de distinguir las cualidades que hacen de Lo Bien un grupo hegemónico, ante el desorden del capitalismo actual que ha homogenizado en alguna medida la capacidad de consumo de grandes sectores de la población. Agregué que la relación de identificaciones entre Lo Bien y lo naco es un complejo proceso dialéctico, cambiante de acuerdo a modelos formados en la internacionalización de lo europeo blanco, espejo de identidades múltiples en donde Lo Bien se asume como tal, de tal manera que lo que es Bien hoy no lo será mañana y lo que es naco hoy posiblemente se convierta en Bien. Se mencionó asimismo que la importancia de deconstruir el proceso de conformación del habitus tiene que ver con el esfuerzo por solidificar y mantener las estructuras hegemónicas de Lo Bien, así como extenderlas al resto de la sociedad.

Como González (1994) sugiere, el par de procesos opuestos en las relaciones sociales tiene que ver con tres polos, hegemonía, subalternidad y alteridad. Lo subalterno y lo hegemónico componen una díada en concordancia, en roles aceptados y legitimados socialmente. Pero lo que se pretende introducir aquí es que si Lo Bien es lo que no es naco, resulta poco coherente afirmar que lo naco es subalterno a lo bien. La figura hegemónica de Lo Bien y sus agentes reproductores construyen una hegemonía que mantiene una relación con un algo subalterno sólo en relación a su mundo y sólo en concordancia con sus objetivos. Es decir, lo naco difícilmente se asume como tal, aunque quizá el resto de agentes que cabrían en esta categoría se reconocerían como tales. Lo naco parece, aunque esto abre otra posibilidad de análisis, una categoría, vista desde fuera como subalterna pero desde dentro como alterna. Lo naco difícilmente se muestra subordinado a la estructura, cada vez menos, en tanto el desorden producto de la última fase del capitalismo crece. Sigue siendo pertinente, con todo, la denuncia a la legitimación de la rigidez de las estructuras, para participar en ese desorden y aún fomentarlo. Las posibilidades, ya se ha dicho, son infinitas.

Referencias

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