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LIBROS E IMPERFECCIONES

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Por Walter Islas Barajas

 

 

Hace casi una semana se conmemoró, como suele hacerse cada año en México y en España, el Día del Libro. El libro. Ese objeto extraordinario puesto en estantes, colocado en escritorios o en burós, en algunos casos releído y subrayado, en otros empolvado y olvidado. Una “obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte”, de acuerdo con una acepción del Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española (www.rae.es).

Sonará a lugar común, pero pienso que no lo es: el libro, en su versión digamos tradicional (impreso) o en su versión electrónica, es una herramienta eficaz para combatir el olvido. Hechos históricos, poemas, cuentos, novelas, registros y ensayos sobre física, biología, computación, cocina, cine, teatro, etcétera, que no son relegados a la caja de cartón más olvidada –ya sea en una sala de archivo o en un cuarto de servicio–.

El enorme legado que es el conocimiento humano, lleno de aciertos o salpicado de imperfecciones, está dentro de miles y miles de volúmenes vivos, volúmenes que existen gracias a que hay lectores que los consultan, que los recrean. Ejemplares que constituyen un complemento apropiado para las personas que desean saber un poco más de distintas materias, para la gente con ganas de enriquecer su mente con asuntos sustanciales. En ese sentido, vale recordar una frase atribuida al estadista romano Marco Tulio Cicerón: “Una habitación sin libros es como un cuerpo sin alma”.

Ahora, en tanto seres humanos, sabemos que no somos perfectos. Que podemos mejorar aspectos de nuestra vida, que podemos estudiar temas que no dominamos o que queremos añadir a nuestro bagaje cultural. También, en tanto humanos, no tenemos necesariamente a la mano todos los datos que resultan importantes para nuestros familiares y amigos, o cuando menos no sabemos de un modo infalible qué datos pueden resultarles sensibles a unos y otros.

Este año, los días de asueto por la Semana Santa se cruzaron en mi cabeza y provocaron que se me pasara felicitar a dos personas en su respectivo cumpleaños. Hace algún tiempo, poniéndome en sus zapatos, habría pensado que ese olvido era signo de falta de afecto. En la actualidad sé que a cualquier ser humano le puede suceder algo similar: no tener presente el 100 por ciento de las fechas de aniversarios de gente a la que uno estima, no quiere decir por fuerza que no se aprecie a esa gente. Soy humano, soy imperfecto, nada más.

De ninguna manera justifico la mediocridad. Sencillamente entiendo que la perfección no es una palabra tallada en la piedra de la naturaleza humana. Podemos ser mejores personas, aprender más, olvidar menos, pero como dijo el pintor español Salvador Dalí: “No tengas miedo de la perfección. Nunca la alcanzarás”. Continuemos leyendo libros, sean impresos o electrónicos: un volumen de pasta dura, uno de edición rústica o uno en formato PDF. Esas lecturas nos ayudan a no olvidar.

 

 

Walter Islas Barajas

Comunicólogo egresado del Tecnológico de Monterrey (ITESM), Campus Estado de México. Editor en el despacho Colofón, diseño y comunicación -especializado en diseño editorial y comunicación organizacional-. Ha colaborado como reseñista de álbumes de rock en El Financiero y como reseñista de álbumes de jazz en el suplemento El Ángel (de Reforma). Ha publicado el poemario Lloran los ríos (Ed. Praxis), y publicado un cuento en la antología Entre gozos y rebozos. Nostalgias del campo (Palabras y Plumas Editores).


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