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15 de Enero
2007

 

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Cine y Libros

Quisiera hablar de La Nimiedad de Blanca Mart*

 

Por Susana Arroyo-Furphy
Número 54

Desde hace cuatro años vivo en Australia. Cuando trabajaba en el TEC, Campus Estado de México, como profesora en el Departamento de Letras, durante 15 años, tuve la oportunidad de invitar en varias ocasiones a mi amiga, la escritora Blanca Mart.

Conocí a Blanca en uno de esos cursos maravillosos de Corrección de Estilo en la Casa Universitaria del Libro, de la UNAM. Luego, invitaciones al Orfeó Català, la casa de la cultura catalana en México, celebraciones del Libro y de la Rosa -ese memorable día de San Jordi-, pequeños cursos de literatura a damas mexicano-catalanas, visitas al TEC-CEM por parte de distinguidas personalidades del Orfeó, entre ellos, desde luego, la visita de Blanca; reuniones de escritores de C-F (Ciencia-Ficción) y, en muchas ocasiones en el Tec, como la degustación de “tapas” en la Plaza de los Borregos, cursos de literatura en Prepa y, desde luego, múltiples seminarios, charlas, presentaciones en diferentes salas de actos.

En fin que decía yo que ahora vivo en Australia. Mi amiga Blanca me envió hace un par de semanas su más reciente novela La Nimiedad. Al acercarse las fiestas de fin de año y por no poder viajar debido a algunos pequeños problemas de salud, Ken -mi esposo- y yo decidimos hacer un viaje en su barco, “Gwenda”, a un lugar muy especial llamado Sanctuary Cove al sureste de Brisbane, donde vivimos. Traje conmigo mi imprescindible lap-top y algunos libros, entre ellos, La Nimiedad. Debo decir, con certeza, que desde que empecé su lectura, no pude detenerla, así que he querido compartir con ustedes, desde acá, un poco del aunque breve, intenso y profundo trabajo de Blanca.

La novela se ubica en España y aunque adivinamos las costas catalanas, también se cita el paisaje gallego. Comienza con una semblanza de un viejo llamado Raymund, sus hijos, sus recuerdos, sus pensamientos y una parte sustancial de su vida. Saltan a la vista las constantes alusiones a la Guerra Civil, la falange, los rojos, los grises, la muerte, la idea de república, los levantamientos, se deja entrever la dictadura llamada “mitológica”, con francas alusiones a las prohibiciones: “…los libros al fuego, las mujeres rapadas y los niños humillados y la huida. Lo que llegaba era la pérdida. Los grises en las calles…”. Decidida, voluptuosa, nos advierte: “La única vergüenza es la guerra”.

Blanca nos participa del dolor de su España mutilada, ensangrentada, pero siempre lo hace con una actitud positiva, Blanca se ha quita a tirones la amargura y el pesimismo para dar cabida a la alegría de la esperanza: “Pero Dios –el de los republicanos-, le permitiò ver esas muertes y ver florecer los libros –que como el amor siempre permanecen-…”.

En sólo 100 páginas, La nimiedad despliega un universo mágico, en este viaje, el lector se encuentra con una familia como cualquiera, un hombre como tantos y aventuras como las de todos. Sin embargo, todo es contado de manera magistral.

En su cuidada y deliciosa prosa impecablemente prepara, como buena hechicera, un brebaje que deleita y encanta. La historia se va dando en una fascinante apariencia natural, auténtica, sin pretensiones pero con la formalidad de un estilo narrativo depurado, ciertamente prodigioso, moderno, audaz, vibrante, lleno de matices, de sorpresas en un abrevadero de verdades dichas rotundamente, como solo quien sabe a ciencia cierta, por experiencia y por sabiduría, con pundonor, lo puede hacer.

Los diálogos de la novela son voces que encuentran al lector, lo sorprenden, lo obligan a pensar en los sonidos de las voces de los personajes, en la dulzura de Elena, en la ternura de Angélica, en la gallardía de Federico.

La pluralidad de voces en La nimiedad concierta en una versátil polifonía que se ve circundada por el artero pensamiento de Raymund, la voz interior del narrador omnisciente y el juego de otros narradores orquestan, al unísono, una sinfonía perfectamente ejecutada mediante claras expresiones que convergen con la alusión, la litote, la paradoja, los epítetos, las metáforas, concierto de figuras retóricas que danzan rítmicamente al compás de la música marina, el suave oleaje gallego, sibarita recodo de paisajes.

En la novela se narran las experiencias íntimas de Raymund y sus hijos, su amada Ana, sus deslices de juventud, su aún fortaleza, y a sus 87 años se resuelve como un hombre de grandes verdades pues la fuerza de su personaje se maneja con tal libertad y vigor que a la misma autora, en la voz del narrador, sorprende: “Tristeza de viejo que ve las realidades”.

En algunos momentos la reflexión nos lleva a una auténtica filosofía: “La ficción no existe”, o: “La vida va en círculos”, idea que obsesiona a la autora.

Blanca nos regala la verdad de su amada tierra hispana y con gracia y donaire incursiona en el pensamiento de sus personajes: “Sufrimiento de niña rica pero sufrimiento ¡cojones!” Sus palabras son francas y divertidas, joviales, libres, frescas.

Para la autora, la vejez nos prodiga verdad pero también dolor: “A él ya no le quedaban recuerdos”. Blanca lleva en sus venas sangre española pero es también mexicana por elección, no puede ni quiere deshacerse de su realidad mexicana y así coloca frases cotidianas: “Ay, no te hagas”, “Aquél, se hace…” para luego señalar: “todos nos hacemos y así la vamos pasando”.

La novela de Blanca es una invitación, es un concierto de magia, recuentos míticos, paseos ancestrales y viajes intergalácticos, como buena cienciaficcionera nos hace pensar en el cosmos.

Y dentro de este universo de astros, guerreras, dragones, meigas, hechiceras, anillos, llaves secretas, pasadizos, se encuentran las verdades de la ficción-realidad. El duelo de infortunios que el lector -junto con la autora- recorren a lo largo de la novela procuran una propuesta retórica, es decir, la encrucijada del deber-ser y el hacer se confunden en el dolor del padre por la infelicidad de su única hija: “Hija –pensó- ¿por qué has desgraciado tu vida? ¿Por un Luis? Si no es capaz de hacerte sonreír, no es tu hombre, ni tu marido, ni tu amigo”. Dispuesta a reconquistar la sonrisa como parte de la Poética aristotélica, Blanca reposa su código en el binomio ‘risa-felicidad’ para dejar bien claro que aquél que es feliz: ríe.

Quiero hablar de La nimiedad, Blanca, quiero hablar de ti en la novela, quiero hablar de las letras que nos apasionan, seducen y encantan, quiero, en fin, sentir la verdad de esta nuestra lengua, la que heredamos en América de los conquistadores, tus ancestros. Salud y dicha, que Dios guarde a los escritores que asumen la palabra como el recuento de la grandeza del ser humano.

Que nos prodigues con otra, muchas otras novelas, Blanca Mart!


Notas:

* Blanca Mart. La nimiedad. Barcelona, Carena. 2006. Blanca Mart es escritora catalana que reside en México, es Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona, imparte clases de literatura fantástica, Ficción Prospectiva (Ciencia-Ficción) en el Instituto Internacional de Prospectiva de la Ciudad de México. Es cuentista, articulista y poeta. Ha colaborardo en numerosas revistas. Entre sus publicaciones destacan La era de los clones, Cuentos del Archivo Hurus, La soledad de la Meiga y Ficción Prospectiva.


Dra. Susana Arroyo-Furphy
Investigadora, The University of Queensland, Australia