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Por Susana Arroyo-Furphy
Número
54
Desde
hace cuatro años vivo en Australia. Cuando
trabajaba en el TEC, Campus Estado de México,
como profesora en el Departamento de Letras,
durante 15 años, tuve la oportunidad de
invitar en varias ocasiones a mi amiga, la escritora
Blanca Mart.
Conocí
a Blanca en uno de esos cursos maravillosos de
Corrección de Estilo en la Casa Universitaria
del Libro, de la UNAM. Luego, invitaciones al
Orfeó Català, la casa de la cultura
catalana en México, celebraciones del
Libro y de la Rosa -ese memorable día
de San Jordi-, pequeños cursos de literatura
a damas mexicano-catalanas, visitas al TEC-CEM
por parte de distinguidas personalidades del
Orfeó, entre ellos, desde luego, la visita
de Blanca; reuniones de escritores de C-F (Ciencia-Ficción)
y, en muchas ocasiones en el Tec, como la degustación
de “tapas” en la Plaza de los Borregos,
cursos de literatura en Prepa y, desde luego,
múltiples seminarios, charlas, presentaciones
en diferentes salas de actos.
En fin que decía
yo que ahora vivo en Australia. Mi amiga Blanca
me envió hace un par de semanas su más
reciente novela La Nimiedad. Al acercarse las
fiestas de fin de año y por no poder viajar
debido a algunos pequeños problemas de
salud, Ken -mi esposo- y yo decidimos hacer un
viaje en su barco, “Gwenda”, a un
lugar muy especial llamado Sanctuary Cove al
sureste de Brisbane, donde vivimos. Traje conmigo
mi imprescindible lap-top y algunos libros, entre
ellos, La Nimiedad. Debo decir, con certeza,
que desde que empecé su lectura, no pude
detenerla, así que he querido compartir
con ustedes, desde acá, un poco del aunque
breve, intenso y profundo trabajo de Blanca.
La novela se
ubica en España y aunque adivinamos las
costas catalanas, también se cita el paisaje
gallego. Comienza con una semblanza de un viejo
llamado Raymund, sus hijos, sus recuerdos, sus
pensamientos y una parte sustancial de su vida.
Saltan a la vista las constantes alusiones a
la Guerra Civil, la falange, los rojos, los grises,
la muerte, la idea de república, los levantamientos,
se deja entrever la dictadura llamada “mitológica”,
con francas alusiones a las prohibiciones: “…los
libros al fuego, las mujeres rapadas y los niños
humillados y la huida. Lo que llegaba era la
pérdida. Los grises en las calles…”.
Decidida, voluptuosa, nos advierte: “La
única vergüenza es la guerra”.
Blanca nos participa
del dolor de su España mutilada, ensangrentada,
pero siempre lo hace con una actitud positiva,
Blanca se ha quita a tirones la amargura y el
pesimismo para dar cabida a la alegría
de la esperanza: “Pero Dios –el de
los republicanos-, le permitiò ver esas
muertes y ver florecer los libros –que
como el amor siempre permanecen-…”.
En sólo
100 páginas, La nimiedad despliega
un universo mágico, en este viaje, el
lector se encuentra con una familia como cualquiera,
un hombre como tantos y aventuras como las de
todos. Sin embargo, todo es contado de manera
magistral.
En su cuidada
y deliciosa prosa impecablemente prepara, como
buena hechicera, un brebaje que deleita y encanta.
La historia se va dando en una fascinante apariencia
natural, auténtica, sin pretensiones pero
con la formalidad de un estilo narrativo depurado,
ciertamente prodigioso, moderno, audaz, vibrante,
lleno de matices, de sorpresas en un abrevadero
de verdades dichas rotundamente, como solo quien
sabe a ciencia cierta, por experiencia y por
sabiduría, con pundonor, lo puede hacer.
Los diálogos
de la novela son voces que encuentran al lector,
lo sorprenden, lo obligan a pensar en los sonidos
de las voces de los personajes, en la dulzura
de Elena, en la ternura de Angélica, en
la gallardía de Federico.
La pluralidad
de voces en La nimiedad concierta en
una versátil polifonía que se ve
circundada por el artero pensamiento de Raymund,
la voz interior del narrador omnisciente y el
juego de otros narradores orquestan, al unísono,
una sinfonía perfectamente ejecutada mediante
claras expresiones que convergen con la alusión,
la litote, la paradoja, los epítetos,
las metáforas, concierto de figuras retóricas
que danzan rítmicamente al compás
de la música marina, el suave oleaje gallego,
sibarita recodo de paisajes.
En la novela
se narran las experiencias íntimas de
Raymund y sus hijos, su amada Ana, sus deslices
de juventud, su aún fortaleza, y a sus
87 años se resuelve como un hombre de
grandes verdades pues la fuerza de su personaje
se maneja con tal libertad y vigor que a la misma
autora, en la voz del narrador, sorprende: “Tristeza
de viejo que ve las realidades”.
En algunos momentos
la reflexión nos lleva a una auténtica
filosofía: “La ficción no
existe”, o: “La vida va en círculos”,
idea que obsesiona a la autora.
Blanca nos regala
la verdad de su amada tierra hispana y con gracia
y donaire incursiona en el pensamiento de sus
personajes: “Sufrimiento de niña
rica pero sufrimiento ¡cojones!”
Sus palabras son francas y divertidas, joviales,
libres, frescas.
Para la autora,
la vejez nos prodiga verdad pero también
dolor: “A él ya no le quedaban recuerdos”.
Blanca lleva en sus venas sangre española
pero es también mexicana por elección,
no puede ni quiere deshacerse de su realidad
mexicana y así coloca frases cotidianas:
“Ay, no te hagas”, “Aquél,
se hace…” para luego señalar:
“todos nos hacemos y así la vamos
pasando”.
La novela de
Blanca es una invitación, es un concierto
de magia, recuentos míticos, paseos ancestrales
y viajes intergalácticos, como buena cienciaficcionera
nos hace pensar en el cosmos.
Y dentro de
este universo de astros, guerreras, dragones,
meigas, hechiceras, anillos, llaves secretas,
pasadizos, se encuentran las verdades de la ficción-realidad.
El duelo de infortunios que el lector -junto
con la autora- recorren a lo largo de la novela
procuran una propuesta retórica, es decir,
la encrucijada del deber-ser y el hacer se confunden
en el dolor del padre por la infelicidad de su
única hija: “Hija –pensó-
¿por qué has desgraciado tu vida?
¿Por un Luis? Si no es capaz de hacerte
sonreír, no es tu hombre, ni tu marido,
ni tu amigo”. Dispuesta a reconquistar
la sonrisa como parte de la Poética
aristotélica, Blanca reposa su código
en el binomio ‘risa-felicidad’ para
dejar bien claro que aquél que es feliz:
ríe.
Quiero hablar
de La nimiedad, Blanca, quiero hablar
de ti en la novela, quiero hablar de las letras
que nos apasionan, seducen y encantan, quiero,
en fin, sentir la verdad de esta nuestra lengua,
la que heredamos en América de los conquistadores,
tus ancestros. Salud y dicha, que Dios guarde
a los escritores que asumen la palabra como el
recuento de la grandeza del ser humano.
Que nos prodigues
con otra, muchas otras novelas, Blanca Mart!
Notas:
*
Blanca Mart. La nimiedad. Barcelona,
Carena. 2006. Blanca Mart es escritora catalana
que reside en México, es Licenciada en
Historia por la Universidad Autónoma de
Barcelona, imparte clases de literatura fantástica,
Ficción Prospectiva (Ciencia-Ficción)
en el Instituto Internacional de Prospectiva
de la Ciudad de México. Es cuentista,
articulista y poeta. Ha colaborardo en numerosas
revistas. Entre sus publicaciones destacan La
era de los clones, Cuentos del Archivo
Hurus, La soledad de la Meiga y
Ficción Prospectiva.
Dra.
Susana Arroyo-Furphy
Investigadora, The University
of Queensland, Australia |