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ConstelaciÓn de SueÑos, de Marisa Iturriaga
Por Susana Arroyo
El sueño ha sido estudiado
desde hace mucho tiempo, sin embargo, como asegura Angelina Hernández Escobedo
en el prólogo a Constelación de sueños,
mucho hay de incierto y más aún de desconocido. La prologuista alude a Calderón en su famoso auto La vida es sueño, así como a los
estudios psicológicos de Freud y Jung. Me atrevo a agregar a “nuestra” Sor
Juana con su ambicioso Primero Sueño,
un recuento de las inmediaciones del alma viajera por los recónditos mundos
llamados “sublunares”. Y de ella,
recordamos:
El sueño, en fin, todo poseía,
todo, en fin, el misterio
lo ocupaba,
aún el ladrón dormía,
aún el amante no se
desvelaba.
El impenetrable sueño era
para Sor Juana una constante y misteriosa encrucijada. Ahora, casi cuatro
siglos después, continuamos dilucidando sobre los sueños y sus misterios. Lo
hacemos en el mundo de la ciencia y en el frágil, delicado y diverso mundo de
la literatura.
El nivel introspectivo de Constelación de sueños, ópera prima de
Marisa Iturriaga, convierte al lector en cómplice de las andanzas de los
personajes, libres, atemperados, paralelos y mudos, quienes comparten su mundo
interior y nos obligan a deambular por sus mundos oníricos, imágenes y entresueños.
Constelación… maneja diversas voces, en ocasiones sonoras, fuertes, lacerantes. Y
otras son voces casi inaudibles, pensamientos, sugerencias, entretiempos. El
lector se siente abrumado por lo que cada personaje dice y por lo que piensa y
enuncia. En el mundo de la obra hay una suerte de aislamiento compartido, un
dejar ver de manera intencional y un no reconocerlo abiertamente. El temor de
ser visto o escuchado se convierte en franca desesperación. Haciendo un
recuento semiológico diríamos que, a la manera de Roland Barthes, el texto
insinúa, lo cual es una de las mejores estrategias por capturar al lector.
En Ella, nos aproximamos a la imaginación de la mesera, el personaje
central de esta historia. Se nos comparten sus estados de ánimo, su desaliento
ante la sordidez de su vida pero también su ilusión, fresca compañera de
andanzas diarias, diturnas, silentes y dolorosas. Existe una voz que
corresponde a la mente de Ella, pero además, una segunda (o tercera) voz que le
da indicaciones sobre el deber-ser, el deber-hacer y el deber-creer, cosas que
la frágil Ella escucha y comprende. Esta voz adicional a la del personaje Ella,
mantiene un diálogo constante con su otro yo. Es un juego dual, la voz que
juega a hacerse escuchar. Ella, amante de su incomprensible soledad, convulsa
frente a su propia cotidianidad, sucumbe al amor de un desconocido a quien
acepta y se entrega.
En el segundo relato: “Alicia
en el país de los desencantos”, hay una apología al silencio. El mundo de la
mujer limosnera envuelve al lector hasta minimizarlo. La plurivocidad de
Alicia, el personaje, vieja limosnera, quien retumba en las sombras del dolor, del
vacío y de los recuerdos cada vez más lejanos nos soslayan el amor
desaparecido. Nauseabundo, el mundo de la pobre Alicia, le deja, casi inerte,
un grito de desesperación.
“Entre quimeras y
realidades” es un lamento, un clamor. Hay un constante ir y venir de
pensamientos, monólogo interior, participación al lector de los estados de ánimo,
los temores, las angustias, el dolor. Marcia nos descubre a otro “yo”, a aquél
que quizá todos llevamos dentro, un “yo” diferente, con miedos distintos; un “yo”
capaz de suicidarse y de esperar lenta y tranquilamente la muerte. Azorada de sí
misma, la propia Marcia se ve reflejada en su inconsciente. No hay torpeza ni
duda, hay una suerte de encuentro consigo misma. Es el juego de espejos y
reflejos, el devenir. Es la protagonista-narradora omnisciente, a veces dual,
quien manifiesta compasión por ese otro yo débil, casi suicida. Marcia enfrenta
el reto de la dignidad compartida por ella con ella misma. El mundo
real-irreal-onírico de la narradora-autora, nos hace volcar en una vorágine de
propociones desmesuradas, vorágine de la cual logra salir bien librada.
En “Tiempo con sabor a
chocolate”, la narradora y Lu, su alter
ego, no podían separarse, se encontraban unidas por algo más que el cercano
parentesco. Sin embargo, eran diferentes. La historia nos lleva por los
distintos derroteros de las primas aunque la narradora reconoce, al cabo del
tiempo, la terrible afección que heredara del abuelo de ambas: la melancolía. Y
es que la melancolía es una enfermedad. La melancolía ha atrapado a la
narradora. Ella se ha quedado en espera de la prima Lu, la cual nunca regresará.
En su mundo interno, bifurcado entre la vida y la melancolía, su propio y
atormentado “yo”, ha optado por la segunda, la más triste, la insegura, arrebatadoramente
inerte: melancolía.
“Hijo de la noche” es un
relato en el que la casa es el principal protagonista. El tono melódico y poético,
altamente descriptivo invitan al lector a la placidez y a la tibieza del lugar
imaginado, lleno de fuerza de espíritu. La casa, al parecer, poseía los
atributos que le faltaban al Vicente Inocente, el protagonista-narrador; una
suerte de destino los uniría. Vicente Inocente es hijo de la noche, de la
oscuridad, sin deseos ni voluntad de tener más padres que las monjas que le
albergaran siendo un bebé. Vicente creció creyendo que era hijo de la noche
hasta que un día descubre que nació de un padre y de una madre como todo el
mundo. Su vida cambió gracias a una repentina herencia. La tibieza de las imágenes
de esta historia hacen flotar el amor, el cual Vicente Inocente encuentra en
quien menos lo habría imaginado.
En “Paisaje blanco, rojo
ardiente” hay un deseo, uno solo. Hay emoción y recuerdos. Hay la tibieza de un
pálido recuerdo, tan lejos, tan distante. Pero hay, además, ansiedad, emoción,
locura, risas, besos, ansias contenidas. Y finalmente… la ilusión. Ese ser
vestido de blanco que nos depara o nos puede deparar alegrías y dicha
insospechadas. Hacia allá gira, grita, se convulsa estrepitosamente. Y gime
alegre.
“Sueño de mariposa” es una
alegre y festiva historia en la cual quien fuera de humilde cuna, logra salir
adelante por mérito propio, únicamente ayudada por su anciana abuela y su
amorosa madre. La vida le impone derroteros magnificados por la envidia de los
demás en su intento de cambiar la política, por destruir las barreras del odio
y por eliminar las murallas construidas por el hombre. Así, en su condición de
mujer, esta soñadora de altos vuelos fracasaría en su intento, así como sucedió
a Sor Juana al dilucidar a Sor Filotea su condición de ser humano por encima del
ropaje femenino. Y como ella, se ha encendido en el vuelo de Faetón, su intento
ha fracasado y ha muerto.
Diálogo abierto y
enfrentamiento audaz, son constantes de “El vendedor de sueños”. El hombre
dialoga y se enfrenta a su peor juez, al lector quien, finalmente, es el
interlocutor de aquél que escribe. El juego de metáforas resulta embriagador
(cito): ¨los colores podían ser atrapados por el pincel de la memoria en un
lienzo gigantesco de especias, frutas, verduras y carnes…”. La imagen más
lograda de este avasallador relato, es (cito): “De repente, de su boca salen
burbujas transparentes que contienen frases; me pongo a pincharlas con los
dedos de las manos…”. En estos momentos, el texto subyuga y encanta al lector;
se diversifica libremente entre los laberintos de la imaginación. Desciende
desde un plano irreal a otro aún más irreal e ingenioso. Vamos de la mano de Lewis
Carrol, descubriendo mundos paralelos, sufriendo con (o más) que el comprador,
quien más adelante, en una rueda de la des-fortuna, se convierte en el
siguiente vendedor de sueños, un vendedor que vende sueños para eternizar el
alma.
Finalmente, en “La ventana
de las quimeras”, el detective del barrio es o puede ser construido por la
imaginación. Es respuesta y dolor (cito): “un día puede equivaler a un año
cuando se respira con el aire de la nostalgia”. El misterioso hombre –como
todo misterioso sueño- ha seducido a la narradora-autora, quien en una graciosa
anatema, sentencia (cito): “creo haber encontrado al caballero galante que podría
hacerme salir de mi triste condición humana…”
La realidad es creada por
la memoria pero (cito) “los recuerdos muchas veces se han desvanecido como
espejismos en el desierto”; para luego señalar que (cito): “curiosamente, he
observado el hábito de mirar a las ventanas”. Juego de reflejos y espejos que
nos hacen bailar como (cito): “las olas [que] acarrean los recuerdos a la
orilla de mis pensamientos”.
Es así como concluye este
libro. Es así como nos ha dejado a los lectores: al descubierto. Marisa nos ha
compartido sus temores, sus sueños, sus entresueños, nos ha hecho cómplices y
ha liberado nuestros fantasmas. Nos ha dejado, en fin, con la esperanza de
continuar depurando los relatos en un: “Eterno despertar del que sueña un sueño
en eterna constelación de sueños”.
Dra. Susana Arroyo-Furphy
Escritora, investigadora, Australia.
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