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Julio 2002

 

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Comunicación y la Telaraña

Postales de Finlandia y un Congreso

 
Por Edgar Gómez
Número 27

Sé que esta columna está dedicada principalmente al análisis y reflexión sobre las nuevas tecnologías de comunicación, pero después de 6 meses espero que me perdonen (tanto el editor como las personas que amablemente leen esta columna) y me permitan darme una licencia poética para escribir mis impresiones sobre el viaje que acabo de realizar al Congreso Internacional de Estudios Culturales1 que se llevó a cabo en Tampere, Finlandia (prometo hablar un poco de tecnologías y un poco de comunicación).

El mundo en tus manos
Mi primera reflexión va sobre lo siguiente: En países como México, algunas empresas utilizan slogans como "tu conexión al mundo" y "el mundo en tus manos" para promocionar sus servicios. En estos casos y sobre todo en provincia, para estar conectados al "planeta" solemos usar un medio de comunicación: la televisión, el Internet y alguna que otra película (aunque esta visión del mundo sea estereotípicamente gringa) y, los que tienen suerte, un medio de transporte. Sin embargo, en países europeos, para conectarse al mundo basta salir a la calle. Esta reflexión no es nueva, ya alguna vez la había hecho, pero dada la ocasión me sigue pareciendo muy interesante el pensar en un mundo global desde la globalización, no desde la americanización (que quizá sería el caso de México). Me explico mejor. En países europeos (y en Estados Unidos y Canadá también, aunque en el primero haya menos respeto por las diferencias que en el segundo) las calles huelen a comidas asiáticas, árabes, latinas, y por supuesto europeas; se escuchan lenguas distintas en los bares; se tiene acceso a materiales de entretenimiento que provienen de lugares muy diversos (En Canadá, por ejemplo, hay canales locales que transmiten en árabe, en chino y en español) y en general la cultura local se transforma y alimenta de esta mezcla cultural. Nestor García Canclini reflexiona en su último libro2 sobre la globalización a partir de una anécdota y yo tengo otra en consonancia. Cuando uno se encuentra en un bar de Finlandia, hablando en inglés sobre un tema común (los estudios sobre el Internet), tomando una cerveza hecha en Holanda con la compañía de un cuate de Zimbawe que vive en Londres, una suiza que vive en Australia, una rusa que vive en Estados Unidos, unos finlandeses borrachos (con vodka sueco), y escuchando de fondo canciones de Shakira en un karaoke japonés, se piensa que realmente en el mundo no hay distancias. Las distancias, claro, están dadas cuando muchos de estos mundos tienen que conjugarse no por la necesidad lúdica o por las ganas de vivir en otro país, sino por la necesidad física o económica (y con esto me refiero al hambre y a la pobreza). Me parece imperativa una reflexión sobre la migración, la desigualdad, la brecha entre ricos y pobres y entre los que tienen acceso a recursos (entre los cuales están los tecnológicos por supuesto) y ésta tiene que ser preocupación de todos y hacerse desde diversas posturas (no la del presidente español Aznar, claro está). Sobre todo porque los países latinoamericanos no están exentos de esta situación (basta ver los 20 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos o la migración masiva de argentinos a donde sea). Para ello, me parece que la comunicación es una herramienta que tendría que utilizarse con más ímpetu y estoy convencido de que las tecnologías pueden ayudar en este proceso (de ahí que sea tan importante que los contenidos de aquellas personas que tienen acceso a tecnologías de comunicación sean propios, no reproducciones de lo ya existente, principalmente de lo gringo).

Tecnología, domesticación y culturas
Una de las constantes que pude observar en las mesas en las que se habló del Internet es la búsqueda de una explicación, más allá de la "estadounidense", de la forma en la que la red es usada y acerca de cómo se inserta en la vida cotidiana de personas en distintas culturas. Estudios sobre los hackers y los grupos feministas on-line en Inglaterra, la forma en la que perciben el Internet personas de distintas edades en Estonia, el uso de tecnologías en el hogar en Suecia, la forma en la que se integra la computadora en los hogares canadienses, cuestiones sobre la identidad, los cyborgs, la relación con otros medios y los métodos para estudiar al Internet, fueron algunos de los temas que se trataron. El hecho de que se haya hablado de tecnologías de la comunicación en Finlandia, uno de los países con mayor conectividad per-capita y uno de los que más teléfonos celulares tiene, es interesante (sobre todo porque no me refiero a Estados Unidos sino a Finlandia). ¿Por qué es importante? Porque la mayoría de los avances en la red, pero más allá, lo que se escribe sobre la red, está hecho en Estados Unidos, un país que tiene casi el 40% del total de usuarios de Internet. Si queremos lograr realmente que el Internet sea una red global necesitamos conocer los mecanismos mediante los cuales se usa, se percibe y se apropia en distintos lenguajes, territorios, culturas y economías. Sólo así podremos hablar de una verdadera red global y no de una red estadounidense con ramas varias. Para ello, me parece que el único camino posible es el de la investigación empírica: y no es que el periodismo no sea útil, que el sentido común no nos pueda guiar adecuadamente, pero la reflexión, sin la compañía de datos que la sustenten, puede quedar en meras buenas intenciones. Éste es un trabajo que apenas empieza.

Un congreso y un mundial
Este tipo de congresos resulta muy interesante porque se pueden apreciar las tendencias en la investigación mundial sobre los temas que nos interesan (algo así como una Expo-Academia). Por supuesto, fue sumamente rico intercambiar puntos de vista con colegas de los 4 continentes (no conocí a nadie de la Antártida), entender las dificultades por las que atraviesan actualmente las universidades y, en general, la crisis del conocimiento científico (de no aplicabilidad directa) en el mundo, a tal grado que el centro donde surgieron los Estudios Culturales ha desaparecido por una cuestión administrativa. Birmingham dejará de ser un referente en el análisis de la cultura y los 600 participantes del evento sentían una cierta pesadumbre por ello. Pero más allá de las interesantes conferencias, la posibilidad de adquirir libros imposibles de conseguir en México, el intercambio de direcciones de correo electrónico y puntos de vista y el simple hecho de conocer un país diferente, quizá una de las experiencias más interesantes del congreso fue ver la final de la Copa del Mundo en un auditorio en donde se encontraba David Morley. Para los que no conocen su trabajo, el Sr. Morley es uno de los iniciadores de los Estudios de Recepción y es casi un gurú para todos los que hemos trabajado con estudios de audiencias, especialmente de TV. Fue muy interesante verlo viendo el fútbol porque a cada llegada de Brasil, saltaba y aplaudía como si fuera carioca (en realidad es inglés). Morley fue un perfecto ejemplo de recepción activa (no en el sentido en el que él la concibió, por supuesto). Pero la reflexión viene cuando se piensa en esos grandes nombres que leemos constantemente cuando somos estudiantes y que son lo que llamamos las "vacas sagradas"; un día antes del partido, tuve la oportunidad de hablar un rato con él y, además de que se interesó por un trabajo que realizamos en México con Televisa, fue muy amable y simpático. ¿Moraleja? El ser un gran hombre (o mujer) dejémoslo en académico, no requiere una actitud prepotente y altanera (ojo, algunos académicos mexicanos).

Epílogo malinchista
En un país que tiene 6 meses con sólo 3 horas de sol al día y cuyo invierno llega a temperaturas de menos de 20 grados bajo cero, la puntualidad se convierte en una cuestión de vida o muerte (imagínense, "nos vemos a las 5 en la tienda de la esquina" y a la media hora tarde que suelen llegar ciertas personas, ya nuestro acompañante se congeló), por lo que los transportes públicos tienen horarios precisos y los cumplen con rigor. Por otro lado, las personas son respetuosas de las filas, las señales de tránsito, el espacio público, tiran la basura en su lugar, reciclan y respetan las reglas de urbanidad en general. Estando en el aeropuerto de Heathrow en Londres, a punto de regresar a México, la visión no pudo ser más desconsoladora. Había una fila para las personas de primera clase y otra para los normales de clase turista. Más de una vez vi a personas que hablaban inglés y se escurrían por la puerta de primera clase, excusándose en que no sabían hablar el idioma, con tal de subirse al avión más rápido, y la señorita no tenía más remedio que dejarlos pasar. No voy a hablar de todos los incidentes del vuelo ni de cómo una pareja se gritó mutuamente insultos durante 10 horas mientras su bebé lloraba sin poder controlarse, o de cómo unos jóvenes abrían las ventanillas mientras sus compañeros de asiento intentaban dormir, o de los que se emborrachaban en el viaje sólo porque era "gratis", algo que se reproduce diariamente en nuestro país (y en muchos más, eso que ni qué). Y que conste que estoy hablando de personas que llevaban las maletas llenas de hacer sus compras en Europa, es decir, supuestamente personas con recursos y, por ende, cierta preparación académica. Llegando a Guadalajara, un tipo con toda la prepotencia del mundo me obligó a poner mi mochila en la parte de debajo del autobús (que en realidad es pequeña) y al llegar a Colima, que es donde vivo, mi maleta estaba toda mojada. Al pedir una explicación al respecto, sólo encontré insultos e indiferencia. No quisiera ser tachado de malinchista, ni mucho menos, pero me sigo preguntando si esta cultura del "agandalle" y la vida fácil no nos condenará irremediablemente a seguir siendo el país del "ya merito". Ya no hablaré de lo triste que es llegar de un país sumamente limpio, lleno de árboles y lagos y ver que el señor de enfrente tira su envoltura de chocolate al suelo o que la mujer de al lado deja caer su eterna bolsa se papitas aquenopuedescomersólouna a lo que queda de lo que una vez fue un río. En fin, creo que la mejor solución es seguir trabajando y con ello creer en la posibilidad de un país mejor.


Notas:

1 <http://www.crossroads.com>
2 "La globalización imaginada" Ed. Paidos


Mtro. Edgar Gómez
Profesor-investigador en la la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima, México. Se ha dedicado a investigar la cibercultura desde hace 5 años. Ha escrito textos sobre Comunicación Internacional, Comunidades Virtuales y la Comunicación Mediada por Computadora (CMC) en diversas publicaciones. Es colaborador del laboratorio para la Cibersociedad y es coproductor de un programa de radio de músicas del mundo

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