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Por Edgar Gómez
Número 27
Sé que
esta columna está dedicada principalmente al análisis
y reflexión sobre las nuevas tecnologías de comunicación,
pero después de 6 meses espero que me perdonen (tanto el
editor como las personas que amablemente leen esta columna) y me
permitan darme una licencia poética para escribir mis impresiones
sobre el viaje que acabo de realizar al Congreso Internacional de
Estudios Culturales1 que se llevó
a cabo en Tampere, Finlandia (prometo hablar un poco de tecnologías
y un poco de comunicación).
El mundo en tus manos
Mi primera reflexión va sobre lo siguiente: En países
como México, algunas empresas utilizan slogans como "tu
conexión al mundo" y "el mundo en tus manos"
para promocionar sus servicios. En estos casos y sobre todo en provincia,
para estar conectados al "planeta" solemos usar un medio
de comunicación: la televisión, el Internet y alguna
que otra película (aunque esta visión del mundo sea
estereotípicamente gringa) y, los que tienen suerte, un medio
de transporte. Sin embargo, en países europeos, para conectarse
al mundo basta salir a la calle. Esta reflexión no es nueva,
ya alguna vez la había hecho, pero dada la ocasión
me sigue pareciendo muy interesante el pensar en un mundo global
desde la globalización, no desde la americanización
(que quizá sería el caso de México). Me explico
mejor. En países europeos (y en Estados Unidos y Canadá
también, aunque en el primero haya menos respeto por las
diferencias que en el segundo) las calles huelen a comidas asiáticas,
árabes, latinas, y por supuesto europeas; se escuchan lenguas
distintas en los bares; se tiene acceso a materiales de entretenimiento
que provienen de lugares muy diversos (En Canadá, por ejemplo,
hay canales locales que transmiten en árabe, en chino y en
español) y en general la cultura local se transforma y alimenta
de esta mezcla cultural. Nestor García Canclini reflexiona
en su último libro2 sobre
la globalización a partir de una anécdota y yo tengo
otra en consonancia. Cuando uno se encuentra en un bar de Finlandia,
hablando en inglés sobre un tema común (los estudios
sobre el Internet), tomando una cerveza hecha en Holanda con la
compañía de un cuate de Zimbawe que vive en Londres,
una suiza que vive en Australia, una rusa que vive en Estados Unidos,
unos finlandeses borrachos (con vodka sueco), y escuchando de fondo
canciones de Shakira en un karaoke japonés, se piensa que
realmente en el mundo no hay distancias. Las distancias, claro,
están dadas cuando muchos de estos mundos tienen que conjugarse
no por la necesidad lúdica o por las ganas de vivir en otro
país, sino por la necesidad física o económica
(y con esto me refiero al hambre y a la pobreza). Me parece imperativa
una reflexión sobre la migración, la desigualdad,
la brecha entre ricos y pobres y entre los que tienen acceso a recursos
(entre los cuales están los tecnológicos por supuesto)
y ésta tiene que ser preocupación de todos y hacerse
desde diversas posturas (no la del presidente español Aznar,
claro está). Sobre todo porque los países latinoamericanos
no están exentos de esta situación (basta ver los
20 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos o la migración
masiva de argentinos a donde sea). Para ello, me parece que la comunicación
es una herramienta que tendría que utilizarse con más
ímpetu y estoy convencido de que las tecnologías pueden
ayudar en este proceso (de ahí que sea tan importante que
los contenidos de aquellas personas que tienen acceso a tecnologías
de comunicación sean propios, no reproducciones de lo ya
existente, principalmente de lo gringo).
Tecnología, domesticación
y culturas
Una de las constantes que pude observar en las mesas en las que
se habló del Internet es la búsqueda de una explicación,
más allá de la "estadounidense", de la forma
en la que la red es usada y acerca de cómo se inserta en
la vida cotidiana de personas en distintas culturas. Estudios sobre
los hackers y los grupos feministas on-line en Inglaterra, la forma
en la que perciben el Internet personas de distintas edades en Estonia,
el uso de tecnologías en el hogar en Suecia, la forma en
la que se integra la computadora en los hogares canadienses, cuestiones
sobre la identidad, los cyborgs, la relación con otros medios
y los métodos para estudiar al Internet, fueron algunos de
los temas que se trataron. El hecho de que se haya hablado de tecnologías
de la comunicación en Finlandia, uno de los países
con mayor conectividad per-capita y uno de los que más teléfonos
celulares tiene, es interesante (sobre todo porque no me refiero
a Estados Unidos sino a Finlandia). ¿Por qué es importante?
Porque la mayoría de los avances en la red, pero más
allá, lo que se escribe sobre la red, está hecho en
Estados Unidos, un país que tiene casi el 40% del total de
usuarios de Internet. Si queremos lograr realmente que el Internet
sea una red global necesitamos conocer los mecanismos mediante los
cuales se usa, se percibe y se apropia en distintos lenguajes, territorios,
culturas y economías. Sólo así podremos hablar
de una verdadera red global y no de una red estadounidense con ramas
varias. Para ello, me parece que el único camino posible
es el de la investigación empírica: y no es que el
periodismo no sea útil, que el sentido común no nos
pueda guiar adecuadamente, pero la reflexión, sin la compañía
de datos que la sustenten, puede quedar en meras buenas intenciones.
Éste es un trabajo que apenas empieza.
Un congreso y un mundial
Este tipo de congresos resulta muy interesante porque se pueden
apreciar las tendencias en la investigación mundial sobre
los temas que nos interesan (algo así como una Expo-Academia).
Por supuesto, fue sumamente rico intercambiar puntos de vista con
colegas de los 4 continentes (no conocí a nadie de la Antártida),
entender las dificultades por las que atraviesan actualmente las
universidades y, en general, la crisis del conocimiento científico
(de no aplicabilidad directa) en el mundo, a tal grado que el centro
donde surgieron los Estudios Culturales ha desaparecido por una
cuestión administrativa. Birmingham dejará de ser
un referente en el análisis de la cultura y los 600 participantes
del evento sentían una cierta pesadumbre por ello. Pero más
allá de las interesantes conferencias, la posibilidad de
adquirir libros imposibles de conseguir en México, el intercambio
de direcciones de correo electrónico y puntos de vista y
el simple hecho de conocer un país diferente, quizá
una de las experiencias más interesantes del congreso fue
ver la final de la Copa del Mundo en un auditorio en donde se encontraba
David Morley. Para los que no conocen su trabajo, el Sr. Morley
es uno de los iniciadores de los Estudios de Recepción y
es casi un gurú para todos los que hemos trabajado con estudios
de audiencias, especialmente de TV. Fue muy interesante verlo viendo
el fútbol porque a cada llegada de Brasil, saltaba y aplaudía
como si fuera carioca (en realidad es inglés). Morley fue
un perfecto ejemplo de recepción activa (no en el sentido
en el que él la concibió, por supuesto). Pero la reflexión
viene cuando se piensa en esos grandes nombres que leemos constantemente
cuando somos estudiantes y que son lo que llamamos las "vacas
sagradas"; un día antes del partido, tuve la oportunidad
de hablar un rato con él y, además de que se interesó
por un trabajo que realizamos en México con Televisa, fue
muy amable y simpático. ¿Moraleja? El ser un gran
hombre (o mujer) dejémoslo en académico, no requiere
una actitud prepotente y altanera (ojo, algunos académicos
mexicanos).
Epílogo malinchista
En un país que tiene 6 meses con sólo 3 horas de sol
al día y cuyo invierno llega a temperaturas de menos de 20
grados bajo cero, la puntualidad se convierte en una cuestión
de vida o muerte (imagínense, "nos vemos a las 5 en
la tienda de la esquina" y a la media hora tarde que suelen
llegar ciertas personas, ya nuestro acompañante se congeló),
por lo que los transportes públicos tienen horarios precisos
y los cumplen con rigor. Por otro lado, las personas son respetuosas
de las filas, las señales de tránsito, el espacio
público, tiran la basura en su lugar, reciclan y respetan
las reglas de urbanidad en general. Estando en el aeropuerto de
Heathrow en Londres, a punto de regresar a México, la visión
no pudo ser más desconsoladora. Había una fila para
las personas de primera clase y otra para los normales de clase
turista. Más de una vez vi a personas que hablaban inglés
y se escurrían por la puerta de primera clase, excusándose
en que no sabían hablar el idioma, con tal de subirse al
avión más rápido, y la señorita no tenía
más remedio que dejarlos pasar. No voy a hablar de todos
los incidentes del vuelo ni de cómo una pareja se gritó
mutuamente insultos durante 10 horas mientras su bebé lloraba
sin poder controlarse, o de cómo unos jóvenes abrían
las ventanillas mientras sus compañeros de asiento intentaban
dormir, o de los que se emborrachaban en el viaje sólo porque
era "gratis", algo que se reproduce diariamente en nuestro
país (y en muchos más, eso que ni qué). Y que
conste que estoy hablando de personas que llevaban las maletas llenas
de hacer sus compras en Europa, es decir, supuestamente personas
con recursos y, por ende, cierta preparación académica.
Llegando a Guadalajara, un tipo con toda la prepotencia del mundo
me obligó a poner mi mochila en la parte de debajo del autobús
(que en realidad es pequeña) y al llegar a Colima, que es
donde vivo, mi maleta estaba toda mojada. Al pedir una explicación
al respecto, sólo encontré insultos e indiferencia.
No quisiera ser tachado de malinchista, ni mucho menos, pero me
sigo preguntando si esta cultura del "agandalle" y la
vida fácil no nos condenará irremediablemente a seguir
siendo el país del "ya merito". Ya no hablaré
de lo triste que es llegar de un país sumamente limpio, lleno
de árboles y lagos y ver que el señor de enfrente
tira su envoltura de chocolate al suelo o que la mujer de al lado
deja caer su eterna bolsa se papitas aquenopuedescomersólouna
a lo que queda de lo que una vez fue un río. En fin, creo
que la mejor solución es seguir trabajando y con ello creer
en la posibilidad de un país mejor.
Notas:
1
<http://www.crossroads.com>
2 "La globalización
imaginada" Ed. Paidos
Mtro.
Edgar Gómez
Profesor-investigador en la la Facultad de
Letras y Comunicación de la Universidad
de Colima, México. Se ha dedicado a investigar la cibercultura
desde hace 5 años. Ha escrito textos sobre Comunicación
Internacional, Comunidades Virtuales y la Comunicación Mediada
por Computadora (CMC) en diversas publicaciones. Es colaborador del
laboratorio para la Cibersociedad y es coproductor de un programa
de radio de músicas del mundo |