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Por Edgar Gómez
Número 26
Diariamente
llego a la oficina entre las 8 y las nueve de la mañana (dependiendo
de si tengo o no clases). Cuando entro, normalmente, lo primero
que hago es prender la computadora; mientras aparece una imagen
que tengo de fondo de pantalla, van iniciándose uno a uno
los programas que están programados por default: el
correo electrónico, los sistemas de messengers (mensajeros)
y un ICQ. De verdad me siento privilegiado, porque mientras que
a algunos de mis colegas les pagan por ver televisión, a
otros por leer el periódico y a unos más por escuchar
radio, a mí me pagan por chatear (dicho esto en el más
académico de los sentidos). Hace ya varios años que
me dedico a estudiar lo que sucede en las llamadas comunidades en
línea, interesándome especialmente por cuestiones
sobre identidad, socialización, comunicación, y estoy
convencido de que el Internet plantea un reto para la investigación
de la comunicación que, además (y lo digo con un poco
de nostalgia), está de moda entre los compañeros y
compañeras académicos. Estaba absorto en estos pensamientos
de lo trascendente de nuestro trabajo cuando apareció una
ventana en la pantalla, con un saludo cordial, son apenas las 9:10
de la mañana.
Espacio y Tiempo
El mensajito cordial pertenecía a un colega que trabaja en
Medellín, que me preguntaba sobre una bibliografía
que había quedado de pasarle porque estamos construyendo
un texto juntos. Al lado, mi compañero de cubículo
me preguntaba mi dirección electrónica para mandarme
un documento sobre un curso que vamos a dar a los aspirantes, minutos
después leía este correo y se lo regresaba con mis
observaciones, eran las 9:30. De repente, mi colega colombiano me
decía que había leído un texto mío y
que le había interesado, que me enviaba otro él. Al
mismo tiempo, aparecía en mi pantalla un aviso de que mi
amiga que vive en Francia había iniciado sesión. Comenzó
hablándome de su computadora, que había estado descompuesta,
y preguntándome por los amigos comunes que tenemos en Colima
(donde, aunque ni yo lo crea, vivo). Un poco después de intercambiar
saludos, buenos deseos, un par de bromas y un par de fotos de cuando
era niña, nos despedimos (aunque me paguen por chatear, tampoco
hay que abusar). Acto seguido, la secretaria de la Facultad, que
se encuentra como a unos 46 pasos de mi oficina (pasos de alguien
de estatura normal), me mandó un mensaje urgente avisándome
de que tenía una llamada telefónica. Cuando regresé
de atenderla ya tenía un par de mensajes y un correo electrónico,
uno de una alumna que vive en Veracruz y que estuvo en un taller
que di en Aguascalientes pidiéndome una referencia bibliográfica;
el otro de una chica española que está haciendo su
tesis sobre Comunicación Mediada por Computadora y que quería
datos de mi trabajo; y por último de un alumno de una universidad
que conozco en la Ciudad de México que me preguntaba sobre
la capacidad de los medios para incidir en la vida cotidiana de
las personas (a estos dos últimos no los conozco más
que de bytes). Eran apenas las 10:30.
Un rato más tarde, y tratando
de concentrarme en este texto, me llegó el correo de una
profesora de Canadá con la que estamos organizando la sesión
dedicada a la apropiación de Internet en diversas culturas
(valga el gol) en un congreso de Estudios Culturales en Finlandia,
y que me pedía cierta información. Me puse a pensar....
A ver, hoy no ha venido ningún
estudiante de mi facultad a hacerme una pregunta, saludarme con
una manzana (por eso soy profesor, porque pensé que siempre
había alumnos con manzanas) ni a pedirme nada y sin embargo,
dos estudiantes, uno del D.F. y otra de Veracruz, lo hicieron (lástima
de manzanas virtuales). Por otro lado, el profesor que está
al lado y una que vive en el norte del continente y uno que vive
en el sur, me mandaron casi al mismo tiempo sendos documentos que
regresé por la misma vía, la electrónica. Y
por último un par de amigos, una en Francia y otros en la
cafetería nos saludamos e intercambiamos un par de impresiones
sobre cualquier cosa. ¿Y ese concepto que decían en
las primarias que había?.... ese del... ¡ah, sí!
¡Espacio! Pues creo que ya está un poco pasado de moda
porque si tengo el mismo contacto con un profesor que está
a 20 centímetros que con una que está a 3000 kilómetros,
algo está ocurriendo. En realidad estas cuestiones de la
distancia y del tiempo, son unas de las que más se habla
cuando se hace apología de Internet. Henri Bakis, un francés
que lleva más de 20 años trabajando con la relación
entre espacio geográfico y telecomunicaciones, plantea que
éstas han transformado las nociones clásicas del tiempo
y del espacio, por lo que propone una nueva forma de concebir esta
relación. Por ejemplo: ¿qué pasa cuando se
tarda más en llegar de la casa al aeropuerto que lo que dura
el vuelo? O en mi caso, ¿qué importan los kilómetros
cuando la rapidez de comunicación se da por la conexión
a Internet más que por las carreteras? (tendremos que cambiar
ese bolero de "Contigo en la distancia" yo propondría
modificarlo a "Contigo en el e-mail").
¿Comunidades de Interés?
Otra de las apologías del Internet es la posibilidad de conectar
intereses independientemente de los lugares en donde éstos
se encuentran. En mi caso tengo colegas y amigos con los que me
comunico con cierta regularidad en lugares tan cercanos como Alemania
y Monterrey (que para mí están a la misma distancia,
a sólo un click de "enviar"), y en realidad lo
que me une a ellos es nuestro mutuo interés en la investigación
de la comunicación, en los problemas del mundo, en los viajes
o en el fútbol. Y estoy seguro que si me interesara el rugby,
el sake japonés (con sushi, por supuesto), o los cantos zulúes,
podría encontrar personas que compartieran dichos intereses
y que estarían dispuestos a intercambiar recetas, imágenes
o canciones conmigo.
Nuevamente la distancia desaparece
y el tiempo se acorta (en el entendido que para contactar a alguien
así en el pasado se requería un poco más de
energías y tiempo). Casos hay muchos, el de una chica española
que toma un diplomado con su mamá sobre literatura feminista,
una vive en México, la otra cerca de Barcelona, y las dos
están haciendo el mismo curso por Internet (supongo que una
forma de sentirse unidas). O el caso de una chica colombiana que
tiene a su novio en Nueva York y con el que se "ve" a
diario sentados ambos en sus computadoras (con la sofisticación
de las cámaras y micrófonos). Ni hablar de la posibilidad
de votar por su candidato fuera del país (ésa sí
es democracia electrónica) o de leer todas las mañanas
el periódico local de Goa (una playa hippie de la India).
Sin embargo, más que lo chusco, fantástico o curioso
que esto pudiera ser, lo que vale la pena recalcar es la posibilidad
de establecer redes de interés en cualquier parte. Como dice
Castells, "en la realidad los individuos están reconstruyendo
el modelo de interacción social con la ayuda de las nuevas
posibilidades tecnológicas para crear un nuevo modelo de
sociedad: la sociedad red" (2001, p.154). Y esa posibilidad
no debería desperdiciarse (y no digo que los clubes de fans
interculturales de Britney Spears sean necesariamente malos), sino
que se tendría que explotar al máximo esa capacidad
que da la tecnología de poder establecer vínculos
de cooperación (y desarrollo, para completar el concepto).
Moraleja
Hace un par de semanas, en el teatro Camilo Torres de la Universidad
de Antioquia en Medellín, Colombia, hablaba con un grupo
de estudiantes sobre la importancia de convertir a Internet en el
medio que siempre soñamos los que pasamos por una escuela
de comunicación; barato, accesible, libre, lúdico,
experimental, con una (posible) gran difusión, y no para
reproducir lo que ya tenemos de sobra en los medios tradicionales,
sino para realmente "crear" una red que impacte productiva
y positivamente en el ámbito del arte, la academia y la sociedad
en general.
Fuentes:
Castells, M. (2001). La Galaxia
Internet. Espana: Plaza & Janes.
Mtro.
Edgar Gómez
Profesor-investigador en la la Facultad de
Letras y Comunicación de la Universidad
de Colima, México. Se ha dedicado a investigar la cibercultura
desde hace 5 años. Ha escrito textos sobre Comunicación
Internacional, Comunidades Virtuales y la Comunicación Mediada
por Computadora (CMC) en diversas publicaciones. Es colaborador del
laboratorio para la Cibersociedad y es coproductor de un programa
de radio de músicas del mundo |