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Noviembre 2002

 

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Comunicación y la Telaraña

Un año de poca comunicación y muchas telarañas

 
Por Edgar Gómez
Número 29

"Estas son las mañanitas... "
Ésta es mi entrega número 12 para la revista Razón y Palabra, lo que, en una columna mensual, significa que llevo un año publicándola. A lo largo de este periodo, han pasado algunas cosas que me llevan a reflexionar sobre medios de comunicación como éste. Yo recuerdo que una de las grandes discusiones que tuvimos en la carrera de comunicación (en aquellos tiempos en los que era estudiante) fue sobre el clásico modelo de comunicación de "emisor, mensaje, receptor" (el cual me parece por demás superado) y cómo podía utilizarse para hablar de los medios masivos de comunicación en los que el modelo tenía que ser mucho más complejo. Nunca faltaba en esas discusiones quien pusiera como la principal traba para ese modelo un concepto que no me queda aún muy claro y que se conoce como retroalimentación. Por supuesto que la retroalimentación existía en el modelo, lo que no quedaba claro es cómo se daba en la realidad. Hay quienes dicen que se da a través de los gustos de las personas (al escoger un contenido sobre otro), unas más hablan de las llamadas telefónicas (ahora ya conocidas como correos de voz), de las cartas cuya nueva versión serían los correos electrónicos, los mensajes del celular y, sin duda, el éxito más grande de los medios es la retroalimentación económica (léase números 900s), en donde las personas creen expresarse y los medios deciden ponerle precio a esa posibilidad. Sin embargo, y por mucho que tanto los modelos que utilizamos en las escuelas de comunicación como las nuevas formas de interacción entre medios merezcan una revisión, lo que me interesa apuntar en este momento es una reflexión sobre los medios alternativos, el Internet como el mejor de ellos y mi participación en este que intento sea un proceso de comunicación.

Del correo a las redes
Una de las cosas que me llaman más la atención de escribir en un medio como éste es la posibilidad de que sea más cercano a una comunidad de intercambio de información que a una revista o a una tradicional publicación académica y más si es una publicación en Internet. Pensemos esto en términos prácticos: yo escribo esta columna en Petra (consultar un par de columnas atrás), se la mando a Alejandro, que es el editor de la revista y, dependiendo del trabajo que tenga, entre 2 horas y un día está en la red para cualquiera que quiera leerla. El deseo, por supuesto, es el de ser leído por muchas personas en muchos lugares del mundo (finalmente esto es Internet y hay que pensar en ello, no sólo como posibilidad, sino como característica). Al final de la columna, vienen algunos datos sobre mí y mi correo electrónico. Sé que amigos y conocidos me hacen favor de leer mi columna (porque recibo sus críticas sin piedad, las cuales por supuesto agradezco), algunos de ellos en México y otros en Colombia, Alemania y España, pero en todo este año he recibido solamente dos correos electrónicos con comentarios a lo escrito, uno de España y uno de Argentina. Hay un par de cosas que me llaman la atención; la primera es que muchos de mis alumnos y alumnas y personas de la facultad en Colima (donde vivo) no saben que escribo en esta revista (lo que tristemente implica en muchos casos que no la leen) y, por otro lado, que me parece que todavía no nos hemos dado cuenta de las posibilidades de Internet como medio de comunicación tanto masivo como personal (por no decir íntimo). Pongo algunos ejemplos: ya se abran dado cuenta, estimados lectores y lectoras, que muchas de las personas (incluso de las más reconocidas) que publican en Internet ponen su correo electrónico, que muchas veces había visto y que casi nunca me había "atrevido" a usar. En una de esas, me decidí y le mandé un correo a Sheizaf Rafaeli, uno de los investigadores más importantes de la Comunicación Mediada por Computadora, la rama que trabajo como investigador; mi sorpresa vino cuando en menos de un día tenía la respuesta del profesor (avisándome que el proyecto que me había interesado había terminado hace más de un año y deseándome buena suerte). Un caso más se dio cuando le comenté de mi tesis de maestría a Naief Yeyha, un periodista que me gusta mucho como pensador de las nuevas tecnologías (y debo ser sincero, esta columna se ha inspirado en su "Jornada Virtual") y me respondió con un comentario sobre este tipo de trabajos. A partir de entonces, cada vez que veo publicado un texto que me interesa o de una persona con la que quisiera tener contacto, no dudo en escribirle. Es cierto que muchas veces nunca he recibido respuesta, pero en algunos de los casos no sólo he leído contestaciones positivas y amigables sino que hemos logrado llegar a intercambios, colaboraciones y a establecer redes permanentes. Y aquí llego al punto central de este año de columnas: la invitación a pensar en conjunto, a establecer redes colaborativas en comunicación (o en cualquier área). Tenemos, me parece, el medio idóneo para hacerlo, no sólo un nodo central con reflexiones sobre comunicación (como puede ser la revista), sino la posibilidad de comunicarnos con las personas que establecen las diferentes reflexiones, y con ello lograr no sólo la famosa retroalimentación de la que tanto hablábamos en la carrera y nunca vimos sino, como diría Jesús Galindo, también la posibilidad de construir mundos posibles. Pongo entonces la velita en este pastel de cumpleaños y lanzo la invitación a la fiesta de la comunicación (a toda persona que lea esta columna).


Mtro. Edgar Gómez
Profesor-investigador en la la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima, México. Se ha dedicado a investigar la cibercultura desde hace 5 años. Ha escrito textos sobre Comunicación Internacional, Comunidades Virtuales y la Comunicación Mediada por Computadora (CMC) en diversas publicaciones. Es colaborador del laboratorio para la Cibersociedad y es coproductor de un programa de radio de músicas del mundo

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