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Por Edgar Gómez
Número 29
"Estas son
las mañanitas... "
Ésta es mi entrega número 12 para la revista Razón
y Palabra, lo que, en una columna mensual, significa que llevo un
año publicándola. A lo largo de este periodo, han
pasado algunas cosas que me llevan a reflexionar sobre medios de
comunicación como éste. Yo recuerdo que una de las
grandes discusiones que tuvimos en la carrera de comunicación
(en aquellos tiempos en los que era estudiante) fue sobre el clásico
modelo de comunicación de "emisor, mensaje, receptor"
(el cual me parece por demás superado) y cómo podía
utilizarse para hablar de los medios masivos de comunicación
en los que el modelo tenía que ser mucho más complejo.
Nunca faltaba en esas discusiones quien pusiera como la principal
traba para ese modelo un concepto que no me queda aún muy
claro y que se conoce como retroalimentación. Por supuesto
que la retroalimentación existía en el modelo, lo
que no quedaba claro es cómo se daba en la realidad. Hay
quienes dicen que se da a través de los gustos de las personas
(al escoger un contenido sobre otro), unas más hablan de
las llamadas telefónicas (ahora ya conocidas como correos
de voz), de las cartas cuya nueva versión serían los
correos electrónicos, los mensajes del celular y, sin duda,
el éxito más grande de los medios es la retroalimentación
económica (léase números 900s), en donde las
personas creen expresarse y los medios deciden ponerle precio a
esa posibilidad. Sin embargo, y por mucho que tanto los modelos
que utilizamos en las escuelas de comunicación como las nuevas
formas de interacción entre medios merezcan una revisión,
lo que me interesa apuntar en este momento es una reflexión
sobre los medios alternativos, el Internet como el mejor de ellos
y mi participación en este que intento sea un proceso de
comunicación.
Del correo a las
redes
Una de las cosas que me llaman más la atención de
escribir en un medio como éste es la posibilidad de que sea
más cercano a una comunidad de intercambio de información
que a una revista o a una tradicional publicación académica
y más si es una publicación en Internet. Pensemos
esto en términos prácticos: yo escribo esta columna
en Petra (consultar un par de columnas atrás), se la mando
a Alejandro, que es el editor de la revista y, dependiendo del trabajo
que tenga, entre 2 horas y un día está en la red para
cualquiera que quiera leerla. El deseo, por supuesto, es el de ser
leído por muchas personas en muchos lugares del mundo (finalmente
esto es Internet y hay que pensar en ello, no sólo como posibilidad,
sino como característica). Al final de la columna, vienen
algunos datos sobre mí y mi correo electrónico. Sé
que amigos y conocidos me hacen favor de leer mi columna (porque
recibo sus críticas sin piedad, las cuales por supuesto agradezco),
algunos de ellos en México y otros en Colombia, Alemania
y España, pero en todo este año he recibido solamente
dos correos electrónicos con comentarios a lo escrito, uno
de España y uno de Argentina. Hay un par de cosas que me
llaman la atención; la primera es que muchos de mis alumnos
y alumnas y personas de la facultad en Colima (donde vivo) no saben
que escribo en esta revista (lo que tristemente implica en muchos
casos que no la leen) y, por otro lado, que me parece que todavía
no nos hemos dado cuenta de las posibilidades de Internet como medio
de comunicación tanto masivo como personal (por no decir
íntimo). Pongo algunos ejemplos: ya se abran dado cuenta,
estimados lectores y lectoras, que muchas de las personas (incluso
de las más reconocidas) que publican en Internet ponen su
correo electrónico, que muchas veces había visto y
que casi nunca me había "atrevido" a usar. En una
de esas, me decidí y le mandé un correo a Sheizaf
Rafaeli, uno de los investigadores más importantes de la
Comunicación Mediada por Computadora, la rama que trabajo
como investigador; mi sorpresa vino cuando en menos de un día
tenía la respuesta del profesor (avisándome que el
proyecto que me había interesado había terminado hace
más de un año y deseándome buena suerte). Un
caso más se dio cuando le comenté de mi tesis de maestría
a Naief Yeyha, un periodista que me gusta mucho como pensador de
las nuevas tecnologías (y debo ser sincero, esta columna
se ha inspirado en su "Jornada Virtual") y me respondió
con un comentario sobre este tipo de trabajos. A partir de entonces,
cada vez que veo publicado un texto que me interesa o de una persona
con la que quisiera tener contacto, no dudo en escribirle. Es cierto
que muchas veces nunca he recibido respuesta, pero en algunos de
los casos no sólo he leído contestaciones positivas
y amigables sino que hemos logrado llegar a intercambios, colaboraciones
y a establecer redes permanentes. Y aquí llego al punto central
de este año de columnas: la invitación a pensar en
conjunto, a establecer redes colaborativas en comunicación
(o en cualquier área). Tenemos, me parece, el medio idóneo
para hacerlo, no sólo un nodo central con reflexiones sobre
comunicación (como puede ser la revista), sino la posibilidad
de comunicarnos con las personas que establecen las diferentes reflexiones,
y con ello lograr no sólo la famosa retroalimentación
de la que tanto hablábamos en la carrera y nunca vimos sino,
como diría Jesús Galindo, también la posibilidad
de construir mundos posibles. Pongo entonces la velita en este pastel
de cumpleaños y lanzo la invitación a la fiesta de
la comunicación (a toda persona que lea esta columna).
Mtro.
Edgar Gómez
Profesor-investigador en la la Facultad de
Letras y Comunicación de la Universidad
de Colima, México. Se ha dedicado a investigar la cibercultura
desde hace 5 años. Ha escrito textos sobre Comunicación
Internacional, Comunidades Virtuales y la Comunicación Mediada
por Computadora (CMC) en diversas publicaciones. Es colaborador del
laboratorio para la Cibersociedad y es coproductor de un programa
de radio de músicas del mundo |