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Big Brother

 

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A manera de presentación...
 

Por Alejandro Ocampo
Especial Big Brother

Big Brother va, Big Brother viene. Hoy es una realidad en muchas pantallas de los hogares mexicanos. Atrás han quedado las discusiones sobre si debe o no transmitirse. En todo caso, los que mayor oposición mostraron y por ende, de una u otra manera, mantuvieron presencia en los medios, fueron los mejores publicistas de este programa que ha causado espectación en todos los países en el que se ha llevado a cabo.

Desde organizaciones civiles y religiosas, hasta la Academia y los encargados de la Comunicación en el gobierno, pareciera que ha sido poco menos que imposible pronunciarse al respecto. Pero más allá de todo esto, hay cuestiones que trascienden y que, irremediablemente el caso Big Brother irremediablemente vuelve a traer a la mesa.

El primero es la legislación sobre los medios. En México, la Ley Federal de Radio y Televisión se elaboró en la década de los sesenta, desde entonces dicha ley carece de su respectivo reglamento. Al margen de asignar sanciones económicas raquíticas para los tiempos que se viven -5 a 50 mil pesos-, flexibilidad para la observancia y la centralización de la decisión sobre quién sí y quién no puede transmitir al más puro estilo de lo que muchos llaman, el viejo régimen, resultan evidentes sus resultados en la práctica, se trata de una ley olvidada y lo peor:constantemente violada.

Así pues, con una ley caduca y que no exige cumplimiento, es fácil que los medios mismos se conviertan en jueces -y parte- de sus contenidos. La posición es ventajosa y poco ética, pero eso sí, muy conveniente en cuanto a términos económicos. Big Brother retoma nuevamente la discusión sobre la legislación de los medios, legislación que, si realmente quiere estar a la altura de los nuevos tiempos, tiene que pensar en las nuevas tecnologías como un factor extra a integrar. La convergencia tecnológica es inevitable y de hecho, ya está presente.

Por otra parte, culpar a los medios de la mala programación y de su omnipotencia no hacen sino pensar que hemos regresado a la edad del condicionamiento pavloviano enmarcado en la teoría de la aguja hipodérmica. ¿Será nuestro nivel tan bajo que por ver Big Brother, Cosas de la vida y una larga lista de etcéteras más nos volveremos imbéciles?

La respuesta es no. Con los aportes teóricos recientes, concretamente los que hacen alusión a la audiencia activa, se presenta una visión distinta. Los usos y gratificaciones, la agenda-setting y la violencia y el cultivo, apuntan hacia la audiencia como segmentada, ya no como masiva, es decir, es selectiva y mantiene contacto sólo con lo que le interesa. Los efectos de corto, se han remplazado por los de largo plazo y de acuerdo a cada individuo. Parece que no andaremos desvestidos y ordeñando vacas al día siguiente de ver Big Brother.

Les presentamos pues esta edición especial, la primera de esta época. Esperamos la encuentren valiosa y les ayude a construir su visión sobre este fenómeno comunicativo.

Un último apunte:"Big Brother is watching you"


Alejandro Ocampo
Director de Razón y Palabra.