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Por Enriqueta Rivera
Número 28
Las noticias
que constantemente escuchamos y vemos describen un panorama de intolerancia,
ya sea en cuestiones religiosas, preferencias políticas o
sexuales, desde las guerras planeadas en una racionalidad irracional
hasta el rechazo al vecino que acuciosamente cual inquisidor vigila
cada uno de los movimientos... obviamente para la seguridad y
tranquilidad de todos.
Nos escandalizan las luchas étnicas
de África, o del centro de Europa, como si fueran escenarios
lejanos que sólo corresponden a un mundo entre la realidad
y la ¿fantasía?. Pero ¡oh sorpresa! La xenofobia
está a la vuelta de la esquina, en la parte central de la
sala, en la cocina, la propia recámara cual actor que no
permite que alguien más sea el protagonista de la historia...¿dónde...quién?
podrían preguntarse...por supuesto! La publicidad también
es xenofóbica, aún en 20 segundos.
Tras una observación detalla
y una disciplina casi enfermiza, se han analizado más de
20 anuncios publicitarios, se identifican dos constantes básicas:
las mujeres y las personas obesas como dignas de ser burladas, atacadas,
sancionadas.
La mujer se enchila tras
su novio cambiarle el nombre, dolor de cabeza causado por un largo
y tedioso discurso de una mujer frente a su novio, la mujer
es un animal que fácilmente puede manipularse por
un desodorante mágico, es tan limitada que debe hacer
cuarenta y dos movimientos para estacionarse, la mujer puede
excitarse por un mágico shampoo que la rodea de hombres
que la seducen, la mujer es aquella que corre aún de manera
frenética para salvar a su hijo de mojarse las orejas
ante la mirada atónica de un hombre, se alista muy guapa,
tanto que el hombre le pregunta que con quien va, los ejemplos son
interminables.
Pudieran pensarse que son "simples
detalles" pero la constante en el paisaje publicitario es de
preocuparse, ya que, sin caer en posición de feminista radical,
el entorno social es adverso en muchos sentidos, sólo recordar
la situación desigual en el trabajo, la violación
como delito no sancionado en sus verdaderas dimensiones y un sadismo
social (de hombres y mujeres) que la descalifica constantemente.
Si la publicidad es eje básico de la socialización,
puede uno preguntarse como puede reforzar ciertos prejuicios sociales
y su consecuente impacto en el desarrollo armónico de un
ser humano.
En este mismo sentido, las personas
obesas o aquellas que no corresponden al estereotipo de belleza
premiado, representadas como aquella mujer que tiene como castigo
caerse del piso superior, el sufrimiento por tener kilos
de más al ver las caderas de mujeres esbeltas, o bien
aquel niño al que se le caen los dulces o se le aísla,
es objeto de burlas, presentado sudoroso pero sucio, entre muchas
otras características que seguramente recuerda. Si bien el
sobrepeso puede ser un problema de alimentación, también
es cierto que la complexión de una persona depende de factores
fisiológicos, genéticos y aún sociales. La
belleza de las pinturas de Botero pudieran romper con esos estereotipos
que son un elemento más para el sadismo social. Es claro
que las manifestaciones xenofóbicas tienen más de
una representación, no señalados aún en este
espacio.
Finalmente, la invitación
aquí es la siguiente: los profesionales de la publicidad
y la comunicación reconocen y aplauden la presencia de los
productos publicitarios en el mundo, y los consumidores la disfrutan
aún en una mirada "inocente", faltaría asumir
la responsabilidad para no seguir colaborando con una visión
poco biófila de la Humanidad... o acaso ¿es imposible
conjuntar el éxito con el respeto a los demás y por
lo tanto a sí mismo?
Mtra.
Enriqueta Rivera
Catedrática del
ITESM, Campus Estado de México y de la
UNAM, México |