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Enero 2002

 

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Filosofía, Cultura y Sociedad

La globalización como observación de primer orden1

 
Por Juan Wolfang Cruz
Número 25

1. Walter Benjamín escribe como epígrafe en una de sus Tesis sobre la Filosofía de la Historia la meta es el origen. En este sentido el propósito de mi intervención en esta mesa es proponer la necesidad de una revisión crítica de uno de los términos más socorridos cuando se tratan de entender las grandes transformaciones que se están operando en el nivel planetario hoy. Me refiero al concepto de globalización. No es una novedad afirmar que el lugar que ocupa actualmente en los debates acerca del llamado nuevo orden mundial, que emerge tras el derrumbe de la experiencia soviética y de sus satélites, es central. En la red, mediante el buscador de Altavista pude encontrar más de 50 millones de referencias con relación a qué es la globalización, cuáles son efectos, a la globalización económica, entre otros tópicos relacionados. Es decir, se ha convertido en una especie de hilo conductor para descifrar la forma de organización mundial que se ha establecido o impuesto, según las preferencias más ideológicas que teóricas de cada quien. Y esto último lo digo con respecto al origen o punto de partida de mi exposición: entiendo que este foro convocado por el Congreso es fundamentalmente de naturaleza académica, pero también es un espacio en el que podemos escuchar participaciones formuladas por actores que tienen su punto de observación o referencia basal en el ámbito político. Es pues una buena oportunidad para ensayar intercambios entre la academia y la experiencia política en términos de cuáles podrían ser los aportes de un lado al otro, y viceversa. A grandes rasgos concibo así los límites y diferencias de cada parte: la forma de comunicación académica es aquella que está orientada hacia fines cognitivos, es decir, descriptivos y explicativos; y, por el otro lado, la forma de la comunicación política es la de la formulación de decisiones vinculantes, es decir, pragmáticas. La primera se ocupa del cómo opera el orden social y la otra de qué debe hacerse para modificarlo o conservarlo. Pero este es justamente el problema sobre el que parte mi inquietud: la persistente tendencia a borrar la frontera entre las formas de observar las operaciones del orden social. La no distinción tiene un precio muy alto: en el mundo académico se termina por maldecir al mundo por no ser como debería de ser; y en el mundo político se acumulan fracasos y frustraciones porque se habla más de lo que se puede o dice que se va a hacer que de lo que en realidad se hace, o sea tenemos de nuestros políticos un excedente de palabras y una pobreza de acciones prometidas por carecer de elementos que permitan clarificar cómo es el mundo y sobre esa base qué es posible hacer.

2. El término globalización se presta muy bien para este ejercicio reflexivo que propongo. Sucede con éste lo mismo que con una buena parte de los que conforman el almacén de la ciencia social. Esto es: la ciencia social arranca y trabaja con conceptos heredados de la tradición de la filosofía política tales como libertad, sociedad civil, estado, democracia, igualdad, individuo, modernidad como proyecto emancipatorio, razón ilustrada, praxis, etc . Éstos y otros muchos más son, o más bien, fueron definidos no bajo un interés descriptivo sino más bien normativo. Son conceptos mediante los cuales la sociedad que los creó buscaba refundar políticamente el orden social luego del declive del antiguo régimen que postulaba como referencia basal organizativa la comunicación teológica. Recordemos, el cambio, que culmina en lo que ahora llamamos sociedad moderna, era para crear un orden social legitimado no por criterios localizados fuera de este mundo, sino por criterios diseñados por sujetos en mayoría de edad ubicados en este único mundo, como quería Kant. No quiero decir, obviamente, que la palabra globalización ya haya sido empleada por la filosofía política de antaño, sino que su contenido está cargado por el sello de una racionalidad valorativa.

3. El término globalización, que insisto no es a mi juicio un concepto científico social o no lo es aún, se ha convertido en una especie de fetiche al que se recurre ya sea para apologizarlo o bien para denostarlo por cuanto se le atribuye capacidad para (erróneamente) describir el universo social contemporáneo. Pero entre una y otra, defensa y crítica, hay una estructura de pensamiento compartida que retomaré más adelante, pero introduzco de una vez: la idea de unidad. No se puede negar lo que presumiblemente designa la globalización como realidad mundial, esto es: que las relaciones entre las naciones se han vuelto irreversiblemente más interdependientes y complejas en el sentido del entrecruzamiento de distintos niveles de operación tales como los procesos financieros, comerciales, políticos, culturales, científicos, mass mediáticos, etc. Quién alegue que la globalización se da en un solo terreno o peor aún el que cree que no hay tal, está fuera de la realidad. El problema comienza cuando se pretende indicar cuál es el factor central sobre el que se apoya este proceso globalizador porque de él se derivan al mismo tiempo lo que deberá, se nos dice, hacer la humanidad para enfrentarla o impulsarla. Quienes la defienden a ultranza apuestan al mercado como la mano invisible a la que deberá permitírsele que marque las pautas a seguir entre las que destaque la disminución de la intervención del estado en la organización del conjunto social; por el lado de quienes se oponen, ven justamente la necesidad de que sea el estado, bajo el control de la sociedad civil, quien ponga límites al poder desenfrenado del mercado pues los costos en términos de marginación y pobreza, de imperialismo cultural que doblega o intenta doblegar civilizaciones y sus cosmovisiones, de monopolio sobre los logros tecnológicos y científicos, etc., son cada vez mayores con lo que tienden a cancelar brutalmente expectativas de vida para miles de millones de personas en la actualidad. La semejanza entre las observaciones defensoras y críticas radica precisamente en esto: la apuesta porque las diferencias del orden social sean sometidas a una unidad rectora, llámesele mercado o bien estado o sociedad civil, o humanidad, o bien, religión.

4. Amplio lo anterior: mi crítica a la idea de globalización radica en que la descripción que promete hacer es opacada la más de las veces por una observación de naturaleza valorativa, es decir, ideológica. Este empleo del término es frecuente encontrarlo en los medios masivos, pero también, esto es lo grave, en espacios académicos con lo cual incumplen la aportación que la sociedad espera de ellos, nosotros: observaciones sobre cómo opera el mundo, y tanto no cómo debe operar pues esto último supone una base moral que se debate hoy más que nunca en una paradoja: ¿qué hace ética a la ética? Pero vuelvo a la semejanza de las observaciones: la idea de unidad. Ésta agrupa a los conceptos que he mencionado como heredados de la filosofía política (sociedad civil, individuo, razón, modernidad, etc). El punto es que estos conceptos fueron formulados en un orden social muy diferente al que prevalece hoy: fueron fundados en una sociedad organizada jerárquicamente que parte de la distinción superior/ inferior. De tal forma que, en términos de Hegel se trata de que el Estado gobierne sobre la sociedad civil, o como se dice hoy, que sea a la inversa, que la sociedad civil tenga el control sobre el estado y todos los elementos de la vida social, por ejemplo, y destacadamente, la economía. Pero justo aquí radica la diferencia del orden moderno con respecto al que nos precedió: la emergencia de una sociedad diferenciada por funciones estructurada con referencia no a la unidad sino a la diversidad. En otras palabras, pretender el control de un subsistema sobre los demás (estado / sociedad , o bien, a la inversa) es desconocer que vivimos hoy en un mundo conformado por sistemas diferenciados por funciones que sólo responden a la lógica de su autonomía, lo cual no implica que puedan ser influenciados pero si no pueden ser determinados por otros, so riesgo de socavar su función, por ejemplo: la educación sujeta a criterios meramente económicos, la política moderna sujeta a controles religiosos, la estética a intereses estatales. Pretender algo así nos pone en el mismo camino de cualquier tipo de fundamentalismo.

5. Con esto llego al punto de mi intervención: la forma como concebimos la idea de globalización o de cualquier otro a través del cual observamos, y por ende, reproducimos, el universo social, presupone una idea mucho mayor que la abarca, la idea de sociedad. En el fondo la cuestión entonces es: sobre qué tipo de teoría de la sociedad fundamos nuestras observaciones: ¿la de una sociedad jerárquicamente organizada, es decir, ordenada con base -real o esperada- de un eje central (llámesele como se le llame: estado, mercado, Dios, etc.) , o la de una sociedad diferenciada por funciones, es decir, la de una sociedad compleja configurada por una pluralidad de sistemas parciales asimétricos que son entornos unos de otros, o sea mutuamente influenciables pero no determinanbles? En mi opinión el orden social moderno se explica por esta última idea de sociedad, pero que las herramientas con las que queremos hacerle frente para observarle mejor -teoría y conceptos- están desfasada de las operaciones reales que hoy experimentamos.

6. Esa es pues mi invitación: reconstruir los conceptos, revisarlos críticamente, en tanto instrumentos básicos y definitorios de nuestra función científico-académica, ser más cuidadosos en el empleo de sus significados, para disponer de un cristal más nítido que reconozca lo que el mundo es hoy: complejo y diverso, no en busca de una supuesta unidad perdida, pues si creemos esto último estamos muy cerca de una lógica terrorista.


Notas:

1 Resumen de la ponencia presentada en el XV Congreso Nacional de la AMEI (Asociación Mexicana de Estudios Internacionales), en Guadalajara, Jalisco, en octubre de 2001.


Mtro. Juan Wolfang Cruz
Sociólogo y profesor de tiempo completo del ITESM Campus Estado de México, Departamento de Humanidades de la División de Profesional y Graduados.

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