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Por Xavier
Vilchis
Número 32
La anorexia no es una enfermedad, es un
síntoma de una sociedad que ha perdido su carácter
cultural. Sin embargo parece que nos estamos
acostumbrando a este tipo de "enfermedad social"
a medida que avanzamos en el nuevo milenio: la
tendencia al desorden en la forma de comer de
los jóvenes es cada día más común, de tal manera
que las estadísticas pueden llegar a determinar
"normal" ese tipo de conducta; por ello Franz
Kafka en su cuento el Artista del hambre comienza
diciendo:
En
los últimos años el interés por los ayunadores
profesionales ha remitido mucho. Mientras que
antes merecía la pena realizar ese tipo de representaciones
por cuenta propia, hoy es completamente imposible.
Eran otros tiempos. Antaño toda ciudad estaba
pendiente del ayunador; cada día de hambre que
transcurría, crecía la expectación todos querían
ver al ayunador al menos una vez al día, para
los últimos días había gente que tenía bonos,
y se sentaban horas y horas ante la pequeña
jaula, también de noche había la posibilidad
de presentar el espectáculo, para aumentar el
efecto a la luz de las antorchas (Kafka; 2001:333).
Es paradójico que la anorexia sea cada vez más
frecuente en las clases media y media alta en
sociedades altamente desarrolladas y opulentas.
Estar vestido a la moda luciendo una figura de
extrema delgadez es condición indispensable para
representar el modelo de competencia que garantiza
el éxito de nuestra sociedad narcisista. Pero
la figura corporal parece develarnos también
una extrema delgadez de los nexos con el prójimo:
en las parejas la sexualidad sin exclusividad,
o el matrimonio con la alternativa de divorcio,
ha substituido las relaciones de compromiso hasta
la separación mortal del matrimonio tradicional.
La entrega y sacrificio de la persona hacia grandes
ideales o metas comunitarias se ha substituido
por la búsqueda del mejor nivel de vida posible.
Pero la pobreza espiritual de una sociedad consumista
y anónima genera una angustia de la temporalidad
por la falta distensión subjetiva: la vida carece
de entusiasmo. El principal problema de la juventud
actual es el aburrimiento que se manifiesta en
su falta de interés en el estudio (pero mayor
interés en las calificaciones), en falta de atención
en el trabajo (pero no en los sueldos) y la tendencia
a matar el tiempo libre. El Internet es una excelente
manera de encontrar "amigos" sin compromisos
o de simplemente distraerse navegando, también
existen los llamados "antros" en donde la música
banal pero ruidosamente emotiva se emplea para
evadirse de una realidad intrascendente bajo
un éxtasis momentáneo de alcohol y drogas, mientras
que la televisión, a través de los reality shows
con la extremada falta de carácter de sus protagonistas,
forman a los jóvenes en el "ideal" de sentirse
parte del espectáculo. Lo importante es ser famoso,
no importa si para ello hay que denigrarse, perder
la intimidad, hablar un lenguaje vulgar y mostrar
con un cínico egoísmo que se es superficial,
porque la carencia axiológica es también requisito
para llamar la atención y exhibir la extrema
delgadez personal:
Mientras
que la mayoría de los adultos consideraba la
representación como una diversión, los niños
asombrados con la boca abierta, manteniéndose
cogidos de la mano por seguridad miraban cómo
el ayunador, pálido, cubierto con una camiseta
de punto negra, con las costillas protuberantes,
despreciando incluso una silla, permanecía sentado
en un montón de paja, esparcida, a veces asentía
cortes, respondía preguntas con una sonrisa
esforzada y extendía el brazo a través de las
rejas para dejar que sintieran su extremada
delgadez pero luego se volvía a sumir en sí
mismo, no se dejaba distraer por nadie, ni siquiera
por el ruido acompasado del reloj tan importante
para él y que, además era el único objeto en
el interior de la jaula (Kafka;2001:333).
Lo extraordinario de las obras de Kafka, -nos
dice Albert Camus- "es que nos puede expresar
la tragedia mediante lo cotidiano y lo absurdo
mediante lo lógico" (Camus; 1997:138). En la
tragedia griega el destino es menos grave porque
es lógico y se desarrolla naturalmente, el destino
de Edipo es anunciado de antemano, se ha decidido
metafísicamente su desarrollo protagónico que
se manifiesta mediante premisas cuyos nexos necesarios
concluyen en tan terrible desenlace, "por ello
el héroe trágico no está del todo solo ya que
es comprendido" (Kierkegaard;1996:127). En cambio
en la tragedia moderna el héroe se encuentra
sólo, no puede ser comprendido por nadie, porque
su destino se desarrolla con base en lo absurdo.
Sin
embargo, Camus nos explica que todo el arte de
Kafka consiste en obligar al lector a releer
(Camus,1997:135) para poder develar esta "lógica"
del absurdo:
Aparte
de los espectadores ocasionales , los había
también perpetuos, vigilantes elegidos por el
público que, por razones extrañas, casi siempre
eran pescaderos. De tres en tres tenían la misión
de observar día y noche al ayunador, para evitar
que éste tomara alimentos en secreto . Pero
en realidad se trataba sólo de una formalidad,
introducida para calmar a las masas, pues los
entendidos sabían muy bien que el ayunador,
bajo ninguna circunstancia, ni siquiera ejerciendo
violencia sobre él habría comido nada durante
el periodo de ayuno. El honor de su profesión
se lo prohibía (p.335).
El control individual de una sociedad de masas,
se da mediante la industria del entretenimiento,
que oculta una educación que promueve la aceptación
de una vigilancia denigrante, y que parece prepararnos
para un totalitarismo cuyas sutilezas políticas
se muestran ya en un banal programa de Reality
show, por ello dice Kierkegaard "que hay Infinitamente
mayor bondad en lo demoníaco que la que pueda
haber en las personas triviales"(Kierkegaard;
1996: 176). La decisión de entrar en el juego
del programa sabiendo que van a ser observados
y juzgados por millones de personas a toda hora
sin importarles su derecho a la intimidad, nos
da una idea de la pérdida axiológica que ha sufrido
la juventud actual. Nos sugiere que los jóvenes
están desesperados por querer ser "alguien,"
para ellos ser alguien significa ser conocidos
por todo el mundo porque viven solamente en las
categorías de lo agradable y lo desagradable,
lo novedoso y el éxito, por eso buscan ascender
a la fama cómoda y rápidamente, aunque tengan
que pagar un alto precio por ello: su dignidad.
Pero en el cuento de Kafka la autenticidad del
ayunador es la base del éxito del espectáculo:
Nadie estaba dispuesto a permanecer como vigilante
todos los días y todas las noches, ininterrumpidamente,
con el ayunador, nadie por consiguiente, podía
saber por propia experiencia si realmente había
ayunado de un modo continuo y sin faltas; sólo
el ayunador profesional podía saberlo, sólo
él, por tanto, era el espectador más satisfecho
de su ayuno . No obstante, siempre estaba insatisfecho,
aunque por otros motivos. Tal vez su extremada
delgadez, que, muy a pesar suyo, contribuía
a que algunos no quisieran presenciar el espectáculo,
ya que no podían soportar su visión, fuese sólo
fruto de su insatisfacción consigo mismo . Sólo
él sabia, y ni siquiera los entendidos podían
saberlo, lo fácil que era ayunar. Era la cosa
más fácil del mundo. Tampoco lo silenciaba pero
no le creían, le tenían en el caso más favorable
por modesto, y la mayoría por un hombre ansioso
de publicidad o por un simple farsante, al que,
en efecto, le resultaba fácil ayunar, porque
sabía ponérselo fácil, y además tenía la desvergüenza
de, prácticamente reconocerlo (p.335).
El ser protagonista de un destino destacado no
es algo envidiable, Kierkegaard dice que: "el
hecho de llegar a ser interesante, o que la vida
de una persona lo sea, no es cuestión de trabajo
o artesanía, sino de un fatídico privilegio que
como todo privilegio del mundo del espíritu,
sólo se obtiene a costa de profundos dolores"
(Kierkegaard;1996 :158). Es verdad que no se
necesita ser auténtico para ser famoso, según
Camus se puede ser virtuoso por capricho, pero
en el caso del individuo autentico: la virtud
es un resultado de esa nostalgia de unidad; de
ese apetito de absoluto que ilustra el movimiento
esencial del drama humano (Camus;1997: 27). La
autenticidad del ayunador no provenía de tener
que soportar el ayuno, el problema era comer.
Siempre era obligado a comer después de cuarenta
días, porque según el empresario durante cuarenta
días podía ir incrementando el interés de la
ciudad por medio de una campaña publicitaria,
pero transcurrido ese número de días el publico
comenzaba a fallar. Sin embargo el ayunador,
no estaba conforme, él habría aguantado mucho
más: "se encontraba a gusto sentado sobre la
paja y ahora tendrá que levantarse e ir a comer,
con sólo pensarlo le provocaba náuseas, cuya
manifestación ocultaba por respeto a las damas"
(p.336). Nos cuenta Kafka que el artista "vivió
así muchos años con fama aparente, pero sobre
todo de mal humor, que fue empeorando al ver
que nadie le tomaba en serio. Pero, ¿cómo se
le podía consolar? ¿Qué podía desear más?" (p.337).
Sin embargo su público fue perdiendo interés
y el artista se despidió de su empresario, "el
compañero inseparable de una carrera incomparable
y se enroló en un gran circo" (p. 338). Pero
un gran circo, con sus innumerables espectáculos
hizo que el artista fuera perdiendo mayor interés.
Su jaula fue colocada en un lugar fácilmente
accesible cerca de los establos. El público se
apresuraba a llegar a los establos para ver los
animales, "probablemente hubieran permanecido
allí más tiempo, si los que venían detrás no
hubiesen impedido una contemplación más prolongada
y reposada" (p.339). Pero a pesar de todo el
ayunador continuo con su show: "ahora podía ayunar
tanto como quisiera pero ya nadie podía salvarlo
todos pasaban de largo" (p.340). Kafka no especifica
cuanto tiempo dejó de comer hasta que llegó el
final:
Una
vez le llamó la atención la jaula a un guardia,
quién preguntó a uno de los mozos por
qué se dejaba esa jaula tan útil con paja podrida
en el interior; nadie lo sabía, removieron la
paja y lo encontraron.
¿Sigues ayunando? -pregunto el guardia-, ¿pero
cuándo vas a dejarlo?
- Perdonadme todos -susurró el ayunador.
- Por supuesto -dijo el guarda- claro que te
perdonamos.
-También quería que admirarais mi ayuno - dijo
el ayunador.
- También lo admiramos -dijo el guardia con
amabilidad.
- Pero no debéis admirarlo -dijo el ayunador.
- Entonces no lo admiramos -dijo el guarda-,
pero, ¿por qué no íbamos a admirarlo?
- Porque estoy obligado a ayunar, no puedo hacer
otra cosa.
- Pues mira qué bien, y ¿por qué no puedes
hacer otra cosa? Preguntó el guardia.
- Porque -dijo el ayunador, levantó un poco
la cabeza y habló con los labios ligeramente
fruncidos, como para dar un beso, junto al oído
del guarda, para que no se le escapase nada-
porque yo no he podido encontrar una comida
que me guste. Si la hubiera encontrado
creedme, no habría tenido el más mínimo miramiento
y me habría puesto morado como tú y todos.
- Esas fueron sus últimas palabras, pero en
sus ojos rotos aún se podía vislumbrar el convencimiento
fuerte y orgulloso de seguir ayunando (p.341).
Referencias:
Camus
Albert (1997) El mito de Sísifo Losada.
Argentina.
Kierkegaard Soren (1996) Temor y Temblor
Ramón Llaca y Cia. México.
Franz Kafka (2001) Cuentos completos Cofás
Artes Gráficas. España.
Dr.
Xavier Vilchis
Catedrático del
Departamento de Humanidades del
ITESM Campus Estado de México, México |