Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la Revista Contribuciones Directorio Buzón Motor de búsqueda


Abril 2003

 

Número del mes
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52) 58 64 56 13
Fax. (52) 58 64 56 13

Filosofía, Cultura y Sociedad

Big Brother y la Anorexia Kafkiana

 

Por Xavier Vilchis
Número 32

La anorexia no es una enfermedad, es un síntoma de una sociedad que ha perdido su carácter cultural. Sin embargo parece que nos estamos acostumbrando a este tipo de "enfermedad social" a medida que avanzamos en el nuevo milenio: la tendencia al desorden en la forma de comer de los jóvenes es cada día más común, de tal manera que las estadísticas pueden llegar a determinar "normal" ese tipo de conducta; por ello Franz Kafka en su cuento el Artista del hambre comienza diciendo:

En los últimos años el interés por los ayunadores profesionales ha remitido mucho. Mientras que antes merecía la pena realizar ese tipo de representaciones por cuenta propia, hoy es completamente imposible. Eran otros tiempos. Antaño toda ciudad estaba pendiente del ayunador; cada día de hambre que transcurría, crecía la expectación todos querían ver al ayunador al menos una vez al día, para los últimos días había gente que tenía bonos, y se sentaban horas y horas ante la pequeña jaula, también de noche había la posibilidad de presentar el espectáculo, para aumentar el efecto a la luz de las antorchas (Kafka; 2001:333).

Es paradójico que la anorexia sea cada vez más frecuente en las clases media y media alta en sociedades altamente desarrolladas y opulentas. Estar vestido a la moda luciendo una figura de extrema delgadez es condición indispensable para representar el modelo de competencia que garantiza el éxito de nuestra sociedad narcisista. Pero la figura corporal parece develarnos también una extrema delgadez de los nexos con el prójimo: en las parejas la sexualidad sin exclusividad, o el matrimonio con la alternativa de divorcio, ha substituido las relaciones de compromiso hasta la separación mortal del matrimonio tradicional. La entrega y sacrificio de la persona hacia grandes ideales o metas comunitarias se ha substituido por la búsqueda del mejor nivel de vida posible. Pero la pobreza espiritual de una sociedad consumista y anónima genera una angustia de la temporalidad por la falta distensión subjetiva: la vida carece de entusiasmo. El principal problema de la juventud actual es el aburrimiento que se manifiesta en su falta de interés en el estudio (pero mayor interés en las calificaciones), en falta de atención en el trabajo (pero no en los sueldos) y la tendencia a matar el tiempo libre. El Internet es una excelente manera de encontrar "amigos" sin compromisos o de simplemente distraerse navegando, también existen los llamados "antros" en donde la música banal pero ruidosamente emotiva se emplea para evadirse de una realidad intrascendente bajo un éxtasis momentáneo de alcohol y drogas, mientras que la televisión, a través de los reality shows con la extremada falta de carácter de sus protagonistas, forman a los jóvenes en el "ideal" de sentirse parte del espectáculo. Lo importante es ser famoso, no importa si para ello hay que denigrarse, perder la intimidad, hablar un lenguaje vulgar y mostrar con un cínico egoísmo que se es superficial, porque la carencia axiológica es también requisito para llamar la atención y exhibir la extrema delgadez personal:

Mientras que la mayoría de los adultos consideraba la representación como una diversión, los niños asombrados con la boca abierta, manteniéndose cogidos de la mano por seguridad miraban cómo el ayunador, pálido, cubierto con una camiseta de punto negra, con las costillas protuberantes, despreciando incluso una silla, permanecía sentado en un montón de paja, esparcida, a veces asentía cortes, respondía preguntas con una sonrisa esforzada y extendía el brazo a través de las rejas para dejar que sintieran su extremada delgadez pero luego se volvía a sumir en sí mismo, no se dejaba distraer por nadie, ni siquiera por el ruido acompasado del reloj tan importante para él y que, además era el único objeto en el interior de la jaula (Kafka;2001:333).

Lo extraordinario de las obras de Kafka, -nos dice Albert Camus- "es que nos puede expresar la tragedia mediante lo cotidiano y lo absurdo mediante lo lógico" (Camus; 1997:138). En la tragedia griega el destino es menos grave porque es lógico y se desarrolla naturalmente, el destino de Edipo es anunciado de antemano, se ha decidido metafísicamente su desarrollo protagónico que se manifiesta mediante premisas cuyos nexos necesarios concluyen en tan terrible desenlace, "por ello el héroe trágico no está del todo solo ya que es comprendido" (Kierkegaard;1996:127). En cambio en la tragedia moderna el héroe se encuentra sólo, no puede ser comprendido por nadie, porque su destino se desarrolla con base en lo absurdo.

Sin embargo, Camus nos explica que todo el arte de Kafka consiste en obligar al lector a releer (Camus,1997:135) para poder develar esta "lógica" del absurdo:

Aparte de los espectadores ocasionales , los había también perpetuos, vigilantes elegidos por el público que, por razones extrañas, casi siempre eran pescaderos. De tres en tres tenían la misión de observar día y noche al ayunador, para evitar que éste tomara alimentos en secreto . Pero en realidad se trataba sólo de una formalidad, introducida para calmar a las masas, pues los entendidos sabían muy bien que el ayunador, bajo ninguna circunstancia, ni siquiera ejerciendo violencia sobre él habría comido nada durante el periodo de ayuno. El honor de su profesión se lo prohibía (p.335).

El control individual de una sociedad de masas, se da mediante la industria del entretenimiento, que oculta una educación que promueve la aceptación de una vigilancia denigrante, y que parece prepararnos para un totalitarismo cuyas sutilezas políticas se muestran ya en un banal programa de Reality show, por ello dice Kierkegaard "que hay Infinitamente mayor bondad en lo demoníaco que la que pueda haber en las personas triviales"(Kierkegaard; 1996: 176). La decisión de entrar en el juego del programa sabiendo que van a ser observados y juzgados por millones de personas a toda hora sin importarles su derecho a la intimidad, nos da una idea de la pérdida axiológica que ha sufrido la juventud actual. Nos sugiere que los jóvenes están desesperados por querer ser "alguien," para ellos ser alguien significa ser conocidos por todo el mundo porque viven solamente en las categorías de lo agradable y lo desagradable, lo novedoso y el éxito, por eso buscan ascender a la fama cómoda y rápidamente, aunque tengan que pagar un alto precio por ello: su dignidad. Pero en el cuento de Kafka la autenticidad del ayunador es la base del éxito del espectáculo:

Nadie estaba dispuesto a permanecer como vigilante todos los días y todas las noches, ininterrumpidamente, con el ayunador, nadie por consiguiente, podía saber por propia experiencia si realmente había ayunado de un modo continuo y sin faltas; sólo el ayunador profesional podía saberlo, sólo él, por tanto, era el espectador más satisfecho de su ayuno . No obstante, siempre estaba insatisfecho, aunque por otros motivos. Tal vez su extremada delgadez, que, muy a pesar suyo, contribuía a que algunos no quisieran presenciar el espectáculo, ya que no podían soportar su visión, fuese sólo fruto de su insatisfacción consigo mismo . Sólo él sabia, y ni siquiera los entendidos podían saberlo, lo fácil que era ayunar. Era la cosa más fácil del mundo. Tampoco lo silenciaba pero no le creían, le tenían en el caso más favorable por modesto, y la mayoría por un hombre ansioso de publicidad o por un simple farsante, al que, en efecto, le resultaba fácil ayunar, porque sabía ponérselo fácil, y además tenía la desvergüenza de, prácticamente reconocerlo (p.335).

El ser protagonista de un destino destacado no es algo envidiable, Kierkegaard dice que: "el hecho de llegar a ser interesante, o que la vida de una persona lo sea, no es cuestión de trabajo o artesanía, sino de un fatídico privilegio que como todo privilegio del mundo del espíritu, sólo se obtiene a costa de profundos dolores" (Kierkegaard;1996 :158). Es verdad que no se necesita ser auténtico para ser famoso, según Camus se puede ser virtuoso por capricho, pero en el caso del individuo autentico: la virtud es un resultado de esa nostalgia de unidad; de ese apetito de absoluto que ilustra el movimiento esencial del drama humano (Camus;1997: 27). La autenticidad del ayunador no provenía de tener que soportar el ayuno, el problema era comer. Siempre era obligado a comer después de cuarenta días, porque según el empresario durante cuarenta días podía ir incrementando el interés de la ciudad por medio de una campaña publicitaria, pero transcurrido ese número de días el publico comenzaba a fallar. Sin embargo el ayunador, no estaba conforme, él habría aguantado mucho más: "se encontraba a gusto sentado sobre la paja y ahora tendrá que levantarse e ir a comer, con sólo pensarlo le provocaba náuseas, cuya manifestación ocultaba por respeto a las damas" (p.336). Nos cuenta Kafka que el artista "vivió así muchos años con fama aparente, pero sobre todo de mal humor, que fue empeorando al ver que nadie le tomaba en serio. Pero, ¿cómo se le podía consolar? ¿Qué podía desear más?" (p.337). Sin embargo su público fue perdiendo interés y el artista se despidió de su empresario, "el compañero inseparable de una carrera incomparable y se enroló en un gran circo" (p. 338). Pero un gran circo, con sus innumerables espectáculos hizo que el artista fuera perdiendo mayor interés. Su jaula fue colocada en un lugar fácilmente accesible cerca de los establos. El público se apresuraba a llegar a los establos para ver los animales, "probablemente hubieran permanecido allí más tiempo, si los que venían detrás no hubiesen impedido una contemplación más prolongada y reposada" (p.339). Pero a pesar de todo el ayunador continuo con su show: "ahora podía ayunar tanto como quisiera pero ya nadie podía salvarlo todos pasaban de largo" (p.340). Kafka no especifica cuanto tiempo dejó de comer hasta que llegó el final:

Una vez le llamó la atención la jaula a un guardia, quién preguntó a uno de los mozos por qué se dejaba esa jaula tan útil con paja podrida en el interior; nadie lo sabía, removieron la paja y lo encontraron.
¿Sigues ayunando? -pregunto el guardia-, ¿pero cuándo vas a dejarlo?
- Perdonadme todos -susurró el ayunador.
- Por supuesto -dijo el guarda- claro que te perdonamos.
-También quería que admirarais mi ayuno - dijo el ayunador.
- También lo admiramos -dijo el guardia con amabilidad.
- Pero no debéis admirarlo -dijo el ayunador.
- Entonces no lo admiramos -dijo el guarda-, pero, ¿por qué no íbamos a admirarlo?
- Porque estoy obligado a ayunar, no puedo hacer otra cosa.
- Pues mira qué bien, y ¿por qué no puedes hacer otra cosa? Preguntó el guardia.
- Porque -dijo el ayunador, levantó un poco la cabeza y habló con los labios ligeramente fruncidos, como para dar un beso, junto al oído del guarda, para que no se le escapase nada- porque yo no he podido encontrar una comida que me guste. Si la hubiera encontrado creedme, no habría tenido el más mínimo miramiento y me habría puesto morado como tú y todos.
- Esas fueron sus últimas palabras, pero en sus ojos rotos aún se podía vislumbrar el convencimiento fuerte y orgulloso de seguir ayunando
(p.341).


Referencias:

Camus Albert (1997) El mito de Sísifo Losada. Argentina.
Kierkegaard Soren (1996) Temor y Temblor Ramón Llaca y Cia. México.
Franz Kafka (2001) Cuentos completos Cofás Artes Gráficas. España.


Dr. Xavier Vilchis
Catedrático del Departamento de Humanidades del ITESM Campus Estado de México, México

Columnas anteriores