Por
Marina González
Número 38
A
doscientos años del fallecimiento de Immanuel Kant, parecería
obligatorio rendir un homenaje a quien ha sido considerado uno de
los fundadores de la racionalidad moderna, pero apelar al recuerdo
de este gran pensador no es necesario pues nunca ha sido olvidado,
al menos en lo que a Ética empresarial se refiere.
La
Ética como conocimiento filosófico pretende ser la
reflexión que hacemos sobre cómo vivir satisfactoriamente.
Esta reflexión comprende dos problemas fundamentales:
1.
¿Qué es vida satisfactoria? Comúnmente llamada
felicidad, es el aspecto material de la ética.
2. ¿Cómo es la mejor forma de actuar? Principalmente
se pregunta por las normas de conducta, es el aspecto formal de
la ética.
Ambos
aspectos son parte de la misma reflexión Ética que
plantea, como dice Paul Ricoeur, ¿cómo vivir bien
con y para los otros en instituciones justas?
Immanuel
Kant, apuesta por buscar la repuesta a la segunda cuestión
de la Ética: la cuestión de las normas morales, del
deber. Kant piensa que teorizar sobre lo que nos hace felices es
una discusión sin fin, pues en cuestión de felicidad
llegar a principios universales es imposible y una teoría
debe basarse en principios universales. En cambio, encontrar estos
principios sólo puede hacerse en el aspecto de cómo
debemos actuar, es decir, en la Ética Formal.
Concretamente
su apuesta es por lo que cree que es común a todos los seres
humanos, es decir, apuesta por la razón teórico-práctica:
Esto es, si usamos nuestra razón humana, si indagamos dentro
de ella y seguimos las reglas del razonamiento lógico, ella,
la razón, nos dirá CÓMO es que debemos actuar.
No hace falta que un principio exterior a nosotros nos dicte pautas
de acción, sea Dios, el sacerdote, el padre o el maestro;
todos y cada uno de nosotros -siguiendo los principios de la lógica
racional- podemos llegar a saber cómo actuar. “El cielo
estrellado sobre mí, y la ley moral dentro de mí.”
Crítica de la razón práctica (1788).
Tenía 64 años cuando llegaba a la conclusión
de que la ley moral emanaba de su propia racionalidad.
De
esta manera, Kant nos invita a salir de la minoría de edad
y del miedo a la libertad y a atrevernos a pensar por nosotros mismos,
a ser adultos. ¿Qué es la ilustración?
(1784). Tenía 60 años de edad).
Su
ética es una ética AUTÓNOMA en oposición
a otras éticas HETERÓNOMAS que reciben de otro (Dios,
sacerdote, autoridad) la instrucción de lo que es correcto
hacer. Es decir, si usamos la razón podemos por nosotros
mismos AUTODETERMINARNOS.
Según
Kant, si usamos correctamente nuestra RAZÓN, ésta
nos va a decir que lo que cuenta no es QUÉ buscamos u obtenemos
cuando actuamos sin CÓMO debemos actuar y debemos actuar
apegándonos a ese DEBER. Los motivos éticos que nos
lleven a actuar no deben ser por interés personal sino por
cumplimiento del deber que nuestra razón nos dicta: En otras
palabras, debemos ser racionales no interesados.
Este
mismo razonamiento “correcto” de Kant nos DEBE llevar
a descubrir los deberes o IMPERATIVOS MORALES que serán aquellos
que nos permitan autodeterminarnos. Reitero, Kant creía que
nuestra razón tiene la capacidad AUTODETERMINARNOS.
Kant
dice que hay dos tipos de deberes o IMPERATIVOS que nuestra recta
razón nos dicta en cuanto a comportamiento:
1.
Los imperativos hipotéticos:
Si quiero B debo hacer A, pero si no quiero B no tengo que hacer
A.
2. Los imperativos categóricos:
Debo hacer X en cualquier condición necesariamente (incondicionado,
sintético-práctico y necesario)
Y
llegó a 2 imperativos categóricos:
1.
Tratar siempre al ser humano como un fin y nunca sólo como
un medio. Y con ello reconoce la dignidad humana.
2. Toda acción moral debe poder ser convertida en ley universal.
Y con ello introduce al otro como límite de mi acción.
En
conclusión, son tres las ideas que resalto de la ética
de Kant: (1) Su ética es fundamentalmente formal. (2) La
autonomía y la autodeterminación gracias a la razón
teórico-práctica. (3) Los imperativos categóricos:
El ser humano siempre como un fin y la acción moral como
ley universal.
Pues
bien, pasemos al tema que nos ocupa que es discutir acerca de la
actualidad de esta propuesta Kantiana, y para ello, contextualicemos
a Kant.
Immanuel
Kant, filósofo alemán, nació en 1724 y murió
en 1804. 80 años vivió recluido en su misma ciudad
natal Königsberg que pertenecía a Prusia Oriental y
que posteriormente pasó a depender de Rusia. La influencia
del pensamiento kantiano ha trascendido las fronteras de su pequeña
ciudad no sólo en espacio, sino también en tiempo
y todavía hoy es reconocido como uno de los filósofos
que más aportaron con su pensamiento a la difícilmente
definida Modernidad, sin embargo, Kant jamás salió
de su pequeña ciudad.
Immanuel
Kant fue educado en el pietismo que, como todos saben, es una de
las religiones fundadoras del protestantismo. El pietismo se caracteriza
fundamentalmente por su ascetismo y desprendimiento de todo bien
superfluo, por su racionalismo e interpretación individual
de las escrituras y en consecuencia por su creencia en la salvación
individual. Asimismo, otras características que se atribuyen
son el aprecio por la laboriosidad, el ahorro, etc. Es de todos
sabida la anécdota acerca de la rigurosidad sistémica
de éste filósofo que durante años se concentró
en una rígida disciplina de trabajo, heredada de su educación
religiosa, a tal punto estricta que siguió la misma rutina
de estudio de tal suerte que la gente de su pueblo ponía
el reloj a tiempo a la hora –misma hora- que el filósofo
realizar su paseo diario.
De
esta educación pietista le viene su desinterés absoluto
por la pregunta de la Ética acerca del bien que planteamos
al principio de la exposición, porque en su ascetismo y racionalismo
lo único que lo conduce es la ley. “Hay que cumplir
la ley no por interés sino porque es ley”, diría
Kant. De esta misma educación pietista le viene el imperativo
moral de AUTODETERMINARNOS por medio de la razón práctica
expuesto en su Crítica a la razón práctica.
Kant
escribe el texto citado ¿Qué es la ilustración?
en 1784, a la edad de 60 años, y 4 años más
tarde, en 1788, Crítica a la razón práctica,
su Ética. Obviamente, además de su educación
férreamente pietista, todavía faltaban muchos años
para que se produjera todo el desarrollo de la medicina y de la
neurología que llevaría a Sigmund Freud al concepto
del inconsciente y su método psicoanalítico. Immanuel
Kant le apostó a lo único que tenía: su educación
en la razón y el autocontrol, pero lejos estaba de saber
del poder irracional -o mejor de otro tipo de racionalidad- del
inconsciente freudiano: Nuestros actos están grandemente
motivados por impulsos que desconocemos y, por ello, de los que
no podemos tener control, mucho menos determinarlos. En otras palabras,
no podemos autodeterminarnos absolutamente -al menos al grado al
que pretendía Kant-.
En
1788 era aún inexistente La genealogía de la moral
de Fiedrich Nietzsche, texto en el que expone que este afán
racionalista de nulificar los deseos, las pasiones y en sí
la vida a través del dominio de la razón científico-práctica
no es más que una muestra de la decadencia burguesa que,
ante su temor a la vida lucha, por autodomesticarse a través
de la educación.
Kant
también estaba lejos de la reflexión hermenéutica
del siglo XX que se da entre filósofos como Hans-Georg Gadamer
Verdad y Método; Michel Foucault Las palabras y
las cosas, El orden del discurso; Jürgen Habermas
“Conocimiento e interés”; y el mismo Paul Ricoeur
Los caminos de la interpretación, Existencia y hermenéutica;
por mencionar sólo algunos. Kant estaba lejos de aceptar
que la razón teórico, y menos aún la razón
teórico-práctica no es sólo una y menos desinteresada.
Los caminos de las distintas racionalidades -como formas de explicarnos
y ser en el Mundo- cruzan los valles de las distintas culturas,
razas, sexos, edades, temporalidades y no conducen al mismo fin.
Con
este muy breve contexto paso a decir con qué me quedo todavía
hoy de la perspectiva ética de Kant, y qué definitivamente
creo que debe quedar fuera:
CON
QUÉ ME QUEDO:
1.
Me quedo con su reconocimiento del ser humano como un fin y nunca
como un medio: DIGNIDAD HUMANA.
2.
Me quedo con la aportación que hace al reconocimiento del
otro como límite de mi acción: MI ACTO COMO LEY
UNIVERSAL.
3. Me quedo con la PETICIÓN DE ATREVERNOS A PENSAR POR
NOSOTROS MISMOS. Aunque todavía hay mucho que hacer aquí
pues la promesa de la modernidad de salir de la minoría
de edad -como vemos- aún no la hemos logrado.
CON
QUÉ NO ME QUEDO:
1.
No me quedo con la APUESTA EXCLUYENTE que hace SÓLO POR
LA RAZÓN TEÓRICO-PRÁCTICA COMO LEY ÚNICA
Y UNIVERSAL. NO HAY SÓLO UNA RACIONALIDAD. Si hubiera salido
de su pueblo se habría dado cuenta de ello.
2.
No me quedo con la apuesta a la AUTODETERMINACIÓN ABSOLUTA
DE LA RAZÓN. Si el inconsciente es el recinto de la mayor
parte de mis motivaciones, y por ello no soy consciente de ellas,
cómo autodeterminarme. No todas nuestras acciones son conscientes
y racionales y debemos vivir con ello, más aún,
qué bueno: somos humanos no máquinas programadas.
3.
No me quedo con la apuesta a la SOBREPODEROSA CAPACIDAD RACIONAL
DE ACTUAR POR DEBER Y SÓLO POR DEBER. Una cuestión
es saber qué debo hacer y otra poder hacerlo. Kant omitió
la capacidad de actuar y conectó directamente el conocimiento
con la acción, saltándose lo que en filosofía
se llama la VOLUNTAD y la VIRTUD.
4.
No me quedo con la EXCLUSIÓN QUE HACE DEL BIEN. Además
de que ya la historia nos mostró la fuerza motriz del interés
histórico incluso del mismo Kant que no se escapa del pensamiento
de su época y educación; qué sentido tiene
CUMPLIR EL DEBER si no es para obtener un bien. Qué sentido
tendría la norma ética y la vida misma si no es
por vivir satisfactoriamente. Además, el ser humano siempre
que actúa lo hace por obtener un bien -el bien pietista
en Kant-, aún renunciando a otro tipo de bienes, es decir,
el ser humano actúa por interés. Qué bien
que Kant reconoce la dignidad humana, pero si el ser humano nunca
puede ser visto sólo como un medio, mucho menos debe ser
vista la vida humana como un medio para cumplir la ley ética
sino la ley ética debe ser el medio para tener una buena
vida humana.
A
la ética formal kantiana le hace falta el sentido, el fin,
el bien que el cumplimiento de la norma permite alcanzar. Pero inicié
el presente comentario afirmando que la Ética formalista
kantiana nunca ha sido olvidada. Pues bien, en las últimas
décadas se ha puesto muy de moda un tipo de aplicación
-más que reflexión- ética que tiene que ver
con la ética en las empresas. A nivel mundial los grandes
consorcios se preocupan por infundir valores y pautas de conducta
en sus empleados que corresponden a la ética Kantiana y al
lema: “Las cosas aquí se hacen por la derecha y siempre
por la derecha”. Estos consorcios no han olvidado a Kant,
al contrario, su ética les es muy adecuada porque convence
-si no es que obliga- al empleado a cumplir con una serie de indicadores
de todo tipo, no sólo morales, y que excluye en la realidad
el sentido de este cumplimiento, negando a los empleados no sólo
bienes materiales tales como la remuneración debida, sino
incluso hasta la posibilidad del descanso necesario para la vida.
Al sistema de producción capitalista le viene muy bien la
ética kantiana para los trabajadores, pues posibilita la
acumulación de capital; pero no es ésta la ética
personal para los poseedores del capital. Ellos no sostienen una
ética kantiana sino una ética utilitarista y hedonista.
En
estos tiempos en los que todo puede ajustarse a las necesidades
del individuo, también la reflexión ética es
ajustable: Una ética del deber para los empleados de la empresa,
una ética del placer para los poseedores del capital.
Mtra.
Marina González Martínez
Catedrática del Departamento de Humanidades del ITESM
Campus Estado de México, México. |