Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la Revista Contribuciones Directorio Buzón Motor de búsqueda


Abril
2004

 

Número del mes
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52) 58 64 56 13
Fax. (52) 58 64 56 13

Filosofía, Cultura y Sociedad

La Ética Empresarial Kantiana

 

Por Marina González
Número 38

A doscientos años del fallecimiento de Immanuel Kant, parecería obligatorio rendir un homenaje a quien ha sido considerado uno de los fundadores de la racionalidad moderna, pero apelar al recuerdo de este gran pensador no es necesario pues nunca ha sido olvidado, al menos en lo que a Ética empresarial se refiere.

La Ética como conocimiento filosófico pretende ser la reflexión que hacemos sobre cómo vivir satisfactoriamente. Esta reflexión comprende dos problemas fundamentales:

1. ¿Qué es vida satisfactoria? Comúnmente llamada felicidad, es el aspecto material de la ética.
2. ¿Cómo es la mejor forma de actuar? Principalmente se pregunta por las normas de conducta, es el aspecto formal de la ética.

Ambos aspectos son parte de la misma reflexión Ética que plantea, como dice Paul Ricoeur, ¿cómo vivir bien con y para los otros en instituciones justas?

Immanuel Kant, apuesta por buscar la repuesta a la segunda cuestión de la Ética: la cuestión de las normas morales, del deber. Kant piensa que teorizar sobre lo que nos hace felices es una discusión sin fin, pues en cuestión de felicidad llegar a principios universales es imposible y una teoría debe basarse en principios universales. En cambio, encontrar estos principios sólo puede hacerse en el aspecto de cómo debemos actuar, es decir, en la Ética Formal.

Concretamente su apuesta es por lo que cree que es común a todos los seres humanos, es decir, apuesta por la razón teórico-práctica: Esto es, si usamos nuestra razón humana, si indagamos dentro de ella y seguimos las reglas del razonamiento lógico, ella, la razón, nos dirá CÓMO es que debemos actuar. No hace falta que un principio exterior a nosotros nos dicte pautas de acción, sea Dios, el sacerdote, el padre o el maestro; todos y cada uno de nosotros -siguiendo los principios de la lógica racional- podemos llegar a saber cómo actuar. “El cielo estrellado sobre mí, y la ley moral dentro de mí.” Crítica de la razón práctica (1788). Tenía 64 años cuando llegaba a la conclusión de que la ley moral emanaba de su propia racionalidad.

De esta manera, Kant nos invita a salir de la minoría de edad y del miedo a la libertad y a atrevernos a pensar por nosotros mismos, a ser adultos. ¿Qué es la ilustración? (1784). Tenía 60 años de edad).

Su ética es una ética AUTÓNOMA en oposición a otras éticas HETERÓNOMAS que reciben de otro (Dios, sacerdote, autoridad) la instrucción de lo que es correcto hacer. Es decir, si usamos la razón podemos por nosotros mismos AUTODETERMINARNOS.

Según Kant, si usamos correctamente nuestra RAZÓN, ésta nos va a decir que lo que cuenta no es QUÉ buscamos u obtenemos cuando actuamos sin CÓMO debemos actuar y debemos actuar apegándonos a ese DEBER. Los motivos éticos que nos lleven a actuar no deben ser por interés personal sino por cumplimiento del deber que nuestra razón nos dicta: En otras palabras, debemos ser racionales no interesados.

Este mismo razonamiento “correcto” de Kant nos DEBE llevar a descubrir los deberes o IMPERATIVOS MORALES que serán aquellos que nos permitan autodeterminarnos. Reitero, Kant creía que nuestra razón tiene la capacidad AUTODETERMINARNOS.

Kant dice que hay dos tipos de deberes o IMPERATIVOS que nuestra recta razón nos dicta en cuanto a comportamiento:

1. Los imperativos hipotéticos:
Si quiero B debo hacer A, pero si no quiero B no tengo que hacer A.

2. Los imperativos categóricos:
Debo hacer X en cualquier condición necesariamente (incondicionado, sintético-práctico y necesario)

Y llegó a 2 imperativos categóricos:

1. Tratar siempre al ser humano como un fin y nunca sólo como un medio. Y con ello reconoce la dignidad humana.
2. Toda acción moral debe poder ser convertida en ley universal. Y con ello introduce al otro como límite de mi acción.

En conclusión, son tres las ideas que resalto de la ética de Kant: (1) Su ética es fundamentalmente formal. (2) La autonomía y la autodeterminación gracias a la razón teórico-práctica. (3) Los imperativos categóricos: El ser humano siempre como un fin y la acción moral como ley universal.

Pues bien, pasemos al tema que nos ocupa que es discutir acerca de la actualidad de esta propuesta Kantiana, y para ello, contextualicemos a Kant.

Immanuel Kant, filósofo alemán, nació en 1724 y murió en 1804. 80 años vivió recluido en su misma ciudad natal Königsberg que pertenecía a Prusia Oriental y que posteriormente pasó a depender de Rusia. La influencia del pensamiento kantiano ha trascendido las fronteras de su pequeña ciudad no sólo en espacio, sino también en tiempo y todavía hoy es reconocido como uno de los filósofos que más aportaron con su pensamiento a la difícilmente definida Modernidad, sin embargo, Kant jamás salió de su pequeña ciudad.

Immanuel Kant fue educado en el pietismo que, como todos saben, es una de las religiones fundadoras del protestantismo. El pietismo se caracteriza fundamentalmente por su ascetismo y desprendimiento de todo bien superfluo, por su racionalismo e interpretación individual de las escrituras y en consecuencia por su creencia en la salvación individual. Asimismo, otras características que se atribuyen son el aprecio por la laboriosidad, el ahorro, etc. Es de todos sabida la anécdota acerca de la rigurosidad sistémica de éste filósofo que durante años se concentró en una rígida disciplina de trabajo, heredada de su educación religiosa, a tal punto estricta que siguió la misma rutina de estudio de tal suerte que la gente de su pueblo ponía el reloj a tiempo a la hora –misma hora- que el filósofo realizar su paseo diario.

De esta educación pietista le viene su desinterés absoluto por la pregunta de la Ética acerca del bien que planteamos al principio de la exposición, porque en su ascetismo y racionalismo lo único que lo conduce es la ley. “Hay que cumplir la ley no por interés sino porque es ley”, diría Kant. De esta misma educación pietista le viene el imperativo moral de AUTODETERMINARNOS por medio de la razón práctica expuesto en su Crítica a la razón práctica.

Kant escribe el texto citado ¿Qué es la ilustración? en 1784, a la edad de 60 años, y 4 años más tarde, en 1788, Crítica a la razón práctica, su Ética. Obviamente, además de su educación férreamente pietista, todavía faltaban muchos años para que se produjera todo el desarrollo de la medicina y de la neurología que llevaría a Sigmund Freud al concepto del inconsciente y su método psicoanalítico. Immanuel Kant le apostó a lo único que tenía: su educación en la razón y el autocontrol, pero lejos estaba de saber del poder irracional -o mejor de otro tipo de racionalidad- del inconsciente freudiano: Nuestros actos están grandemente motivados por impulsos que desconocemos y, por ello, de los que no podemos tener control, mucho menos determinarlos. En otras palabras, no podemos autodeterminarnos absolutamente -al menos al grado al que pretendía Kant-.

En 1788 era aún inexistente La genealogía de la moral de Fiedrich Nietzsche, texto en el que expone que este afán racionalista de nulificar los deseos, las pasiones y en sí la vida a través del dominio de la razón científico-práctica no es más que una muestra de la decadencia burguesa que, ante su temor a la vida lucha, por autodomesticarse a través de la educación.

Kant también estaba lejos de la reflexión hermenéutica del siglo XX que se da entre filósofos como Hans-Georg Gadamer Verdad y Método; Michel Foucault Las palabras y las cosas, El orden del discurso; Jürgen Habermas “Conocimiento e interés”; y el mismo Paul Ricoeur Los caminos de la interpretación, Existencia y hermenéutica; por mencionar sólo algunos. Kant estaba lejos de aceptar que la razón teórico, y menos aún la razón teórico-práctica no es sólo una y menos desinteresada. Los caminos de las distintas racionalidades -como formas de explicarnos y ser en el Mundo- cruzan los valles de las distintas culturas, razas, sexos, edades, temporalidades y no conducen al mismo fin.

Con este muy breve contexto paso a decir con qué me quedo todavía hoy de la perspectiva ética de Kant, y qué definitivamente creo que debe quedar fuera:

CON QUÉ ME QUEDO:

1. Me quedo con su reconocimiento del ser humano como un fin y nunca como un medio: DIGNIDAD HUMANA.

2. Me quedo con la aportación que hace al reconocimiento del otro como límite de mi acción: MI ACTO COMO LEY UNIVERSAL.


3. Me quedo con la PETICIÓN DE ATREVERNOS A PENSAR POR NOSOTROS MISMOS. Aunque todavía hay mucho que hacer aquí pues la promesa de la modernidad de salir de la minoría de edad -como vemos- aún no la hemos logrado.

CON QUÉ NO ME QUEDO:

1. No me quedo con la APUESTA EXCLUYENTE que hace SÓLO POR LA RAZÓN TEÓRICO-PRÁCTICA COMO LEY ÚNICA Y UNIVERSAL. NO HAY SÓLO UNA RACIONALIDAD. Si hubiera salido de su pueblo se habría dado cuenta de ello.

2. No me quedo con la apuesta a la AUTODETERMINACIÓN ABSOLUTA DE LA RAZÓN. Si el inconsciente es el recinto de la mayor parte de mis motivaciones, y por ello no soy consciente de ellas, cómo autodeterminarme. No todas nuestras acciones son conscientes y racionales y debemos vivir con ello, más aún, qué bueno: somos humanos no máquinas programadas.

3. No me quedo con la apuesta a la SOBREPODEROSA CAPACIDAD RACIONAL DE ACTUAR POR DEBER Y SÓLO POR DEBER. Una cuestión es saber qué debo hacer y otra poder hacerlo. Kant omitió la capacidad de actuar y conectó directamente el conocimiento con la acción, saltándose lo que en filosofía se llama la VOLUNTAD y la VIRTUD.

4. No me quedo con la EXCLUSIÓN QUE HACE DEL BIEN. Además de que ya la historia nos mostró la fuerza motriz del interés histórico incluso del mismo Kant que no se escapa del pensamiento de su época y educación; qué sentido tiene CUMPLIR EL DEBER si no es para obtener un bien. Qué sentido tendría la norma ética y la vida misma si no es por vivir satisfactoriamente. Además, el ser humano siempre que actúa lo hace por obtener un bien -el bien pietista en Kant-, aún renunciando a otro tipo de bienes, es decir, el ser humano actúa por interés. Qué bien que Kant reconoce la dignidad humana, pero si el ser humano nunca puede ser visto sólo como un medio, mucho menos debe ser vista la vida humana como un medio para cumplir la ley ética sino la ley ética debe ser el medio para tener una buena vida humana.

A la ética formal kantiana le hace falta el sentido, el fin, el bien que el cumplimiento de la norma permite alcanzar. Pero inicié el presente comentario afirmando que la Ética formalista kantiana nunca ha sido olvidada. Pues bien, en las últimas décadas se ha puesto muy de moda un tipo de aplicación -más que reflexión- ética que tiene que ver con la ética en las empresas. A nivel mundial los grandes consorcios se preocupan por infundir valores y pautas de conducta en sus empleados que corresponden a la ética Kantiana y al lema: “Las cosas aquí se hacen por la derecha y siempre por la derecha”. Estos consorcios no han olvidado a Kant, al contrario, su ética les es muy adecuada porque convence -si no es que obliga- al empleado a cumplir con una serie de indicadores de todo tipo, no sólo morales, y que excluye en la realidad el sentido de este cumplimiento, negando a los empleados no sólo bienes materiales tales como la remuneración debida, sino incluso hasta la posibilidad del descanso necesario para la vida. Al sistema de producción capitalista le viene muy bien la ética kantiana para los trabajadores, pues posibilita la acumulación de capital; pero no es ésta la ética personal para los poseedores del capital. Ellos no sostienen una ética kantiana sino una ética utilitarista y hedonista.

En estos tiempos en los que todo puede ajustarse a las necesidades del individuo, también la reflexión ética es ajustable: Una ética del deber para los empleados de la empresa, una ética del placer para los poseedores del capital.


Mtra. Marina González Martínez
Catedrática del Departamento de Humanidades del ITESM Campus Estado de México, México.

Columnas anteriores