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Por Carlos Palmeros
Número 41
Cada vez más
se ha hecho presente en nuestras vidas el tema del desarrollo sostenible,
como si se tratara de una nueva “moda” que está
en boca de más y más gente, para que, al final, quizás
poco tiempo después desaparezca como tema de conversación
de la población; al menos eso es lo que algunos podrían
pensar, al considerar al desarrollo sostenible como algo “sin
importancia”, que representa más dificultades que beneficios,
y que es más coherente por lo pronto actuar como lo hemos
hecho hasta ahora, es decir, sin considerar en nuestras acciones
el verdadero compromiso de lograr desarrollarnos de manera sustentable.
En este escrito trataré de justificar desde el punto de vista
filosófico el por qué debemos todos nosotros estar
comprometidos con el desarrollo sustentable a nivel mundial, y por
qué debemos inculcar esta nueva cultura en nuestros estudiantes
y futuros profesionales, quienes potencialmente serán los
principales responsables de llevar las riendas del desarrollo mundial.
El concepto de desarrollo sostenible
que estoy considerando para fines de este artículo va de
acuerdo al propuesto por la Comisión Mundial del Ambiente
y el Desarrollo (World Comisión on Environment and Development),
el cual establece que, “el desarrollo sostenible es aquel
que satisface las necesidades de las generaciones actuales, de tal
manera que no se arriesgue la satisfacción de las necesidades
de las generaciones futuras”. Con esta definición como
referencia, pienso que algunas teorías filosóficas
como el utilitarismo, propuesto por John S. Mill, y lo referente
al imperativo categórico y la buena voluntad de Kant representan
un buen fundamento para la justificación de una educación
cuyo objetivo (entre muchos otros) sea el lograr desarrollar en
los estudiantes una conciencia hacia el desarrollo sostenible.
John S. Mill estableció (a
diferencia de Jeremy Bentham) una filosofía utilitarista
que estaba más enfocada hacia la sociedad, es decir, la idea
de ésta es lograr maximizar la felicidad del mayor número
de personas posible; las acciones de cada miembro de una comunidad
deberán estar enfocadas a lograr este fin. Esta filosofía
plantearía que el actuar debe estar orientado al beneficio
de los miembros de la comunidad, y no sólo al beneficio propio.
Un ejemplo de la aplicación de este principio podría
estar muy bien representado en la repartición de algún
o algunos bienes a un cierto número de personas. Si, por
ejemplo, tenemos que una escuela de gobierno ha comprado 25 suéteres
para ser repartidos en uno de sus grupos de primaria, el cual consta
de 25 alumnos, la repartición que traería el mayor
beneficio o felicidad del mayor número posible de personas,
sería el darles un suéter a cada uno de los alumnos
del grupo. Podríamos darles dos suéteres a algunos
alumnos, pero dejaríamos a algunos otros sin siquiera un
suéter para ellos, lo cual los dejaría sin poder disfrutar
de este beneficio (disponer del suéter para protegerse del
frío), dando como resultado que el beneficio total para estos
niños no sea maximizado.
Desde el punto de vista de la filosofía
Kantiana, tal y como establece Kant en su libro “Groundwork
of the Metaphysics of Morals”, todos nosotros debemos actuar
por buena voluntad, pero viendo esta buena voluntad más que
nada como tener una genuina buena intención como detonante
de nuestras acciones. Asimismo, debemos regir todas nuestras acciones
de acuerdo a lo que sea universalmente aceptado, es decir, debemos
realizar aquellas acciones que, desde el punto de vista universal
sean aceptadas como buenas acciones. Esto implica además,
que no podemos tratar a las personas como medios para lograr nuestros
objetivos, sino que más bien debemos considerar a nuestros
semejantes como fines en sí mismos.
¿En qué se relaciona
todo esto con el desarrollo sostenible?...
Pues, desde el punto de vista del
utilitarismo, los recursos naturales en los últimos años
se han explotado siguiendo los criterios particulares de las corporaciones
más poderosas del mundo, más que de acuerdo a una
verdadera preocupación por conseguir el desarrollo sostenible
de las diversas comunidades. Muestras de ello se pueden ver en las
diversas formas como se han ido sobre explotando los bosques en
las última décadas, o cómo se han ido agotando
diversas tierras de cultivo en el mundo. Hace algunos años,
en dichas tierras se podían producir una buena cantidad de
alimentos al año pero, debido a su sobre explotación,
se han ido agotado sus nutrientes naturales a grado tal que ahora
se requiere el uso de diversos fertilizantes (con potenciales consecuencias
para el ser humano) o, inclusive, estas tierras ya no pueden ser
utilizadas para el cultivo de alimentos para el hombre. En otras
palabras, la sobre explotación indiscriminada ha logrado
satisfacer los intereses particulares de una pequeña parte
de la población, más no de la generalidad de la comunidad,
como busca el utilitarismo, poniendo de esta manera en riesgo el
adecuado desarrollo de las futuras generaciones.
Por otro lado, desde el punto de
vista de la filosofía Kantiana, creo que el creciente deterioro
de nuestros recursos naturales de ninguna manera podría ser
aceptado por la generalidad de la población, si ésta
estuviera debidamente informada de las consecuencias que esto conlleva
a futuro para ellos y para sus descendientes. Claro está
que en este caso los únicos que no dicen nada al respecto
son las grandes corporaciones que financian esta sobreexplotación
de recursos naturales para lograr beneficios económicos propios
a corto plazo, sin estar realmente conscientes de las verdaderas
consecuencias que esto puede tener a largo plazo para el resto del
mundo.
Cabe mencionar que, a pesar de que
las grandes corporaciones suelen ser las más vigiladas por
las principales instituciones ecologistas para evitar la explotación
indiscriminada de recursos naturales, también es importante
recalcar por ejemplo, la existencia de los taladores clandestinos
de árboles, quienes no están adjudicados a alguna
empresa reconocida (al menos no de manera oficial), y se dedican
a realizar sus trabajos de tala inmoderada en los bosques de varios
estados del país. Estas personas pasan “desapercibidas”
ante las principales autoridades encargadas de la vigilancia de
la integridad de nuestros recursos naturales, por carecer dichas
autoridades de adecuados sistemas de vigilancia que permitan detectar
este tipo de irregularidades (aunado esto obviamente a la inmensa
extensión de bosques por vigilar y al creciente número
de taladores clandestinos que se concentran en diversos puntos dentro
de estos bosques). Sin embargo, lo que ha sido evidente en este
sentido es el sensible deterioro de nuestros bosques en diversos
lugares situados en los estados de Hidalgo, México y Chiapas,
entre otros.
Sin embargo, hay varios puntos que
me gustaría aclarar respecto a las filosofías de Mill
y Kant en cuanto a su aplicación al desarrollo sostenible.
Por un lado, Mill en su filosofía utilitarista no define
claramente en qué consiste la felicidad que se pretende lograr
para el mayor número de personas posible (como ya lo había
mencionado anteriormente). Muchos podrían pensar que el dinero
constituiría dicha felicidad; sin embargo, yo no creería
esto, debido a que es precisamente esta “falsa” felicidad
la que ha generado tanto interés por seguir sobre explotando
los recursos naturales. Más bien considero que el concepto
de felicidad que se debe perseguir es precisamente la seguridad
de poderles garantizar a las futuras generaciones su propia continuación,
sin arriesgar su supervivencia, porque, a final de cuentas, sin
recursos naturales, las empresas no pueden fabricar sus productos,
y sin éstos, no se pueden obtener ingresos que permitan la
supervivencia de la empresa (y de todos sus empleados) en el tiempo.
Por otro lado, se podría llegar a considerar que existe una
contradicción entre las filosofías de Mill y Kant
que estoy considerando como fundamento del desarrollo sostenible.
Por un lado, Mill considera que se debe maximizar el beneficio del
mayor número de personas posible, lo cual implica no incluir
a la totalidad de la población; mientras que Kant establece
que nuestras acciones deben ser aceptadas universalmente (lo cual
incluye a todos los seres humanos de todo el mundo, sin importar
religiones, culturas, naciones, etc.). En este sentido pienso que
lo que es útil tomar de ambas filosofías es el hecho
de que para lograr garantizar el máximo beneficio para el
mayor número de personas posible (que en realidad se trata
de un beneficio muy importante para toda la humanidad), debemos
incorporar en nuestros actos los lineamientos del desarrollo sostenible,
ya que está en juego la supervivencia de todos nosotros,
y no sólo de los más poderosos o los más “influyentes”.
Sin recursos naturales suficientes se pone en riesgo la supervivencia
de toda la humanidad, sin considerar estatus social o político.
Definitivamente se requiere un cambio
de estrategia; un cambio que genere una verdadera buena voluntad
o genuina intención de hacer un uso más eficiente
de los recursos naturales del mundo de tal manera que no se condene
la supervivencia de las futuras generaciones. Hay que considerar
que las futuras generaciones tienen el mismo derecho que nosotros
a satisfacer sus necesidades como comunidad (porque también
cada persona de estas futuras generaciones representará un
fin en sí misma y no un medio para otros fines).
Pienso que una manera efectiva de
comenzar este cambio es con la educación de nuestros alumnos.
Nuestra labor como profesores es precisamente ayudar a crear esta
buena voluntad y genuina intención en nuestros estudiantes
por conservar nuestro mundo y sus recursos naturales, evitando,
de entrada, el creciente deterioro en el que se ha visto inmerso
en las últimas décadas; pero este “despertar
de conciencia” debe comenzar desde los primeros años
de educación escolar, no desde los niveles de bachillerato
o universitario, para que entonces seamos capaces de atacar el problema
de raíz de manera más efectiva. El desarrollo sostenible
debe estar presente en nuestras vidas desde muy temprana edad, para
así asegurar la supervivencia del mundo. Hablando de los
planes de estudio de las escuelas primarias y secundarias, e inclusive
de grados menores a estas dos etapas, se deberá reforzar
la educación que fomente el desarrollo sostenible, mediante
la difusión de la cultura del reciclaje en todos los ámbitos
de la vida (no solamente en el escolar o del trabajo), del uso eficiente
de recursos naturales renovables y no renovables (agua, petróleo,
papel, productos desechables, etc.). Creo que debemos “rediseñar”
la educación de nuestros alumnos e hijos, haciéndoles
ver que de alguna manera nosotros dependemos de la Madre Naturaleza
y no ella de nosotros, que debemos cuidarla porque nosotros no somos
sus dueños y no tenemos la capacidad de “crear”
más recursos naturales conforme los vayamos necesitando,
por lo que debemos cuidar de lo que todavía disponemos en
estos momentos.
Referencias:
John
Stuart Mill, On Liberty and Other Essays, (Oxford: Oxford
University Press, 1998) 142.
Manuel Kant, Groundwork of the Metaphysics of Morals, traducido
y editado por Mary Gregor (Cambridge, Cambridge University Press,
2002) 7-8.
Comisión Mundial del Ambiente y el Desarrollo (World Commission
on Environment and Development), “Our Common Future”,
(Nueva York, Oxford University Press, 1987), 4, definición
de desarrollo sostenible vista en <http://www.arch.hku.hk/research/BEER/sustain.htm>,
revisada el 27 de julio de 2004.
Mtro.
Carlos Rafael Palmeros Avalos
Profesor del departamento de Estudios Sociales y Relaciones Internacionales
del ITESM Campus Estado de México,
México. |