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2004

 

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Filosofía, Cultura y Sociedad

¿Deben ser las Buenas Costumbres un Imperativo Categórico o un Imperativo Hipotético?

 

Por Enrique León
Número 41

Manuel Kant (1785/1975) distingue, dentro de su Fundamentación de la metafísica de las costumbres, el imperativo categórico del imperativo hipotético; mientras el primero es obligatorio, el segundo es meramente opcional o hecho por conveniencia. El imperativo categórico es un mandato incondicional, absoluto, que declara la acción objetivamente necesaria en sí, sin referencia a ningún propósito extrínseco. Para Kant sólo este tipo de imperativo es propiamente un imperativo de la moralidad. Por lo tanto, se actúa por el simple hecho de que las cosas son buenas y como deben ser; sin embargo, si éstas se hacen por alguna conveniencia mezquina y egoísta, entonces pierden su utilidad en el sentido moral. Con base en ello, si el imperativo categórico es la base de la moral, entonces todo aquello que hagamos deberá ser de acuerdo con éste, que en palabras simples podría traducirse como no hagas lo que no te gustaría que otros hicieran. El título de este artículo aspira llevarnos a comprender que no importa la época, no debemos olvidar nuestra postura y la intencionalidad de nuestros actos. Muchas veces hacemos a un lado las formas, y creyéndonos libres, olvidamos que nuestra libertad termina precisamente donde comienza la libertad de los demás, la cual nadie tiene derecho a pisotear. Si actuamos y tratamos a los demás de la misma manera en la que nosotros quisiéramos que los demás nos tratasen, seguramente resolveríamos muchas diferencias sin ningún problema.

La razón por la que escribo esto, se las relato a continuación:

El pasado día primero de septiembre México tuvo la oportunidad de escuchar de boca de su primer mandatario el informe de las acciones que llevó a cabo durante su cuarto año de gobierno.

De acuerdo a la ley, este informe se le da al H. Congreso de la Unión, cuyos miembros desde sus curules deben prestar cabal atención a sus palabras para poder discutirlo en su momento y darle una íntegra respuesta apegada a lo que en justicia deba ser.

En muchas ocasiones he tenido oportunidad de ser testigo de este tipo de eventos, ya que año con año se va dando fiel cumplimiento a lo estipulado en la ley, no importando quién esté en el poder. Pero curiosamente cada año, en lugar de evolucionar de manera positiva, me doy cuenta de una degeneración paulatina que va empeorando. ¿Acaso el resultado es lo que cuestiona el maestro Gerardo Blas en el número anterior? ¿Acaso vamos involucionando en lugar de madurar?

Lo pregunto porque el comportamiento de un gran número de diputados de la oposición fue de una total falta de respeto al primer mandatario al interrumpirlo en repetidas ocasiones, sin guardar la compostura que se espera en actos que requieren la solemnidad del protocolo establecido.

Vemos que escudándose en la libertad de expresión, poco a poco se ha ido perdiendo la compostura hasta llegar al absurdo. Lejos de dar a conocer sus opiniones sobre el informe en tiempo y forma, nuestros diputados dieron muestra de una total falta de educación, pues de manera irrespetuosa se dirigieron a la persona del primer mandatario.

Cuando a nuestras nuevas generaciones les debemos de inculcar civismo y prácticas de respeto a las instituciones, así como cariño a la patria, lo primero que ven es el mal ejemplo que les dan quienes llevan actualmente las riendas de la nación, con un comportamiento que deja mucho qué desear. En el caso referido, la que debiera ser la crema y nata de nuestra sociedad, nuestros legisladores.

Es bien sabido que el ejemplo arrastra y por lo mismo, con mucho detenimiento, nos debemos poner a pensar lo que hacemos como miembros de una sociedad de adultos que, por el momento, tenemos prestadas las riendas de nuestra nación. De no hacerlo, lo que vamos a lograr es que día con día se vaya perdiendo el sentido de las cosas hasta llegar a una anarquía de la que con mucha dificultad se va a poder salir, y digo esto sin estar seguro de que ya estemos dentro de una situación si no anárquica, sí a punto de cruzar sus umbrales.

Yo recuerdo que cuando era niño mis mayores me enseñaron un dicho popular que dice que lo cortés no quita lo valiente. Me pregunto si eso ya no tiene sentido para nuestros congresistas ya que, si bien todos tenemos el derecho de pensar y expresar lo nuestro, debemos tener la mesura de hacerlo siempre respetando a los demás y a nosotros mismos.

Se ha llegado a un momento de libertad en nuestro país que antes no existía. Ahora podemos expresar todo lo que pensamos y me atrevo a decir que sin la represión que en otras épocas se pudo ver. ¿Por qué entonces, no aprovechar esa libertad para hacerlo debidamente en lugar de abusar y caer en la vulgaridad que devalúa a quien lo hace?

Bien lo dijo Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo” (Lewis, s.f.). Si bien no tenemos que estar de acuerdo con todo lo que nos dicen los demás, porque de alguna manera por eso estamos en una democracia que da lugar a una pluralidad de pensamientos e ideologías, sí es importante saber escuchar antes de hablar para construir en forma conjunta lo que se desea de manera positiva. Nunca vamos a quedar totalmente de acuerdo y eso no es lo que debe pretenderse, pues entonces generaríamos un totalitarismo indeseable, pero sí debemos buscar, entre todos, generar un consenso que de manera colegiada y madura permita el avance de la sociedad de nuestro país hacia derroteros positivos que nos den la oportunidad de mantener en alto los principios que los bastiones de su libertad enarbolan.

Basta de demagogia sin sentido que sólo cuida intereses individuales. Hagamos más, hagamos que nuestra patria sea eso, una verdadera patria de la cual nos podamos sentir orgullosos como parte activa de su ser y no como entes pasivos que gustan de evitar avanzar y de obstaculizar a los demás. Para salir adelante hay que tener una visión clara de lo que se desea alcanzar y emprender, con acciones claras y en conjunto, el camino que se deba seguir, cada quién avanzando con paso firme y llevando la convicción de que la salida debe ser de todos y no mía solamente. Si pensamos en todos, lo podremos hacer, pero si lo hacemos de manera egoísta, ni podremos avanzar como individuos ni como sociedad y mucho menos como nación.

Por eso pregunto: ¿Debemos llevar las buenas costumbres o reglas de buena convivencia como parte intrínseca y espontánea de nuestro diario proceder? o ¿Tenemos que actuar por temor a que se nos reprenda por no seguirlas? ¿Qué es mejor para nuestra patria? ¿Qué es mejor para nosotros? ¿Qué es lo que nos debe dictar nuestra conciencia? ¿Cuál es la imagen que queremos dar de nosotros y queremos dejar como legado?

Les dejo, mis queridos lectores, con estas preguntas que invitan a la reflexión crítica, y con un poema de Nezahualcóyotl (Poesía de Nezahualcóyotl , s.f.) para visualizar con seriedad lo que nos proponemos hacer por nuestro futuro.

Un recuerdo que dejo

¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos


Referencias:

Kant, M. (1975). Fundamentación de la Metafísica de las costumbres. (F. Larroyo, Trad.). México, D.F.: Porrúa (Trabajo original publicado en 1785)
Lewis, J. (s.f.). Voltaire: The Incomparable Infidel. Recuperado el 20 de septiembre de 2004 de <http://www.positiveatheism.org/hist/lewis/lewvolt.htm#TOC>
Poesía de Nezahualcóyotl (s.f.). Recuperado el 20 de septiembre de 2004 de <http://www.los-poetas.com/NETZ1.HTM>


Mtro. Enrique Agustín León Langridge
Profesor del departamento de Estudios Sociales y Relaciones Internacionales del ITESM Campus Estado de México, México.

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