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2005

 

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Filosofía, Cultura y Sociedad

El Estado como Botín

 

Por Martha García
Número 47

No me contéis más cuentos
Ya se han contado todos.
Todos se han dicho y se han escrito.
Y todos se han ovillado y archivado.

León Felipe

Los últimos resultados de Transparencia Internacional señalan a nuestro país en una posición incómoda frente al resto de las naciones pues junto a Ghana, Panamá, Perú y Turquía aparece en el lugar 651 del Índice de Percepción de la Corrupción 2005 (IPC), si bien es un índice que sólo nos proporciona un panorama inmediato, evidentemente pone sobre la mesa de discusión el tema de la corrupción, aspecto que a pesar de ser por todos conocido, no lo consideran los aspirantes a la presidencia y dentro de sus propuestas (aún incipientes) lo pasan por alto por la sencilla razón de que algunos de ellos son parte y/o producto de este problema estructural que afecta duramente a la sociedad mexicana.

Junto con la corrupción uno de los retos de nuestro país es la pobreza. Al comparar el Índice de Percepción de la Corrupción 2005 con los resultados del Índice de Desarrollo Humano (IDH) del mismo año, es evidente la relación que existe entre ambos, basta señalar que Islandia, el país percibido como el de menor corrupción, se encuentra ubicado en el segundo lugar de calidad de vida (medida por IDH), solo después de Noruega que también se encuentra entre los 10 mejores ubicados en el IPC. En el extremo contrario se encuentra Haití en el lugar 153 del IDH (el país con el índice más bajo de América Latina y el Caribe) y en el 155 del IPC solo antes de Myanmar2

Cuadro 1

País / Territorio
Índice de Percepción de la Corrupción 2005 (IPC)
Índice de Desarrollo Humano 2005 (IDH)
Islandia 1 2
Finlandia 2 13
Nueva Zelanda 2 19
Dinamarca 4 14
Suecia 6 6
Suiza 7 7
México 65 53
Niger 126 177
Venezuela 130 75
Paraguay 144 88
Nigeria 152 158
Haiti 155 153
Myanmar 155 129
Fuente: Elaboración propia en base a datos del Índice de Percepción de la Corrupción 2005 (IPC) y del Informe sobre el Índice de Desarrollo Humano 2005 (IDH).

Según datos oficiales, de la propia Secretaría de Desarrollo Social, en México más de la mitad de la población se encuentra en pobreza, y a pesar del evidente vínculo corrupción-pobreza, al parecer en este año electoral nuevamente el tema de la corrupción brillará por su ausencia en los debates nacionales, incluso parecería que el o los acuerdos de civilidad que llegasen a firmarse solo garantizarían para los firmantes que su pasado político no pasará por el tamiz de la opinión pública.

Y a pesar de los avances del proceso democrático, en el país existe el riesgo de caer en un régimen imagocrático que se construye en medio de la corrupción y domina las imágenes y representaciones de la sociedad, y lo que logra es perpetuar el poder oculto de una mafia corrupta que mantiene estáticas a las instituciones de la democracia representativa. El sistema retroalimenta su ineficiencia, pues a pesar del alto costo para las finanzas públicas (recordemos que el proceso electoral del país es uno de los más caros del mundo3) el nulo nivel de propuestas de los principales precandidatos a la Presidencia de la República, no solo no motiva una amplia participación del electorado, incluso desalienta, y la apatía electoral (como lo demostraron las elecciones en el Estado de México) ronda ya desde las elecciones internas de los diferentes partidos, pese al bombardeo televisivo y la lluvia de encuestas que día a día nos presentan un “panorama certero de los presidenciables”.

¿Qué podemos concluir de los resultados de esta guerra de encuestas? No nos dicen quién tiene más posibilidad de ganar, pues cada partido, incluso precandidato tiene sus propias encuestas y lectura de ellas. Lo que sí nos deja claro es que las esperanzas del anhelado cambio del año 2000, paulatinamente se fueron diluyendo con los magros logros alcanzados en el presente sexenio: El paupérrimo crecimiento económico, la falta de acuerdos mínimos para alcanzar reformas para transformar dinámicamente al país, lo errática de la política exterior y los escándalos permanentes en el régimen han terminado por generar en la población un ánimo de nostalgia por el régimen priista o más aún por un gobierno con un Estado desarrollista al estilo de los setenta que no va más allá del asistencialismo como política.

Corremos el riesgo o “estamos ante la posibilidad” de ser gobernados desde Partido Revolucionario Institucional, neoliberal en lo económico, corporativo en lo social y represivo en lo político. Otra vez, la población con su voto puede legitimar a los que piensan copar el Estado de manera rampante y patrimonialista, pareciera que el mal endémico de la corrupción está en cada uno de nosotros, y necesitáramos retroalimentarnos cada día, de los mismos rostros y las mismas propuestas.

Si no hay un cambio estructural y un compromiso de la sociedad civil, el narcotráfico y las mafias enquistadas en los poderes del estado pueden corroer el sistema y hacer inviable cualquier medida de desarrollo, más aún, sin ese cambio estructural, la gobernabilidad puede estar en riesgo cualquiera que sea el escenario para el próximo año.

Es cierto, la sociedad civil ha dado muestras de organización, desde abajo a través de los pronunciamientos del EZLN4 o desde arriba a través del Acuerdo Nacional para la Unidad y el Desarrollo. Sin embargo, en ambos casos, por la forma en que se da la propuesta no se pretende el asalto del Estado sino la consolidación de una sociedad siempre marginada de las grandes decisiones nacionales.

Y en medio de este marco aparece nuevamente la desigualdad y la pobreza aún gigantescos lastres para la conciencia nacional, por eso resulta indignante la actitud de los políticos por querer seguir con sus privilegios. Según el Informe dado por el Centro de Investigaciones Estratégicas para México (mayo del 2004), el poder legislativo es el más caro para la economía de su país en proporción a su PIB5, con un sueldo superior a los de Canadá, país con un PIB mayor (596,703 y 700,454 respectivamente) y una calidad de vida de su población diametralmente opuesta a la de la mayoría de México.

No obstante, la corrupción no es exclusiva de México6, ésta ha erosionado por igual a gobiernos que se dicen de derecha al estilo Menem en Argentina o de izquierda como afecta en la actualidad al gobierno de Lula en Brasil. Es decir, el Estado, se constituye en el apetitoso platillo que buscan partidos que hace un buen rato olvidaron su ideología y ahora representan el clientelismo en su versión “ciudadana”, también para los nuevos partidos sin brújula aún, e incluso se torna apetecible para “candidaturas ciudadanas”.

Finalmente, sin la legitimidad que otorga la decencia en el ejercicio del poder, cualquier medida que emane del mismo se vuelve ilegitima y se pierde en la impunidad de eternas comisiones de investigación.


Notas:

1De 159 naciones sondeadas a través del Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional 2005.
2 País asiático de tan solo 678,500 Km2 , cuya expectativa de vida es 53 años hombres y 56 mujeres, con un gobierno militar.
3 Se estima que todo el proceso electoral represente un costo de 1,200 millones de dólares.
4 El EZLN propone un vasto acuerdo con los sectores excluidos de la nación, pero este proyecto aún en discusión tiene su principal limitante en la dirección del mismo.
5 Resultados del estudio donde se comparó el poder legislativo mexicano, con países pertenecientes a la OCDE, como son, Australia, Estados Unidos, Canadá, España, Reino Unido, Alemania, Francia, Japón, Italia y Polonia.
6 En el mismo reporte de Transparencia Internacional, salvo Chile y Uruguay todos los países de la región salen muy mal evaluados.


Mtra. Martha García Damián
Profesora-investigadora del Departamento de Estudios Sociales y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, México.

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