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Agosto 2002

 

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In-mediata

De la economía de los productos a la economía de los conceptos

 
Por Leonardo Peralta
Número 28

Es conocido de todos que hasta hace un par de décadas, México era una nación exportadora de contenidos mediáticos. Las telenovelas mexicanas se volvieron conocidas en todo el planeta: en lugares tan remotos como China y Rumania la televisión emitía las tragedias de las heroínas nacionales en dosis de media hora. Esto le dió a Televisa la proyección internacional que la consolidó como una de las empresas de medios más importantes de Latinoamérica.

A la manera que en la época de oro del cine mexicano, la influencia de personajes como el Chavo del Ocho traspasó las fronteras nacionales y se convirtieron (tal y como las películas de charros en los años 40) en elementos definitorios de lo mexicano ante el mundo. La cosmovisión y los valores mexicanos fueron adoptados por Latinoamérica como propios: así como la Virgen de Guadalupe es Emperatriz de América, el ser mediático mexicano se volvió en modelo abajo del Río Bravo.

Una amiga residente en Venezuela me comenta que a los mexicanos se nos dice "manitos" en virtud de que un personaje telenovelero (María, la del Barrio) hablaba así y allá se interpretó como la forma usual de llamar a un mexicano. De ese nivel es la influencia mexicana en la cultura latinoamericana. Sin embargo, el tiempo corre y las condiciones de los medios cambian, modificando las estructuras de la producción mediática en todo el mundo.

El paradigma televisivo pasó de los talk shows en los años 90 a los reality shows que padecemos diariamente. En este proceso, productoras independientes como Endemol y FreemantleMedia desarrollaron un sistema de producción basado en la creación de conceptos y su posterior franquicia a televisoras locales en todo el mundo. De esta manera, las empresas productoras se concentran en el desarrollo de ideas creativas mientras que las televisoras producen el programa y lo comercializan en el mercado local.

Este nuevo esquema de producción de contenidos audiovisuales toma todas las ventajas de la globalización y trabaja bajo supuestos más parecidos a los de la producción de electrodomésticos, donde el aparato es diseñado en Japón, manufacturado en México, publicitado a través de una agencia de Nueva York y comerciales producidos en Barcelona con modelos suecas.

Este modelo se vuelve rentable para las nuevas empresas mediáticas porque en vez de tener sus propios departamentos creativos, lo único que deben hacer es comprar la franquicia, tropicalizarla y producirla, con el valor agregado de que estos productos audiovisuales globales ya están probados en otros auditorios y la televisora compra a lo seguro, contrario al mecanismo de incertidumbre que implica realizar un programa desde cero. Además, como subproducto en beneficio de la televisora queda un grupo de personas populares y explotables para la empresa, sin tener que pasar por el complejo proceso de creación de una cantante de moda o un actor consagrado.

Aunque no se comenta mucho al respecto, este modelo de producción parece que será la norma en los años por venir, ahorrando costos, mejorando los márgenes de ganancia, pero dejando tras de sí dos inquietudes que ahora expongo.

¿Qué pasará con la producción nacional? La compra de franquicias hace innecesaria la creación propia de la televisora. Y aunque es dudoso que se termine la producción nacional de contenidos, es obvio que las televisoras privilegiarán los proyectos de franquicia, más rentables que la telenovela tradicional. Quizá el nicho por venir para la televisión mexicana es la de producir eventos especiales como la visita del Papa o las jugadas de nuestra selección nacional en eventos internacionales.

¿Teminará el reinado de la telenovela latinoamericana? Aunque este panorama es poco factible debido a la tremendamente arraigada tradición de consumo mediático en América Latina y México, podemos ver que con el paso de los años el patrón de consumo cultural irá migrando lentamente de las narrativas tradicionales a nuevas formas de expresión audiovisual, más cercanas a la hipertextualidad y a la narrativa en tiempo real. Ante ello las televisoras tendrán que hacer nuevas propuestas audiovisuales.

Las preguntas probablemente sean muchas más, pero como suele suceder en los procesos históricos, el tiempo será el que defina lo que ocurrirá, sin embargo, por lo que se puede vislumbrar, estamos a las puertas de una revolución mediática que se enlazará con otros fenómenos, como la adopción de estándares digitales de televisión y de alta definición para el año 2005, así como la crisis publicitaria que viven los medios y que ya se extiende por más de 2 años seguidos y no tiene visos de remitir.

¿Alguien quiere agregar algo?


Lic. Leonardo Peralta
Escritor, socio director de Alebrije Comunicación y colaborador del semanario Cambio

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