Por Leonardo Peralta
Número 29
A mi padre, por
ser en el 68
Este año se
cumplen 34 años de los sucesos del 2 de octubre de 1968,
una fecha especialmente difícil para
la historia mexicana. La matanza de estudiantes llevada a cabo ese
día cambió para siempre el transcurso de la historia
mexicana y mostró la primera grieta del sistema político
mexicano que habría de caer el 2 de julio de 2002. Para todos
aquellos que vivieron ese año, para quienes participaron
en el movimiento y para la sociedad mexicana en su conjunto, esa
fecha queda como símbolo de una época cuando la nación
mexicana estaba envuelta en la inocencia, rota esa noche de balazos.
El 2 de octubre se convirtió
en la fecha de nacimiento de un proceso político que, si
bien ya había preconizado Daniel Cosío Villegas en
la década de los 50, no fue sino hasta la siguiente década
cuando realmente fue visible ante los ojos de la sociedad mexicana.
Los investigadores que han hurgado en archivos secretos y en las
gavetas de los protagonistas llegan a la conclusión de que
el régimen encabezado por Gustavo Díaz Ordaz como
Presidente de la República actuaron de una forma tan brutal
en la esperanza de salvar un régimen que ni de lejos estaba
amenazado por los estudiantes que una y otra vez se manifestaban
en las calles de la Ciudad de México durante el verano aquel.
Para quienes nacimos después
de aquellos eventos nos queda el registro de imágenes que
a lo largo de los años han ido apareciendo y donde se muestra
a grandes razgos lo que fueron los hechos durante aquel 2 de octubre.
La gente corriendo a través de la Plaza de las Tres Culturas
y la desesperacíón en aquellos corrían de un
lado para el otro mientras el ejército disparaba para todos
lados. Aunque las imágenes tomadas esa noche fueron censuradas
celosamente, lentamente aparecen fotografías por aquí,
algunos minutos de película por allá, las suficientes
como para trazar claramente lo ocurrido en aquel momento.
El régimen político
de 1968, ante la proximidad de las Olimpíadas tuvo que censurar
estrictamente la información en los medios, quizá
en un episodio tan grave como poco investigado: la manera en que
los medios de comunicación fueron obligados a callar de tal
manera que ni los noticieros de radio y TV, ni los medios impresos
salvo honrosas excepciones dijeron una palabra al respecto. La voz
discordante tuvo que venir de reporteros extranjeros quienes, invitados
para cubrir la inauguración de un evento deportivo, terminaron
cubriendo el desenlace de la manifestación de la Plaza de
las Tres Culturas.
La censura fue ejercida de manera
inmediada y por orden superior. Se cuenta que en las redacciones
de periódicos llegaron órdenes desde lo más
alto para silenciar cualquier información referente con lo
que estaba sucediendo. Lo mismo ocurrió con la radio y la
televisión: recibieron terminantes órdenes de no decir
una palabra. En estos tiempos de información al momento y
transmisiones en vivo y en directo suena extraña la posibilidad
de callar algo por completo, pero así ocurrió y es
hasta hoy cuando la información, lentamente, sale a la luz.
El papel de la información
en las sociedades se ha ido intensificando con el correr de los
años al punto de que la detención de los flujos de
información solamente puede significar la incidencia de un
evento devastador. Sin embargo, hace apenas tres décadas,
la información podía ser controlada de manera cupular,
sin que se pudiera hacer algo al respecto. Sin embargo, tal y como
ocurrió en los años posteriores, el control de la
información se fue diluyendo ante la labor de periodistas
como Julio Scherer con Excélsior y luego en Proceso, de Francisco
Huerta en radio y muchos otros.
La información es uno de
los bienes más preciados de la época que vivimos y
la transición mexicana todavía da tumbos en hallar
un camino claro y seguro. Sin embargo, considerando lo ocurrido
el 2 de octubre de 1968, la sociedad, de la mano con tecnologías
como internet ha evolucionado al punto que cubrir con un manto de
silencio cualquier hecho se ha vuelto técnicamente imposible.
Quizá este es el mejor legado que nos pueden dejar aquellos
que participaron en aquel movimiento civil con el ánimo de
tener una patria más libre.
Lic.
Leonardo Peralta
Escritor, socio director de
Alebrije Comunicación y colaborador
del semanario Cambio |