Por Leonardo Peralta
Número 32
Na-qoy-qatsi:
(nah koy' kahtsee) N. From the Hopi Language.
1. A life of killing each other. 2. War as a way of life. 3. (Interpreted)
Civilized violence.
Nota del autor: para escribir
el presente ensayo me baso en la película Naqoyqatsi, dirigida
por Godfrey Reggio y mientras escribo escucho la música de
este filme escrita por Philip Glass y ejecutada por el chelista
Yo-Yo Ma. No estará de más que conozcan un poco más
acerca de esta película en el sitio <http://www.qatsi.org>
¡Gracias!
There is no more nature
La existencia posmoderna está basada en el uso de la tecnología
con el fin de llevar hasta las últimas consecuencias en la
extensión de las capacidades humanas hasta llevarla a los
límites de la omnisciencia y de la omnipotencia. Después
de la invención de la bomba atómica, los seres humanos
están en posibilidad de desencadenar las mismas fuerzas que
crearon el universo para su propósitos.
Los seres humanos estamos en capacidad
de ver todo, escucharlo todo, construirlo todo y (evidentemente)
destruirlo todo. La vida posmoderna requiere de todo el poder de
la ciencia para conocer la naturaleza y poderla dominar. El dominio
de los elementos naturales es una premisa indispensable para que
nuestra sociedad pueda subsistir. Sin el control de los elementos
los seres humanos están tan desamparados como un grupo de
bovinos enmedio de un llano.
En la condición posmoderna
la naturaleza pierde por completo las connotaciones religiosas y
se vuelve solamente un almacen de activos fijos para el consumo
humano: energía, alimentos y lugares habitables. El ser humano
se trepa en su conocimiento convertido en tecnología y de
allí su poder se vuelve infinito, cosa bastante extraña
considerando que los seres humanos somos fisiológicamente
frágiles al entorno. Sin embargo, el poder no puede ser completo
si no lleva implícita la posibilidad de destrucción.
El poder sobre un ecosistema no es absoluto si no conlleva la posibilidad
de arrasarlo hasta convertirlo en tierra quemada.
Y aunque el anhelo de control sobre
la naturaleza corrió paralela a la historia humana desde
el inicio de la civilización, es en el siglo XX cuando los
seres humanos pueden influir determinantemente en procesos tan complejos
antaño como la evolución de las especies, el curso
de ríos y la forma de las montañas. En la posmodernidad
ya no solamente es necesario el tener un control de la naturaleza,
sino que el imperativo es alejarse de ella hasta que nuestro entorno
sea lo más artificial posible.
Esto ocurrió con la construcción
de las ciudades (emplazamientos donde la naturaleza ha sido reemplazada
por edificios, calles y construcciones) y ocurre ahora, cuando la
tecnología hace posible que los seres humanos vivan en un
entorno de realidad virtual, alejado de la realidad física,
donde podemos jugar a que cuidamos seres vivos (Tamagotchi), seres
humanos (The Sims), ser dioses de tierras extrañas (videojuego
de Black 7 White) e inclusive amar sin tener siquiera que cruzar
palabra con alguien real (videojuego Tokimeki Memoriaru).
Los seres humanos hemos llegado
al punto de poder hacer de la realidad una emulación virtual
y de la naturaleza, lo que nos plazca.
There is only technology
El dominio de la naturaleza requiere del uso forzoso de la tecnología.
La tecnología requiere del uso imprescindible de grandes
cantidades de energía y esta energía, hoy por hoy
tiene que venir de fuentes de recursos no renovables. A medida que
nuestra civilización demanda mayores cantidades de energía,
los estados en todo el mundo se ven obligados a hacerse de cantidades
de energía suficiente para responder a las necesidades de
sus poblaciones cada vez más dependientes de la tecnología.
Lo mismo sucede con el agua; ahora
sabemos que civilizaciones como la Maya desparecieron porque el
agua se terminó y con ella la estabilidad de un imperio avanzado
en matemáticas y astronomía pero incapaz de hallar
una forma de paliar eficientemente la sequía.
Los conflictos bélicos que
afectan nuestro planera en estos días tienen como eje esos
dos elementos: la energía o el agua. Por ello hay ejércitos
que no dudan en trasladar al otro lado del mundo a miles de soldados
con el fin de proteger su acceso a la energóa o al agua.
Es un hecho que se rebela detrás de guerras y conflicos en
lugares tan lejanos como Chechenia, Venezuela e Iraq. Por ello,
nuestra dependencia de la energía y del agua nos hacen una
civilización en constante peligro de extinción, quizá
la guerra del fin del mundo (Mario Vargas Llosa dixit) ha puesto
más de manifiesto esta situación de fragilidad.
Nuestra civilización cada
vez más dependiente de la tecnología no ha podido
cumplir con la promesa detener a las fuerzas de la historia y llevarnos
a un milenio dorado de prosperidad. Sin embargo, ya no es posible
dar marcha atrás y la tecnología se ha vuelto una
nueva forma de justificar las siguientes guerras ya que ahora de
la tecnología depende nuestra existencia.
Everyday life is war
Decir que el 11 de septiembre de 2001 cambió para siempre
nuestras ideas referentes a la guerra y a lo que significa la globalización
es caer en el lugar común. Sin embargo, es verdad que desde
aquel día se ha perdido la esperanza cándida de que
la civilización podría (de una vez por todas) dejar
atrás un legado de guerras y conflictos bélicos que
durante el siglo XX costaron la vida a centenares de millones de
personas.
Sin embargo, la guerra es parte
de la condición humana y los acontecimientos que están
ocurriendo en el mundo parecen confirmar que las guerras seguirán
existiendo mientras existan seres humanos sobre la faz de la tierra.
Sin embargo, en esta ocasión la guerra tienen un ingrediente
ominoso: la globalización.
Hasta hace poco tiempo la guerra
siempre estaba localizada en una zona geográfica fácilmente
delimitable por fronteras de agua, montañas y personas. La
guerra siempre se llevaba a cabo en una zona denominada "teatro
de operaciones" donde confluían las fuerzas combatientes
y se llevaban a cabo las batallas.
Este paradigma ya no es más.
La guerra puede aparecer en cualquier
lado, a cualquier hora porque el mismo concepto que la define ha
mutado y una confrontación bélica puede darse en un
avión, un centro comercial, un autobús de pasajeros
o enmedio del desierto (como sucede en esta ocasión). La
guerra que antes venía a nosotros a través de la televisión
y la radio ahora puede ocurrir en la cuadra de al lado. La guerra
ya no es representada por los medios ante la audiencia: la guerra
puede venir desde cualquier parte en cualquier momento.
Esta globalización del estado
de guerra afecta los negocios, la vida cultural y sobre todo, la
percepción de la gente respecto de lo que sucede alrededor.
De pronto nos sabemos vulnerables, frágiles ante amenazas
externas y desconocidas. El 11 de septiembre, más que un
ataque terrorista fue una declaración de principios hacia
el siglo naciente. La guerra no tendrá inicio ni final porque
ya no habrá límites para ella. La guerra en esta época
es la extensión más violenta y radical de la posmodernidad.
Así las cosas, la guerra
se desborda sobre todos nosotros en las coordenadas de tiempo y
espacio para crear una civilización que vive la guerra permanente,
que dicho sea de paso fue configurada por George Orwell en su novela
1984. Quién lo diría; justo cuando parecíamos
más alejados de un mundo como el describía volvemos
a él en el vértigo de un par de años.
Conclusión:
la rueda de la historia seguirá
girando, machacando con los engranes de la guerra a quien se ponga
en su camino. Perdiste, Fukuyama.
Lic.
Leonardo Peralta
Colaborador del Grupo
Editorial Expansión y el semanario Cambio.
Escritor y socio de la consultora Alebrije Comunicación |