Por Leonardo Peralta
Número 30
Una de las características
que el poder político contiene dentro de sí en el
contexto latinoamericano es el aire de secrecía, complot
y movimientos debajo de la mesa que permea el quehacer político
al igual que nuestro muy magullado país. El ejercicio de
la política se concibe enmedio de llamadas telefónicas
furtivas, personas conversando en la oscuridad y siempre a las calladas,
apareciendo enmedio de la multitud sólo para certificar que
las cosas que mandan sean obedecidas.
Bajo este paradigma, una de las
escasas telenovelas que se han atrevido a cruzar el río del
drama facilón y los personajes de papel maché fue
Nada Personal, producida por la empresa independiente Argos y transmitida
por TV Azteca a finales de la década de los 1990. Esta telenovela
(que giraba alrededor de complots políticos, búsquedas
de la verdad y periodistas enmedio del fuego cruzado de narcos y
policías) tuvo a bien atreverse a exponer la teoría
-moneda cotidiana en el entorno cotidiano- de que en las cimas del
poder conviven los más conspicuos delincuentes y los más
honestos políticos haciendo buenas migas, jugosos negocios
y de vez en cuando, ejecuciones coordinadas.
Uno de los personajes más
oscuros de dicha serie era un político encumbrado que movía
las piezas del ajedrez de la historia estableciendo llamadas con
secretarios de estado, procuradores de justicia y con narcotraficantes
de los cuales era aliado, Sin embargo, todos los tejes y manejes
de dicho personaje aparecían ocultos por el efecto del efecto
de contraluz con el que siempre era retratado.
El poder parece estar en las sombras,
y tal vez sea cierto, pese al nuevo panorama político que
gravita en nuestro país desde el 2000, de hecho, pese al
trabajo seminal de intelectual mexicano Daniel Cosío Villegas
y las novelas (poco apreciadas) del escritor Luis Spota para develar
el funcionamiento del poder en México, parece al día
de hoy que muchos mecanismos del ejercicio del poder siguen siendo
secretos, oscuros.
Los medios de comunicación
en México no han podido abordar de manera directa el funcionamiento
de los hilos del poder detrás de las conferencias de presa
y las declaraciones de secretarios de estado y funcionarios encumbrados
sobre los asuntos que tocan la médula espinal del funcionamiento
de nuestro país. Fuera de algunas dramatizaciones, la televisión
se mantiene al margen del poder, quizá por la extraña
simbiosis que viven ambos poderes a raíz del particular regimen
de propiedad vigente.
Sin embargo, parece que en los Estados
Unidos tienen muy claro que la transparencia es un positivo motor
del ejercicio del poder y lo muestran sin mayores restricciones
ante la teleaudiencia. Su más acabado producto es una serie
que trata, lisa y llanamente del funcionamiento de la Casa Blanca,
desde el punto de vista de sus protagonistas, Presidente incluido.
Esta serie, emitida en Estados Unidos por la cadena NBC y en Latinoamérica
por el canal de TV restringida Warner Channel ha sido ganadora de
múltiples premios, además de que ha generado todo
un culto de la serie, sus protagonistas y el país paralelo
que han creado.
Su trama es sencillamente la vida
de los colaboradores más cercanos del ficticio presidente
Josiah "Jed" Bartlet, demócrata, quien gobierna
los Estados Unidos desde hace ya un período presidencial.
Y si bien esta serie es una ficcionalización de la Casa Blanca,
podemos decir que tiene a su favor un equipo guionistas competentes,
así como la ayuda de gente como Patrick Caddel (estratega
y encuestador de Jimmy Carter) y Dee Dee Myers (secretario de prensa
durante la administración de William Clinton). El creador
de la serie, Aaron Sorkin, se ha especializado en escribir guiones
relacionados con la figura presidencial norteamericana. Fruto de
esto son sus películas "The American President"
y "A Few Good Men".
Punto y aparte de la crítica
de televisión (que no pretendo hacer aquí) quisiera
agregar que el estilo visual y narrativo de la serie es altamente
complejo, pero atrayente, por lo que a pesar de que mucho del contexto
donde ocurren las peripecias del equipo presidencial de The West
Wing es ajeno a la realidad nacional, nada parece fuera de lugar
y el argumento corre del enfrentamiento militar de los Estados Unidos
con la ficticia república de Qumar (un estado islamista que
rememora a la Arabia Saudita), pasando por enfermedades crónicas,
enredos amorosos sin perder en momento alguno el tono de que las
cosas que allí ocurren son plenamente factibles y posibles.
Nuestro país se encuentra
muy lejos de poder emular series con este enfoque del poder político,
tanto por la infraestructura que requiere como por la apertura y
franqueza de quienes participan en él. Me parece que el verdadero
cambio se verá cuando el poder político no solamente
se pueda ver a través del prisma de los noticieros, sino
a través de la narrativa y la ficcionalización, donde
podrá el poder verse a sí mismo sin temer los fantasmas
judiciales que ahora parecen perseguir a los protagonistas del gobierno
del cambio mexicano.
Lic.
Leonardo Peralta
Colaborador del Grupo
Editorial Expansión y el semanario Cambio.
Escritor y socio de la consultora Alebrije Comunicación |