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Noviembre 2003

 

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In-mediata

El Escritor Freelance, Letras Veladas

 
Por Leonardo Peralta
Número 35

Hace muchos años, cuando comenzaba los estudios universitarios pensaba que el destino natural de alguien que cursó estudios profesionales era el trabajo remunerado bajo contrato fijo dentro de una empresa bien establecida. Eran los últimos meses del segundo milagro mexicano (esa época transcurrida antes del 1 de enero de 1994, cuando todavía creíamos que el país verdaderamente estaba a las puertas de una Arcadia lidereada por un presidente calvo) y esas ideas eran factibles. De hecho, era natural pensar eso, mi padre había tenido un empleo así y mi abuelo y así varias generaciones hacia atrás.

Sin embargo, debido a la cadena de errores económicos y sorprendentes (para mal) eventos políticos, la idea de estabilidad que se había formado la nación se derrumbó y pasamos de los fuegos artificiales a las fogatas para calentarnos en la noche del desempleo y la devaluación. Mientras tanto, un servidor, como muchos otros éramos testigos de lo que sucedía en un salón de clase, secretamente esperando que los tiempos mejoraran en lo que terminábamos de ser estudiantes y nos convertíamos en oficiantes de las diversas disciplinas que estábamos adquiriendo.

Así las cosas, casi todas las industrias, golpeadas por la crisis económica de 1994 se vieron afectadas en diversa medida: cerrando plantas, oficinas y disminuyendo el gasto publicitario, éste último vital para mantener vivas a las industrias de medios. Aunado a esto la degradación de los viejos modelos corporativistas en la relación de los medios de comunicación con el estado, a lo largo de las décadas de 1990 y 2000 docenas de medios cerraron sus puertas en el país, recortaron personal y concentraron el poco dinero disponible en contenidos que tuvieran un mejor perfil para los anunciantes.

Al mismo tiempo, fruto de la generalización de carreras de Ciencias de la Comunicación (o sus derivadas) en escuelas a lo largo y ancho del país ocurrida desde mediados de la década de 1980 se registraba un aumento súbito de la matrícula de estudiantes de dicha carrera, lo cual produjo una presión de egresados que deseaban hallar trabajo, justo en un momento en el que el mercado laboral (de por sí bastante árido) se encontraba en franca contracción.

Para 1998 (año en el que obtengo el grado de licenciatura), la estructura de trabajo en los medios de comunicación se había visto forzada a operar enormes cambios en las estructuras de trabajo, adoptando nuevos sistemas de trabajo que les representaran una disminución de los costos, al tiempo que aprovechaban la oferta abrumadora de recurso humano anhelante por trabajar en los medios de comunicación.

Es entonces cuando los medios de comunicación impresos (que son donde me ha tocado laborar) comienzan a trabajar con colaboradores esporádicos, quienes venden su trabajo al mejor postor sin mayor acuerdo que aquel determinado por la necesidad del medio de una noticia y el requerimiento.

Así las cosas el mercado ha funcionado (estilos más, estilos menos) a lo largo del final de la década de 1990 y del inicio de ésta misma. Y puedo decir que este mecanismo de trabajo se ha ido extendiendo a otros medios de comunicación. De las pocas docenas de egresados de carreras afines que logran pasar el tamiz y llegar a los medios de comunicación se encuentran a merced de las flucturaciones del mercado, en un entorno de trabajo con las siguientes características:

  1. Inestabilidad laboral: los trabajos disponibles carecen de contratos fijos. Todo trabajo se realiza por proyecto, por asignación o por conceptos tales como los honorarios y el contrato temporal.
  2. Trabajo bajo demanda: si se requiere de la fuerza laboral del periodista (o del profesional de medios) este es convocado, de lo contrario se encuentra en libertad de acomodar material en el medio que juzgue más conveniente.
  3. Pago sujeto a trabajo solicitado: la remuneración del trabajo depende de la cantidad entregada o de la dimensión del proyecto involucrado.

Este panorama laboral puede ser visto al mismo tiempo como una oportunidad o como una maldición. Para aquellas personas preocupadas por la cartera (y detalles como casarse, tener hijos o aspirar a bienes de consumo no suntuarios), la vida es libre y solamente depende de la habilidad y del empeño de cada quién llegar hasta donde le plazca. De lo contrario el mundo se convierte en una suerte de ruleta mensual donde uno puede ganar mucho dinero, poco, nada y seguir pagando las mismas deudas de toda la existencia, esto sin contar las visicitudes burocráticas que implica cobrar el trabajo devengado en entidades mediáticas de todo tipo.

Comprendo que la industria de medios de comunicación ha pasado por años duros que la han forzado a adoptar estas estructuras de trabajo. La imperativa económica ha decretado el final de numerosos medios de comunicación que se pensaban impermeables a las crisis económicas y eso se comprende. También se comprende que las agresivas reglas del juego no dejan demasiado espacio disponible para que aprendices y gente novel en los medios de comunicación demande tratos monárquicos; como dice Ryszard Kapuscinsky, el ejercicio del periodismo (así como de otros trabajos relacionados con los medios) este es un oficio donde los comienzos son áridos y realmente sirven para determinar si una persona puede dedicarse a realizar su trabajo pese a los imponderables

La creación de nuevos sistemas de trabajo en el periodismo le trae grandes ventajas a los contratantes: costos laborales bajos (limitados al pago del trabajo), simplificación administrativa (impuestos y deducciones por prestaciones quedan eliminados de un tajo; y lo más importante, la nómina se reduce sensiblemente y la liberación de recursos se da solamente cuando es necesario.

Aunado a esto una matrícula multitudinaria de jóvenes deseosos de aparecer en los medios de comunicación (virtualmente a cualquier precio) determina un mercado laboral, raquítico y al arbitrio de la ley de la oferta y de la demanda, donde la sobreabundancia de oferta joven hace más atractivo mantener una planta de jóvenes en esquemas como el trainee, el becario o el simple empleado por honorarios que una planta de personas con cierta edad y cuyas preocupaciones tienen más que ver con seguros médicos, jubilaciones y otras prestaciones cuya importancia solamente se aquilata con la edad.

Este es uno de los fenómenos que se encuentran velados para quien comienza su carrera en este oficio. Dado que nadie hace saber del panorama que espera en el final del camino, las sorpresas desagradables menudean y ello produce niveles de frustración de los que pueden dar fe las multitudes de egresados de estas carreras, quienes suelen dirigirse hacia la puerta de salida de los estudios sin siquiera percatarse de la ola que los espera puertas afuera.


Lic. Leonardo Peralta
Colaborador del Grupo Editorial Expansión y socio de la consultora Alebrije Comunicación

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