Por Leonardo Peralta
Número 35
Hace muchos años,
cuando comenzaba los estudios universitarios pensaba que el destino
natural de alguien que cursó estudios profesionales era el
trabajo remunerado bajo contrato fijo dentro de una empresa bien
establecida. Eran los últimos meses del segundo milagro mexicano
(esa época transcurrida antes del 1 de enero de 1994, cuando
todavía creíamos que el país verdaderamente
estaba a las puertas de una Arcadia lidereada por un presidente
calvo) y esas ideas eran factibles. De hecho, era natural pensar
eso, mi padre había tenido un empleo así y mi abuelo
y así varias generaciones hacia atrás.
Sin embargo, debido a la cadena
de errores económicos y sorprendentes (para mal) eventos
políticos, la idea de estabilidad que se había formado
la nación se derrumbó y pasamos de los fuegos artificiales
a las fogatas para calentarnos en la noche del desempleo y la devaluación.
Mientras tanto, un servidor, como muchos otros éramos testigos
de lo que sucedía en un salón de clase, secretamente
esperando que los tiempos mejoraran en lo que terminábamos
de ser estudiantes y nos convertíamos en oficiantes de las
diversas disciplinas que estábamos adquiriendo.
Así las cosas, casi todas
las industrias, golpeadas por la crisis económica de 1994
se vieron afectadas en diversa medida: cerrando plantas, oficinas
y disminuyendo el gasto publicitario, éste último
vital para mantener vivas a las industrias de medios. Aunado a esto
la degradación de los viejos modelos corporativistas en la
relación de los medios de comunicación con el estado,
a lo largo de las décadas de 1990 y 2000 docenas de medios
cerraron sus puertas en el país, recortaron personal y concentraron
el poco dinero disponible en contenidos que tuvieran un mejor perfil
para los anunciantes.
Al mismo tiempo, fruto de la generalización
de carreras de Ciencias de la Comunicación (o sus derivadas)
en escuelas a lo largo y ancho del país ocurrida desde mediados
de la década de 1980 se registraba un aumento súbito
de la matrícula de estudiantes de dicha carrera, lo cual
produjo una presión de egresados que deseaban hallar trabajo,
justo en un momento en el que el mercado laboral (de por sí
bastante árido) se encontraba en franca contracción.
Para 1998 (año en el que
obtengo el grado de licenciatura), la estructura de trabajo en los
medios de comunicación se había visto forzada a operar
enormes cambios en las estructuras de trabajo, adoptando nuevos
sistemas de trabajo que les representaran una disminución
de los costos, al tiempo que aprovechaban la oferta abrumadora de
recurso humano anhelante por trabajar en los medios de comunicación.
Es entonces cuando los medios de
comunicación impresos (que son donde me ha tocado laborar)
comienzan a trabajar con colaboradores esporádicos, quienes
venden su trabajo al mejor postor sin mayor acuerdo que aquel determinado
por la necesidad del medio de una noticia y el requerimiento.
Así las cosas el mercado
ha funcionado (estilos más, estilos menos) a lo largo del
final de la década de 1990 y del inicio de ésta misma.
Y puedo decir que este mecanismo de trabajo se ha ido extendiendo
a otros medios de comunicación. De las pocas docenas de egresados
de carreras afines que logran pasar el tamiz y llegar a los medios
de comunicación se encuentran a merced de las flucturaciones
del mercado, en un entorno de trabajo con las siguientes características:
- Inestabilidad laboral:
los trabajos disponibles carecen de contratos fijos. Todo trabajo
se realiza por proyecto, por asignación o por conceptos
tales como los honorarios y el contrato temporal.
- Trabajo bajo demanda: si
se requiere de la fuerza laboral del periodista (o del profesional
de medios) este es convocado, de lo contrario se encuentra en
libertad de acomodar material en el medio que juzgue más
conveniente.
- Pago sujeto a trabajo solicitado:
la remuneración del trabajo depende de la cantidad
entregada o de la dimensión del proyecto involucrado.
Este panorama laboral puede ser
visto al mismo tiempo como una oportunidad o como una maldición.
Para aquellas personas preocupadas por la cartera (y detalles como
casarse, tener hijos o aspirar a bienes de consumo no suntuarios),
la vida es libre y solamente depende de la habilidad y del empeño
de cada quién llegar hasta donde le plazca. De lo contrario
el mundo se convierte en una suerte de ruleta mensual donde uno
puede ganar mucho dinero, poco, nada y seguir pagando las mismas
deudas de toda la existencia, esto sin contar las visicitudes burocráticas
que implica cobrar el trabajo devengado en entidades mediáticas
de todo tipo.
Comprendo que la industria de medios
de comunicación ha pasado por años duros que la han
forzado a adoptar estas estructuras de trabajo. La imperativa económica
ha decretado el final de numerosos medios de comunicación
que se pensaban impermeables a las crisis económicas y eso
se comprende. También se comprende que las agresivas reglas
del juego no dejan demasiado espacio disponible para que aprendices
y gente novel en los medios de comunicación demande tratos
monárquicos; como dice Ryszard Kapuscinsky, el ejercicio
del periodismo (así como de otros trabajos relacionados con
los medios) este es un oficio donde los comienzos son áridos
y realmente sirven para determinar si una persona puede dedicarse
a realizar su trabajo pese a los imponderables
La creación de nuevos sistemas
de trabajo en el periodismo le trae grandes ventajas a los contratantes:
costos laborales bajos (limitados al pago del trabajo), simplificación
administrativa (impuestos y deducciones por prestaciones quedan
eliminados de un tajo; y lo más importante, la nómina
se reduce sensiblemente y la liberación de recursos se da
solamente cuando es necesario.
Aunado a esto una matrícula
multitudinaria de jóvenes deseosos de aparecer en los medios
de comunicación (virtualmente a cualquier precio) determina
un mercado laboral, raquítico y al arbitrio de la ley de
la oferta y de la demanda, donde la sobreabundancia de oferta joven
hace más atractivo mantener una planta de jóvenes
en esquemas como el trainee, el becario o el simple empleado
por honorarios que una planta de personas con cierta edad y cuyas
preocupaciones tienen más que ver con seguros médicos,
jubilaciones y otras prestaciones cuya importancia solamente se
aquilata con la edad.
Este es uno de los fenómenos
que se encuentran velados para quien comienza su carrera en este
oficio. Dado que nadie hace saber del panorama que espera en el
final del camino, las sorpresas desagradables menudean y ello produce
niveles de frustración de los que pueden dar fe las multitudes
de egresados de estas carreras, quienes suelen dirigirse hacia la
puerta de salida de los estudios sin siquiera percatarse de la ola
que los espera puertas afuera.
Lic.
Leonardo Peralta
Colaborador del Grupo
Editorial Expansión y socio de la consultora Alebrije
Comunicación |