Por
Leonardo Peralta
Número 40
Los tiempos presentes son aciagos
para una de las empresas más representativas del siglo XX,
The Walt Disney Co., que en lo que va de la primera década
del siglo XXI ha visto caer el precio de su acción y perder
terreno en el campo del entretenimiento a nivel mundial. Y aunque
la masa de negocios que representa sigue siendo enorme (sus ingresos
en el año 2003 fueron de 27.61 mil millones de dólares),
los cambios en el entorno cultural de esta época le auguran
tiempos difíciles y demuestran que con el tiempo íconos
e imágenes que dábamos por seguras e inmutables también
se ven forzados a enfrentar el vertiginoso cambio cultural de lo
que Anthony Giddens llama “un mundo desbocado”.
Un ratón optimista
El imperio de marras tiene su origen en Mickey Mouse, un personaje
ideado en 1928 por Walter Disney, un hombre de infancia traumatizada
por un padre frustrado y salvaje que en buena medida determinó
las peculiaridades de su obra que conocen quienes hayan leído
el libro de Armand Mattelart, Para Leer al Pato Donald. Pero antes
de llegar a ese momento, Walt Disney creó en las primeras
décadas del siglo una familia de personajes que se convertirían
en referencias obligadas de la cultura norteamericana al principio
y después, del alma occidental: Tribilín, el Pato
Donald, Pluto, Rico Mac Pato y un dilatado etcétera.
Sin embargo, el gran paso para la
conformación de Disney como una industria volcada al entretenimiento
vino cuando en 1955 abre el primero de sus parques de diversiones,
que habría de iniciar un ciclo productivo alrededor de sus
personajes, alimentando paralelamente diversas industras paralelas
como el merchandising relacionado con sus personales e industrias
como la producción de televisión (su primer show televisivo
aparece en las pantallas en 1954) y después en negocios como
el turismo y el manejo de estudios de cine.
La última ola de incursiones
de Disney vino en la década de 1990 cuando incursionó
con fuerza en negocios de Internet, franquicias deportivas (son
propietarios del equipo de hockey sobre hielo de los Mighty Ducks
de Anaheim), desarrollos inmobiliarios (Celebration es su primer
experimento para llevar la idea de un parque temático a un
contexto urbano habitacional) y canales de televisión abierta
y de paga (son propietarios de la cadena ABC y del canal deportivo
ESPN). Su fortaleza es de tal grado que la revista Business Week
calcula que para el 2004 el valor de la marca (es decir, la cantidad
de dinero que valen los derechos del nombre y el logo corporativo
de la empresa) asciende a 27,113 millones de dólares.
Orejas gachas
Este mismo estudio (publicado a inicios de agosto) señala
que el valor de la marca tuvo una pérdida de 3%, amén
de otras situaciones coyunturales como la aparición de empresas
competidoras como Dreamworks (responsable de la exitosísima
saga de Shrek) y Pixar, quien en un sorpresivo movimiento de negocios
decidió retirarse de la sociedad que habían establecido
desde 1994 para producir películas con personajes creados
por computadora.
Sus incursiones en Internet no fueron
exitosas y su intención de crear una gran compañía
de medios digitales terminaron cuando Go.com (la división
de Internet de Disney) fracasó estrepitosamente en su intento
de volverse una empresa independiente de la casa matriz. Además,
un fenómeno más sutil pero más grave (y que
es en realidad el centro de este trabajo) ha afectado la capacidad
de expansión de Walt Disney: su cada vez más acusada
incapacidad de crear contenidos simbólicos a la altura de
nuestros tiempos.
Animada competencia
En la década de 1990 aparecieron empresas concentradas en
ofrecer entretenimiento animado y productos para niños (Cartoon
Network, Nickelodeon, Dreamworks) y otros conglomerados de medios
comenzaron a concentrar sus operaciones en atender este mismo público,
que en esta misma década comenzó a cobrar una gran
relevancia como mercado para las industrias del entretenimiento
y productos de consumo.
Con un esfuerzo qu incluyó
(y sigue incluyendo al día de hoy) estudios sociales para
determinar los valores y mecanismos en el pensamiento de su objetivo
de mercado, estas empresas crearon una nueva generación de
nuevos personajes infantiles como las Chicas Superpoderosas (creación
de Gendy Tartakovsky para Cartoon Network), Bob Esponja (creado
por Stephen Hillenburg para el canal Nickelodeon) y los Teletubbies
(creados por Anne Wood y Andrew Davenport para la BBC), sin contar
la ristra de personajes traídos a Occidente desde Japón
ni personajes como Harry Potter que, sin ser personajes de animación
se volvieron íconos populares.
Paralelamente, en la misma década apareció
un nuevo mercado de
consumidores de animación que requerían de tramas
más ácidas y con un manejo más adulto de los
personajes y las tramas. Sus necesidades comenzaron a ser cubiertas
por productos como Los Simpsons (creador por Matt Groening para
Fox) y Shrek (basado en el libro de William Steig para Dreamworks
SKG), sin contar la ola de animación japonesa que se ha convertido
en toda una corriente cultural en occidente con películas
tan elaboradas y complejas como Mononoke-hime (la Princesa Mononoke)
del director Hayao Miyazaki, Kôkaku kidôtai (Ghost in
the Shell) de Mamoru Oshii y Tokyo Godfathers por Shôgo Furuya.
Y mientras estas empresas creaban
nuevos héroes para el siglo XX, Disney apostó al convenio
de colaboración que sostuvo con Pixar desde mediados de la
década de 1990, quien en el lapso de una década creó
una serie de películas con personajes complejos que rebasaron
con mucho las producciones de la propia división de animación
de Disney. De hecho, dentro de las 20 películas más
taquilleras de la historia se encuentran las siguientes producciones
Disney.
Lugar |
Título |
Año |
Recaudación
en el mundo (millones de USD) |
Comentario |
9 |
Buscando a Nemo |
2003 |
844 |
Producida por PIXAR |
14 |
El Rey León |
1994 |
767 |
Producido por los Estudios
Disney |
19 |
Piratas del Caribe |
2003 |
652 |
Basado en un juego de los parques
Disneyworld |
Estos datos por sí solos
no son indicativos de una tendencia clara, pero cierto es que los
productos de entretenimiento de Disney enfrentan una competencia
cada vez más compleja para la que no ha podido responder,
al menos en términos de igualdad al reto planteado por las
nuevas empresas de medios.
Y para agravar la coyuntura meramente
de funcionamiento de Disney, ocurre que en el 2004 la empresa ha
tenido que afrontar varios problemas meramente administrativos que
van de una guerra intestina por el control de la empresa entre el
actual Director General, Michael Eisner y Roy E. Disney (sobrino
de Walter) a una sucesiva racha de fracasos en películas
como El Alamo y la polémica por negarse a distribuir el último
documental de Michael Moore.
Sin embargo, la empresa del ratón
no ha dicho su última palabra y pese a la competencia siempre
es probable que salga de este trance con la orejas airosas.
Lic.
Leonardo Peralta
Escritor, colaborador del Grupo
Editorial Expansión |