Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la Revista Contribuciones Directorio Buzón Motor de búsqueda


Enero
2004

 

Número del mes
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52) 58 64 56 13
Fax. (52) 58 64 56 13

In-mediata

El Valor de Elegir o la Fatalidad de Vencer al Destino

 
Por Leonardo Peralta
Número 36

Escuchar las palabras de un filósofo y un maestro nato como lo es Fernando Savater (San Sebastián, 1947) es un privilegio que se acentúa cuando las palabras que dirige a la audiencia son, precisamente para explicar su obra y colocarla en la dimensión de lo cotidiano, justo donde más se requiere de la filosofía y donde, lamentablemente, se encuentra más alejada en los tiempos modernos sin brújula que corren.

El Valor de Elegir es el último libro de éste enorme filósofo vasco (por cuya cabeza ETA ha puesto precio) y que en esta ocasión ha puesto su intelecto a dilucidar sobre una de las cuestiones más combatidas y defendidas en el siglo XX, pero a la vez uno de los conceptos menos explicados en términos concretos y visibles. Me refiero al espinoso asunto de la libertad.

Para Savater la libertad es un concepto del que se ha hablado mucho y del que en su forma más profunda se desconoce debido a que la libertad es un término que, como el amor, sirve para definir mil y un cosas que nada tienen que ver entre sí. Por ello recurre a un método muy particular que denomina (con justa vena humorística) "Método Tiburón" debido a que, como en la película homónima de Steven Spielberg, el animal de marras sale a colación solamente al final de la película y mientras tanto es solamente vislumbrado parcialmente (una aleta por aquí, la mirada asesina por allá) y cuyas imágenes fragmentarias nos obligan a imaginar en toda su escala (y su horror) a la bestia marina.

Por tal motivo, nuestro filósofo comienza hablando de un tema diferente que es nuestra condición humana. Para Savater nuestra condición solamente la hemos podido explicar en términos de los entes que son inferiores a nosotros (otros seres vivos) o superiores (la divinidad), pero que difícilmente el ser humano es capaz de explicarse a sí mismo en su propio nivel, es decir, en tanto la humanidad de los humanos (valga la redundancia).

Analizando las propiedades de otros seres vivos encuentra que todos ejercen funciones biológicas para las que están adaptados genéticamente y que llevan a cabo con gran eficiencia, fruto de millones de años de evolución. Un guepardo corre mucho más rápido que un hombre, una ballena puede detener su respiración por grandes períodos de tiempo, una abeja puede construir panales extremadamente complejos, un búho puede ver en la oscuridad donde nosotros apenas podemos caminar y así sucesivamente.

Sin embargo, los animales se encuentran sometidos a la tiranía de su condición, por lo que cuando cambian las condiciones del entorno, los cuernos magníficos, las alas flexibles y los pelajes mullidos dejan de ser útiles para quien los porta y se convierten más en un obstáculo que en una ventaja. Al contrario, los seres humanos carecemos de especializaciones anatómicas que nos hagan mejores frente al entorno (e inclusive somos organismos biológicamente vulnerables), pero a cambio nuestro cerebro nos permite adaptarnos a diversas condiciones del entorno por el uso de herramientas, del lenguaje y por nuestra capacidad para encontrar la forma de aprovechar los recursos disponibles.

Así las cosas, nuestra inespecialización ha sido la base sobre la que se funda el progreso humano (y nuestro dominio de los demás seres vivos), pero también nos ha llevado a una vida donde nos vemos en la obligación de tomar decisiones constantemente debido a que nuestra naturaleza nos confronta constantemente con el mundo exterior para el que no tenemos las respuestas genéticas dadas de antemano, como sería el caso de una hormiga o de un martín pescador.

A partir de este punto Savater desgrana esa aparente losa pesada que gravita por encima de la cabeza de los hombres (el tener que elegir constantemente) es en sí la escencia de la condición humana, el elemento que nos diferencia del resto de los seres vivos y el núcleo de la libertad. Sin embargo, el decidir y la libertad son hechos que suceden en un plano de acontecimientos que producen consecuencias de todo tipo para quien elige y para su entorno.

No deseo abundar en lo que sigue después de este punto (ya que la experiencia del libro surge de la lectura y reflexión derivada), pero lo que si puedo agregar es que el ejercicio de la libertad, de acuerdo con Savater es un acto continuo que conforma nuestra vida y que le da sentido, siempre y cuando podamos comprender que lo único permanente es lo efímero y que la plenitud del ejercicio de la libertad se encuentra no en la búsqueda de absolutos siempre elusivos y por los cuales los hombres han peleado y muerto constantemente desde el alba de los tiempos y las ideas, sino que es parte del devenir cotidiano con el que debemos transar para prolongar nuestra existencia en el plano de lo finito y cotidiano para los demás.

Después de esta disección de la naturaleza de la libertad, viene la parte más interesante ya que en ella el autor vislumbra algunas pautas para hacer las elecciones que mejor correspondan a nuestra naturaleza humana y que ayuden al progreso de las personas tanto como entidades individuales como miembros de una sociedad y actores de la historia de su tiempo. Sin embargo, como ontología suprema de la acción de los humanos se encuentra un combate más íntimo y cercano, la guerra que libramos contra la fatalidad, contra la consciencia de que nuestra vida es limitada y definitivamente llegará a un final.

El Valor de Elegir es también un texto que combate de frente y sin concesiones el relativismo existencial de nuestro tiempo, donde todas las ideas por descabelladas que sean pueden tener tanto valor como el hecho científico más comprobado y estudiado y rescata para el campo de los humanos la posibilidad de utilizar las ideas como herramienta constructora de un entorno en el que podamos ejercer cierto grado de control (dado que en el mundo físico estamos a merced de lo que nos rodea).

Así pues, la lectura de éste libro es una lección necesaria para perder el miedo a ejercer la libertad y para hacerlo de manera inteligente, correcta y beneficiosa para el ser humano. La libertad, en último término es una prerrogativamente exclusivamente humana y que vale la pena ejercer cada momento, aunque las elecciones que hagamos tengan que ver más con lo cotidiano de levantarse de la cama que con la dimensión ética del estadista que ordena a su ejército invadir un continente. Nuestra libertad (acotada o no) nos acompaña permanentemente y, puesto que es inútil huir de ella, es mejor interiorizarla y ejercerla como los humanos que estamos condenados a ser (y disfrutar de ello).


Referencia:

SAVATER, Fernando., El valor de elegir., Ed. Ariel, España, 2003., 193 p.


Lic. Leonardo Peralta
Colaborador del Grupo Editorial Expansión y socio de la consultora Alebrije Comunicación

Columnas anteriores