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2004

 

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Elecciones 2004: la Guerra de las Percepciones

 

Por Leonardo Peralta
Número 39

Justo en el momento en el que escribo las presentes líneas miro una entrevista que el periodista Andrés Oppenheimer le hace al candidato presidencial John Kerry. Al mismo tiempo, hace algunos días apenas nos enteramos que su compañero de fórmula será el ex senador del estado de Carolina del Norte John Edwards. Ambos confrontarán la fórmula republicana compuesta por George W. Bush y Dick Chenney en las elecciones que se llevarán a cabo el próximo 2 de noviembre.

Sin la intención de descubrir el hilo negro llama poderosamente mi atención que la contienda electoral en los Estados Unidos (al igual que en casi todo el mundo) se encuentra poderosamente (y casi decisivamente) influida por los contenidos simbólicos más que por las propuestas políticas. El simbolismo en las campañas políticas ha cobrado tintes de guerra entre el bien y el mal.

Por un lado tenemos al Partido Republicano y sus candidatos que se asumen a sí mismos como valuartes de los valores americanos y como hombres duros que no dudarán ni un momento en tomar las decisiones necesarias para defender a la patria amenazada. Por el otro lado tenemos a los candidatos del Partido Demócrata que se muestran a sí mismos como una combinación de juventud e identificación simbólica con el ciudadano norteamericano promedio promoviendo a John Edwards como un self-made-man.

Bando republicano
A lo largo de los años de su presidencia la imagen de Bush y Cheney creció de la de un presidente de pocas luces a un líder guerrero que se ha ocupado de tiempo completo a defender a los Estados Unidos de las amenazas del terrorismo y a contraatacar haciéndose de la misión cuasi religiosa de llevar la democracia y el libre mercado a esa zona del mundo que al día de hoy le pertenece a Alá y que ellos quieren recobrar para los designios de Occidente.

En la misma tesitura tenemos a algunos de sus allegados más cercanos: desde Dick Cheney, pasanndo por John Ashcroft (el actual Procurador General de los Estados Unidos) hasta Condolezza Rice, la imagen que presentan es consistente con su discurso político: rostros adustos, expresiones un poco rígidas, escasas sonrisas y una actitud marcada por la tensión derivada de quien tiene la pesada y permanentemente riesgosa tarea de llevar en sus manos una guerra contra lo que ellos han considerado lo que es el Mal (así, con mayúsculas).

Por otro lado, no niegan el paso de los años sobre sus cabezas y al menos en el caso del actual presidente y su vicepresidente, no niegan pertenecer a la tercera edad, lo que es confirmado por las constantes entradas de Cheney al hospital para atender sus afecciones cardíacas, asunto que no tiene consecuencias negativas per se, pero que contrasta enormemente con la imagen de sus adversarios demócratas, que la menos aparentan una juventud y una espontaneidad de la que carecen los republicanos.

Desgaste acelerado
Lamentablemente para los republicanos, su imagen ha sido afectada no sólo por el desgaste natural del sui géneris mandato que en suerte han tenido que gobernar, sino también por la erosión sufrida a manos de personas como el cineasta Michael Moore o el escritor Richard A. Clarke, quienes en sus obras se han encargado de exponer (en ocasiones de manera extremadamente agria) las debilidades de estos personajes exhibiéndolos como personajes seniles, poco inteligentes, llenos de ideas inamovibles, propensos al autoritarismo y a obviar la opinión de los demás.

Este desgaste simbólico, aunado a las consistencia en mostrar todo tipo de contradicciones y errores de comunicación han terminado por crear una imagen adversa del equipo que gobierna en estos días los Estados Unidos. Y aunque la campaña política de este año apenas está comenzando, parece que los actores políticos del partido republicano ya llevan sobre sus espaldas una pesada losa en su contra.

Bando demócrata
En la acera de enfrente tenemos a John Kerry y a su candidato a la vicepresidencia John Edwards. Después de unas elecciones internas sorprendentes por el ascenso de candidatos aparentemente intrascendentes con estrategias novedosas como Howard Dean (quien hizo una gran campaña a través de Internet), el candidato victorioso se ha presentado en términos simbólicos como una piedra incómoda en el zapato republicano ya que representa elementos que el actual presidente tiene como débiles; y el primer elemento consiste en que John Kerry es un veterano de la guerra de Vietnam, donde fue condecorado varias veces por sus acciones en combate y que a su regreso se convirtió en un crítico acérrimo del ánimo bélico de los Estados Unidos en la región.

Este ha sido un problema ya que George W. Bush nunca ha podido acreditar el mismo nivel de compromiso militar y su hoja de servicio muestra apenas que sirvió en una fuerza reservista dentro del territorio texano durante los años de la Guerra de Vietnam. Así pues, la imagen de guerrero que el actual presidente norteamericano se había creado no ha podido combatir a la imagen indiscutible de un hombre que conoce la guerra desde el frente de combate y que por ello ha sufrido y después cuestionó como activista antiguerra.

Por otro lado, el candidato Edwards se muestra como una cara joven y sonriente del partido demócrata, un hombre que es promocionado como un hombre proveniente de una familia de recursos modestos donde ambos padres trabajaban. Así pues, la intención del Partido Demócrata de mostrar una imagen cercana al pueblo norteamericano ha quedado reforzada al incluir a un hombre que al menos por lo que aparenta ser, muestra que proviene de esa gran masa de clase media que en todos los países del mundo provee estabilidad social. Este último dato ejerce un contrapeso con los orígenes elitistas del resto de los candidatos en ambos bandos, quienes provienen de familias patricias del este norteamericano.

El precio de la benevolencia y la balanza perceptiva
El problema con una imagen relajada y llena de sonrisas es que los tiempos por los que pasan los Estados Unidos no son muy receptivos con esta visión cool. Los años que han pasado se han caracterizado por una economía que vive en la cuerda floja entre la recuperación económica y la debacle, sin mencionar todos los problemas derivados de la respuesta militar que el actual gobierno norteamericano le dio a los acontecimientos del 9/11.

Dado que la contienda política ha pasado del mundo de los debates al de las percepciones simbólicas, será sumamente interesante saber si lo electores norteamericanos, envueltos en una las máquinas de propaganda más poderosas en el mundo se inclinarán por un producto que les ofrece sonrisas y espontaneidad (aunque quizá también debilidad al gobernar) frente a la oferta ya presente de un gobernante poco espontáneo pero que ofrece la inflexibilidad que algunos norteamericanos aprecian en momentos de dificultad, además de la concorancia de los republicanos con los valores religiosos que una buena parte de la población americana sigue practicando.

Las percepciones de los votantes norteamericanos estarán influidas indudablemente por el prisma de los acontecimientos que ocurran en la guerra contra el terrorismo, que se ha vuelto el tema eje de la contienda política; sin embargo es también la oportunidad del partido demócracta de aprovechar sus sonrientes candidatos como ariete contra el conservadurismo que ahora domina la política norteamericana. De las ideas, ni hablar. La moneda está en el aire


Lic. Leonardo Peralta
Escritor, colaborador del Grupo Editorial Expansión

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