Por
Leonardo Peralta
Número 41
Escribo el presente
artículo apenas transcurridos dos eventos relacionadoa con
los medios de comunicación electrónica durante el
pasado mes de septiembre (tanto el Congreso Internacional “Democracia
y Medios Públicos” por parte de la Red Nacional de
Radiodifusoras Educativas y Culturales por un lado; y por el otro
la 46ª Semana de Radio y Televisión realizada por la
Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión,
CIRT) que pusieron en un espacio breve de tiempo en el debate público
la necesidad de modificar el sistema de propiedad y manejo de la
televisión en México; un esquema de funcionamiento
a medio camino entre la herencia del viejo régimen priísta
y las demandas de la industria de la televisión en el siglo
XXI.
Preámbulo histórico
A manera de preámbulo me gustaría citar lo que dice
el Artículo 1 de la Ley Federal de Radio y Televisión,
vigente desde el 19 de enero de 1960. Este artículo es fundamental
debido a que determina la propiedad originaria de los medios de
comunicación audiovisuales en nuestro país:
Corresponde a la Nación
el dominio directo de su espacio territorial y, en consecuencia,
del medio en que se propagan las ondas electromagnéticas.
Dicho dominio es inalienable e imprescriptible
Una vez determinada la propidad
nacional del espacio radioeléctrico (y la responsabilidad
ante la nación de quienes emplean dicho espacio para usos
comerciales), quisiera señalar el Artículo 2 de la
misma ley, que determina los regímenes posibles de uso de
dicho espacio radioeléctrico para fines comerciales:
El uso del espacio a que se refiere
el artículo anterior, mediante canales para la difusión
de noticias, ideas e imágenes, como vehículos de
información y de expresión, sólo podrá
hacerse previos concesión o permiso que el Ejecutivo Federal
otorgue en los términos de la presente ley.
Este sistema de propiedad (establecido
durante el mandado del Presidente Adolfo López Mateos) es
fruto del análisis encomendado al intelectual Salvador Novo
para analizar los regímenes de propiedad de los medios de
comunicación audiovisuales en Europa y los Estados Unidos.
Así pues, desde la década de 1960 el sistema de propiedad
de medios gira alrededor de un sistema de concesiones y permisos
otorgados por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes
y supervisados por diversas secretarías de estado y organismos
gubernamentales (Secretaría de Gobernación, Secretaría
de Educación Pública, Secretaría de Salud,
et al).
Este sistema de asignación
y control de emisoras de radio y televisión (aunque en esta
ocasión nos ocuparemos más de la televisión)
ha sido reseñado y analizado con gran acierto y profundidad
por las plumas de investigadores como Raúl Trejo Delarbre
y Fernando Mejía Barquera, por lo que me concentraré
en el análisis de la coyuntura presentada durante los eventos
acaecidos el pasado mes.
Las demandas
Por un lado los administradores de las televisoras estatales de
nuestro país hicieron referencias (ciertamente mesuradas
y contenidas) acerca de la vigencia del modelo prevaleciente de
medios audiovisuales, apoyando una demanda para reformar todo el
sistema de control de medios y las relaciones entre los medios y
la sociedad, haciendo que la voz del ciudadano pese más dentro
del equilibrio de fuerzas entre gobierno y sociedad y de paso, ofreciendo
un marco legal donde las televisoras operadas por gobiernos locales
y el gobierno federal puedan dejar de trabajar en regímenes
de excepción que los mantienen en un limbo jurídico
y en un desamparo ante las veleidades que caracterizan la administración
pública del país.
Por otro lado, un sector cercano
a la producción audiovisual (entre los que se encuentran
productores de televisión, actores, directores y guionistas)
demandó a través de un desplegado en periódicos
de la Ciudad de México la apertura de concesiones y frecuencias
a nuevos competidores en el medio para romper la actual situación
de duopolio (donde Televisa y Televisión Azteca se reparten
la abrumadora mayoría de espacios publicitarios) y crear
opciones ciudadanas de medios audiovisuales que puedan llevar. Además,
académicos y personas cercanas al poder legislativo se han
concentrado en solicitar e impulsar la creación de mecanismos
que equlibren el casi absoluto poder de las televisoras a través
de entidades como comisiones ciudadanas y la creación de
un ombudsman del audiovisual que pueda fungir como interlocutor
entre la industria de la televisión, el Estado y el público.
Además, aparecieron voces
solicitando se modifique el esquema actual de publicidad política
en medios audiovisuales debido a que, hasta el momento, una parte
mayoritaria de los recursos asignados a los partidos políticos
termina en las arcas de las televisoras y radiodifusoras (la exconsejera
del Instituto Federal Electoral, Jacqueline Peschard declaró
a finales de 2002 que el gasto ascendía hasta al 56% del
presupuesto total de los partidos políticos e inclusive más
recursos en tiempos electorales). Así pues también
se pidió explorar vías alternas de asignación
de espacios en radio y televisión (compra centralizada de
espacios, uso exclusivo de canales y tiempos disponibles por parte
del Estado, uso de otros esquemas de promoción política,
etc.)
Las respuestas
La iniciativa privada (principal afectada por dichas solicitudes
y exigencias) en voz de la CIRT respondió de manera terminante
y cuasi inmediata: se oponen de manera frontal a cualquier intento
de regular la asignación de espacios publicitarios por otros
medios que no sean los ya conocidos. Los empresarios siguen apoyando
su esquema de autorregulación en términos de contenidos
con una participación excepcional del Estado, y aunque se
mostraron receptivos a la llegada de nuevos participantes al negocio
de la difusión de contenidos, quedó claro que para
ellos el sistema actual de asignación de concesiones y permisos
ha funcionado adecuadamente y que cualquier cambio requeriría
a fortiori la participación, adiciones y modificaciones
que la industria juzgue convenientes.
Este escepticismo vino acompañado
por los comentarios de Alvaro Cueva, columnista de asuntos televisivos,
quien publicó sus observaciones respecto de las peticiones
emanadas de los eventos realizados por televisoras públicas
y privadas. Señaló las dificultades fácticas
de crear y abrir nuevos espacios por parte de televisoras (agrego
yo: a contrapelo de la tendencia mundial de concentración
y consolidación de grandes corporativos del ramo). Además,
diversos politólogos han señalado que, dado en entorno
político de estos últimos tiempos (caracterizadas
por la adelantada sucesión presidencial y las pugnas abiertas
entre los partidos políticos), es muy probable que la iniciativa
de modificaciones a la Ley Federal de Radio y Televisión
propuestas por el senador Javier Corral durante este 2004 terminen
por ventilarse hasta los inicios del siguiente sexenio, por allá
del año 2007.
En los terrenos de lo real
Más allá del debate (siempre saludable y necesario)
en torno al manejo de los medios de comunicación audiovisuales
en nuestro país; quisiera señalar los siguientes horizontes
dentro del terreno de lo real:
- Nuevos participantes:
Pese a la intención de que abrir canales nuevos provenientes
de nuevos empresarios y ciudadanos independientes, la realidad
es que, dados los enormes costos que implica crear un nuevo canal
televisivo (sea en señal abierta o en sistemas de televisión
de paga), los nuevos participantes en este negocio solamente podrían
salir de empresarios con fuerte respaldo financiero (como Isaac
Saba, quien han participado en el proceso de restructuración
del Canal 40 en la Ciudad de México) o de empresarios provenientes
de otras ramas de las telecomunicaciones interesados por incursionar
en la teledifusión con el fin de complementar su oferta
de servicios (el caso de Grupo Carso que explora las posibilidades
de crear una oferta televisiva para complementar la oferta de
telecomunicaciones creada alrededor de su empresa Telmex).
- Televisión estatal:
Debido al marco jurídico que rige a las televisoras (y
radiodifusoras) que trabajan para el estado, la indefinición
jurídica seguirá siendo la tónica en el manejo
de todas ellas. Con el ascendiente poder que los gobernadores
estatales han cobrado desde la caída del PRI en el año
2000, es muy probable que opongan resistencia efectiva ante cualquier
intento de regular su control sobre los medios de sus respectivos
estados, herramienta crítica para la formación de
opinión (elemento crítico en tiempos electorales).
- Ciudadanía y televisión:
Es evidente que la necesidad de abrir espacios a los ciudadanos
para expresarse a través de los medios audiovisuales es
más que evidente; sin embargo, la modalidad de esta apertura
(uso de canales estatales para aprovechar la infraestructura ya
existente o creando canales totalmente nuevos) está sujeta
a un fuerte debate donde los empresarios ya establecidos no se
encuentran convencidos de la idea de crear una potencial fuente
de competencia.
- El oscuro finaciamiento:
Más allá del uso de dinero público para financiar
indirectamente a las televisoras no es el meollo del problema
y Alvaro Cueva lo señala de manera precisa e interesante:
Si alguien ha generado que Televisa
y TV Azteca concentren la totalidad del poder publicitario de
este país no son los anunciantes, son las agencias que
deciden qué porcentaje de dinero le van a dar a cada
quién.
¿Ya investigaron qué “regalitos” les
ha hecho Televisa a esos señores? ¿Ya se dieron
cuenta de qué “apapachos” les ha hecho TV
Azteca a esas personas?
¿Por qué cree que no hay campañas publicitarias
en Conaculta Canal 22? Porque el 22 no hace “relaciones”
con las centrales de medios, hace televisión. ¿No
es espantoso?
Esta arista, poco investigada en
la relación entre los medios y sus patrocinadores posee quizá
mayor importancia debido a que en la asignación de recursos
(tanto de parte de particulares y del Estado) se encuentra quizá
el camino para abrir el camino a nuevas opciones televisivas tan
necesarias en esta hora.
Lic.
Leonardo Peralta
Escritor, colaborador del Grupo
Editorial Expansión |