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2005

 

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In-mediata

Ocaso y Amanecer en la Carrera Espacial

 

Por Leonardo Peralta
Número 46

El imperativo de llevar el hombre al espacio ha sido uno de los compromisos de más larga data en el desarrollo tecnológico humano. Desde que a finales del siglo XIX el científico ruso Konstantin Tsiolkovsky visualizó las posibilidades teóricas del viaje al espacio, los seres humanos en ambos hemisferios se han lanzado a la tarea (difícil de suyo) por expandir las fronteras humanas por medio de naves que salgan a través de la atmósfera del planeta Tierra.

Sin embargo, esta ha sido una carrera difícil. Después de más de medio siglo de llevar naves espaciales a los linderos de nuestra atmósfera (y de impulsar varias docenas de sondas hacia los confines del Sistema Solar), las preocupaciones sociales derivadas de este camino son cada vez mayores. Después de la destrucción del transbordador espacial Columbia en febrero de 2003, y ante el reciente anuncio de que el programa de transboradores norteamericanos será suspendido una vez más por tiempo indefinido; en Estados Unidos ha comenzado un debate alrededor de la conveniencia de seguir adelante con esta saga humana ante los hechos recientes y lo que se vislumbra en el horizonte.

Ocaso
La opinión pública adversa a la continuación del proyecto de transbordadores comenzó mucho antes de que el Columbia se levantara del suelo en 1981. La construcción del transbordador espacial comenzó desde la década de 1970 supliendo al proyecto Apolo, que había llevado hombres a la Luna. Sin embargo, lo que comenzó siendo el proyecto de una nave espacial reusable de bajo costo terminó convirtiéndose en un proyecto de altísimo costo y de muy baja utilidad. La idea original era crear una nave espacial que tuviera la capacidad de llevar humanos hacia el espacio a bajo costo, y al igual que cualquier nave aérea, tener un breve tiempo de mantenimiento antes de volver a la tarea.

De hecho se pensaba que el transbordador espacial se convertiría finalmente en la herramienta que hiciera de los viajes espaciales verdaderas herramientas industriales para llevar materiales y personas en forma regular al exterior llenando los requerimientos de estaciones espaciales que tanto llenaban la mente de los optimistas en la década de 1970. Sin embargo los costos de construcción se elevaron vertiginosamente debido a la inflación derivada de la crisis petrolera de inicios de la década y del costo de la Guerra de Vietnam.

Peor aún; los accidentes de las sondas espaciales Challenger en 1986 y del Columbia en 2003 pusieron al proyecto espacial bajo severos cuestionamientos. Los resultados de los estudios realizados poco después de dichos accidentes revelaron una combinación de errores de diseño, descoordinación dentro del organismo espacial norteamericano (la NASA), así como una falta de rigor en la administración del proyecto, llevaron a fallos que derivaron en los accidentes que se han cobrado la vida de más de una decena de astronautas.

Es sabido que la carrera espacial no ha estado exenta de pérdidas humanas. Hasta el momento 22 astronautas y cosmonautas murieron durante distintas misiones. Sin embargo los imperativos políticos han cambiado radicalmente en las últimas décadas. Al dejar atrás la Guerra Fría, las pérdidas humanas que antaño se aceptaban como parte de un proceso ideológico de mayor envergadura, actualmente las pérdidas humanas carecen de cualquier significado ideológico y por ende se han vuelto injustificables.

Este último elemento es el que paulatinamente ha convertido al proyecto del transbordador espacial en un asunto cada vez más complicado. Dado que la seguridad de la tripulación se ha convertido en la prioridad número uno, ingentes sumas de dinero y de esfuerzo se han invertido en eliminar hasta donde es posible cualquier posibilidad de que ocurra un accidente fatal. Esto ha hecho que desde la década de 1980 los vuelos espaciales perdieran flexibilidad y versatilidad. Esto ha aumentado el costo de cada misión hasta llegar a los estratosféricos 1.3 mil millones de dólares invertidos en cada misión, lo cual es un costo excesivo considerando a inicios del proyecto que cada misión debería de tener un costo aproximado de entre 10 y 20 millones de dólares.

Además de los crecientes costos de mantener las operaciones del transbordador espacial, su propósito original de llevar carga al espacio se ha perdido paulatinamente debido a los retrasos causados por las constantes revisiones de seguridad, así como por la competencia que representan los cohetes europeos, rusos y recientemente chinos. Finalmente, ante la llegada de tiempos económicos poco propicios (especialmente después de la llegada al poder de George W. Bush), la agencia espacial norteamericana se ha visto obligada a cesar las operaciones de sus misiones más costosas como el transbordador espacial y el telescopio Hubble. En 2004 el gobierno norteamericano presentó una iniciativa denominada Vision for Space Exploration, donde se establece que el transbordador espacial estará en servicio solamente hasta que la Estación Espacial Internacional sea completada aproximadamente en 2010 para dar paso a una nueva generación de naves espaciales que representen menos problemas logísticos.

Amanecer
Aunque en Occidente no se le dio una cobertura extensiva, el hecho fue que el 15 de octubre de 2003 China se convirtió en la tercera nación en enviar personas al espacio. Yang Liwei se convirtió en el primer ciudadano de la nación más grande del mundo en sacar a una persona de los linderos de la atmósfera humana. Sin embargo, este logro es apenas uno de los hitos que esta nación se ha propuesto.

Desde 1986 el gobierno chino estableció el Programa 863 con el fin de llevar personas al espacio. Por tal motivo a lo largo de esa década y la siguiente una gran cantidad de organismos académicos e industriales, vertebrados a través de su Ministerio de Aeronáutica se dieron a la tarea de crear la tecnología necesaria para llevar seres humanos al espacio. Al mismo tiempo el ministerio se propuso un plan de varias etapas que debe concluir en 2010 con el establecimiento de una estación espacial permanente, independiente de la Estación Espacial Internacional, el último proyecto de largo aliento proveniente de las épocas pre-Challenger.

El interés chino por llevar hombres al espacio y hacer de sus operaciones espaciales responde a las mismas necesidades geopolíticas que llevaron a los Estados Unidos y a la ex Unión Soviética a tomar el camino del espacio. La expansión económica de China es hoy una realidad inobjetable, por lo que su poder económico le permite llevar a cuestas el enorme costo de llevar personal al espacio.

Por otro lado, los imperativos de le geopolítica (y sobre todo el consolidarse como una potencia tecnológica) hacen que el desarrollo de un programa espacial consolidado otorgue una carta de naturalización a China como verdadera nación de primer orden. Finalmente, el desarrollo tecnológico derivado del desarrollo espacial (en áreas como la ingeniería de materiales, de sistemas computacionales y de telecomunicaciones) viene bien en un momento en el que esta nación se encuentra en el proceso de dejar atrás su economía basada en la manufactura para pasar a un modelo tecnológico similar al de países desarrollados.

Horizontes
Los Estados Unidos se encuentran en una etapa crítica de sus programas espaciales. Después de tres décadas de confiar en el transbordador espacial, han llegado a la triste pero pragmática decisión de abandonar este proyecto a cambio de una nueva generación de naves espaciales de bajo costo y que sean verdaderas herramientas útiles en lugar de vistosas demostraciones de una tecnología que se vuelve obsoleta a pasos agigantados. China opera justo en sentido contrario: una economía pujante junto con una masa crítica de desarrollo científico y tecnológico le hacen desear y trabajar en torno a construir un camino propio hacia las estrellas.

En este juego de poder en el espacio cuenta además con jugadores como Rusia (que recientemente ha declarado el regreso de su programa espacial con objetivos tan ambiciosos como la vuelta a Marte) y la Unión Europea que, después de dejar atrás los sueños de gran envergadura (como el proyecto Hermes que pretendía emular la experiencia de los Estados Unidos con vehículos espaciales reusables) ha tomado el camino más pragmático de desarrollar el lado comercial de sus operaciones espaciales. Esto sin mencionar las iniciativas privadas como las derivadas del proyecto X-Prize que pretenden un paso más radical aún: llevar a la iniciativa privada al espacio, dado en cada vez más difícil panorama de aquellos gobiernos que quieran seguir llevando personas al espacio.


Lic. Leonardo Peralta
Escritor, colaborador del Grupo Editorial Expansión.

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